para confinamientos, los de las películas
• MTRO. ENRIQUE DELFÍN •
U
na de las muchas situaciones que me sorprendieron cuando inició este confinamiento fue la reacción melodramática de muchísima gente: “¡Qué mala suerte”, “¿Por qué nos sucedió esto?”, “Ya no aguanto, llevo días sin salir”, “Estoy aburridísimo y estoy comenzando a deprimirme”, “Ya no puedo con la ansiedad que me genera esta incertidumbre”... estas son algunas de las frases que he escuchado por aquí y por allá, y que me dan a entender que aquellos que las dicen han adoptado el papel de víctimas de un villano (en este caso, el destino... o los chinos, que según Trump crearon el coronavirus por pura maldad), y que están esperando a un improbable héroe que resuelva la situación y nos regale un final feliz a la manera del cine más comercial de Hollywood.
Sueño de fuga
No puedo entender este tipo de reacciones más que como una confirmación de lo que diversos filófosofos ya han enunciado: la “civilización” contemporánea tiene como valores máximos la comodidad, la seguridad y el placer, y esta pandemia ha venido a pegarnos en donde más nos duele. Nos quejamos con todo aquel que nos quiera escuchar sobre el infortunio que implica no poder ir a un restaurante, a un antro, al gym, a divertirnos... ¡a disfrutar! Cerramos los ojos a la evidencia histórica de que este 14
Generación l UMAD
tipo de cosas pasan cíclicamente, y a veces de peor manera: el COVID es una hermanita de la caridad comparado con la peste negra —por poner sólo un ejemplo–, que acabó con casi la mitad de Europa y recluyó a los que lograron sobrevivir no unos cuantos meses, sino años enteros. También nos negamos a ser humildes, porque los que más reniegan en las redes sociales son aquellos que tienen un techo, alimento y un trabajo en línea. Dejemos, en todo caso, que se lamenten los que lo perdieron todo: seres queri-