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Conoce la teoría de Jan Chozen Bays sobre los nueve tipos de hambre

Jan Chozen Bays, como creadora del programa Mindful Eating Conscious Living, teoriza sobre nueve tipos de hambre al reflexionar sobre qué, cómo, cuándo y para qué comemos. Su teoría sostiene que cuando te alimentas con conciencia plena, cada parte de tu cuerpo aporta a tu experiencia. Ahora profundizaremos en esta teoría sobre los nueve tipos de hambre y cómo alimentarnos para lograr el equilibrio.

El hambre de la vista

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La vista es muy potente a la hora de influir en cómo te alimentas y puede anular todas las demás señales de saciedad. Puedes saciar el hambre de la vista con la observación profunda de tus alimentos: sus colores, sus matices, su forma y su textura, al igual que al apreciar la disposición del plato, de la mesa y del ambiente donde los consumes.

¡Es el hambre de la belleza de los alimentos!

Te propongo escoger un alimento que sea llamativo para ti. Míralo con interés, profundamente. Adivina su tamaño y su peso. Descubre sus colores, sus formas y sus texturas. Toma conciencia de la energía que te brinda el hecho de mirar profundamente.

El hambre del olfato

Mediante los aromas que tienen los diferentes tipos de alimentos –sean cocidos o crudos— puedes tener reminiscencias o sentimientos y pensamientos que afloran en tu mente. Con el olfato puedes distinguir los olores característicos de los alimentos. Esto ha sido posible gracias a tu aprendizaje vital. Ahora sabes cómo huelen los alimentos y cuáles son las gamas de olores que puedes esperar de cada uno.

Los olores evocan pensamientos y recuerdos placenteros, neutros o desagradables. Es muy importante que utilices tu olfato para relacionarte con la conciencia sensorial, ya que es uno de los sentidos que más influye en la satisfacción.

¡Es el hambre de las fragancias!

Muchas veces estás expuesto a aromas tentadores, como el del pan recién horneado o el café recién hecho.

Chozen Bays sugiere un ejercicio de toma de conciencia: da un paso atrás antes de comenzar a comer. Detente y piensa: ¿de verdad tienes hambre?, ¿cuántas horas han pasado desde la última comida?, ¿cuánto queda para la siguiente? Céntrate en tu olfato. Escoge algún aroma intenso para trabajar con él. Cierra los ojos y describe ese olor. Sé consciente de tu pensamiento y también de los sentimientos que experimentas mediante el olor: ¿qué recuerdos vienen a tu mente?

El hambre del tacto

Mediante el tacto, principalmente de las yemas de los dedos, debido a su sensibilidad extrema, puedes percibir la textura de cada alimento. Sabes si es rugoso, liso, cóncavo o convexo. Si colocas el alimento en la palma de tu mano, puedes tener una idea de su peso, de la temperatura (que generalmente es más fría que la de nuestro cuerpo) y también una estimación de su tamaño.

¡Es el hambre del sentir!

Centra toda tu atención en las yemas de tus dedos. Toma una fruta pequeña, cierra los ojos y siente su forma, su textura, su temperatura. Imagina su tamaño. Dale un nombre mágico y alégrate porque has vivido este momento.

El hambre del oído

Cuando te alimentas, se producen una variedad de sonidos. Al pelar una fruta, al abrir un empaque, al manipular un alimento y al masticarlo, todos estos sonidos te ayudan a incrementar la satisfacción. Cuando masticas alimentos crocantes o crujientes, el nivel de satisfacción se eleva mucho.

¡Es el hambre de escuchar!

Alimenta el hambre de tu oído. Céntrate en tus orejas y escoge un alimento que sea crujiente o crocante, por ejemplo, el canguil (palomitas de maíz). Enfócate en tu boca y mastica profundamente. Cierra los ojos y escucha con atención. Describe el sonido. Toma una porción más y sigue masticándolo.

El hambre de la boca

Tu boca se prepara para recibir los alimentos a través de la salivación. Esto muestra un deseo de consumir un alimento. Cuando la comida ingresa a tu boca, las terminaciones sensitivas que están distribuidas dentro de las paredes internas se activan. Sientes la textura, el sabor, la forma y la temperatura del alimento. Aunque los alimentos sean sencillos, si comes con conciencia y curiosidad, lo más aburrido pasa a convertirse en una fiesta interesante.

¡Es el hambre del sabor y del disfrute!

Para alimentarla, prepara un plato compuesto por provisiones de diferentes texturas: zanahorias crudas y frías, patatas calientes y cremosas, palomitas de maíz o pan fresco… estas son algunas sugerencias. Mastica cada bocado hasta que el alimento esté completamente triturado y centra la atención en las sensaciones de tu boca y en los movimientos de tu lengua. Pregúntate: ¿cuánto tiempo persiste el sabor después de tragar? Disfruta esta experiencia.

El hambre del estómago

El estómago te permite experimentar sensaciones como el vacío, si algo te asusta o si no has comida en horas. También la llenura luego de haber consumido una comida abundante o alta en grasa. Además, percibes los sonidos que son parte del proceso natural de la digestión o que evidencian que el estómago está diciéndote algo. Y de seguro has padecido de dolor de estómago alguna vez.

¡Es el hambre de la saciedad y la llenura!

Recientes estudios científicos revelan que el sistema digestivo posee una gran riqueza de terminaciones nerviosas, al punto de que se habla de él como un segundo cerebro. “Tengo deseos incontenibles de comer” es una frase común, pero no debes confundir la sensación de ansiedad, miedo o estrés con el hambre.

La doctora Chozen Bays sugiere la auto-observación para reconocer las sensaciones que te invaden en cada momento.

El hambre celular

La sensación del hambre celular es muy personal y subjetiva. Implica reconocer qué es lo que necesita tu cuerpo para estar saludable. Cuando tus células no han recibido los nutrientes que requieren o tienen alguna necesidad específica, puedes sentir debilidad y falta de energía y experimentar mareos, dolor de cabeza o sed.

¡Es el hambre del cuerpo que te avisa que necesita comer!

La necesidad urgente de ingerir ciertos nutrientes se refleja en el deseo de comer alimentos específicos: chocolate, pan, queso, etc. Gracias al mindful eating puedes tornarte más sensibles al hambre celular y aprender a distinguir ¿qué es lo que necesitan tu cuerpo y tu mente? Combinar alimentos que respondan a las necesidades de energía y de nutrientes específicos de tu cuerpo, de acuerdo a tu edad, tu estado fisiológico y tu nivel de ocupación, es nutrirte con atención plena.

El hambre del pensamiento

La mente está funcionando todo el tiempo y por eso cuando te aproximas a un alimento, lo ves o lo consumes, recuerdas en qué situaciones lo has comido, con quién y en dónde. Tu mente te lleva al pasado o al futuro, hacia situaciones hipotéticas, hacia pensamientos concretos o abstractos. También juzga si el alimento es saludable, salado, alto en azúcar, etc.

Pueden venir a ti pensamientos acompañados de sentimientos negativos y llevarte a pensar en comer para liberarte de esas molestias. Si comes por estos pensamientos, no sentirás satisfacción mientras que si te das cuenta de que la clave es comer con conciencia plena, estar totalmente presente mientras comes, entonces viene la satisfacción.

Chozen Bays dice que “cuando comemos sobre la base de los pensamientos, nuestra alimentación se fundamenta por lo general en la preocupación”, lo cual nos puede conducir a comer demasiado o a dietas estrictas. No te distraigas y come con plena conciencia, sabiendo que lo que requieres en ese momento es un poco de alimento y que tu cuerpo necesita energía y nutrientes.

¡Es el hambre de juzgar y pensar!

Cierra los ojos. Toma una pequeña cantidad de alimento. Huele. Escucha. Come. Describe lo que hueles, oyes o saboreas. ¿Qué dice tu pensamiento?, ¿cuáles son los recuerdos?, ¿cómo son tus pensamientos?

El hambre del corazón

Al consumir tus alimentos, experimentas diversas sensaciones y emociones. Hay alimentos propios de las celebraciones y también otros relacionados con rituales fúnebres. Puedes buscar refugio a la soledad en los alimentos o vincularlos con momentos de tranquilidad, paz o felicidad. También podrías comer por aburrimiento y vacío emocional.

Las relaciones desequilibradas con los alimentos tienen su origen en el hecho de no ser conscientes del hambre del corazón, del hambre emocional. Ningún alimento podrá satisfacer jamás este tipo de hambre. Solo lo lograrás a través de la conciencia plena de que esto te sucede.

“Las relaciones más desequilibradas con los alimentos son causadas por no atender a los sentimientos”, afirma Chozen Bays. ¡Es el hambre de los sentimientos y la reminiscencia!

De ahí, la importancia de evitar comer por emociones. Te invito a nutrir el hambre del corazón. Visita a tus amigos, llama a un ser querido, cuida el jardín, haz un regalo, escucha música, da un paseo, disfruta de la naturaleza, agradece lo que tienes. Crea momentos amenos para compartir, crea relaciones saludables.

La conciencia es la clave

Mindful eating te lleva a utilizar cada uno de tus sentidos, así como tu corazón, tus sentimientos, tus pensamientos y tu mente para comer apropiadamente lo que tu cuerpo necesita. Con esta práctica, logras pequeños cambios en tus comportamientos alimentarios automáticos y consigues grandes transformaciones en tu vida. Además, alcanzas una salud integral mejorada.