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LA CASA DE LOS MALFENTI // EDICION: INVIERNO 2001 como Dios manda, así que comenzaron un largo tratamiento para concebir al primogénito del Sr. Cienfuegos. José Daniel hizo jurar a Lucinda, por lo más sagrado, que nadie sabría de sus visitas semanales al Dr. Péndales porque eso de no haberla embarazado durante la luna de miel era casi una afrenta para el árbol genealógico. Y Lucinda juró por lo más sagrado, que a su modo de ver, era el mandato divino. Al séptimo mes de embarazo el Dr. Péndales explicó a Lucinda que un orgasmo podía inducirle los dolores de parto, y le recetó abstinencia como Dios manda, que a decir de José Daniel, implicaba sexo anal. Lucinda se curó del estreñimiento, pero se comprometió consigo misma a no dejarse embarazar otra vez. La primogénita del matrimonio Cienfuegos Pava puso tregua a las calenturas de Lucinda, quien a veces creía que el mandato divino era un falso rumor difundido por el diablo para confundir a los creyentes y absolver a los incrédulos. Cuando María Eugenia Cienfuegos Pava ingresó a clases de equitación, Lucinda encontró un jinete como Dios manda pero las sesiones de práctica eran semanales, y aun cuando fijaron un calendario lectivo incluyendo Anatomía Caballar, Alimentación Homeopática de las Bestias, Terapia Intensiva para Jockeys, Aproximación a la Hípica, y demás materias, Lucinda no podía recibir las clases en su casa y desobedecer el mandato divino. María Eugenia fue la alumna más brillante de Equitación, pero también de Piano, Gimnasia Rítmica, Modelado en Plastilina, Cultura Japonesa, Aromaterapia, Cocina a las Finas Hierbas, Sistematización de Procesos Pre-Escolares, Taek-wondo, Manuali-

dades Ecológicas, Latín como inducción al Inglés Moderno, Matemáticas Telúricas, y unos 120 cursos más suficientes para mantener a María Eugenia ocupada y a Lucinda satisfecha como Dios manda mientras que José Daniel se convirtió en el cliente mas apreciado de las marqueterías. Tuvieron que ampliar tres veces el vestíbulo para darle cabida a tantos diplomas. Como era de esperarse, el día menos pensado María Eugenia huyó con él profesor de Literatura Cuántica quien estaba a punto de tener un síncope pues no daba abasto para atender como Dios manda a madre e hija. En consecuencia, en un acto de arrepentimiento Lucinda decidió confesarle al Padre Rotundo su estrategia para darle fiel cumplimiento al mandato divino. El Padre Rotundo mantuvo un discreto gesto de compresión cuando Lucinda le explicó su periplo por consultorios, establos, academias, institutos y universidades y asintió compasivo cuando supo de las largas abstinencias que padecía José Daniel por obra y gracia de los ayunos espirituales que le recetaba su urólogo como estrategia para proporcionarle a Lucinda un goce sexual como Dios manda. En un avanzado estado de perplejidad preguntó a su devota feligresa que quería decir cuando afirmaba que a pesar de su promiscuidad no había encontrado a un hombre que le hiciera el amor como Dios manda. A decir de Lucinda, como Dios manda, significaba que fuera capaz de hacerle alcanzar un goce pleno, sin desperdiciar ni un centímetro de su anatomía, involucrando todos los sentidos y los pre-sentidos, y con la dulzura, paciencia y solicitud necesaria

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