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Crónica
from Imawikiri 3
ASÍ SE MIRA quien quiera pasar o traficar mercancías. «Migrantes y droga» dijo Trump EL MURO en años. Antes, los encuentros servían para que las familias pudiesen intercambiar comida o artículos personales, pero, a medida que se fueron endureciendo las leyes migratorias, todo ha ido cambiando. A las rejas le han puesto otro revestimiento, y ahora lo único que los familiares pueden tocarse son las yemas de los dedos. Ese beso del meñique se ha convertido en tema de en algún momento. En el mismo saco, los murales que decoran las columnas «Bienvenidos a Tijuana» dice el pi- las personas y la cocaína. del lado mexicano. loto con una voz entrecortada por las bocinas. El avión aterriza en una pista El muro que divide a Tijuana de San Ese sábado de febrero no hubo encuenrodeada por barrotes gigantes de color Diego es solo una pequeña parte de tros ni besos del meñique. Los agentes cobrizo. Es un vuelo lleno que pertene- los más de mil kilómetros de valla que de migración estadounidenses decidiece a una de las aerolíneas de bajo costo separan partes de México de Estados ron suspenderlos. Dijeron que por la que viajan desde Ciudad de México. No Unidos. Del lado mexicano, carreteras, lluvia. El bus donde viajaban las asishay asientos vacíos ni existe el distan- casas pequeñas de block y láminas, ve- tentes del Encuentro Migrante, alredeciamiento social. Es febrero y Latinoa- cindarios, centros comerciales. El otro dor de unas cien mujeres, se estaciona mérica aún no sabe de pandemias. El lado parece desierto, a excepción de enfrente del parque, justo donde unas piloto reporta 18 grados, un día tem- un pick-up de la US Border Patrol que letras gigantes conforman el nombre plado. Él y el muro son los primeros en pasa cada cierto tiempo patrullando al- de Tijuana. «Aquí empieza la patria» recibir a los pasajeros a Baja California. rededor. El muro, ambivalente, parece pinta abajo. —¿Qué patria? —dice una La franja que separa el allá del acá bor- solo estar cerca de los que quieren irse, mujer que se pierde en la multitud. dea toda la ciudad. como tratando de recordarles que está prohibido cruzarlo. En esa zona casi El muro del lado mexicano es colori«Es parte del paisaje» dice un tijuanen- nadie salta el muro (algunos lo han in- do. Un toyón, planta nativa de Tijuase entre risas en las afueras del aero- tentado), los migrantes saben que para na, aún se recupera de la valla que le puerto. Quizá porque escuchó a Julia, atravesar la frontera deben ir a otros si- pasó encima en el pequeño jardín que una de las guatemaltecas que venía en tios menos vigilados y más peligrosos. los comunitarios instalaron al costado el vuelo, explicarle a sus compañeras del muro. Antes, el jardín atravesaba que aquellas vallas imponentes de casi *** los dos lados, pero cuando la nueva 10 metros eran las que las separaban Es un sábado por la mañana y en febre- construcción se acercó, ese pedacito de del sueño americano. El muro ha estado ro hace frío en el Parque de la Amistad, vegetación en medio de la playa quedó ahí por al menos dos décadas y no en- nombre de la reconocida línea fronte- dividido en dos. La mayoría de plantas tiende de montañas, de vecindarios, de riza que se adentra incluso más de 100 que quedaron del lado de allá murieríos, de familias. Los atraviesa a todos metros en el mar, en las playas entre ron. Algunos activistas lograron conpor igual. El muro recuerda que en esta Tijuana, México y San Diego, Estados vencer a los agentes estadounidenses parte del mundo las fronteras son altas, Unidos. Se llama así porque durante para que los dejaran entrar y salvar a los con barrotes de hierro enormes que se los últimos años el gobierno estadou- toyones y otras flores que aún parecían asemejan a una cárcel gigante que im- nidense ha permitido que familias se rescatables. Así fue como lograron respide pasar más que una mano. Solo una encuentren el fin de semana. Familia- tablecer el parquecito de plantas. mano. A unos cinco metros más allá, res de los dos países viajan a la frontera del lado gringo, otro muro más anti- para reunirse por lapsos de diez minu- La pintura de un hombre besando a guo y oxidado. Doble contención para tos con aquellos a quienes no han visto su abuela, las banderas de México, un
DESDE ACÁ
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Melisa Rabanales
«Viva Nicaragua» y centenares de nombres de migrantes fallecidos escritos en los barrotes forman un mural. El espacio se ha convertido en el lienzo perfecto para obras de arte. El mural de la hermandad, así le han llamado. En medio de la comitiva de mujeres que observa el muro, un niño de unos siete años se abre paso y se acerca a uno de los barrotes que está cerca del mar. Saca una carta de su short azul y la deja entre el travesaño. «A tío Tito» dice con una caligrafía chueca pintada con color verde. El viento amenaza con llevarse la hoja de papel bond, pero el niño está preparado, toma un lazo pequeño de sus bolsillos y la amarra a la valla. El muro ahora también tiene una carta con un dibujo de Monsters Inc.
La bandera de Estados Unidos está pintada al revés en el muro. En lugar de estrellas figuran cruces. «Es un símbolo internacional de auxilio» le dice Robert Vivar a una comitiva de más de 100 mujeres que viajaron para el Encuentro Transnacional de Organizaciones en Solidaridad con la Comunidad Migrante y Refugiada. «Este es en memoria de los veteranos del ejército norteamericano que han sido deportados», explica. Robert, que hace de guía, lo sabe bien. Él es uno de los cientos de soldados deportados. Vivar dejó a toda su familia en Estados Unidos. Después de la guerra, cayó en las drogas y fue deportado. Sin juicio, sin rehabilitación, sin nada. Así volvió. No ha sido el único: Yolanda Varona está entre las mujeres escuchando atentamente, aunque esta historia se la debe saber de memoria. Yolanda lleva una blusa rosada que dice The Dreamers’ Moms. Es de la organización que fundó en Tijuana para brindar apoyo a madres, como ella, que han sido deportadas y que han dejado todo en Estados Unidos, sus hijos incluidos. Ella conoce tan bien la frontera que está molesta: alguien ha quitado su cara del mural. Algunas madres la habían pintado hace algunos años, como muestra de agradecimiento. Solo queda la silueta.
Empieza a llover, las olas van alcanzando los pies de quienes admiran la inmensidad de las vallas. El muro se va alargando hasta tocar el mar, se adentra en él sin pedir permiso, lo atraviesa. Un mural de los dreamers combina con el mar, es azul y divide el aquí del allá; la realidad del sueño. El muro no perdona al mar, ni al frío, ni a las miles de vidas y sueños que han quedado de uno y otro lado. La comitiva se va, pero el muro sigue ahí, recordando que la libertad depende del color del pasaporte.
©Melisa Rabanales