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Cómo mi herencia latina ha influido en lo que soy y en mi educación
from Ed.489
Por Leslie González Estudiante de Ingeniería Civil WMU
Al crecer en una escuela predominantemente blanca, nunca noté grandes diferencias con mis compañeros, aparte del evidente tono más oscuro de mi piel.
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De niños, todos nos reíamos de la misma broma, todos sudábamos cuando nos divertíamos demasiado en el recreo y todos sabíamos que queríamos dedicarnos a profesiones extravagantes. En mi mente, la única diferencia que se me ocurría era que algunos seguían comiéndose los mocos y otros no.
Nunca supe, hasta más o menos en 4º grado, que no todos los niños llegaban a casa para tomar caldo de pollo después de un frío día de diciembre en la escuela. No sabía que no todos los niños llegaban a casa a ver La Familia Peluche. Ni siquiera sabía que el Super Bowl era de fútbol americano y no de bolos.
Empecé a darme cuenta de que tal vez era yo la que era diferente al resto. Fue una sensación extraña, parecida a cuando Caeser de El Planeta de los Simios se dio cuenta de que no era humano. Un poco dramático, pero como niño de cuarto grado sólo sabía ser dramático.
Mis padres nunca ocultaron que eran mexicanos, yo sabía que era mexicana. Sólo que no sabía lo que significaba ser mexicana, y mucho menos sabía cómo deletrearlo. Sabía que podía hablar español; sabía que era morena, y también sabía que si no me levantaba temprano los sábados por la mañana para limpiar la casa, mi madre se enfadaría. Esas eran las únicas tres cosas de mi lista que me clasificaban como mexicana.
Fue duro crecer en un país en el que no hay representación porque sientes que eso limita tus aspiraciones y tu potencial. Es aún más duro cuando tus amigos hispanos también te llamaban “blanqueado”. Me devastó mentalmente creer que tal vez no tenía cultura.
Una vez que entré en la adolescencia, no me gustaba quién era como persona latina. Pensaba que no podía alcanzar las mismas metas que mis compañeros blancos, y que no era una mexicana de verdad porque disfrutaba de un montón de aficiones diferentes. No fue hasta que llegué a la universidad, en mi primer año en la Western Michigan University, que me acogieron en una organización llamada Latino Student Alliance. Aprendí que no hay una sola manera, o una sola definición de ser mexicano. Cuando por fin pude participar en esa comunidad, aprendí que el corazón de los hispanos está lleno de orgullo por su país, su lealtad, su terquedad y, lo más importante, su ética de trabajo. Soy una chicana orgullosa que está constantemente rompiendo las barreras y los límites que la sociedad ha puesto a mi piel, mi raza y mi gente.
Mi herencia latinoamericana me ha influenciado para perseguir mis sueños de ser una latina de primera generación con una carrera y en ingeniería civil. Si no vi a personas como yo como una influencia mientras crecía, entonces aprendí que a veces está bien ser “la primera” para que la siguiente generación vea lo que puede lograr también. Aprendí que no era diferente. Simplemente estaba creciendo en mi herencia y como persona. No hay un ejemplo perfecto de lo que debe ser una mexicana. Estoy orgullosa de ser mexicana, y estoy orgullosa de ser la primera para muchos.