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María Gemma Muñoz El legado de una rectora incansable

Ha dirigido la Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo de Campo Valdés, durante 29 años.

YURANY ALZATE yuraalzate75@gmail.com

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María Gemma Muñoz, la actual rectora de la Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo, tenía solo 17 años cuando inició su carrera como docente. En la década de los 80, la energía de su juventud y su amor por la enseñanza la transformaron en una maestra destacada en su pueblo natal, Betulia, ubicado en el suroeste antioqueño.

Cuenta que la pedagogía, más que formarla como profesional, le ayudó a comprender la desigualdad en el acceso a la educación. Así creció su sensibilidad hacia las condiciones de vida de los niños y jóvenes, reconociendo cómo estas circunstancias pueden condicionar su aprendizaje.

Quienes la conocen resaltan su capacidad de escucha. Durante los 14 años que dedicó a enseñar en Betulia, se convirtió en una confidente para las madres, a quienes les ofrecía consejos para afrontar la violencia intrafamiliar, y cuidó como si fueran suyos a cientos de niños campesinos que caminaban por horas hasta llegar a la escuela.

Durante su tiempo como docente se formó como administradora de empresas y administradora educativa. Posteriormente, amplió su preparación con dos especializaciones, una en innovación curricular y otra en gerencia educativa. Su objetivo, alcanzar la excelencia en su trabajo, lo que para ella tiene un significado profundo: ser la mejor para los niños a quienes educa.

Llegando a la ciudad

Gemma quería saber cómo era la enseñanza y la vida en otras ciudades, por eso cuando fue trasladada a la Institución Educativa Marco Fidel Suárez, en el municipio de Bello, con valentía aceptó el reto.

En los años 90, enseñó lengua castellana, ortografía y lectura en la Institución Educativa Antonio Mesa Naranjo en La Milagrosa. Allí, durante nueve años, recorrió los pasillos, deteniéndose solo para ofrecer abrazos.

Luego decidió postularse como rectora y fue seleccionada para liderar la Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo.

“Pasé el concurso con buen puntaje y me dijeron que sería la rectora. Llegué a una institución pintada de color verde militar, sin laboratorio, sin biblioteca. Pregunté cómo era el barrio y nadie me hablaba. Sentí un ambiente hostil, aun así, acepté”, comenta María Gemma.

Actitud y aptitud

Siempre llega al colegio con una sonrisa, se detiene en la entrada, saluda, escucha las inquietudes de los padres de familia, charla con los profesores, da instrucciones, revisa documentos, prepara presupuestos, ella nunca se detiene.

Se enorgullece de dialogar con los estudiantes que por algún motivo son sancionados. Los escucha, comprende y pacta acuerdos de convivencia. Para ella los gritos y el miedo no son herramientas de la educación.

“Las juventudes de hoy no son iguales a las de hace 20 años, por esa razón, uno tiene que evolucionar e innovar en las maneras de enseñar para que los estudiantes puedan tener confianza”, afirma.

Agrega además que:

“En los 41 años que llevo como educadora, he comprendido que enseñar no es un acto unilateral, sino una experiencia compartida. Cada estudiante es único, con sus propios talentos y habilidades. Esto me ayudó a entender que mi enfoque pedagógico debía satisfacer las necesidades individuales”.

Amor y compañerismo

La Rectora asegura que su desempeño se debe también a la sinergia con los demás docentes. Cada uno tiene su método de enseñanza, sus logros y dificultades. Un colegio debe ser un circuito equilibrado entre alumnos, docentes, empleados y coordinadores, por eso vive alerta, pero feliz.

“Pienso que debemos ser flexibles y velar porque el docente se sienta bien y en armonía en la institución, si ellos se sienten bien, trabajan bien con los estudiantes y se logran cosas maravillosas”, afirma.

Retos personales

Esta incansable Rectora continúa luchando por la excelencia académica:

“Quiero que cuando me vaya, los muchachos no olviden lo importante que es tener un diploma, así sea solo de bachiller. Quisiera que todos estuvieran estudiando, y no en las calles sin hacer nada. Ese es mi sueño, mi reto personal”.

María Gemma Muñoz, rectora del colegio Alfonso Mora Naranjo, ha servido en este cargo durante 29 años. A tan solo tres años de su jubilación, ya ha dejado una huella imborrable, forjando un destino en el que ha invertido su corazón y su alma, utilizando como herramientas simples tizas, lápices y escuadras. Su legado es algo de lo que podrá enorgullecerse el resto de su vida.

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