Los colegios después de la expulsión de los jesuitas
seguir ahí una carrera, puesto que ésta debía hacerse a expensas de los padres, salvo excepciones. En 1792, Juan de Bordanave copió en el cuaderno del colegio el siguiente decreto:
La educación de las elites indígenas en el Perú colonial
«Vista la consulta del Rector del Colegio del Principe, con lo contestado por Dn Bartolome Mesa y expuesto por el Sr fiscal Protector; se declara que el auto de la junta de Aplicaciones no altera en manera alguna la constitucion de dicho colegio en cuanto a la admision en el de los hijos de caciques e indios nobles que pretendan entrar a emprender la carrera de las letras, verificandose por padres de estos ultimos la paga de su alimentacion, a exepcion de los que este superior gobierno por particulares meditos [sic] de ellos ù otras circunstancias tenga a bien dispensarles en la paga, como se ha practicado hasta la presente [...]». (ANC, Fondos varios: vol. 63, fol. 52 v.) Se supone que don Bartolomé Mesa, cuyo primo había entrado en 1780 (véase el siguiente capítulo), pedía que las mismas condiciones se aplicaran cuando un colegial seguía los estudios superiores. La negativa que se le opuso indica que el colegio de caciques, como institución, seguía siendo una escuela de primeras letras y nada más. Si los colegiales podían ahora seguir carreras, ello no competía a la caja de censos. También se nota que la presencia de cada uno no era constante. Algunos, como José Manuel Llacsayauri permanecieron hasta 16 años en el colegio, otros como Manuel Doroteo Negrón no se quedaron más que un día. En su visita anual de 1808, que se hizo en ausencia del rector y vicerrector, el protector vio presentarse a José Manuel Molina, de 29 años. El rector Silva explicó que no se debía limitar el tiempo de residencia de los colegiales: «sino que al contrario franquearseles porque es regular que si concluída la gramática se aplican a las facultades mayores o a la theología moral las terminen conforme a sus talentos con el deseado aprovechamiento y se hagan utiles a su nación y a todos». (AGN, Temporalidades: leg.171) En 1817, Ignacio Moreno declaraba que se hallaba reducido a siete el número de colegiales. 6. Los rectores del Príncipe El 26 de enero de 1795 un decreto del virrey Gil admitía la renuncia de Juan de Bordanave en estos términos: «Visto lo que se representa, se admite la renuncia, que el suplicante Dr Dn Juan de BordaNave hace del rectorado y direccion de Estudios menores del Colegio del Principe en esta ciudad, y se nombra en su lugar el Dr
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