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NOV. 11-24/2021
La Columna Vertebral
Una Nueva Decepción Migratoria
Por José López Zamorano Para La Red Hispana
Osmán es un “dreamer” que ha esperado con paciencia el estreno de la carretera que lo lleve de su estado de incertidumbre
al de la certeza de la legalización migratoria. Pero no ha esperado con los brazos cruzados: Obtuvo con mucho esfuerzo y sacrificio una licenciatura, y actualmente se desempeña profesionalmente en una importante empresa de comunicaciones para la comunidad hispana. Su esperanza estaba cifrada en la promesa del presidente Joe Biden y del liderazgo demócrata de incluir la ruta a la videncia legal y ciudadanía dentro del paquete de infraestructura humana en el proyecto de reconciliación. Los dos primeros intentos fueron rechazados por la
Caricatura Editorial por Grosso El abominable hombre de Nicaragua
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experta parlamentaria del Senado por considerar que implican cambios en las leyes migratorias y no corresponden a un proyecto presupuestario. Para muchos de nosotros será evidente que el tema migratorio nunca fue una alta prioridad en las negociaciones. Pero tres legisladores, Jesús Chuy García, Lou Correa y Adriano Espaillat, bautizados como Los Tres Amigos lanzaron una cruzada personal para presionar a la líder Nancy Pelosi ya que se incluyera esa carretera en el proyecto de infraestructura humana. Al final, la realidad política, incluida la oposición del senador demócrata de Virginia del Oeste Joe Manchin, se impuso. En busca de un punto intermedio, los demócratas incluyeron una versión migratoria “Light”. Luego la ruta a la residencia legal en la naturalización, y en cambio se planteó un proceso de permisos de trabajo y protección contra las deportaciones por cinco años, renovable por un periodo adicional. “Otros quieren más, yo también quiero todo... Nos hubiera gustado tener la legalización, pero las perspectivas no son buenas en el Senado”, reconoció Pelosi. García, Correa y Espaillat suavizaron las presiones, en parte, por una promesa de Pelosi de mantener el tema en el radar de las prioridades de los demócratas, es decir, preparar el terreno para una pelea política posterior. Osmán entiende con claridad las circunstancias políticas, pero eso no impide que se sienta, al igual que muchos “dreamers”, decepcionado. “Uno como un peón, usado estratégicamente como una jugada política para lograr una
meta, pero el pilar no se logra. En este momento siento una gran tristeza porque me doy cuenta de que quizá nada va a pasar”. Algunos activistas consideran que un pequeño avance, es decir lograr permisos de trabajo y protección contra las deportaciones por cinco años, es mejor que nada. Pero para muchos de estos cientos de miles de jóvenes que han
esperado pacientemente, la opción intermedia no es un consuelo. “Para mi no lo es. Es una resolución que tiene fecha de expiración. Cómo ir pintando rayas en la pared cada día que pasa”, nos dice Osmán. Osmán no le echa la culpa a nadie en particular, ni al presidente, ni a los demócratas ni a los republicanos. Pero la clase política toda debería darse cuenta
de cómo ha tratado este grupo ejemplar de Dreamers, beneficiarios del TPS y trabajadores esenciales que siguen en las trincheras de combate a la pandemia con un patriotismo y sentido de responsabilidad que la clase política debería imitar. Para más información visita www.laredhispana. com
Cómo mi herencia latina ha influido en lo que soy y en mi educación
Por Leslie González Estudiante de Ingeniería Civil WMU Al crecer en una escuela predominantemente blanca, nunca noté grandes diferencias con mis compañeros, aparte del evidente tono más oscuro de mi piel. De niños, todos nos reíamos de la misma broma, todos sudábamos cuando nos divertíamos demasiado en el recreo y todos sabíamos que queríamos dedicarnos a profesiones extravagantes. En mi mente, la única diferencia que se me ocurría era que algunos seguían comiéndose los mocos y otros no. Nunca supe, hasta más o menos en 4º grado, que
no todos los niños llegaban a casa para tomar caldo de pollo después de un frío día de diciembre en la escuela. No sabía que no todos los niños llegaban a casa a ver La Familia Peluche. Ni siquiera sabía que el Super Bowl era de fútbol americano y no de bolos. Empecé a darme cuenta de que tal vez era yo la que era diferente al resto. Fue una sensación extraña, parecida a cuando Caeser de El Planeta de los Simios se dio cuenta de que no era humano. Un poco dramático, pero como niño de cuarto grado sólo sabía ser dramático. Mis padres nunca ocultaron que eran mexicanos, yo sabía que era mexicana. Sólo que no sabía lo que significaba ser mexicana, y mucho menos sabía cómo deletrearlo. Sabía que podía hablar español; sabía que era morena, y también sabía que si no me levantaba temprano los sábados por la mañana para limpiar la casa, mi madre se enfadaría. Esas eran las únicas tres cosas de mi lista que me clasificaban como mexicana. Fue duro crecer en un país en el que no hay representación porque sientes
que eso limita tus aspiraciones y tu potencial. Es aún más duro cuando tus amigos hispanos también te llamaban “blanqueado”. Me devastó mentalmente creer que tal vez no tenía cultura. Una vez que entré en la adolescencia, no me gustaba quién era como persona latina. Pensaba que no podía alcanzar las mismas metas que mis compañeros blancos, y que no era una mexicana de verdad porque disfrutaba de un montón de aficiones diferentes. No fue hasta que llegué a la universidad, en mi primer año en la Western Michigan University, que me acogieron en una organización llamada Latino Student Alliance. Aprendí que no hay una sola manera, o una sola definición de ser mexicano. Cuando por fin pude participar en esa comunidad, aprendí que el corazón de los hispanos está lleno de orgullo por su país, su lealtad, su terquedad y, lo más importante, su ética de trabajo. Soy una chicana orgullosa que está constantemente rompiendo las barreras y los límites que la sociedad ha puesto a mi piel, mi raza y mi gente. Mi herencia latinoamericana me ha influenciado para perseguir mis sueños de ser una latina de primera generación con una carrera y en ingeniería civil. Si no vi a personas como yo como una influencia mientras crecía, entonces aprendí que a veces está bien ser “la primera” para que la siguiente generación vea lo que puede lograr también. Aprendí que no era diferente. Simplemente estaba creciendo en mi herencia y como persona. No hay un ejemplo perfecto de lo que debe ser una mexicana. Estoy orgullosa de ser mexicana, y estoy orgullosa de ser la primera para muchos.