
5 minute read
Rincón del Maestro
(Des)conectados
«Si bien en nuestro entorno javeriano contamos con facilidades tecnológicas a pesar de algunos inconvenientes, no podemos olvidar que hay regiones y espacios geográfi cos no muy lejanos en donde el panorama no es muy alentador».
Advertisement
Myriam Nathalia Lamprea Abril
Directora de la Licenciatura en Lenguas Modernas con Énfasis en inglés y francés
Desde hace ya más de un año, nuestras formas de ser y de existir ya no son las mismas. Nos hemos convertido en los actores principales de lo que podría considerarse una película de terror y a su vez de suspenso: una pandemia. Las vicisitudes e inercias de este escenario, que al parecer no responden a un guion muy elaborado, ponen de manifi esto la fragilidad, no solo de nuestras vidas biológicamente hablando, sino también de nuestras vidas comprendidas desde los aprendizajes, las emociones, los afectos, las relaciones y los encuentros con los otros.
En este escenario incierto estamos aprendiendo a ser y a vivir, al menos en el tiempo presente y en el futuro próximo. En él, pantallas, micrófonos, (video)llamadas, gifs, stickers, mensajes, correos, webinars, redes, entre otros, constituyen el repertorio elemental de lenguajes y mediaciones para aprender, enseñar, comunicar, y en últimas, ser y estar en nuestra transformada cotidianidad marcada por la digitalización y la hiperconectividad. Con esto no quiero decir que dichos repertorios no existieran desde ya hace algún tiempo, sino que la emergencia sanitaria los ha convertido en protagonistas de nuestras vidas: son ahora formas básicas para habitar y transitar en el mundo, establecer y mantener vínculos con los otros, formarnos e informarnos, participar en las discusiones de nuestra realidad en un tiempo que, aunque ralentizado para muchos, no se detiene. Así, quien no conozca, participe o interactúe con estos repertorios, estaría condenado a vivir en el margen y a ser víctima de exclusión y discriminación, no solo en la esfera digital, sino en la educativa, social, cultural y política, por solo mencionar algunas.
Lo anterior, por tanto, no es para menos. La conectividad, hoy desbordada pero necesaria para la educación, la interacción, la vida social, y en general – a pesar del tono algo exagerado –, para existir en el mundo hoy en día, me lleva a interrogarme justamente por aquellos que no cuentan con las facilidades tecnológicas ni las habilidades prácticas para entrar, hacer parte y desenvolverse en las dinámicas propias de la esfera virtual en la que ahora vivimos. De ahí que, desde mi rol como docente y como habitante del planeta, me surjan varias preguntas: ¿qué hay de quienes no cuentan con dispositivos con conectividad o ni
(Des)conectados. Tomada de shorturl.at/gCDU5
siquiera cuentan con un dispositivo para tomar sus clases, para interactuar con sus pares, para aprender, para informarse, para generar vínculos? ¿Qué pasa con los que tienen difi cultades de conexión constantemente? ¿Cómo garantizar su derecho a la educación y a la vida en comunidad si la brecha digital profundiza desigualdades de tipo social, cultural, político, económico? ¿Cómo asegurar las interacciones y participar en la creación de vínculos renovados con el otro en la desconexión? ¿Cómo evitar el aislamiento y la exacerbación del individualismo? ¿Cómo participar en diálogos ciudadanos en escenarios de incomunicación?
Estos interrogantes evidentemente no son de respuesta inmediata ni pretenden serlo: son cuestionamientos que me interpelan a diario y se materializan con mayor frecuencia en mi ejercicio pedagógico. En efecto, no es extraño escuchar en nuestras ahora acostumbradas clases virtuales a estudiantes decir: “profe, mi internet está molestando”, “profe, mi conexión es inestable”, “profe, hoy no me puedo conectar porque se dañó el computador”, “profe, hoy no viene mi compañero porque se cayó su internet”. Sabemos que, en el contexto colombiano,
la llamada transformación digital está aún bastante rezagada y lejos de ser sufi ciente. Si bien en nuestro entorno javeriano contamos con facilidades tecnológicas, a pesar de algunos inconvenientes, no podemos olvidar que hay regiones y espacios geográfi cos no muy lejanos “El estar fuera de la esfera digital en donde el (nuestra realidad actual) puede im- panorama no plicar estar al margen, no ser partícipe de negociaciones de sentidos, es muy alende discusiones o de intercambios de tador. afecto…”. En esos lugares y territorios son incansables las esperas para acceder a internet o, simplemente, la conexión es inexistente; allí hay graves difi cultades de tipo individual y social por la falta de dispositivos adecuados; encontramos también varias personas que declaran falta de conocimiento y habilidades prácticas para hacer uso de los lenguajes digitales; fi nalmente (y sin ser esta una lista exhaustiva), lo más preocupante es que en estos escenarios es manifi esta la imposibilidad de contar con alternativas de acceso y de conectividad en un futuro próximo. Su realidad, por ahora, es la desconexión y todo lo que ello implica. ¿Cuáles son entonces las consecuencias de esta desconexión? Los efectos de la brecha digital ya han sido no solo presagiados sino también constatados en diferentes instancias: aislamiento de sociedades frente a dinámicas de desarrollo socioeconómico, generaciones marginadas, prolongación de desigualdades sociales preexistentes, barreras al estudio y al conocimiento, analfabetismo digital, formas renovadas de discriminación y exclusión, entre otros. Sumado a esto, algo que me interpela profundamente son las complejidades que esta brecha representa a la hora de tejer lazos, aunar esfuerzos colectivos, aprender, sentir, discutir, construir, habitar y (re)signifi car el mundo con el otro. El estar fuera de la esfera digital (nuestra realidad actual) puede implicar estar al margen, no ser partícipe de negociaciones de sentidos, de discusiones o de intercambios de afecto, no tener la posibilidad de ejercer una agencia política ni ciudadana, en últimas, no hacer parte de un “nosotros”. Se reduce, de esta manera, la posibilidad de forjar y de mantener los vínculos o de repensar en conjunto formas de relacionamiento y de agenciamiento inspiradas en nuevas mediaciones.
Así, de alguna u otra manera, todos hemos experimentado momentos de desconexión digital, necesarios para gestionar nuestra salud mental; solo que, para muchos, esta desconexión no es de libre elección. Si adherimos al postulado del dramaturgo portugués Tiago Rodrigues que reza: “el mañana es ahora un ejercicio de imaginación”, es necesario entonces considerar que ese imaginar el mañana debería propender por garantizar las condiciones que nos permitan a todos hacer parte de la realidad digitalizada y que estar conectados o desconectados sea efectivamente una elección.