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Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo 30 años al servicio de la

YURANY ALZATE yuraalzate75@gmail.com

En el 2002 fue reconocida como una institución oficial de la ciudad autorizada para impartir educación formal y de calidad.

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En octubre celebrarán con la comunidad estudiantil los 30 años del colegio.

La historia de la Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo comenzó en 1993. La creciente necesidad de más cupos escolares en la Comuna 4 para niños, niñas y adolescentes que llegaban con sus familias a vivir en el territorio, permitió la creación del Liceo Alfonso Mora Naranjo en el barrio Campo Valdés.

La iniciativa fue liderada por María Cecilia Vieira Jaramillo, jefe de núcleo, quien eligió el nombre en honor al profesor Alfonso Mora Naranjo, un educador inspirador y apasionado

Comunidad

que dedicó su vida a la enseñanza y al desarrollo de jóvenes talentos.

Este colegio, que ahora cumple 30 años brindando educación de calidad, inició como una sede del IDEM José María Bravo Márquez. Contaba con apenas seis aulas para más de 600 estudiantes y no disponía de biblioteca, laboratorios ni sala de sistemas. Sin embargo, la filosofía institucional del Liceo, basada en una tríada de valores: “Virtud, esfuerzo y ciencia”, guió su camino hacia el desarrollo cognitivo, social, artístico, tecnológico y comunitario.

Los primeros logros

Los años 1997 y 1998 marcaron un hito en el crecimiento de la I. E. Alfonso Mora Naranjo, debido a que se le adicionó la jornada nocturna del Centro Oficial de Adultos Antonio José de Sucre. Así mismo, comenzó una jornada diurna de media técnica académica. Esto permitió que en 1999 se graduara la primera promoción de estudiantes.

El compromiso del plantel educativo con los alumnos fue fundamental en este proceso. Para María Gemma Muñoz esto significó mucho porque según cuenta:

“Desde que ingresé, gestioné para abrir la media técnica, quería que los estudiantes pudieran terminar sus estudios en el Alfonso Mora Naranjo y no en otros colegios. Esto se logró gracias a que conté con el respaldo de padres de familia, docentes y una comunidad muy dispuesta”.

Reconocimiento oficial

En 2002, mediante la Resolución N°16204 expedida por el Gobierno Departamental, el colegio fue oficialmente reconocido como una Institución Educativa autorizada para impartir educación de calidad en los niveles de preescolar, básica primaria, secundaria media técnica y nocturna.

Adicionalmente se le anexó la escuela Santa María Goretti, consolidando aún más la oferta educativa y siendo este un logro importante en el crecimiento y desarrollo de la Institución.

Este reconocimiento fue el fruto del trabajo constante, la disciplina, el amor y la dedicación de un equipo liderado por su rectora, que, apoyada por un equipo de docentes, se interesaron en el desarrollo personal y académico de la comunidad educativa.

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Para Juan José David Bedoya, estudiante del grado 11°:

“Esta ha sido la primera institución en la que realmente mis ganas de estudiar se impulsaron, ya que me acogieron y su ambiente ha sido muy chévere. Podría decir que el compañerismo y la convivencia que hay entre un alumno y su profesor va más allá de ser solo conocidos”.

Festejar y reconocer el compromiso que ha tenido el plantel educativo con la comunidad en los ámbitos académico, personal y cultural son los factores que destaca Cecilia Montoya Rojas, docente desde hace 29 años. Ella afirma:

“El colegio y su recurso humano han crecido considerablemente. Los profesores tienen las características necesarias para cumplir con las necesidades de los estudiantes y sus familias. Hay estabilidad y un buen ambiente para el aprendizaje”.

César David Oliveros, quien también fue docente, expresó:

“En el Alfonso Mora Naranjo sentía estar junto a una gran familia, la relación era muy humana y con mucha empatía. Iniciar fue difícil y muy pesado el trabajo, debido al número de estudiantes. A veces pasaban de 50 y no cabían en el salón y tocaba trabajar con la mitad del grupo un rato y luego con el otro. El amor que le tengo a ese colegio es muy grande”.

Festejo y compromiso

La celebración de los 30 años de la Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo se realizará después del receso estudiantil de octubre. Cuando ingresen a clases dando inicio a la semana de convivencia y con ella a la programación de la festividad.

La rectora María Gema afirma que este año la institución:

“Continuará comprometida con la misión de formar ciudadanos íntegros, preparados para enfrentar los desafíos del futuro y contribuir de manera positiva a la sociedad”.

La grandeza de la sociedad se mide por cómo cuida y aporta al crecimiento personal, académico y cultural de las niñas, niños y adolescentes. La Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo ha cumplido con esa responsabilidad durante sus 30 años de existencia.

En palabras de la rectora:

“El Alfonso Mora Naranjo ha impulsado el cambio y la esperanza en el barrio Campo Valdés. No se debe olvidar su importancia, y es necesario continuar trabajando para garantizar que cada niño tenga acceso a una educación que le permita volar alto y alcanzar sus sueños”.

Este mensaje resume no solo la trayectoria histórica de la Institución, sino también el legado perdurable de su compromiso y dedicación a la comunidad. Después de 30 años, sigue siendo un faro de esperanza y educación, preparando a las nuevas generaciones para un futuro brillante.

¿Quién era don Alfonso Mora Naranjo?

Con orgullo, esta Institución Educativa lleva el nombre de Alfonso Mora Naranjo, un prócer distinguido en el área de la educación, nacido en Angostura, Antioquia, en el año de 1898. Fue conocido por ser profesor universitario, literato y administrador de varias entidades educativas públicas y privadas, además de ser el fundador en 1935 de la emblemática Revista de la Universidad de Antioquia.

Cuentan entre sus anécdotas que, el 9 de abril de 1948, tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, el señor Mora Naranjo impidió personalmente la quema de la biblioteca de la Universidad de Antioquia. Enfrentándose a una turba enardecida y parado en la puerta que daba acceso a ella, les recordó que la universidad era para los hijos de los obreros y de los pobres, es decir, para sus propios hijos, y que, al destruirla, eran ellos los perjudicados. ¡Y se salvó la biblioteca!

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