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10.1. Muertes y funerales

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Abreviaturas

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La educación de las elites indígenas en el Perú colonial

«El manifiesto peligro de los que enfermen pues sin médico ni medicinas no es posible se puedan curar a cuya causa precisa abra pocos dias que murio uno de los colegiales por no aver quien conociese la enfermedad con que los padres de los demas an [...] temor que se han querido llevar todos sus hijos». (MP II: 554) De modo que, según el provincial, los colegiales enferman y mueren y los caciques retiran a sus hijos por culpa del gobierno que reduce los gastos. Se entiende este razonamiento y que los jesuitas hayan querido cuidar mejor a los colegiales, pero no parece que esta sea la única causa de la mortalidad de los jóvenes. En sus litigios con los jueces los rectores siempre evocan el cuidado con que atienden la salud de los niños, considerando que de ella depende el honor de la Compañía. Cuando Manuel de Pro tiene que justificar sus gastos, el juez de censos estima que los indios pueden ser curados en el hospital de Santa Ana por ser tan pocos y que 225 pesos para la salud de cuatro colegiales es demasiado. El provincial le recuerda entonces que a los caciques no les gustaría ser curados en la misma cama que acaba de dejar un indio tributario «a quienes ellos miran mui avajo» (BNP: ms. c1167) y que lo prohiben las constituciones. Pero ya se sabe que los jesuitas ignoraban las constituciones cuando les convenía y no trataban a los alumnos del Príncipe como nobles. Podían hacer alarde de su buena farmacia y enfermería en cuanto se trataba de cobrar las correspondientes sumas de dinero, y sin embargo dejar que los colegiales se fueran a curar a sus tierras, lo que permitía ahorros de médico.

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10. 1. Muertes y funerales

En los años posteriores, sobre todo en el siglo XVIII, cuando tenemos más detalles, vemos que bastantes alumnos morían en el colegio aunque disponían de asistencia médica y de una buena enfermería. Es muy probable que todas las defunciones no estén mencionadas. Desafortunadamente no tenemos detalles de entierros antes de la expulsión de los jesuitas, solo las anotaciones del libro de entradas. Así Nicolás Huara murió en octubre de 1726 —después de estar un año y ocho meses en el colegio— y «fue enterrado en la Iglesia con su misa de cuerpo presente y asistencia de los caciques». Otro murió el 13 de octubre «y el día catorce se le hizo el entierro con asistencia de la Comunidad», lo que era un honor. En cuanto a los gastos ocasionados por funerales de colegiales, los únicos documentos que se encontraron, en el marco de la presente investigación, son posteriores a 1767.

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