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Experiencia
Un primer encuentro con el arte de enseñar lenguas
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Valeria Gonzales Hernández
Licenciatura en Lenguas Modernas con Énfasis en Inglés y Francés
“Los límites de mi idioma son los límites de mi mundo”
Ludwig Wittgenstein
Aeste mundo lleno de diversidad cultural y variedad en pensamiento le corresponden una cantidad igual de odios, egoísmos, frustraciones y deseos inclinados a la polaridad, a la homogenización, a la monopolización de un mundo esencialmente múltiple e intercultural. Durante mucho tiempo, y bajo ciertos discursos y relatos, se nos ha guiado a pensar que el mundo es una cuadricula en la que podemos situar personas y culturas, hábitos, ritos y visiones de mundo; pero, tal vez, solo hemos sido llevados por aquel camino donde nuestro guía turístico es el chovinismo . Es aquí donde deseo situar mi labor, porque ser profesor de lenguas es un desafío cargado de mucha responsabilidad.
No es secreto para nadie que la labor docente en sí misma ya implica bastantes límites que se trazan desde lo adecuado, lo ético, lo moralmente correcto, etc. Se tiende a pensar que ser profesor de lenguas es, en su gran mayoría, enseñar un conjunto de sistemas preestablecidos por comunidades lingüísticas, bien sea gramática, pronunciación, ortografía, entre otros, atribuidos al aprendizaje de lenguas, pero, en realidad, esta labor va mucho más allá.
A nosotros, los profesores, ya se nos han atribuido responsabilidades dentro de los espacios educativos. Somos percibidos desde la manera en la que actuamos en las aulas y en las que somos recibidos por los aprendices; somos, en muchos casos, modelos a seguir, poseedores de experiencia, fuentes de información. El rol que desempeña un profesor de lenguas en sus espacios educativos transciende la estructuralidad de las lenguas y la propone como un mundo que, aunque no es ajeno al nuestro, debe ser entendido con otros códigos. Cada lengua que es enseñada da cuenta de cómo el mundo se enuncia desde diferentes contextos y nos abre las puertas a su comprensión mediante esta. Aquí es donde viene el trabajo que nos compete a los docentes de lenguas: somos guías dentro de un viaje de apropiación en aquellas otras formas de entender el mundo.
Por lo tanto, el compromiso va más allá de mostrar cómo la lengua es el refl ejo de componentes culturales e identitarios. Este propone una apropiación de lo que somos, tanto como usuarios de la lengua, como miembros de comunidades con las que nos sentimos identifi cados. En esa apropiación cultural nos reconocemos dentro de la diferencia y situamos al otro con respecto a la validación de nosotros mismos. Es decir, el profesor va a ser un guía en la comprensión de otros, mientras la asociamos con la lengua propia. En este proceso, una de las labores del docente es lograr mostrarle al aprendiz la validez de su identidad cultural frente a la de otros. Un profesor de lenguas no sitúa el aprendizaje de estas como un instrumento de poder o de benefi cio socioeconómico; un profesor de lenguas inscribe su labor dentro del importante deber de hacernos parte del gran afl uente que es la diversidad lingüística y cultural.
Para mí, la experiencia siendo aprendiz y ahora docente de lenguas me ha dado distintos roles en los que he contrastado mi grado de compromiso con una sociedad nublada y teñida de intenciones homogeneizadoras. Desde el inicio de mi formación he podido involucrarme en espacios de enseñanza; he sido miembro del Proyecto Ancla, del Centro de Escritura, y ahora, en de mi práctica docente. Allí, los aprendizajes han sido innumerables y signifi cativos, puesto que he ratifi cado mi amor por la labor docente e, indudablemente, es en mi ejercicio de práctica donde he consolidado la teoría y la he llevado a una práctica crítica y responsable con el contexto actual colombiano. Además, he aprendido a ver el mundo desde múltiples puntos de enunciación, me reconozco identitariamente y encuentro gran satisfacción al entender como el mundo funciona para otros. No pretendo dejar de ser el conjunto de cosas que me constituyen como la persona que soy hoy en día. Por eso no busco ser nativa en ninguna otra lengua o cultura porque no encuentro sensatez en apropiarme de un cúmulo de normatividad, cuando puedo ser ciudadana del mundo. Quiero poder enseñar el concepto de libertad desde esta perspectiva, porque no se trata de situar la realidad como algo inmutable, se trata de entenderla desde nuevas posturas.
“He aprendido a ver el mundo desde múltiples puntos de enunciación, me reconozco identitariamente y encuentro gran satisfacción al entender como el mundo funciona para otros”.