




50 Aniversario Hogar, págs. 3-5
Reflexiones en el presente, págs. 6-7
Agridulce, págs. 8-9
Al habla con…, págs. 10-11
El arte del cuidado, págs. 12-13
La historia desconocida, págs. 14-15
Primavera, pág. 15
La abuelita y el duende Nicolás, págs. 16-17
Un médico en internet, pág. 18
Otra primavera, pág. 19
Recetas de la abuela, págs. 20-21
Pasatiempos, pág. 22
Poesía, pág. 23
Edita: Hogar de Personas Mayores de Monzón
Depósito Legal: HU 22/2013
Dirección postal:
Plaza San Juan, 30
22400 Monzón, Huesca
Dirección electrónica:
lorenaromabel@hotmail.com
Portada
Josefina Garcés Visar
Contraportada
Jordi Ponce Pérez
Foto ¡feliz primavera!
Ainhoa Ollero Naval
Colabora
Coordinadora edición (Corrección Textos, Diseño y Maquetación)
Lorena Romero Abelló
Equipo de Redacción
Rosario Bordas Baldellou, Josefina Garcés Visar
Colaboradores
Lorenzo Alamán Galicia, Pilar Aventín del Villar, María Luisa Castán Buera, José Donaire Moreno, José Ignacio García Ruiz SDB, Pedro A. Martín
Hernández, Mariola Naval Bernadó, Ainhoa Ollero
Naval, Jordi Ponce Pérez, Teresa Villagrasa
Son ya 50 años los que cumple nuestro centro, desde que en enero de 1973 abriera sus puertas como hogar del pensionista, el servicio social de asistencia a los ancianos.
El hogar ha cambiado mucho en estos 50 años. En sus inicios se realizaban más actividades lúdicas, de ocio y tiempo libre, y con el tiempo se han ido introduciendo otras actividades de envejecimiento activo y diversos servicios, a la vez que han ido cambiando las necesidades de las personas mayores.
Actualmente, el hogar está inmerso en un proceso de cambio, dentro del marco de acción del Plan del Mayor, para ver hacia dónde caminan los hogares y a qué retos debemos dar respuesta.
Los hogares, han sido, y seguirán siendo, centros de referencia para las personas mayores, donde la socialización con sus iguales sigue siendo un pilar fundamental. Como también lo debe ser su participación en la comunidad en esta etapa de su vida, potenciando su autonomía lo máximo posible. Para ello, se prestan apoyos y recursos a través de servicios como el PAP, actividades y atención profesional, que favorecen el mantenimiento de la salud, la participación, y el aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Por último, quería aprovechar la celebración de nuestro medio siglo de existencia para agradecer a todas aquellas personas, socios, voluntarios, concesionarios, profesores, trabajadores…, que han participado, de una forma u otra, en el día a día del centro a lo largo de estos 50 años.
Muchas gracias a todos.
Hace unos años una amiga me regaló un artículo para que lo leyera. Se titulaba “Cerrando puertas”. En aquel momento no le di la importancia que le doy hoy, al releerlo de nuevo. Decía: “No se puede estar en el presente añorando o lamentando el pasado, ni siquiera buscando razones o respuestas. Los hechos y las personas pasan y… ¡hay que dejarlos ir!”.
La vida va hacia el futuro, nunca hacia el pasado. Hemos de recordar que nada, ni nadie es indispensable, ni imprescindible, ni una persona, ni un objeto, ni un lugar, ni un trabajo...
Esta reflexión la tengo presente estos días por todos los acontecimientos que estoy viviendo a nivel personal, las personas que me conocéis sabéis a lo que me refiero, a los que no, os diré, a la soledad que se siente cuando tu compañero de vida se va para siempre.
También por todos los acontecimientos que estamos viviendo a nivel mundial. Me da la impresión de que no hace muchos años las cosas estaban más tranquilas o quizá no nos enterábamos, porque la velocidad que toman ahora las noticias es inmediata, y da lo mismo que suceda algo en el rincón más lejano del planeta, nos enteramos de todo como si ocurriera en nuestro mismo rellano.
Muchas personas mayores no entendemos de política, de potencias mundiales, de economía, de foros… y ha llegado el momento en el que sólo queremos llevar una vida tranquila, en paz, disfrutando de la familia, de los amigos, de los viajes y nos produce un gran desasosiego escuchar las noticias lo único que nos crea es intranquilidad y preocupación, no nos cuentan una alentadora. El 24 de febrero de 2022 fue el día que comenzó la invasión rusa en Ucrania. Vladimir Putin comunicó que había ordenado “una operación militar especial”, a lo que el presidente del país ucraniano, Volodymir Zelenski, reaccionaba con una advertencia: “si alguien intenta arrebatarnos nuestra tierra, nuestra libertad, nuestras vidas…, ¡nos defenderemos!”. Un año después, continúa el conflicto y continúan las imágenes dantescas de pérdidas humanas y destrucción. Y esta guerra, la tenemos presente porque aparece continuamente en los telediarios, pero lamentablemente, hay muchísimos otros países que no conocen la paz desde hace años y de los que apenas nos llega información, quizá por estar
más lejos o porque no influyen en nuestra economía y, entonces, interesa menos.
Otro hecho reciente que también ha dejado grabada en nuestra retina imágenes horribles, han sido las que nos han llegado de Siria y Turquía tras sufrir un terremoto de magnitud 7’8 en la escala Richter, y que ha causado más de 51.000 muertos y 108.000 heridos.
Estas noticias han sido puntuales, pero en España, además, nos preocupan los índices de paro y la crisis económica, que se lleva arrastrando desde hace tiempo. A los jubilados nos preocupa llegar a final de mes, por el elevado aumento de los precios de todo, especialmente de la alimentación, la luz y el gas.
Además, nuestra sociedad tiene otras preocupaciones, como son la corrupción y el fraude. Constantemente aparecen noticias provenientes de todos los sectores, deporte, instituciones, famosos…, en las que algún caradura, que no muestra signos de arrepentimiento, se ha aprovechado de su situación para prosperar individualmente. Esto es algo más presente entre los políticos, dando una imagen lamentable, en general, aunque desde luego, no todos son iguales y en todos los partidos hay gente honrada y maravillosa, y otras preocupaciones, como el paro, la violencia contra la mujer, la sanidad, la educación, las drogas, la inmigración ilegal…
No corren tiempos fáciles en nuestro país, ni en el mundo y, a veces, nos da la impresión de que es poca la esperanza. Todos estos conflictos nos afectan al estado de ánimo; si supiéramos elegir lo que nos puede ayudar definitivamente a seguir adelante, con tranquilidad, lo sentiríamos, y diríamos “esto es vida”.
“¡Cagüen la leche con la Gertrudis! ¡¿Unos guantes?! ¿Para qué querré yo unos guantes si solo me sacan a dar una vuelta cuando hace sol?” Ya le decía yo a mi hija Palmira que la Gertru, la hermana de su marido, ha estado siempre un poco majareta. ¡Pero traerme unos guantes de su viaje a Bélgica, ya ha sido recochineo! A su sobrino Tonino, sin embargo, le ha regalado una enorme caja de bombones de chocolate con forma de corazón. ¿A quién se le ocurre traerle una caja de tan refinados confites con un diseño tan evocador?...
A la tía Gertrudis la vemos de ciento a viento. Es una solterona, extravagante y ricachona, que se ha recorrido medio mundo y que siempre pregona que lo que le resta de vida, es para recorrerse el otro medio.
Aquella tarde de finales de septiembre, se presentó en casa sin avisar. Con un traje pantalón blanco reluciente y una pamela recubierta de plumas amarillas, con bolso a juego, que más le hacía parecer una cacatúa en peligro de extinción. En el dedo anular de su mano derecha llevaba un brillante tan gordo, tan gordo, que cada vez que la movía de un lado para otro Tonino parecía estar viendo un partido de pimpón, batiendo la cabeza a toda velocidad para no perder detalle de la trayectoria de aquel monumental pedrusco.
“
¡De las mismísimas Galerías Reales SaintHubert, mon cher Eusebio!” ―chapurreaba Gertrudis. ¡Mira a mí que me importará de dónde ha sacado los guantes! Con lo que se ha gastado en ellos podría haberme traído un camión entero de chocolates. “Lo hago por su bien, Eusebio. El chocolate a su edad no es muy recomendable”. ¡Mira qué se sabrá ella! ¡Milongas para fastidiarme! ¡Si ya digo yo que nunca le he caído demasiado bien a la Gertru! Aunque, bien mirado, la mujer siempre ha sido muy generosa. Cada vez que nos visita, a su sobrino Tonino le repite la misma cantinela: “Cuando vayas a la universidad, Tonino mío, tu tía te paga lo que haga falta. ¿Has oído? Lo que haga falta
Después de una suculenta cena y una insípida tertulia, la tía Gertrudis desapareció, alegando que yo tenía que acostarme pronto y que no pretendía molestar. Los viejos somos siempre la excusa perfecta. ¡Pobre de mí!, si nunca abro la boca si no es para comer lo que me ponen en el plato sin rechistar. Mientras Carmelo y mi Palmira salían a despedirla, y aprovechando que Tonino se había puesto a jugar con su ordenador, me acerqué a la caja de dulces, la abrí lentamente y metí mis narices encima de esas deliciosas joyas de chocolate. ¡Solo con olerlas se le corta a uno la respiración! ¡Vaya manjar para el paladar! Si ya digo yo que no es malo comerse uno de vez en cuando. Pero estos jóvenes ¡qué manía tienen con que no es bueno para mis dientes! ¡Si los llevo postizos hace la tira de años, carajo!
En cuanto acerqué la nariz, Tonino apareció. Me arrebató la caja de las manos y, como cada noche sin decir nada, me acompañó a mi habitación, me ayudó a ponerme el pijama y me dio la pastillita para dormir. Cuando se acercaba a darme un beso en la mejilla, me susurró: “Abuelo, mañana daremos un paseo y podrás estrenar tus guantes. ¿Qué te parece?” No te fastidia con el niñato, ¿y por qué no me ha invitado a un bombón?; si me pilla de pie le suelto un buen sopapo...
Cuando Tonino abandonó la habitación, me saqué la pastilla de debajo de la lengua y esperé. No tenía intención de dormir aquella noche hasta haber probado una de las delicatessen que tanto dinero le habrían costado a mi queridísima Gertrudis. Cuando todos durmieran me levantaría y le robaría uno. Tonino no sospecharía porque sabe que con la dichosa pastilla duermo de un tirón toda la noche. A veces, cuando descanso tan profundamente se me escapa el pipí en la cama sin enterarme. No digo
nada y cuando Palmira anda comprando, lavo el pijama a mano, como mejor puedo y sé, y lo guardo mojado bajo la almohada. ¡Cosas de viejos! Si ya digo yo que estas edades son muy delicadas.
Escuché las dos en el reloj de la entrada. Yo duermo abajo, para no subir escaleras; el resto, duerme en el piso de arriba. Cogí la linterna que mi Palmira le había comprado a Tonino cuando fue de campamento y salí de la habitación. No se oía ni un alma, ni fuera ni dentro de la casa. A excepción de la insignificante luz de la linterna, el resto del pasillo estaba completamente a oscuras, tan negro como el carbón. Después de esquivar sillones, alfombras, lámparas de pie y hasta un florero que mi Palmira tiene puesto en medio del interminable y ancho pasillo, conseguí llegar al salón, pero, para mi más tremenda decepción, encima de aquella mesa no había ni rastro de la bendita y anhelada caja. “El condenado crío se la habrá subido a su habitación” pensé malhumorado. Así que desistí de mi empeño, deshice el camino andado y, a regañadientes, me metí de nuevo en la cama. Por si las moscas, guardé la linterna bajo la almohada; tal vez a la noche siguiente ¡Mi habitación olía a chocolate!
Me despertó la voz de Tonino que llegaba desde la cocina. “…que si ochenta por ciento de cacao, que si tanto de especias, que si tanto de frutas de la pasión”. Allí estaba el granuja desayunando y leyéndole a su madre la composición de cada uno de los bombones que su tía Gertrudis le había regalado la tarde anterior. ¡Pero si con trece años uno es incapaz de apreciar tan delicados sabores! En cuanto me vio, cerró la caja a toda prisa, la guardó en su mochila, y salió disparado con la bici: “Luego vengo a por ti, abuelo. No olvides tus guantes nuevos”. Este condenado crío es más listo de lo que yo pensaba. Si quiero probar uno de sus bombones tendré que negociar. No me queda otra alternativa, tendré que negociar decidí.
Te cambio un par de bombones por mi álbum de banderas y sellos le dije cuando regresó de su paseo.
Ese ya me lo cambiaste el mes pasado por un pedazo de tarta de arándanos, abuelo me contestó.
¿Y por mi pipa de fumar de madera?
¡Abueloooo! ¡Que solo tengo trece años!
No había forma de persuadir a aquel muchachote, amanerado y fino, que aparentaba una debilidad externa que no existía en realidad. Estaba convencido, sin embargo, de que mis ochenta primaveras tenían que darme alguna ventaja. Fui a mi habitación y empecé a rebuscar por armarios, baúles, cajones, maletas y hasta le pedí a mi Palmira la llave del trastero. De entre todos mis recuerdos encontraría alguno que hiciera cambiar a Tonino de opinión…
¿Y si te diera mi colección de balas de cuando la guerra, Tonino? Llevas tiempo pidiéndomelas. ¿O qué te parecen las entradas de cuando torearon Manolete y Gitanillo de Triana? insistí.
Tonino me miraba fijamente sin pestañear. Ya no sabía con qué reliquia llamar su atención. A él que tanto le gustaba hurgar en mis cosas del 36 (así las llamaba Tonino), parecía no interesarle, en absoluto, lo que le estaba ofreciendo.
¿Qué tal si convenzo a tu madre para que te deje dar una vuelta en mi preciosa Mobylette del 54? ―le propuse mientras seguía mirándome impasible.
Recogí todas mis antiguallas y cuando me disponía a llevarlas nuevamente al lugar del que habían salido, Tonino se acercó a mí. Su rostro estaba pálido y su mirada triste. Por un instante, creí que se había puesto enfermo. Se sentó a mi lado y me cogió de la mano. Me miraba con dulzura mientras me acariciaba el rostro con la mano que le quedaba libre. Lentamente, se fue aproximando hasta que me susurró al oído:
Abuelo, no quiero ser aguafiestas, pero has olvidado que eres alérgico al chocolate.
¡Maldita Gertrudis, maldito Tonino y maldito alzhéimer de los cojones!
Hola amigos, hoy quiero presentaros a una persona que lleva mucho tiempo vinculado a Monzón, pero que ha sido desde el pasado mes de septiembre, cuando su presencia se ha hecho más diaria y más directa. Algunas personas ya lo debéis conocer, o por lo menos su voz, ya que es el director de ONDA CERO CINCA. Su nombre es Francisco Aznar.
Paco, para mí es una “osadía” entrevistarte a ti, un periodista, me imagino que alguien se me habrá adelantado, pero nunca pensé poder hacer algo así… Como sabes, soy colaboradora de la revista “RÁFAGAS DEL CINCA” que se edita en el centro de día de Monzón y cuyos contenidos los redactamos personas mayores, y que nos lo tomamos como una distracción que nos ayuda mucho. Estamos alrededor de ocho personas, más la directora; ella, bastante más joven, es Lorena Romero.
Antes venías a Monzón de una forma más puntual, pero desde septiembre acudes diariamente, ya que la emisora tiene su sede física aquí; ¿qué tal te encuentras entre nosotros?
Como esperaba, muy bien. Vengo cada día a hacer lo que más me gusta en la vida, que es intentar contar historias, llegar a las personas, todo ello desde un medio tan mágico como es la radio.
Aunque tomáis de alguna forma el relevo de Radio Cinca 100, ahora llegáis a más comarcas y de la mano de una programación más informativa, frente a la versión musical de antes. ¿Se han aceptado bien estos cambios? ¿Está siendo duro el inicio?
Asumimos que todos los cambios necesitan un tiempo para asentarse. Pero estamos convencidos de lo que hacemos y no tengo duda que, poco a poco, esta radio será ‘la radio’ de muchas personas.
La opción elegida fue ONDA CERO, ¿ya tenías contacto con ellos? ¿cómo surgió la idea?
No. Pero surgió un interés mutuo, y cuando dos quieren los caminos se cruzan. Creo que es una decisión que nos beneficia a ambas partes, y espero que sea larga y fructífera.
Además de un director, para que todo funcione, es importante tener un buen equipo, ¿Cuántas personas trabajáis en la emisora? Y ¿cómo os repartís las tareas?
Es fundamental el equipo. Sin un grupo humano convencido, humilde, solidario y profesional no es posible conseguir nada. En estos momentos, en Onda Cero Cinca trabajamos 5 personas: 3 periodistas, 1 comercial y yo mismo. El reparto de tareas se va puliendo cada día, porque siempre es susceptible de ser mejorado. Pero si hay voluntad de querer, todo es más sencillo.
¿Como es exactamente vuestro trabajo diario? ¿Os llegan las noticias porque las envían los interesados o sois vosotros los encargados de buscarlas?
Un poco de todo. Pero el verdadero periodismo está en la calle; esa es la mejor agencia de noticias. Siempre contrastando las informaciones y dando voz a todas las partes.
¿Qué noticia te gustaría dar?
Querría abrir un día el micrófono y poder contarle a los oyentes que los valores de la humildad, respeto, generosidad, amor al prójimo han convencido al ser humano como mejor marco de convivencia para una vida en común. ¿Imposible? Hace 2000 años, Jesucristo nos enseñó el camino…
¿Cómo ves, desde tu posición, el futuro de nuestra zona?
Siempre con optimismo. No creo en los argumentarios victimistas; huyo de ellos. Con trabajo, esfuerzo y convencimiento en lo que uno hace, todo se puede conseguir. Y en caso de no llegar al objetivo, nunca podrás reprocharte nada. Es evidente que vivimos en un territorio privilegiado, y que no debemos quejarnos de nada. Al contrario, agradecer a la vida lo que nos ha dado, y hacer todo lo posible por dejar un mundo mejor a nuestros hijos; o por lo menos igual que el heredado de nuestros padres.
Paco, ¿algo más que tú quieras contarnos y que a mí no se me haya ocurrido?
No se te ha olvidado nada, pero querría significar la labor de personas como tú, a la hora de intentar hacer algo por los demás, sin esperar nada a cambio; es el caso de esta revista y de otras muchas historias en las que seguro has colaborado a lo largo de tu vida. Necesitamos muchas personas como tú, Rosario.
Para finalizar, decirte que me alegro de haberte conocido y de pertenecer a tu grupo de colaboradores; me lo pones muy fácil y es agradable trabajar a tu lado. Con lo tímida que he sido siempre, nunca hubiera pensado en esta actividad después de jubilarme. Así que primero le doy las gracias a Carlos Ansaldo por pensar en mí y ahora a ti por seguir confiando.
También deseo, que la ilusión que tienes y transmites, sea para bien, y cada día haya más oyentes de Onda Cero Cinca.
Y felicitarte también porque has demostrado ser muy valiente, igual tú que todas esas personas emprendedoras que os embarcáis en la puesta en marcha de un negocio, ¡enhorabuena y suerte para todos!
Pienso que no hay nada más noble en el ser humano que cuidar a las personas que deambulan junto a él en el camino de la vida. Hoy creo que, más que nunca, es necesaria una ética del cuidado, cuyo principal activo sea la virtud de la atención al otro, expresada en la cercanía, la acogida, la atención o sanación de las heridas que mortifican a nuestros hermanos.
Frente a tantos reclamos como a nuestro alrededor nos invitan a disfrutar de la vida haciéndonos sentir el ombligo del mundo y prescindiendo de los demás, la ética del cuidado nos compromete a descentrarnos y a mirar la realidad desde otro ángulo. Se trata de poner por delante siempre a los otros.
Eclesialmente, el papa Francisco nos ayuda a comprender que hoy nuestra presencia en el mundo debe poner mayormente de relieve la misericordia y la ternura, en un mundo de soledades y violencia, vulnerabilidad y abandono… Francisco apunta al corazón del ser humano a poner por delante a quien sufre y sangra, a cuidar con mimo olvidándonos de nosotros mismos.
Si alguien nos preguntase qué es lo más importante en esta vida, seguramente muchos responderíamos que el amor. Pero este amor que da sentido a todo necesita de apellidos, contextos, muchas aclaraciones porque, sabemos como sabemos, que por amor algunos hieren y matan.
La compasión es la palabra por la que no se hiere, no se tortura, no se apresa y no se mata…, antes al contrario, evita todo eso. Y hoy como siempre hay otra palabra, la mejor de todas, la traducción inequívoca de la compasión, el origen, el sentido y el fin de lo que somos: el cuidado.
Cuentan las redes que, al parecer, al término de una conferencia, alguien preguntó a la antropóloga Margaret Mead qué considera ella como primer signo de civilización en la humanidad. Podría esperarse una respuesta que nos hablara de pinturas en cuevas, enterramientos, o utensilios, pero no, no fue esa la respuesta: “un fémur fracturado y sanado”. En el reino animal, una
fractura en un miembro no llega a cicatrizar, pues supone la muerte segura antes de que apenas empiece a soldar el hueso.
Es así el no poder huir, defenderse ni procurarse alimento, y así debe ser para que puedan sobrevivir los miembros más fuertes. La evidencia de un hueso humano fracturado, consolidado y sanado evidencia que hubo alguien que lo acompañó, lo protegió, lo alimentó y, probablemente le inmovilizara la pierna…alguien que lo cuidó.
Más allá de la anécdota, parece que el cuidado de los más vulnerables ha sido una constante en la humanidad desde sus más remotos antepasados.
El cuidado al que nos referimos no es una suerte de instinto maternal o de compasión innata que surge espontáneamente al ver a alguien en situación de vulnerabilidad. El cuidado es mucho más que eso, en absoluto innato para muchos, que tiene más que ver con un largo proceso de aprendizaje que comienza con la experiencia de sentirse cuidado, continua con el reconocimiento de vulnerabilidad del otro, así como su intrínseca dignidad, y, finalmente culmina con la responsabilidad para construir un mundo profundamente humano.
En definitiva el ser humano es, por naturaleza, vulnerable. Al mismo tiempo, el ser humano es ser moral. Cualidad esta sólo humana, pues solo los seres humanos disfrutamos de ese preciado tesoro que es la libertad. Ya no somos esclavos del instinto, sino que nuestra racionalidad nos permite aprender del pasado, conocer el entorno, proyectar un futuro, y desde ahí, tomar decisiones autónomas y responsables.
La vulnerabilidad y el cuidado son dos realidades que conviven en nosotros estrechamente interconectadas. Ir a los demás y cuidarlos, lejos de ser una debilidad, supone una fortaleza en la propia vulnerabilidad, supone una fortaleza, pues nos habilita para el encuentro. Conmovernos y cuidar compasivamente al otro nos hace humanos y no hacerlo supone una merma de nuestra humanidad. La respuesta ética del ser humano sujeto moral consiste, en definitiva, en percibir y desentrañar la “muda llamada del amor”.
Cuando me contaron la historia pensé que no podía ser real y que, en realidad, debía tratarse de una historia de novela rosa. Pero he hecho algunas indagaciones que me han corroborado la veracidad de la misma.
La historia se refiere al muy famoso, y conocido de todos, “PALAU DE LA VIRREINA”, que se halla ubicado en la Rambla de Barcelona, junto a la calle del Carmen. El estilo arquitectónico en que está construido está a medio camino del Barroco y el Rococó y fue declarado monumento nacional por el Estado Español en el año 1941.
El citado palacio fue mandado construir, en el siglo XVIII, por D. Manuel Amat Junyent (les suena la plaza Virrey Amat en Barcelona) que fue Virrey del Perú y marqués de Castellbell.
Cuentan las crónicas que D. Manuel Amat, que había atesorado una gran fortuna durante sus años de Virrey del Perú (como ven, el atesorar grandes fortunas por los “gerifaltes”, no es algo moderno, aunque el “oficio” perdura), tenía un sobrino que era más bien “bala perdida” o “cabeza loca”, y al que, para ver si le hacía ir por el “buen camino”, le buscó una esposa.
La persona que le buscó para que fuera la esposa era una damisela de 16 años y de familia acomodada (aunque el dinero para el Virrey Amat era lo de menos) y ambas familias concertaron la boda.
El día fijado para los esponsales estaba la iglesia llena de deudos, de invitados y de curiosos y la novia y sus familiares esperando a que llegara el novio.
Pasaba el tiempo y el novio no hacía acto de presencia, por lo que los familiares de la novia,
hartos de la espera, decidieron dar por roto el compromiso matrimonial con amenaza de emprender acciones legales contra el novio y su familia.
En esto, se adelantó el Virrey Amat y poniéndose de rodillas delante de la novia, al tiempo que le pedía perdón por el ultraje a que la había sometido su sobrino, le dijo “Señora, perdonad la ofensa que os ha infligido el cabeza rota de mi sobrino y quiero deciros que, si yo no fuera tan mayor, ahora mismo os pedía en matrimonio y me casaba con vos para reparar la humillación sufrida”.
La doncella, que vio que se le abría el cielo con aquella petición de mano, mirando con ojos virginales al Virrey y a sus padres, contestó: “acepto complacida, señor, y os prometo seros fiel y leal”.
Aprovechando que estaban en el recinto eclesial y el mosén presto para casarlos, se procedió a unirlos en santo matrimonio.
Sigue diciendo la crónica que el Virrey Amat, ya mayor de edad, achacoso y casado con una doncella muy joven, tardó muy poco en dejar viuda, con lo que ésta devino en heredera de los bienes del Virrey entre los que se encontraba el Palau, el cual a partir de ese momento se le empezó a conocer con el nombre que actualmente tiene: EL PALAU DE LA VIRREINA.
Como puede ver el lector de esta pequeña crónica, la historia es conmovedora y, como dicen los italianos, *“se non è vero, è ben trovato” * “si no es verdad, bien está”.
Marzo es el tercer mes del año, donde empieza la Primavera, que durará exactamente 92 días. Una estación querida por la mayoría de la gente Y no tan querida, por las distintas alergias que hay.
Las flores abren sus pétalos de hermosos colores y desprenden diferentes aromas. Las rosas, las orquídeas, los gladiolos ¡Qué bien huelen!
Vemos los diferentes tipos de aves, que vuelan por el inmenso cielo azul, por delante de las nubes, que son como bolas de algodón en el cielo. Las gaviotas, las golondrinas, las cigüeñas, los pinzones..., a todas se les oye cantar y nos animan con sus sonidos. Esos sonidos nos dan energía para empezar un nuevo día…
El día se va alargando cada vez más y el reloj se retrasa una hora. Tenemos más horas de sol. El sol brilla más y más, con sus rayos calentando el planeta. Se disfruta mucho de estos días. La gente sale más a la calle a pasear, a disfrutar de la naturaleza, a realizar diferentes tipos de deporte…
En esta estación disfrutamos de los frutos del bosque, como las fresas, las frambuesas, las moras -negras y rojas-..., todas riquísimas, al natural o en postres, ¡¡uhm…!!
¡Oh! ¡Linda Primavera! ¡Disfrutad!
Pilar Aventín Del Villar Fotografía: Ainhoa Ollero Naval
Hace muchísimo tiempo, cuenta la leyenda, que en unas, muy, muy lejanas tierras, existía un país donde sus pobladores vivían en pequeños pueblos, donde las casas eran de barro con muros gruesos de albañilería en adobe, o de madera arrancadas de los árboles del bosque cercano, y cubiertas de caña y estera de totora, paja brava con barro. La vida de sus moradores transcurría pasivamente sin sobresaltos. Los hombres trabajaban en el campo o en otros oficios y las mujeres se centraban en llevar sus casas y en el cuidado de los niños. En la mayoría de estos humildes pueblos eran muy frecuentes, y admitido por todos o por la mayor parte, las leyendas, supersticiones, o simplemente cuentos de los ancianos sabios.
La religión se identificaba por modestas iglesias hechas por los propios moradores construida con muros gruesos de adobe, las techumbres construidas en madera y cubiertas de caña, similar a los materiales empleados en la construcción de sus casas.
Uno de los pueblos era Santa Laura, cercano a un bosque con muchos árboles; contaba la leyenda que en este bosque, vivían Duendes, Hadas, Brujas y Ermitaños que junto a los animales, compartían pequeñas y grandes historias. Uno de estos árboles, llamado el Anciano Campanillero, fue creciendo tanto, a lo alto y ancho, que se distinguía a lo lejos; era enorme, robusto, anciano y con una gran copa que proyectaba una gran sombra. El nombre venía porque sus hojas, al ser movidas por los fuertes vientos y rozar entre ellas, hacían un ruido muy curioso, como el repicar de campanillas.
Las características especiales de dicho árbol, por su grosor del tronco y su altura, siendo el más
alto de bosque, fue elegido por una pequeña hada de largos cabellos rubios y ojos azules, de nombre Margarita, y su amigo, el duende Nicolás, con el paso de cientos de años, ambos envejeciendo a la sombra de aquel gran árbol, por las tardes, la abuelita Margarita se sentaba en el borde del tronco del árbol, para mendigar a quienes pasaban cerca de ella, pidiendo algunas monedas para comer, acompañada de la música del violín del duende Nicolás.
Cerca del pueblo vivía Paul, un hombre que era muy rico, pero también egoísta y avaro. Un día, de regreso a su casa, el hombre pasó cerca de Margarita, quien le pidió algunas monedas para comprar comida, pero el hombre se negó y decidió no volver a tomar ese camino para evitar a la mendiga para siempre.
Paul, el hombre avaro, vivía en una robusta cabaña, con una joven criada llamada Rocita, a quien hacía trabajar sólo por un escaso plato de comida al día y algunos centavos a la semana. Cada vez que el hombre tenía que pasar por el lugar donde estaba el hada Margarita, para hacer
las compras en el pueblo, enviaba a su criada, para no tener que darle limosna a la mendiga, pero lo que el hombre no sabía que era la criada que hacía tiempo ya que iba a visitar a la abuelita y compartía con ella el poco dinero que el hombre avaro le pagaba semanalmente.
las piernas. Paul se sintió muy estafado y ordenó a la criada que fuese a reclamar al árbol aquello que él creía que le pertenecía, la comida y obsequios que había guardado en sus grandes bolsillos. La criada, malhumorada y triste por la actitud del amo, fue hasta el árbol, pero antes de llegar a éste, sintió que en sus bolsillos había algo que le pesaba, y al meter sus manos en ellos, detectó unas monedas que, al observarlas, se dio cuenta eran de oro. Entonces la joven decidió ir a compartir su nueva riqueza con la abuelita pero, en su lugar, había una hermosa hada que, junto al joven duende Nicolás, le dijo:
Una noche, Paul, el hombre rico, fue invitado a una fiesta en la que bebió y comió todo lo que pudo y más. Luego, de regreso a su hogar, no se percató que estaba pasando debajo del árbol donde siempre se encontraba con la mendiga, pero en esta ocasión, en vez de ver a Margarita, se dio de frente con una gran y brillante luz, y del interior de la misma, poco a poco comenzó a manifestarse la imagen de una hermosa mujer que le invitó a continuar y disfrutar de otra fiesta junto a otros amigos en las cavidades del árbol. El avaro aceptó la invitación, y ya en el interior del árbol, aunque sorprendido Paul, no dudó en continuar con la diversión. Se encontró con muchas personas, comida, baile…, y llegó un momento que ya no podía comer ni beber más. Decidió guardar en sus bolsillos un bocadillo y trozos de tarta, para comerlo al día siguiente. Feliz por la doble fiesta de aquel día, se retiró de la reunión. Al llegar a su hogar quiso mostrarle a su criada aquello que había guardado para comer al día siguiente, pero, tal fue su sorpresa cuando de sus bolsillos nada salió.
Fue tan grande su reacción de rabia en su rostro, que hasta a Rocita, su criada, le temblaban
“Yo he sido la mendiga a quien tanto has ayudado y por tu bondad y sacrificio has sido liberada de la maldad, crueldad y egoísmo, de tu amo. Ahora eres libre y rica, y podrás seguir ayudando a tu gente, los más humildes y necesitados de tu pueblo”. Rocita, la joven, no regresó nunca con el avaro hombre y vivió el resto de su vida libre y feliz. Vivió muchos años recibiendo siempre el cariño y respeto de su gente y no se marchó nunca de su pueblo.
Según la medicina tradicional china, la primavera marca el inicio de una nueva etapa en la que el hígado y la vesícula biliar toman el mando. Cuidar estos órganos a través de la alimentación y unos hábitos saludables ayuda a afrontarla con vitalidad renovada.
Alimentar el yang La primavera y el verano son el tiempo de nutrir y alimentar el yang. Como el yang se arraiga en el yin, los alimentos de primavera se aconseja que sean de naturaleza fresca y los de verano, de naturaleza fría, para que así se equilibre la energía. Hay que comer, por tanto, alimentos frescos y ligeros, como las verduras -a ser posible verdes, espinaca, acelga, apio, pepino, lechuga romana, soja verde, frutas como la manzana, el limón y la naranja, y bebidas como el té verde.
Taichi y chikung. Después de un sueño reparador, el despertar no puede ser demasiado brusco: ha de ser como un susurro de viento que invita a estirar los huesos y las articulaciones. Por eso, son muy beneficiosos el taichi y el chikung, con sus movimientos armoniosos y fluidos.
Estirarse. Hay muchas tablas de estiramiento, pero lo importante no es la tabla sino practicarla. Hacer estiramientos es, como el nombre indica, estirar músculos, tendones y ligamentos, movilizar las articulaciones a conciencia sin forzarlas ni sobrecargarlas. Es como engrasar una bicicleta guardada en el trastero: hay que hacerlo despacio, por partes y con movimientos suaves.
Vivir la naturaleza Caminar por la montaña, pisar la tierra, abrazar los árboles, sentir la brisa ensanchando la caja torácica- y contemplar el cielo y las nubes son ejercicios muy recomendables en primavera. Ir al campo, tener contacto con la naturaleza, alimentar los ojos de bosques y prados es, indirectamente, como llenar el hígado de su propio color: el verde.
Masajear el hígado Al mover brazos y piernas, se moviliza el meridiano de hígado muy energéticamente. Un masaje fácil de realizar es friccionar los dos costados oblicuamente desde las axilas hacia el ombligo. Masajear esta zona estimula el hígado y mejora sus funciones básicas.
CÓMO CUIDAR LA SALUD EN PRIMAVERA SEGÚN LA MEDICINA CHINA
Según la medicina china, esto es lo que debe hacerse en primavera:
Dormir por la noche y despertarse de madrugada.
Hacer ejercicio físico de forma natural y cómoda sin excederse demasiado.
Salir de casa, tener contacto con la naturaleza, con la tierra y el cielo, sentir el movimiento del viento.
Estirar los tendones y los músculos, desperezarse tras el descanso y dar paso al movimiento.
Cuidar los alimentos y no sobrepasarse, sobre todo con las bebidas alcohólicas.
Elegir el sabor ácido y las verduras de hoja verde, que en su justa medida benefician al hígado. Ráfagas
Quiero sentir esta primavera y seguir esperando vivir... más primaveras.
Disfrutaré del sol que, a veces, casi hiere los ojos con su luz tan brillante..., días que se alargan para vivirlos hasta desgastarlos.
Días que no encuentras el camino para volver a casa, es todo perfecto, temperatura, luz, el tibio sol del atardecer... todo está llenándose de vida.
Días que miro cualquier parque lleno de niños con sus padres, abuelos, hermanos, oigo sus voces chillonas gritándose unos a otros por la posesión de un columpio, u otro pequeño juego o un caballito que queda vacío.
Los más pequeños jugando, estrenando sus primeros pasos, en un ambiente casi hostil para ellos, césped, tierra...
Intentarán poseer un trozo de parque, jugarán, reirán, llorarán... Quizás, de pronto, sus pequeños pies perderán el equilibrio y caerán al suelo; se sentirán solos, buscarán con la mirada las manos protectoras de los que en ese momento los cuidan. Sentirán alivio cuando los abracen y les digan: "Estoy aquí, no pasa nada, mi tesoro". Y volverán otra vez a jugar para sentirse mayores. Recuerdo cuando yo viví esos momentos.
Miraré sus ojos llenos de alegría o de mal genio, por lo que han conseguido o no, y las "pataletas" para volver a casa.
Recuerdo cuando jugaba con mis hijos a adivinar el color de los coches que venían por la carretera, desde la terraza de nuestra casa; la alegría que sentíamos cuando acertábamos el color, nos premiábamos con una chocolatina, un cromo o simplemente un abrazo. ¡Qué primaveras más gozosas y sencillas!
Cuando, ya mayores, llegaba la primavera y venían solos del colegio y esa manía que yo tenía de esperarlos o despedirlos desde la terraza.
Deseo que esta PRIMAVERA me traiga los colores, los olores, las nubes, la lluvia, el viento, las flores Seguiré soñando, sintiendo, mirando, viviendo esta primavera y otras… Quizás todas sean iguales... o distintas, según los momentos y las circunstancias.
Voy a intentar vivir esta primavera y seguiré esperando…, esperando ver y sentir… más... ¡¡¡PRIMAVERAS!!!
Ingredientes
2 calabacines, 4 huevos, 120 g. queso parmesano y/o cheddar, 2 cucharadas de mantequilla, 600 ml. leche entera, nuez moscada molida, albahaca fresca, orégano seco, sal y pimienta negra molida.
Lo primero que vamos a hacer es calentar el horno a 190o . Vamos a cortar ahora los calabacines en láminas finas.
Una vez cortados, vamos a hacerlos a la plancha con un poquito de aceite de oliva. Los doramos un minuto por cada lado, sazonamos con sal y pimienta, y reservamos.
Ahora, en un bol, batimos cuatro huevos con 600 ml de leche entera y una pizca de sal. Cuando estén bien batidos añadimos también un poco de nuez moscada, unas hojas de albahaca picadas y un pelín de orégano.
Untamos ahora una fuente de horno con mantequilla, colocamos los calabacines sobre el fondo, esparcimos queso rallado y, si nos sobra calabacín, hacemos otra capa. Al final, vertemos el huevo batido por encima y acabamos con un poco más de queso rallado. Horneamos el pastel durante 30 minutos o hasta que la crema al insertar un cuchillo salga limpio. Enfriamos a temperatura ambiente antes de servir.
Ingredientes
8 codornices, 1 cebolla, 2 dientes de ajo, 150 g de panceta fresca (3-4 lonchas), 3 patatas, 125 ml de vino de jerez, 1/2 cucharadita de mejorana, 1/2 cucharadita de canela, 1/2 cucharadita de nuez moscada, 2 clavos, 1 hoja de laurel, 4 ramitas de tomillo fresco, perejil, aceite de oliva virgen extra, sal y pimienta.
Elaboración
Calienta 4-5 cucharadas de aceite en una tartera. Salpimienta las codornices, añádelas y dóralas un poco. Retíralas a una fuente y resérvalas. Pela los ajos y la cebolla, córtalos en daditos y agrégalos a la tartera. Cocínala durante 4-5 minutos a fuego suave-medio.
Agrega la mejorana, la nuez moscada, la canela, los clavos y la hoja de laurel. Vierte el vino, dale un hervor y añade unos 250 ml de agua. Sazona, tapa la cazuela y cocina las codornices durante 25 minutos. Calienta una sartén grande con abundante aceite.
Pela las patatas, trocéalas (cascándolas), añádelas a la sartén y fríelas durante 6-8 minutos. Escúrrelas, incorpóralas a la tartera de las codornices y cocínalas durante 5 minutos. Sirve en cada plato 2 codornices con su correspondiente porción de patatas. Adorna los platos con las ramitas de tomillo y unas hojas de perejil. Y ya tendremos preparadas nuestras codornices estofadas.
6 naranjas grandes de mesa, 5 hojas de gelatina (10g), 50 ml de agua, 2 cucharadas de azúcar 16 frambuesas, hojas de menta.
Pon las hojas de gelatina en un bol, cúbrelas con agua fría y espera hasta que se hidraten (5-6 minutos). Lava bien las naranjas, córtalas por la mitad, exprímelas y reserva el zumo y las cáscaras por separado. Con ayuda de una cucharilla, vacía 8 cáscaras. Coloca 8 vasitos sobre una fuente grande, pon una cáscara de naranja (sin inclinación) en cada uno, dejando la parte vacía hacia arriba.
Mezcla el zumo de naranja con el azúcar. Pon el agua a calentar en un cazo. Cuando empiece a hervir, agrega las hojas de gelatina escurridas y remuévelas hasta que se fundan. Vierte la gelatina al zumo de naranja, remueve los ingredientes hasta que se integren y rellena las cáscaras de naranja. Introduce la fuente en el frigorífico hasta que cuajen (mejor si las preparáis de víspera). Sirve 2 medias naranjas en cada plato y decóralos con unas frambuesas y unas hojas de menta.
Se abre el telón y se ve un pelo encima de una cama. ¿Cómo se titula la película?
El vello durmiente
Se abre el telón y se ve a una mujer que va a la peluquería y está cerrada. ¿Cómo se llama la película?
Ah-te-rizas como puedas
Se abre el telón y se ve un paquete de vino en tetrabrik.
¿Cómo se titula la película? Es tinto básico
Especias o condimentos (12)
Mirar al cielo y descubrir que abrasa en hermosura, que una furia de luz lo inunda entre recién paridos silencios. Mirar al cielo absorbiendo su calma, y olvidar la ira que minutos antes provocaban sobre mi piel sus abrasadores latidos.
Descubrir en caricias que se acerca la noche y que, con su destreza, la ciudad se tiñe de magia, de un hechizo que nubla mis sentidos y me demuestra que otras vidas asoman ante mis ojos.
El paisaje es diferente, mis sentimientos son diferentes, mi estado de ánimo se endulza como bañado por un dulce azucarillo. Mis labios claman al viento tanta belleza y mi mirada, inundada de júbilo, grita al mundo que me siento tremendamente viva, que nada puede haber más hermoso que observar cómo el sol se mece entre los tejados de mi morada y me susurra un ²hasta mañana²; porque todo cambia en un instante menos la certeza de que mañana, suceda lo que suceda, sentiré de nuevo sobre mi rostro el resplandor de sus cálidos rayos adentrándose en las entrañas de la tierra...