Imawiriki
tonces le nacemos encima. La tierra sostiene al fuego, la tierra escribe remolino sobre la transparencia, la tierra se deja tocar por el traslado del agua y habla. El pasado no existe. Vamos solos en la línea de la existencia. Nuestra memoria, esos años idos, se hacen tierra, vuelan como polvo los nombres y las voces, y caen en los valles del presente creando nuevas formas. El pasado no existe, existe la tierra que es la memoria que nos construye este lugar que llamamos casa. Algunos seres se pasan la vida buscando piezas, haciéndolas palabras para poder guardarlas al centro de su existencia. Como preparándose para los días que vienen después de un cataclismo, o para tomar una nave que los desprenda de la superficie de su planeta natal. Reúnen trozos de días, de voces, postales de lo que la vida les puso ante los ojos: una hora del día cruzando un desierto, un hombre hablando frente al fuego, las voces de los amigos que platican alrededor de una mesa. Todo se convierte en lenguaje, porque el lenguaje no ocupa el espacio. Y, sin embargo, lo cubre todo. Esos seres están constantemente sacando esa pequeña caja que habita al centro de su carne, en un lugar que no es lugar, pero que es profundo y es largo. Y ahí están las piezas. Las sacan con sus manos, las ponen sobre una mesa. Unen la tarde con el gigante que nos sueña, unen un volcán con el lenguaje de un mar que nos cuenta la historia de todo. Esos seres ven la esquina de una
autores emergentes
calle cualquiera y ahí mismo ven al primitivo ser que pasea su inmenso cuerpo por ese mismo espacio hecho fondo del mar.
El oficio del poeta tiene que ver con romper al tiempo, tomar la ficción de su linealidad y quebrarlo, o hacerlo círculos, o tejerlo. De ahí que la palabra de Julio hable de la lluvia de un martes o del diluvio inmenso que se empozó y se hizo génesis. De ahí que el fuego que vemos en sus poemas sea el mismo que le sale como sangre a la tierra, el que arde ahora mismo en una casa transformando el alimento, o el que mantiene vivo el nombre de Tohil en Gumarcaj. De distintas formas, las mitologías nos cuentan la historia de los elementos. El aire, el agua, el fuego y la tierra. Cuatro elementos que se acarician uno a otro hasta volverse esfera, hasta volverse esta casa inmensa que tomó el nombre de uno de ellos: TIERRA. TIERRA no es un libro de poesía. TIERRA es una poética.
Lluvia máscara Diana Alfaro
Un lado del rostro está más cansado. Nunca había resultado tan difícil renunciar a la lluvia mantener el sol. La nube se agita oscura rugosa. La nube ocupa el ojo derecho deja que el otro se quede viendo el resto del mundo que también se desmorona. Se desintegra con la facilidad de los mantos al viento. El peso y la caída del tiempo y sus chayes no son problema para quien intenta con las manos adueñarse retener la máscara rostro que dolorosa amenaza con su caída. - 11 -