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El mal de la descomprensión

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La experiencia de Segundo Olivares Zambra es más reciente, el año 2015 sufrió un accidente que lo tuvo al borde de la muerte tal como recuerda su mujer, Nilda Ibáñez. “Fue fuerte y ha traído mucho dolor, recuerdo que yo sólo lo miraba por un vidrio, él había quedado en silla de ruedas, los médicos no daban noticias, porque había sido muy grave su accidente, había estado con una hipotermia de grado 4, con un paro cardiorrespiratorio, lo reanimaron con electroshock. Lograron salvarle la vida, quedó postrado en silla de ruedas”.

A Nilda se le derrumbo su mundo, Segundo es su pareja de vida, juntos en 10 años han logrado levantar una casa y formar una familia, ambos venían de historias erradas y el ser pareja les cambió la vida, como expresa Nilda: “La felicidad ha golpeado la puerta, todo lo que tengo ahora es gracias a mi esfuerzo y al de mi marido, nos hemos sacrificado por esta casa, nosotros construimos nuestra casa, esto fue una pelea que dimos de codo a codo, no nos hemos soltado los dos ahí, el día que me falte, yo creo que voy a flaquear”.

Entonces el accidente ha sido un gran obstáculo a superar, meses de rehabilitación en los que Nilda tuvo que salir a la mar a ganarse la vida, meses en que los ahorros se agotaron, pero ella supo dar la batalla como mujer colosina, hoy su marido se recupera, ya camina y poco a poco vuelve a tomar las riendas del negocio familiar, la comercialización de mariscos.

Estas son las consecuencias de la descompresión, una sombra latente en la vida de los buzos y sus familias, pero también parte del porqué de su coraje y tesón para enfrentar la vida.

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