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Viviendo en comunidad

Coloso se urbanizó, la unión de las primeras décadas en que las necesidades eran vitales y compartidas por todos comenzó a dar frutos y las más urgentes necesidades comenzaron a resolverse. El agua que en un inicio era obtenida mediante el trueque de productos marinos, pasó a ser entregada por camiones aljibes, para luego ser dispensada mediante pilones, todo un proceso de años, hasta que el 2004 se instala un estanque, y finalmente el 2015, se extiende la red del sistema de agua potable desde Antofagasta hasta Coloso.
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Paralelo a todo el proceso de urbanización y crecimiento de Coloso, se comenzaron a crear agrupaciones sociales. Hoy son ocho las organizaciones, cinco comunitarias: dos bailes religiosos, una agrupación cultural, un centro de madres y una junta de vecinos. Y tres productivas: dos sindicatos de hombres y uno de mujeres del mar.
La comunidad en Coloso se ha diversificado, existen las ganas de mejorar la vida para todos, pero también un potencial de desarticulación entre las numerosas entidades que se han creado en pro de levantar la voz por los colosinos. Es la junta de vecinos la que convoca a todos, con alrededor de 290 socios y considerando los integrantes activos de las casi 100 familias que habitan Coloso y es el Comité de Proyectos en donde se han acordado los proyectos más emblemáticos. Sergio, el actual presidente de la Junta de Vecinos, claramente lo expresa: “Sí, a mí me gustaría que Coloso tuviera una identidad, que volviéramos a ser unidos, que tiremos para arriba la caleta, que crezcamos como comunidad, que mejoremos nuestra calidad de vida también”. Pero para ello es fundamental que el dirigente este íntimamente vinculado a la vida en Coloso y para Sergio eso significa que debe ser trabajador del mar.
Entre sus anhelos como presidente de la Junta de Vecinos, están dos obras: la primera una sede que permita albergar a más miembros, hoy la sede da cabida a 50 personas. La segunda, espacios recreativos, comenzando con una cancha con iluminación. Sergio explica que: “Hoy los niños no están haciendo deporte arriba. Van, pagan $20.000 la hora aquí en unas canchas que están cerca”.
Esas son las carencias que hoy evidencia el presidente de la comunidad: una sede que permita incrementar la convocatoria y espacios recreativos, ello sumado a los anhelos en urbanización que están desarrollando con el Comité de Proyectos en el que se representan todas las organizaciones sociales de la caleta, que ya lleva una década en ejecución, y que proyecta parte importante del futuro de Coloso.
El mal de la descompresió n
La mayor amenaza que viven los buzos es la descompresión, es causa de un temor constante que se mantiene en la más profunda intimidad de hombres y mujeres, un fantasma que infatigablemente ahuyentan por medio del autocuidado y la fe.
La descompresión se produce al no dar tiempo al cuerpo para que expulse el nitrógeno que se absorbe al estar bajo la presión del mar, resulta que en tierra al respirar absorbemos el oxígeno y nuestro cuerpo expulsa el nitrógeno, sin permitir que éste se acumule en el cuerpo, sin embargo al sumergirse para bucear el cuerpo está bajo la presión del mar, lo que provoca que no asimile el nitrógeno y éste tal como el oxígeno, pase a la sangre, por lo que resulta vital expulsarlo antes de llegar a la superficie.
Si esto no se logra, el nitrógeno buscará formas de salir a la superficie generando burbujas en la piel, la sangre y los tejidos, éstas pueden expandirse provocando lesiones, obstruyendo los vasos sanguíneos y generando coágulos de sangre, todo ello causa debilidad en una parte del cuerpo,
mareos, dificultad para hablar y pérdida de orientación, síntomas similares a los de un accidente cerebrovascular. Las burbujas de nitrógeno además provocan inflamación, lo cual produce tumefacción y dolor en los músculos y las articulaciones.
El tratamiento médico de recuperación es la cámara hiperbárica, a la que se debe tener acceso en menos de una hora de ocurrido el hecho para prevenir la muerte del buzo. Las secuelas de un accidente de descompresión son de por vida y transforman a la práctica del buceo en una acción fatal.
Los testimonios del mal de descompresión se reiteran en los colosinos, Gastón Rojas -quien llegó a Coloso en 1982-, se desempeñó como buzo mariscador toda su vida hasta que la descompresión lo obligó a buscar otra forma de sustento, hoy trabaja en la construcción de casas en Coloso, son 20 años ya desde su accidente y las consecuencias continúan latentes como relata su esposa Rosa Quintana: “Tiene un daño neurológico, quedó con una cojera y sufre de constantes dolores de sus piernas”.