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José Papic

La reconocida calidad humana de José Papic quedó muy grabada en la memoria de los colosinos, vecino esporádico del sector, aún tras abandonar su casa de veraneo, vivió pendiente de brindar alegría a sus cercanos, transformándose en una figura muy querida y recordada, en especial por quienes fueron niños en el Coloso de fines de los setenta e inicios de los ochenta.

Él aflora espontáneamente en la remembranza de las más lindas celebraciones de infancia, era un Chile pobre y descalzo, en el que la idea de un sistema de protección social era inexistente y la colaboración espontánea de quienes tenían una mejor fortuna constituía un real aporte en la mejora de vida.

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María Cisternas, que era una niña en esos años, bien recuerda a Papic. “Él se preocupaba mucho de los buzos, él venía a compartir con ellos, a veces les traían mercaderías y una cajita familiar. Siempre compartía con ellos”. Antofagasta sufría con la carestía de la vida, lograr alimentar bien a una familia no era algo que se diera por hecho, entonces el aporte de la familia Papic era de un gran significado para los colosinos.

En ese contexto, la simpleza de una taza de chocolate, un pesebre y un árbol navideño con obsequios constituyen el más atesorado recuerdo de los primeros niños de Coloso y todo eso era obra de don José Papic.

Valeska lo recuerda y la sonrisa se le ilumina en los ojos. “Lo más lindo era cuando venía gente de abajo, de José Papic… ¡Uy! Los regalos... Porque él nos traía regalos, confites, y nos hacían la fiesta, traía el pesebre, traía todo él. Era una junta de vecinos, pero chiquitita, eran como cinco personas las que se juntaban, ponían las mesitas, nos hacían los chocolates a nosotros, que éramos como cinco niños o seis niños no más. Eso es lo más bonito que he tenido… fueron bien bonitos en esos tiempos”.

Tras la muerte de José Papic en 1983, sus hermanas continuaron pendientes de apoyar las celebraciones infantiles, como recuerda María Cisternas. “Después que él falleció, las hermanas siguieron viniendo y nos traían regalos, nos hacían fiesta para el día del niño, nos traían bolsitas de confites, venían a celebrarnos para la navidad, nunca dejaron de estar presentes en memoria de su hermano”.

José Papic, tuvo una casa de veraneo en la bajada de donde hoy se encuentra su placa conmemoratoria, allí, al lado de San Pedro comparte honores y recibe el afecto de los colosinos.

María compone el relato: “Él tenía una casa de verano, cuando era Coloso antiguo. Porque después se hizo tira. Incluso el muelle, el muelle que está ahora, es parte – es base de la casa. Era como el patio de la casa. En ese sector. donde está San Pedro, al ladito hay un monumento que es él, en el recuerdo de la gente, de la comunidad de Coloso. La gente de Coloso hizo ese monolito en honor a él”. Hoy a más de 30 años de su partida, don José Papic se conserva vivo en el recuerdo de los colosinos, Elba rememora que a inicios de los años 90’ la familia Papic aún se mantenía presente y a ellos se sumaban los párrocos de la iglesia Madre de Dios. “Hacían una fiesta para los niños en la cancha, humilde no más, pero si no teníamos ni sede, ni nada, y nos traían regalos preciosos”.

Muchos, que incluso no alcanzaron a conocer en vida a Papic rememoran con afecto lo él significó para los colosinos, Luis Rojas cuenta: “Yo no alcance a conocer a don José Papic, pero sí conocí su familia, para las fiestas y siempre estuvieron presentes”.

Con el tiempo ese apoyo que los buzos y sus familias recibían se extendió y ellos también se hicieron hábiles en gestionar colaboración como relata Luis : “Nosotros mandábamos cartitas escritas a mano a domicilio y participaban harto con nosotros en ese tipo, para San Pedro, para la navidad, que eran las cosas que más se celebraban acá, los Papic, y también los Korlaet, nos cooperaban harto”.

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