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CONCLUSIONES

CONCLUSIONES

Lograr un punto de pausa en el tejido de un texto orientado a mostrar algo de lo que constituye la vulneración a los derechos humanos de las mujeres, así como sus agencias, resistencias y creaciones frente al recrudecimiento de las violencias en la pandemia por COVID-19, se hace necesario en aras de lograr situar también la posibilidad de conversar y pedagogizar sobre lo hasta aquí elaborado. Se espera dar continuidad a la investigación de lo que se abre y se deja incompleto en este esfuerzo de acopio y análisis de información. Tal vez esta misma incompletud sea motor de nuevas puntadas, de otros tejidos y formas que aporten a un mundo donde “cerrar el grifo” de las violencias sea compromiso de todas y todos.

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De este esfuerzo de tejido colectivo se reitera la complejidad para el análisis que implica la falta de uniformidad en la manera de nombrar y clasificar las violencias contra las mujeres en los registros de las entidades públicas; el silencio, ocultamiento e invisibilización sobre las violencias en el orden social y frente a denuncias en las instancias estatales; el uso ético de los datos y el tratamiento de la problemática, aspectos que llevan una vez más a visibilizar el entretejido de las narrativas, imaginarios y acciones político-públicas para avanzar en la erradicación de las dinámicas que constriñen la dignidad en la vida y cuerpos de las mujeres.

Se reconoce una normatividad necesaria para el reconocimiento de las mujeres como sujetas de derechos y protección de su integridad. No obstante, se insiste en señalar las brechas entre la aprobación y reglamentación de la norma y su implementación,

apropiación y cumplimiento por parte de servidoras y servidores públicos encargados de cada instancia con responsabilidad en la ruta de prevención, atención y sanción a las violencias.

Se subrayan los esfuerzos en la creación de sistemas de información, pero también la dificultad en los mismos para garantizar la incorporación del enfoque de género y la estandarización de variables que permitan mejorar la cantidad y calidad de la información registrada, el análisis y atención diferencial y efectiva de las violencias, y el seguimiento a las acciones implementadas por las distintas instituciones.

Se enfatiza en la necesidad de agenciar formas éticas y responsables para asumir los procesos territoriales de forma colaborativa, en un sistema unificado de información que permita dar cuenta del estado real e integral de las violencias contra las mujeres en consonancia con la normatividad.

El trenzado en la construcción de este informe continúa mostrando la necesidad de ampliar la cobertura permanente de la sensibilización, formación y acompañamiento al personal de las entidades estatales y operadores de justicia, orientando en ello la apropiación de la normatividad vigente, con énfasis en las responsabilidades y obligaciones de los cargos particulares, así como la implementación de los enfoques de género, diferencial y de derechos humanos, que construya sensibilidades y empatías para el fomento del trato digno y humanizado a las mujeres víctimas de violencias y sus familias.

En este tejido se ha hilado la insistencia sobre situar en el entramado subyacente en las violencias los efectos de una sociedad aún patriarcal, sus representaciones sobre las mujeres, la disparidad en las relaciones de poder, los riesgos que suponen para las mujeres los vínculos familiares y afectivos en una doble dimensión: porque el mayor número de asesinatos de mujeres se dan en el contexto de las relaciones íntimas, de cercanía y confianza, y porque los vínculos que establecen con ciertos actores las expone a líneas de fuego y/o relaciones donde apropiarse del cuerpo y vida de las mujeres termina siendo una manera de ejercer control y dominio.

Para las organizaciones responsables de este informe, moverse por la urdimbre de las violencias les ha permitido afirmarse en la preocupación ante una cultura que acentúa, legitima, reproduce y perpetúa la discriminación y las violencias donde, como se ha expresado en algunos apartados anteriores, sentir tristeza, consternación y hasta indignación es natural e importante, pero no suficiente para poner límites a la devastación y destrucción de la vida y la dignidad de quienes constituyen más de la mitad de la población.

De igual manera, se subraya la necesidad de fortalecer la relación y espacios de trabajo con los medios de comunicación, de modo tal que crezca en ellos la comprensión de los diversos elementos que se tejen en las violencias contra las mujeres y, por lo tanto, la admisión de que su abordaje no resulta simple si se quiere asumir la responsabilidad ética que supone ser productor y transmisor de mensajes con impacto masivo, permanente y constante. Es decir, pasar del registro de cada asesinato bajo el influjo de una noticia para cautivar audiencias y fortalecer la información, a la generación de sanción social frente a las violencias y a una sociedad que las naturaliza.

De la palabra de las mujeres que hacen tejido solidario, organizativo, redes de apoyo, agencias y creaciones, se infiere la esperanza de lograr respuestas humanizantes y transformadoras frente a la creciente incredulidad en la institucionalidad y sus acciones en materia de protección y defensa de los derechos humanos.

Finalmente, las agencias y creaciones de las mujeres revelaron la potencia y articulación con la sociedad civil en un diálogo continuo que busca interpelar al Estado y a sus entidades gubernamentales para que expandan las capacidades de generar respuestas efectivas, corresponsables entre las distintas dependencias e instituciones para el fortalecimiento e integración de los mecanismos de prevención y protección estipulados en la Constitución y las leyes, y dinamizar el cumplimiento del derechos de las mujeres a una vida libre de violencias.