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Patrones de análisis

Patrones de análisis

1. Los registros oficiales no tienen una estandarización en la consignación de la información.

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La manera de nombrar las violencias contra las mujeres no tiene una forma que permita caracterizarlas en correspondencia con la normatividad existente en el país. La Ley 1257 de 2008 establece cuatro tipos de daños causados por las violencias contra las mujeres: daño psicológico, daño o sufrimiento físico, daño o sufrimiento sexual y daño patrimonial. La Ley 1761 de 2015 tipifica el feminicidio como delito autónomo y las leyes 599 de 2000, 906 de 2004 y 1956 de 2019, penalizan la violencia intrafamiliar.

En correspondencia con la normatividad, los registros de las violencias deberían seguir las nociones por lo menos de violencia sexual, feminicidio y violencia intrafamiliar y/o de pareja. En contraste, por ejemplo, la Policía Nacional consigna sus registros como denuncias por lesiones personales, denuncias por presunto delito sexual y homicidios, desagregados por sexo. El INMLCF clasifica bajo las categorías de lesiones no fatales-presunto delito sexual, lesiones fatales-homicidio y lesiones no fatales-violencia intrafamiliar.

Esta manera de clasificar y nombrar las violencias por parte de estas dos entidades refleja que las categorías consignadas en la normatividad no son las que se incorporan en los registros. Este informe establece un comparativo en la forma como la norma clasifica los tipos de violencia y las categorías de los registros oficiales presentados las dos entidades, fuentes principales en esta investigación, y lo que permiten describir a través de estos las lecturas sobre el fenómeno de las violencias contra las mujeres.

Tabla 1. Normatividad y categorías de los tipos de violencias en los registros oficiales

Tipo de violencia Normatividad Categoría Entidad Pública

Violencia Física Ley 1257 de 2008 Daño o sufrimiento Físico Denuncias lesiones personales Policía Nacional

Violencia sexual

Violencia intrafamiliar de pareja

Feminicidio Ley 1257 de 2008 Daño o sufrimiento sexual Denuncias Presunto Delito Sexual contra las mujeres Policía Nacional

Denuncias Lesiones no fatales-Presunto delito sexual contra las mujeres Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

Ley 599 de 2000 Ley 906 de 2004 Ley 1959 de 2019 Violencia intrafamiliar, énfasis en violencia ejercida por la pareja

Denuncias Lesiones no fatales-Violencia Intrafamiliar contra las mujeres Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

Ley 599 de 2000 Ley 1761 de 2015

Feminicidio Lesiones fatales, homicidio

Homicidios

Fuente: Elaboración propia Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

Policía Nacional

De la información clasificada en la tabla, se subraya la insistencia en nombrar la violencia física contra la mujer bajo la categoría de “lesiones personales”, lo cual, según se ha indicado en versiones anteriores de este informe, dificulta precisar los datos sobre violencia intrafamiliar y violencia de pareja, favoreciendo el subregistro.

De igual manera, nótese el uso de la categoría de “lesiones fatales-homicidio” y de “homicidio”, en lugar de feminicidio. Se comprende que, al momento de hacer el registro de los hechos, la investigación judicial no haya tipificado el delito como feminicidio, pero el acopio y lectura de las características de los mismos admitirían la nominación de los asesinatos de mujeres bajo la categoría, por lo menos, de presunto feminicidio en alguna de sus tipologías, según se describe más adelante.

2. Silencios sobre las violencias contra las mujeres: ¿por qué las mujeres víctimas de violencia no denuncian?

El segundo patrón configurado fue el silencio sobre las violencias contra las mujeres. Con la COVID-19 se acentuaron diversas violencias en los hogares, lugares que la sociedad imagina como de protección por excelencia. El tapabocas, que se convirtió en elemento indispensable para protegerse frente al virus, podría ser a su vez un símbolo del ocultamiento, la invisibilización y el silencio de las mujeres ante las violencias contra ellas. Estos silencios, representados en bajos registros y no denuncias, llevan a la pregunta de ¿por qué las mujeres no denuncian las violencias contra ellas?

Pese a que se presentó un aumento del 170 % en las llamadas realizadas a la línea 155 para reportar casos de violencia sexual5, a la alta circulación en redes sociales y medios de comunicación de hechos sobre el recrudecimiento de las violencias contra las mujeres, y al incremento de los feminicidios, que llevó a una declaratoria de emergencia nacional por parte del movimiento de mujeres y feminista en el país, los registros de las violencias sexuales, intrafamiliares y los asesinatos de mujeres disminuyeron durante la pandemia, de acuerdo con los datos suministrados por el INMLCF y la Policía Nacional.

5 CORPORACIÓN PARA LA VIDA MUJERES QUE CREAN. Diagnóstico sobre la situación de las mujeres que hacen parte de los procesos de la Corporación para la Vida Mujeres que Crean, desde la vivencia y la afectación que les genera el Estado de Emergencia en razón del COVID-19. [Texto sin publicar]. Medellín: Corporación para la Vida Mujeres que Crean, 2020, p. 29.

No obstante, las violencias contra las mujeres tienen un espectro más amplio que el develado por los registros oficiales. Los bajos o altos registros no corresponden a menores o mayores hechos de violencias. Así lo plantea Rita Segato: “El aumento de las denuncias registradas no responde al aumento del fenómeno en sí, sino a la expansión de la conciencia de sus víctimas respecto a los derechos. Los índices reportados en los más variados países son altos, pero se calcula que representan no más del 5 o el 10 % de la incidencia real6.

El dato según el cual los registros, aun en grandes países, representan no más del 10 % de la realidad, es muestra de una complicidad de la sociedad, traducida en el habitus de la violencia como mecanismo para el ejercicio de poder, el soporte fundamental de la sociedad, la estructura elemental sobre la que se sostiene el Estado, la economía y las relaciones sociales7. Desde esta perspectiva, los silencios frente a las violencias son un indicador de la tolerancia social y la naturalización de situaciones de maltrato y violencias contra las mujeres.

Profundizando sobre los silencios alrededor de las violencias, se destaca un silencio recurrente con respecto a las violencias psicológicas. Su frecuencia y sutileza entretejen las primeras manifestaciones violentas que después suelen desencadenar en violencias físicas y la exacerbación de las mismas. Sobre las violencias psicológicas, Rita Segato afirma: “El fenómeno parece asemejarse más a una situación de violencia estructural, que se reproduce con cierto automatismo, con invisibilidad y con inercia”8.

Así entonces, en la violencia psicológica subyace un tejido en el que el automatismo, la poca visibilización y la inercia la estructuran, pudiendo alcanzar una dimensión de práctica permanente y sistemática en las relaciones sociales, intrafamiliares y de pareja.

6 SEGATO, Rita Laura. Las estructuras elementales de la violencia. Buenos Aires: Prometeo, 2010, p. 108. 7 Ibid. 8 Ibid., p. 111.

La característica del entretejido de la violencia psicológica más notable no es la continuidad de violencias que inician con ella, más bien, su particularidad consiste en ser el hilo que anuda los valores, que organiza y jerarquiza el orden social, en un sentido estructural. La violencia psicológica es un mecanismo de control social y reproducción de desigualdad que, por su carácter invisible y silencioso, re-crea el orden social.

El orden social estructurado por la violencia, como forma de resolver y tramitar los conflictos, es construido con la exaltación de valores sobre lo masculino, donde la fuerza y su uso jerarquiza y crea relaciones de subordinación y dominación. La legitimidad social del uso de la fuerza para resolver conflictos es el correlato de la tolerancia social sobre las violencias contra las mujeres9. Es por ello que las sociedades con mayores violencias, son sociedades donde las mujeres se encuentran con mayores riesgos, aunque los registros de las violencias contra ellas sean bajos.

En el contexto de la pandemia, la violencia psicológica fue tema recurrente en las afectaciones y daños contra la salud mental de las mujeres. Sin embargo, las llamadas recibidas por las líneas de atención no se tradujeron en denuncias formales o activación de rutas de atención. A esto se suma que los espacios organizativos, colectivos y comunitarios que se han construido para el trámite de las emociones de las mujeres fueron interrumpidos10 por las medidas de aislamiento obligatorio determinadas por el gobierno nacional para la contención de la pandemia. Los hogares fueron más susceptibles a prácticas de violencia, el aislamiento restringió la movilidad y rompió las redes de apoyo, el acceso a las entidades de administración de justicia se limitó y, por lo tanto, la capacidad de respuesta del Estado y de la comunidad fueron insuficientes para prevenir y atender el fenómeno.

9 CONSEJERÍA PRESIDENCIAL PARA LA EQUIDAD DE LA MUJER. Tercera medición del estudio sobre tolerancia social e institucional de las violencias contra las mujeres. Bogotá: USAID, 2021, p. 16. 10 MÚNERA MEDINA, Luz María. Diagnóstico sobre la situación de las mujeres que hacen parte de los procesos de la Corporación para la Vida Mujeres que Crean, desde la vivencia y la afectación que les genera el Estado de Emergencia en razón del COVID-19. [Texto sin publicar]. Medellín: Corporación para la Vida Mujeres que Crean, 2020, p. 38.

3. Tejiendo interpretaciones sobre el uso ético de los datos en hechos de violencias contra las mujeres

Al ocuparse este informe de una variable como el uso ético de los datos, resulta de gran utilidad la referencia sobre la ética que evoca a su origen Ethos, en el sentido de costumbre, y como parte de la filosofía que trata sobre las obligaciones del hombre (léase del sujeto mujer u hombre), trenzado a la definición que aporta la geografía crítica, para señalar que el uso ético se refiere a lo contextual11 .

La geografía crítica se refiere a la ética como lo contextual, es decir, hace un llamado a tener en cuenta el contexto al momento de hacer registro de datos sobre situaciones que en él acontecen. No se trata del registro frío de los datos, se trata de asumir una posición ética, de saber leer las dinámicas de los territorios, entendiendo que estos son “ineludiblemente diferentes y diversos”12 .

Se trenzan los aportes de la filosofía y la geografía crítica para tener en cuenta responsabilidades éticas de los sujetos respecto a la georreferenciación de hechos y situaciones, asumiendo que los problemas tratados en los datos están directamente vinculados a las condiciones de vida de quienes habitan cada territorio.

En el caso de las violencias contra las mujeres, los datos nos sitúan ante el horror, el dolor y los daños derivados de las mismas. En cada dato, cada registro, existe una historia de un daño, de un dolor, de una vulneración de derechos, que exigen una responsabilidad de quien construye el dato. Allí, lo ético sería luchar por la dignidad de quienes aportan los datos, aun en contextos donde el alto subregistro solo nos permita observar por una rendija un poco del verdadero horror.

La pandemia por COVID-19 mostró un problema ético en la utilización de los datos en la representación territorial, políticas de restricciones territoriales, cierres de fronteras sin los análisis contextuales sobre los mismos y estigmatización de algunos territorios. Mientras se señalaban zonas

11 CHAPARRO MENDIVELSO, Jeffer. Sobre la ética y la geografía. Scripta Nova. En: Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Vol. XVI, Nº 418 (74). [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, (nov., 2012). Disponible en: http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-418/sn-418-74.htm 12 Ibid.

con alto número de contagios y muertes por la COVID-19, poco se enunciaba sobre políticas sociales, económicas, manejo fiscal, desigualdades de género, étnicas, etarias, entre otras, que generaron mayor riesgo de contraer el virus. La forma en que cada región, departamento, municipio, corregimiento y barrio fue afectado por la pandemia, fue distinta por la confluencia de por lo menos tres factores: el estrato social, la etnia y las relaciones establecidas bajo el sistema sexo/género13 .

Las etiquetas sobre los territorios y las poblaciones tienen injerencia en lo político y en el tratamiento de la problemática, y la forma como se constituye el territorio. En el caso de la pandemia, indicar los lugares donde había mayor número de contagios y muertes trajo fuertes restricciones en unas regiones, pese a que no se suministró información que permitiera comprender el porqué o los impactos de estas medidas en las mujeres, en las comunidades étnicas, en la niñez y en la población adulta mayor.

Situación similar ocurre con la representación cartográfica de las violencias. Al construir mapas que las representen, se están construyendo etiquetas sobre los territorios, pues señalarlos como vulnerables o en riesgo crea imaginarios y representaciones sociales que pueden tejer o destejer relaciones. Así, quien produce la cartografía tiene una responsabilidad ética y política en el manejo de la información y puede hacerla favorecedora de denuncia e incidencia para la transformación, o de estabilidad y profundización de la situación de que se trate.

El mapa se vuelve un instrumento que impone un lenguaje, en el que se ponen en juego posiciones sobre una verdad hegemónica y quién la detenta. El hecho de hacer de los mapas una forma de representación de la realidad finalmente incidirá sobre la misma. Por eso, si lo que se pretende es co-crear tejidos de transformación de las realidades objeto en las cartografías, no se puede pretender representar algo teniendo solo como referente los datos.

Es decir, mapear las violencias contra las mujeres, sin generar reflexiones sobre el contexto, es reafirmarla como forma de ordenamiento de la sociedad. Mapear violencias sin mapear esperanzas es contribuir a las verdades que han fundado una sociedad violenta sin tejer propuestas de

13 MÚNERA MEDINA, Op. cit, p. 48.

transformación, sobre todo cuando frente a las violencias se tejen silencios, invisibilización y eso que no se nombra, que no se ve, que no se representa, que se convierten en el sustrato que legitima, anuda y refuerza la violencia como ordenadora de muchas relaciones sociales. Así, los mapas no son solo representaciones, sino acciones performativas, no son simples dispositivos de registro de información sino de transformación de realidades.

Este informe sugiere el potencial que tiene la cartografía como herramienta de comunicación, tanto para consignar datos estadísticos oficiales como para posicionar mensajes que son omitidos sistemáticamente por la sociedad y el Estado14. En tal sentido, propone pensar en formas éticas y responsables de mapeo de las violencias y los territorios, siendo posible asumir los procesos territoriales de forma colaborativa, donde se teje en diálogo con otras y otros.

Las proposiciones enunciadas sobre una cartografía de las violencias son apenas una aproximación al fenómeno, por lo que este informe acentúa la mirada en aquellos municipios que no tienen datos consolidados o sus registros son bajos, en tanto, al prescindir de información que lo contextualice, puede estar configurando silencios sobre las situaciones de violencias en los territorios.

14 LAN, Diana y ROCHA, Heder. Metodologías feministas para el mapeo de geografías oprimidas en Argentina. Universidade Estadual do Sudoeste da Bahia, 2020. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/ handle/11336/130783