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Ángela Serrano Sarmiento
PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN LA ADOLESCENCIA DESDE LA EDUCACIÓN
Ángela Serrano Sarmiento Doctora en Pedagogía
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1. INTRODUCCIÓN.
2. DATOS QUE SUSTENTAN LA NECESIDAD DE UNA
INTERVENCIÓN EN LA ESCUELA.
3. INDICADORES TEMPRANOS DE DETECCIÓN.
4. INDICADORES DE DESEQUILIBRIO DE PODER.
5. INDICADORES DE AISLAMIENTO.
6. INDICADORES DE MENOSPRECIO HACIA LA MUJER.
7. INDICADORES DE INTIMIDACIÓN EN LA RELACIÓN.
8. INDICADORES DE CONTROL Y DOMINIO.
9. INDICADORES DE CHANTAJE EMOCIONAL.
10.INDICADORES DE VIOLENCIA FÍSICA.
11.LO QUE EL PROFESORADO DEBERÍA HACER.
12.ALGUNAS SUGERENCIAS A TENER EN CUENTA EN LOS
CENTROS: UNA EDUCACIÓN TRASVERSAL EN LA
IGUALDAD.
13.BIBLIOGRAFÍA.
1. INTRODUCCIÓN.
Hoy en día existe en “teoría” un consenso social que reconoce la dignidad y el derecho de las mujeres a tener las mismas oportunidades que los hombres, es decir, se reconoce su derecho “a Ser” a lo largo de la vida, por ejemplo; el derecho a la educación, derecho a un trabajo que ella elija, derecho a unas condiciones de vida dignas, etc. Sin embargo, este derecho que parece hoy tan obvio en los países desarrollados, tardó muchos siglos en reconocerse en Europa. No obstante, este mismo derecho a ser reconocida la mujer como una persona igual independientemente de su género, es totalmente vulnerado aún hoy en muchos países de África y Asia. El derecho a la igualdad de género y al respeto por la dignidad por ser mujer, es uno de los derechos humanos que aún en el siglo XXI no ha sido reconocido en todo el mundo, y por el que aún muchas mujeres y niñas tienen que luchar cada día.
Aunque en el mundo occidental, y concretamente en España se reconozca “de facto” y jurídicamente hablando este derecho, no significa que a las mujeres en la vida cotidiana se les reconozca el mismo trato de igualdad y las mismas oportunidades en un mundo que hasta hace un siglo fue construido desde una perspectiva masculina. Prueba de ello, es que tras muchas medidas jurídicas y sociales, cada día saltan a los medios de comunicación noticias de agresiones a mujeres en la escuela, en el trabajo y en sociedad. Violencia que se cobra la vida de mujeres en todas las Comunidades Autónomas, llegando a convertirse incluso en uno de los problemas sociales más serios que tiene España en política social: como son los feminicidios. Entre 2004 y 2014 según datos del Ministerio del interior han fallecido 682 mujeres por violencia de género.
En la definición más conocida, la violencia de género es la que se perpetra contra una persona, habitualmente una mujer para el caso que nos ocupa; porque se considera que se ha separado del papel que tradicionalmente le corresponde. En este contexto, el término “género” significa el rol social construido a partir de las diferencias sexuales. No es, por tanto, sinónimo del término “sexo”. Aunque existen dos géneros (masculino y femenino), la violencia de género más frecuente es la que
ejercen los hombres contra las mujeres. Esto ha llevado a utilizar el término “violencia de género” exclusivamente para referirse a estos casos (muestra de ello es la Ley Orgánica contra la violencia de género). Por tanto, por violencia de género se entiende cualquier acción u omisión que dañe o pueda dañar a una mujer porque se considera que no cumple de modo apropiado la función o rol que tradicionalmente le es propio (Sanmartín, 2006).
Tal como vengo exponiendo en este artículo en los últimos años, llama especialmente la atención el incremento de la violencia contra mujeres jóvenes, especialmente en la etapa adolescente. En la siguiente tabla, las estadísticas publicadas por el Instituto nacional de Estadística (INE), entre 2011 y 2014, muestran un incremento por violencia de género especialmente, en las mujeres menores de 18 años y las mujeres mayores entre 65 y 74 años tal como se muestra en la tabla 1.
Tal como se observa, los datos indican un aumento llamativo en las mujeres que menor edad presentan, poniendo en evidencia que la violencia de género en España es un tema al que ninguna faceta de la vida social y política puede permanecer indiferente. En primer lugar porque se trata de un atentado directo contra los derechos humanos, concretamente contra el derecho a la dignidad de la mujer. Y en segundo lugar, porque es un atentado contra el reconocimiento de la igualdad de la mujer como ser humano. Por el reconocimiento a su capacidad para poder llegar “a ser” y desarrollarse de forma coherente como lo que es; un ser humano con todas sus potencialidades.
Pues bien, esta realidad no es ajena al mundo de la educación. Desde diferentes investigaciones hemos venido constatando a través de los resultados estadísticos, que cada vez las mujeres son principalmente las víctimas de todo tipo de violencia.
Tabla 1. Violencia contra la mujer por edad (2011-2014).
2014 2013 2012 2011 Increm
Menos de 18 años 460 381 419 419 8,91%
De 18 a 19 años 669 613 632 632 5,53%
De 20 a 24 años 2.062 2.116 2.343 2.343 -13,63
De 25 a 29 años 2.389 2.382 2.642 2.642 -10,59
De 30 a 34 años 2.773 2.915 3.118 3.118 -12,44
De 35 a 39 años 3.161 3.122 3.187 3.187 -0,82
De 40 a 44 años 2.662 2.568 2.684 2.684 -0,83
De 45 a 49 años 1.833 1.828 1.736 1.736 5,29
De 50 a 54 años 1.012 954 1.031 1.031 -1,88
De 55 a 59 años 545 501 500 500 8,26
De 60 a 64 años 328 353 319 319 2,74
De 65 a 69 años 240 199 215 215 10,42
De 70 a 74 años 134 105 122 122 8,96
75 y más años 144 138 149 149 -3,47
En una investigación realizada en 2005 por el Centro Reina Sofía sobre violencia entre compañeros en la escuela, habría una interesante hipótesis. Los datos ofrecidos decían que el 14,5% de los alumnos de educación secundaria obligatoria eran víctimas de violencia escolar, de estos, 12,72% eran niñas. Además indicaba que el 65% de las víctimas de acoso —es decir de la forma más virulenta de violencia en la escuela—, eran chicas. Es decir que las niñas y adolescentes sufren en su mayoría una de las formas más graves de violencia que se puede dar en contextos educativos. Pues bien estos datos plantean dos hipótesis:
- La primera es que la violencia de género es transmitida socialmente, y presentada en muchas ocasiones de forma inadecuada por los medios de comunicación, ha permeado la escuela y se reproduce en forma mimética desde edades tempranas en ámbitos como la escuela donde se establecen las primeras relaciones de noviazgo.
- La segunda hipótesis, y a mi juicio la más grave, es que la violencia de género está siendo precedida a edades muy tempranas, aprendida de los modelos educativos familiares presentados a los menores, y estos las reproducen en sus relaciones.
De igual manera en un estudio realizado por Sanmartín (2008), con una muestra de 319 escolares de Bachillerato con edades comprendidas entre los 15 y los 20 años, en la que se ponía de manifiesto la opinión de los escolares sobre las relaciones de pareja, el 80% de los participantes opinaba que las relaciones de pareja son privadas y que nadie debe meterse en ellas, confirmando así uno de los riesgos más altos en la violencia de género, que es considerar la violencia de pareja como un asunto privado de la pareja.
Sin embargo, las investigaciones ponen de manifiesto que no sólo daña a nuestros adolescentes la violencia vivida de forma directa, también influye en el aprendizaje de la violencia o en la victimización de los menores el modelado social que se puede vivir en las familias. Así de esta manera, varios estudios ponen
en evidencia que el problema de la violencia de género arrastra unas graves consecuencias para los hijos de mujeres maltratadas por sus parejas. Muchos son los investigadores que sustentan la teoría de que los hijos de madres maltratadas corren un alto riesgo de padecer un amplio número de problemas emocionales, cognitivos y conductuales, como retraso del desarrollo, problemas de aprendizaje y de atención, agresividad, depresión, suicidio y abuso de sustancias tóxicas (Jaffe, Wolfe y Wilson, 1990); de igual manera indican que las secuelas emocionales que presentan estos niños no sólo es resultado de haber presenciado frecuentes acciones violentas, sino también de la convivencia diaria con un agresor que presenta un estilo parental caracterizado por un patrón de comportamientos violentos.
De esta manera, un estudio del Centro Reina Sofía (2011), sobre menores víctimas e infractores de todo tipo de violencia, llevado a cabo a escala nacional en España a petición del Ministerio de Sanidad y Política Social, el 5,46% de los menores entre 8 y 17 años entrevistados reconoció haber observado maltrato en su familia. Este porcentaje aumenta mucho entre los menores que, además, sufren maltrato en las relaciones con sus iguales, puesto que el 34,21% de ellos afirma haber sido testigo de violencia en su familia.
Frente a esto, cabe destacar que los diversos estudios ponen de manifiesto que los niños expuestos a la violencia de pareja pueden mostrarse agresivos con sus iguales, tener muchos más problemas de conducta en general que los otros niños, presentar hiperactividad, ansiedad, retraimiento y problemas de aprendizaje (Gleason, 1995) o manifestar actitudes pasivas ante el maltrato por encontrarse suficientemente intimidados en su entorno. En cualquier caso, estos estudios destacan que a menudo presentan sentimientos de inseguridad, baja autoestima y sintomatología depresiva, así como fuertes sentimientos de culpabilidad por pensar que su conducta es la causante de la violencia que sufren sus madres. Además, según el estudio de Wolfe, Crooks, y Hurley (2003), padecen elevados niveles de estrés y ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de nuevas agresiones.
Muchos de los menores que viven violencia en su entorno familiar expresan conductas violentas en los centros escolares. Tal como exponen varios estudios sobre violencia, a ser violento se aprende. Es por esta razón que es importante identificar los diferentes factores de riesgo alrededor de la violencia de los menores.
Cuando analizamos algunos de los casos de violencia vivida en el aula, en los que la víctima es una adolescente, lo primero que tenemos identificar es si el hecho de ser mujer es un factor determinante en la agresión, o solamente nos encontramos ante un caso en el que la víctima es sólo por “casualidad” una mujer. Pues bien, aunque esta es aún una tarea pendiente para muchos investigadores puesto que no existe un estudio amplio sobre el tema de la violencia de género en la escuela. Llama especialmente la atención que las víctimas del Bullying en la escuela, son principalmente chicas. A este respecto me gustaría mencionar tres situaciones de violencia en la escuela conocidos por mí:
- María es una niña agredida por ser experta en informática.
- Paula es agredida por vestirse como un chico.
- Irene es agredida por declarar abiertamente que no quiere seguir el patrón de mujer florero que le gusta a los chicos. Curiosamente en las tres ocasiones las agresiones tenían como característica que eran agredidas por ser mujeres que no querían seguir un rol establecido.
Sin embargo, cuando hablamos de violencia de género en la escuela muchos son los autores de la misma. Aunque automáticamente en el imaginario colectivo nos imaginemos que su autor es un hombre no necesariamente es así, muchas niñas son agredidas por sus propias compañeras. Agredidas porque consideran que no cumplen con el rol de mujeres. Incluso más duramente es el hecho de ser maltratadas por personas del mismo género.
2. DATOS QUE SUSTENTAN LA NECESIDAD DE UNA INTERVENCIÓN EN LA ESCUELA.
Sin embargo, me gustaría adentrarme en un problema aún mayor que suscita hoy la violencia de género a edades muy tempranas y que tiene mucho que ver por tanto con la escuela. Y es la violencia consentida en las relaciones de noviazgo entre adolescentes escolares. En uno de los primeros estudios realizados en España sobre el tema, por Rosaura González (2001), sobre la violencia de género en las relaciones de noviazgo, se encontraba que el 7 % de las menores en edad adolescente vivía situaciones de violencia en el noviazgo.
De igual manera, algunos datos han puesto de manifiesto que la violencia contra la mujer en la adolescencia en situaciones de noviazgo es superior en frecuencia a la de parejas adultas ya que la frecuencia se sitúa entre un 9 % que supone una alta tasa de prevalencia (Frederick y Susan, 2005), pero indican que la intensidad de las agresiones es inferior (Smith, White y Holland, 2003); uno de los estudios más recientes sobre el tema y más importante actualmente por tratarse de un estudio longitudinal es el realizado con una muestra representativa por Whitaker, Le y Niolon (2010). Los datos de este estudio indican que alrededor del 30% de los adolescentes que muestran violencia en el noviazgo durante la adolescencia siguen haciéndolo al llegar a la edad adulta. Por tanto, estos datos ponen de manifiesto la necesidad urgente e imprescindible de implementar programas de prevención de la violencia de género tanto en la educación formal como no formal, en los que se forme a los menores y a los propios educadores sobre la necesidad de reconocer los indicadores de la violencia de género instalados en la sociedad.
3. INDICADORES TEMPRANOS DE DETECCIÓN.
El inicio de todo programa de detección debe permitir identificar de forma temprana al profesorado las conductas evidentes que en las relaciones de noviazgo de los adolescentes ya indican un control y desequilibrio de poder que está a la base de las relaciones de noviazgo y que conlleva a la violencia de
género. Por ello, es imprescindible reconocer conductas violentas normalizadas en la vida cotidiana que constituyen un mapa de indicadores que puede ser útil para reconocer y prevenir estas situaciones.
Lo primero a identificar en un programa de prevención es los pilares que caracterizan la violencia de género y que son:
- Desequilibrio de poder entre el rol de hombre y la mujer en la relación.
- Legitimización de la violencia en las relaciones. El hombre se siente legitimado para utilizar agresiones físicas, psicológicas (emocional, conductual o afectivo), y agresiones sexuales, así como las amenazas.
- El carácter privado de la violencia. Estas agresiones inician en el ámbito privado pero terminan presentándose en el ámbito público.
- Las consecuencias directas sobre la víctima buscan el aislamiento social y emocional de la misma.
- El objetivo principal es mantener una relación de dominio a través de la subordinación de la mujer.
De igual manera, además de enseñar a los adolescentes a reconocer las bases de la violencia de género, es importante identificar en las expresiones de los adolescentes los mitos que subyacen en las mismas. Así podremos enseñarles a no justificar el maltrato.
Algunas expresiones utilizadas por los adolescentes y que están retroalimentadas con algunos de los mitos que sostienen la violencia de género son:
Mito 1. “Aunque no estoy de acuerdo, creo que la agredió porque lo provocaba, es que lo ponía al límite”. Esta idea que subyace a la violencia en todas sus manifestaciones exculpa y justifica la violencia, crea en los agresores una distorsión cognitiva mediante la cual se siente justificado para usar la violencia.
Mito 2. “Él le dice de todo, pero no le ha tocado ni un pelo” .
La idea que la violencia sólo es tal si deja marcas, normaliza la violencia emocional y minimiza el maltrato psicológico que es el que más vulnera la dignidad de la víctima, dañándola en su autoestima y causando un mayor daño en su estabilidad emocional.
Mito 3. “Sólo le dio un empujón” . La idea de que hay conductas no consideradas violentas, sólo porque las hemos normalizado como los empujones, el coger fuerte por el brazo, o sujetar fuertemente la mano cuando la otra persona intenta soltarse, son formas violentas que no deberían minimizarse, ya que son justamente las primeras manifestaciones del uso de violencia física en el agresor.
Mito 4. “Me castigaba ignorándome, quien bien te quiere te hará llorar” . El ignorar a alguien, el ningunear son formas de violencia emocional que buscan dañar emocionalmente a las víctimas.
Mito 5. “Él no es violento, hace eso porque lo está pasando fatal” . Este tipo de expresiones que justifican cuando un menor da golpes a los objetos, puñetazos en la pared, rompe cosas para intimidar a las personas, son violencia intimidatoria. Justificar estas acciones como una forma de desfogar el estrés emocional es justificar la violencia.
Mito 6. “A veces cuando bebe se pone violento, pero sólo cuando bebe” . El alcohol y las drogas son desinhibidores de la conducta violenta, no generan la violencia, es decir, que quien se comporta así bebido es violento y claramente necesita ayuda.
Mito 7. “Los que se comportan de forma violenta no están bien de la cabeza” . Aunque parezca que el adolescente con esta frase rechaza al maltratador, en realidad lo que está es justificando al sujeto violento.
Mito 8. “Que alguna vez se le haya ido la mano, no quiere decir que sea un maltratador” . La violencia es una escalada, empieza de forma puntual y se convierte en una forma de actuar frecuentemente para conseguir las cosas. Este mito permite que se minimicen ciertas conductas violentas.
Los indicadores a los que puede estar atento el profesorado pueden ser indicadores conductuales o actitudinales por parte especialmente del joven agresor en la relación de noviazgo en la adolescencia. Estos mismos indicadores deberían ser enseñados a los y las menores para identificar claramente conductas y actitudes que promueven la violencia en sus relaciones de noviazgo. A continuación se citan algunos de los indicadores a los que el profesorado debe estar atento y que están a la base de la violencia en relaciones de noviazgo.
4. INDICADORES DE DESEQUILIBRIO DE PODER.
Siempre quiere tener la última palabra en las discusiones que tienen.
Ignora la opinión de las chicas o no las tiene en cuenta.
Decide a dónde van, cómo y cuándo.
Decide por los dos.
Dice lo que está bien o mal en la relación.
Se enfada, si no es él quien ha tomado las decisiones, de lo que van hacer los dos, etc.
Frecuentemente quiere tomar las decisiones que se consideran importantes.
Obliga a su “chica” a hacer cosas que ella no quiere.
Justifica su conducta expresando que ella le obliga a hacerlo.
No reconoce nunca sus errores y no pide disculpas.
5. INDICADORES DE AISLAMIENTO.
Elije las “amigas” y “amigos” de su novia. Muestra enfado cuando la chica hace algo de lo que él no está informado.
Cuando está en grupo, acapara la conversación de ella.
Evita que tenga conversación con otros chicos.
Frecuentemente cuando están en grupo monta "numeritos" para hacer que la chica se vaya con él.
Quiere que todo lo hagan juntos. No le gusta que vaya a ninguna parte sin él.
Planifica todo para que ella esté ocupada todo el tiempo con él.
Cada vez que están con amigos/as se pone borde y le monta “numeritos” para pasar mayor tiempo solos. Prohíbe directamente relacionarse con ciertos amigos, compañeros o personas que para él resultan una amenaza a la relación.
Revisa y borra los “contactos” telefónicos, decidiendo qué personas debe tener ella en su móvil.
Quitarle el teléfono en alguna ocasión para impedir que se comunique con quien él no quiere.
6. INDICADORES DE MENOSPRECIO HACIA LA MUJER.
Se burla frecuentemente de su novia o de las chicas en general.
Hace o dice cosas que avergüenzan a la chica en público.
Expresa que no se fía de ella, o de las mujeres en general.
Critica constantemente las opiniones o la forma de pensar de su novia, o de las chicas en general.
Trata a las chicas como si fueran menos competentes que él.
Expresa siempre una actitud en la que considera que hay cosas que las mujeres no deben hacer.
No suele valorar ni alabar las cualidades o aciertos de las chicas.
Respecto de los logros de las chicas, encuentra defectos en casi todo lo que hacen.
7. INDICADORES DE INTIMIDACIÓN EN LA RELACIÓN.
Amenaza constantemente con causarle daño, o con la idea de que ella va a sufrir sin él.
Golpea la pared u objetos cuando se enfada con su pareja.
Usa amenazas verbales para lograr que su novia haga las cosas que él quiere.
Se muestra nervioso y descontrolado cuando la chica hace o dice cosas que él considera que no le gustan.

8. INDICADORES DE CONTROL Y DOMINIO.
Cada vez que tiene la oportunidad, revisa el móvil de su pareja.
Intenta saber quién le llama o escribe al móvil.
Habla de su novia en términos de una posesión suya.
Intenta conocer a todos los contactos de Tuenti,
Facebook, Messenger.
Revisa frecuentemente el perfil de su novia y “repasa” sus amistades en redes sociales.
Si su novia queda con otra persona, exige saber lo que ha hablado y hecho durante ese tiempo. Exige explicaciones, pues no quiere secretos entre los dos.
Decide por los dos, cuándo quedar, a qué hora, con quién y dónde.
Controla la forma de vestir de su novia, la forma de maquillarse, incluso llega a pedirle que le envíe fotos por móvil antes de salir para darle su opinión.
Decide cosas por su pareja, justificándose con frases paternales como:
– Yo sé lo que es bueno para ti –. – Sé lo que te conviene –.
Calcula el tiempo que su novia o pareja debe invertir en cada actividad que no está con él.
Continuamente le pide que le cuente “todo y con detalle” lo que ha hecho cuando no está con él. Llamar a horas “poco normales para pedir explicaciones”.
No poder esperar para hablar en un momento apropiado y hacer reclamos en público.
Llamar a padres, amigos y entorno de su novia en general, cada vez que no puede ponerse en contacto por el teléfono con ella.
9. INDICADORES DE CHANTAJE EMOCIONAL.
Cree y expresa que sin él, su novia no puede ser feliz.
Tras el resultado de las discusiones, se muestra muy triste y le expresa que ella es quien tiene la culpa, ya que es la responsable de su felicidad.
Utiliza secretos de los dos para hacer que su novia haga lo que él quiere.
Frecuentemente pone en duda los sentimientos de su chica para conseguir que le demuestre su amor haciendo lo que él quiere.
Obliga a su pareja a tener relaciones o hacer actos contra su voluntad, amenazándola con dejarla o con contar cosas que ella no quiere que se sepan.
Amenaza con causarse lesiones o daño si su novia o pareja abandona la relación, o si hace algo que él no quiere que haga.
Expresarle a su pareja reiterativamente lo infeliz que es, con el propósito de infundir lástima para tener siempre la razón o salirse con la suya.
Adoptar en las discusiones una actitud victimista y pasar de la tristeza a la ira descontrolada.
Romper o dañar fotos u objetos que tienen un valor afectivo para su pareja con el objeto de hacerle daño.
10. INDICADORES DE VIOLENCIA FÍSICA.
Golpear objetos que están cerca de ella cuando discuten.
Tomarla fuertemente por el brazo, los hombros, la mano para “llevarla con él” Sacudirla por los hombros o brazos para hacerla callar o reaccionar.
Usar golpes, arañazos o lesiones físicas, etc.
Los anteriores ejemplos son solo algunos de los indicadores a tener en cuenta y a enseñar en un programa de identificación de conductas violentas. Junto al hecho de abordar esta temática, el profesorado debe conocer el protocolo a seguir en los casos de identificar una situación de violencia de género entre adolescentes, y el centro escolar por su parte debe tener preparado un plan de reeducación y ayuda tanto a la víctima como al agresor, en el caso que se compruebe la sospecha. En el caso del menor agresor en la pareja a edades tempranas, debe evitarse la estigmatización y entender que es un menor en proceso de formación y poner en práctica un plan de acción reeducativa sobre la conducta y la cognición.
11. LO QUE LOS EDUCADORES DEBERÍAN HACER.
Fomentar la adquisición de competencias emocionales en el alumnado que contribuyen a la creación de referentes positivos en las relaciones afectivas que posibiliten la prevención de la violencia de género.
Fomentar metodologías basadas en la coeducación que fomenten la igualdad en el aula o asociación.
Ayudar a chicos y chicas mediante la formación a reconocer claramente la violencia como un atentado contra los derechos de cada persona.
Promover el rechazo a las actitudes violentas tanto físicas, emocionales o sexuales utilizadas en las relaciones de los escolares a partir de la sanción de las mismas consideradas como actos graves de conducta.
Superar los estereotipos existentes sobre la violencia, no ciñéndose únicamente a la violencia física, identificando claramente que hay expresiones o acciones que cohíben a las personas y las dañan en su integridad.
Evitar minimizar, o normalizar las conductas violentas en los y las adolescentes.
Dar a conocer casos reales en el contexto de las relaciones de noviazgo, identificando las vivencias reales de los y las jóvenes, tanto en las expresiones de la violencia, como en los contextos y los espacios donde se ejerce.
Crear mensajes que reflejen la actitud activa y comprometida, tanto individual como colectiva, de los educadores y educadoras para ayudar a las víctimas y que permiten identificar al alumnado la actitud en contra las expresiones de desigualdad y de violencia.
12. ALGUNAS SUGERENCIAS A TENER EN CUENTA EN LOS CENTROS: UNA EDUCACIÓN TRASVERSAL EN LA IGUALDAD.
Es importante educar en la igualdad, pero desde una perspectiva real. La igualdad no es dar a todos lo mismo sino dar a cada uno lo que necesita. Es por ello que en el ámbito de la educación formal y no formal y junto con los recursos necesarios para desarrollar la igualdad de género deben tenerse en cuenta:
El proyecto educativo del centro debe pretender educar a través de la coeducación con independencia del
género reconociendo un concepto de igualdad en el aula.
Tener claramente identificadas las conductas violentas en general y las relacionadas con violencia de género en el “Reglamento de Convivencia de los centros” y hacerlas conocer por el alumnado, generando un claro rechazo a tales conductas. De igual manera, dar a conocer mediante el Reglamento de Convivencia de los centros las sanciones a tales conductas.
A través de la acción tutorial permitir a los chicos y chicas tomar una actitud crítica ante los estereotipos de género, encontrando las razones de su actuar.
Mediante el plan de acción tutorial permitir formar en la asertividad y en la capacidad de expresar las emociones y pedir ayuda.
Lograr mediante el conocimiento de las diferentes asignaturas y mediante la orientación educativa, especialmente de los últimos cursos tomar tiempo para conocer las capacidades, expectativas, preferencias y aptitudes reales de los alumnos y alumnas.
En la orientación vocacional promovida en los institutos integrar una visión real del futuro en el cual, tanto chicos como chicas, incluyan en las decisiones de futuro logros concretos que desean alcanzar en el ámbito profesional como el personal y familiar, así como su proyección social y comunitaria.
Finalmente no olvidar que es necesario informar, pero especialmente formar a los profesores sobre la violencia de género y dar a conocer el protocolo a seguir en estos casos para prevenir la violencia y promover la sana convivencia tanto en chicos como en chicas.
Tener claramente establecido un protocolo de identificación y de acción de las conductas violentas y
especialmente tener un plan de respuesta en caso de detección temprana de la violencia de género, mediante la reeducación de la conducta de los menores.
Finalmente, conviene destacar que tanto en la prevención, como en la intervención en situaciones de violencia en general o violencia de género, en particular en el aula, es clave lograr un consenso común en cuanto a las acciones a emprender entre todos los miembros de la Comunidad Educativa.
Se ha de tener en cuenta que el menor está inmerso en un contexto social, en el que la familia y los iguales juegan un papel decisivo en el mantenimiento y aprendizaje de los actos violentos. Es por esta misma razón que aunque en este artículo se han tratado directamente los indicadores relacionados con el adolescente con conductas de violencia de género, se ha de tener en cuenta todos los factores de riesgo sociales y culturales (familia y grupos de iguales), en el abordaje de programas de intervención, ya que en muchos casos, estos dos factores sostienen la conducta violenta, y son decisivos para lograr trabajar un modelo de coeducación que genere en la educación formal y no formal una cultura social saludable, en la que los menores establezcan relaciones verdaderamente igualitarias.
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