GUIONES DE VIDA Nadie triunfa sin fracasar antes… Carlos Ruiz Zafón
Absorta en tan frágiles pensamientos mezcló sobre el dorso de su mano, también izquierda, la base de maquillaje con unas gotitas de serum y removió la mezcla hasta conseguir una textura jugosa. Utilizando una brocha
A
espesa y tupida la extendió desde el centro de plicó con ligeros golpecitos pequeñas
porciones de crema hidratante sobre su cuello, barbilla, pómulos, nariz y frente y comenzó a masajearlas con movimientos circulares y ascendentes hasta que sintió que su piel la
había absorbido por completo. Sintió de inmediato
la
firmeza
en
su
rostro
y
observándose en el espejo arregló varias mechas de su travieso flequillo, aquellas que habían conseguido liberarse del control del turbante cruzado que recogía el resto de sus cabellos.
lunares,
ojeras,
algunas
manchas marrones en las mejillas y una cicatriz sobre la ceja izquierda. “¡Ojalá las cicatrices del alma también pudieran camuflarse con un simple corrector de barra!”, pensó mientras su mente recuperaba el incidente que treinta años atrás había dejado una señal imborrable en su frente y que a punto estuvo de costarle la visión de su ojo izquierdo.
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cuello y orejas. Un brillo especial en su mirada atrapó la dulce sensación que le provocaba recuperar aquellas vivencias de antaño, como si recordarlas le permitiera sentirlas de nuevo, aunque por aquel entonces le resultaran algo traumáticas. “El paso del tiempo también borra las imperfecciones”, corroboró deslizando la yema de los dedos suavemente por la trayectoria de su disimulada cicatriz. Regresó
de
nuevo
al
maquillaje
pincelando una suave sombra de ojos sobre sus
Le llegó el turno después al corrector de imperfecciones:
su rostro hacia fuera hasta completarla con
párpados, dio volumen a sus pestañas y remató el acicalamiento con un rojo pasión en sus carnosos labios. La voz del regidor cercana a su puerta le avisó de que faltaban tan solo treinta minutos para salir a escena. Como cada vez que escuchaba la primera llamada, los latidos de su
corazón se dispararon desbocados y una emoción inmensa comenzó a bullir en su interior. ¡Adoraba el teatro! Adoraba esa indescriptible simbiosis entre cuerpo y voz, entre luces y sombras, entre ficción y realidad;
RÁFAGAS DEL CINCA N.º 36