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LUIS MARCO PÉREZ. EL ALMA DE CUENCA
Vámonos, vengamos, con Luis Marco. Y nos situamos junto a él volviendo a 1919, recién becado por el Círculo de Bellas Artes y librado de la mili; ligero de equipaje y cargado de ilusiones en la capital de España. A sus veintitrés cumplidos.
La guía de sus mentores en Madrid es clara: seguir la mejor estela empezando con una versión propia de aquellos bustos raciales julioantonianos.
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Y aquí Marco escoge bien, lo que hacer, cómo y dónde. Él mismo lo declara: “Yo elegí Cuenca. Tenía interés en que fuera asociado el nombre de mi pueblo a mi trabajo”. Es su palabra. Y la cumple del todo.
Su pueblo es una entera provincia que abraza tres comarcas, tan juntas y distintas; cinco puntas de estrella, como una mano abierta. Y su trabajo va a ser el recorrerla, de arriba abajo, de pie y a pie juntillas; peregrino en su tierra fragosa y preterida. Y preferida.
Y comienza a emular, en el fondo y las formas, al recién Julio Antonio. Se fija en una niña, delicada y preciosa, tersa la piel, liso el pelo, la frente limpia, sencillo su vestir; cándida el alma. Y así nos la presenta y representa. Y la llama, con el diminutivo tierno: “La Princesilla de La Hinojosa”.
Pero el presente lo conmociona, atroz. Retrata en bronce las arrugas de una anciana con un pañuelico aseado cubriendo su cabeza. La vida, que de seguro le fue dura, no la humilló. Y así, conserva erguida la cabeza. Alta. No altiva. Digna y ajada. Pobre y honorable. Una abuela, la nuestra. Una vieja, que es Cuenca.
Y Marco reflexiona, pesimista y orgulloso a la vez. Alguien le ha presentado en Madrid a Eduardo Zamacois, un hispano cubano de escritura brillante. Se queda Luis con una de sus frases sentenciosas: “El alma de Castilla es el silencio”. Al vuelo, a vuela pluma, la coge y la hace suya. Y le añade tres puntos suspensivos y una palabra en grande: “…Cuenca”. Y así titula su pequeña obra maestra.
Saltamos a 1926. Entre medias, ha completado formación con varios viajes europeos. Y en ese punto, son éstos los ingredientes para su arte: juventud levantina (la mediterraneidad); realismo castellano (los mejores de su tiempo: Barral, Victorio Macho); los clásicos grecorromanos; el Renacimiento italiano; los maestros europeos del XIX y comienzos del XX (Meunier, Mestrovic, Rodin); Julio Antonio. Todo suma y nada resta. Y él ya está, llegando a su treintena, en sazón.
Será un gran año. Porque con “El Hachero”, “El Hombre de la Sierra”, “El leñador”, tres nombres para una sola estatua, tres leyendas de lo que leyenda es, Marco acude a la Nacional de Bellas Artes. Y arrasa ganando la Primera Medalla. La máxima.
Miramos y admiramos. La cabeza, enjuta y pequeña, está tomada de un hombrecillo de Las Majadas. Pero el cuerpo, los brazos y las manos, son de Elías De la Fuente, el boleador de Valdecolmenas; el abuelo de mi suegro. Me consta por testimonio familiar directo que Marco reclamó a Elías para posar de modelo y lo tuvo una semana hospedado en el “Hotel Iberia”.
Hasta el detalle del pañuelo colgando por el hombro es suyo, como la arquitectura muscular de la espalda. Hombre de campo y de honor.
Lo tenemos, siquiera en réplica, en el Museo de Semana Santa; antes, en el Parque de San Julián que lo añora y aguarda. Dialoga con nosotros. Y nos cuenta la clave profunda del artista, la lección, el mensaje. Porque Luis Marco retrata la victoria de un campeón, no sólo por el hercúleo poderío del cuerpo. Este hombre, de su tierra de Cuenca, es un héroe.
Y en él, por él, con él, expresa la nobleza no heredada, ganada a base de sudores y labores, en comunión con la Naturaleza arisca y cariñosa. Agua, piedra, madera, ánima y Vida.
El Monumento A Los H Roes Conquenses De La Guerra De Frica
Seguimos entre héroes. Porque Cuenca, previsora, ya le había encargado a Marco Pérez un Monumento a los Soldados de la Provincia muertos en África. Él no decepciona y demuestra con hechos, y a lo grande, que ha sabido aprender y es momento de pasar a enseñar.
Contemplando la obra, cierto es que nos evoca la de Julio Antonio para Tarragona. Nuestro paisano debió ver el esbozo y lo hecho por aquél, expuesto en 1922 en Madrid, en el Museo de Arte Moderno del Paseo de Recoletos, con el autor ya muerto y nueve años antes del estreno en su ubicación urbana. En cambio, la conquense fue inaugurada casi recién hecha y, por ende, en esto Marco se le adelantó un lustro.
Tienen ambas en común ese paso de lo divino a lo humano. Porque nos recuerdan, de entrada y sin dificultad, la escena del Descendimiento de Cristo, Dios y hombre. No hay cruz, aunque Luis Marco nos presenta un efecto visual llamativo en el brazo extendido, horizontal, de la figura femenina, acaso sugiriendo el travesaño del “patibulum” y más con el manto piadoso que del mismo pende cual sudario y resguardo.
No ofrece duda la paradoja de ese movimiento del cuerpo inerte: el héroe muerto no es mostrado alzado y levantado por los fuertes brazos del otro varón que lo sostiene, sino que retrata el momento en que es bajado desde un punto más alto, sea vida, sea cruz, hacia la tierra que nos une y acoge. Quien lo sujeta es un San Juan laico, seglar, grecorromano, y a los pies no aguarda el regazo materno de María.
Merece la pena detenernos un instante y comparar ahora dos escenas magistrales: este Monumento a los soldados caídos de Cuenca y el magno Paso procesional que Marco nos tallase dos décadas después, ese Descendimiento extraordinario que supera en vigor y tamaño hasta las creaciones antológicas de Gregorio Fernández.
Yendo al clamoroso grupo nuestro de seis figuras, mostrado a hombros de enlutados banceros, negra túnica, negro capuz, oscuridad y luz, repasamos la lección de geometría: el triángulo, la pirámide; la Trinidad andante.
Tres. De tres en tres. La cruz y las dos escaleras. Nicodemo, Arimatea y Jesús. Cristo, Magdalena y la Virgen. Los dos “Santos varones” y el abatido Juan que ya no es el guapo de la madrugada. Están descendiendo la evidencia que nos desafía, en carne mortal; en carne viva el alma. Se cruzan y entrecruzan. Y nos salen al paso.
Tiene tal poderío el conjunto que se llevó la palma, de calle y en la calle, en aquella Procesión irrepetible de la JMJ que sorprendió a Madrid en 2011. Y expuesto dejó empequeñecida, con perdón pero es verdad, uno al lado de la otra, a la espléndida y primorosa Sagrada Cena de Salzillo. Aunque la grandeza artística de las dos obras sea descomunal, tamaña y pareja. Regresamos al Monumento civil que hermosea ese pequeño jardín (de ahí “Jardinillo”, como el del Salvador) al que los ya casi viejos del lugar le seguimos llamando “de los taxis”, igual que los supérstites ancianos le dicen a San Esteban “San Francisco”. Lo que fue.
Buscamos más antecedentes. Más Descendimientos. Los hay a manojos en el mundo del Arte, desde los “manuscritos iluminados” hasta los siglos más recientes. Es imposible, sin ser injusto, escoger entre creaciones de pintores extraordinarios, así es que, buscando el máximo consenso y la cercanía, bastará citar al insuperable Rogier Van der Weyden que tenemos en el Prado, flamencos él y su tabla.
Seguro que Marco Pérez se empapó de todos ellos. Pero aquí estamos entre escultores. Palabras aún mayores. Y en este quehacer suyo dificilísimo, por tridimensional, por volumétrico, hasta por el reto de la carnalidad y el tacto, que le añade otro sentido y se lo da más, nuestro conquense lo tenía muy claro y así se lo decía, con vehemencia, a sus alumnos: “De Miguel Ángel para abajo”. Marcando jerarquías. El caporal era aquel Buonarroti de Caprese y los demás, bocabajo. Por eso el joven Marco le siguió los pasos y luego persistió en la madurez. Traigo en este punto el ejemplo evidente de lo último: nuestra Virgen de las Angustias, tan venerada, sigue el modelo de la “Pietà” del Vaticano, aquella que firmara, irascible, el florentino para zanjar toda perversa duda sobre su autoría. Hay una diferencia conceptual: la miguelangelesca tiene una faz juvenil, como, salvando centurias, la de no pocas Vírgenes casi aniñadas andaluzas, tronos de belleza y primavera, Hijas del Padre; la conquense, porque así la quiso Marco, concebida por él y sin pecado, está en su justa edad para ser y parecer Madre del Hijo.
Hay otra Piedad del mismo maestro óptimo que inspiró a nuestro Luis; antes y para el grupo de los soldados caídos de Cuenca. La vio en Florencia, en Santa Maria del Fiore, la Catedral. Ahora, desde hace unas décadas, por esas cosas que también, y no tan bien, copiamos de los parientes latinos, cambiar y seguir igual como en la frase de Lampedusa, se halla en el llamado “Museo dell´Opera del Duomo”. Lo mejor es contemplarla. Ver para creer y comprender. Son cuatro figuras, siendo la de Cristo muerto la central y principal. Es otro Descendimiento; sin cruz; con un Nicodemo muy aviejado y pensativo, medio tapada y recubierta su cabeza y con el rostro bien reconocible: es el del propio Miguel Ángel, autorretratado hasta en el detalle de la nariz rota desde la infancia. El escultor ya estaba pisando el arrabal de senectud que dijese Manrique, e ideó la obra para su propia tumba. Pero los avatares lo torcieron, igual que se retuerce yerto el Dios heroico y sin vida. Cuéntase que el autor, en uno de sus arrebatos, locura entre corduras, quiso destruir su creación a martillazos: se quedó, menos mal, en frustrada tentativa, con eximente incompleta, aunque con huellas de fracturas, medio restañadas, en el mármol inocente.
Al final se la vendió a un afortunado en todos los sentidos, llamado Francesco Bandini, inicialmente para su villa romana. El comprador ha pasado a la historia, quedándose, porque su apellido le da nombre a la fúnebre lindura que adquiriese y así es llamada “Piedad Bandini”, aunque algunos se afanen por quitarlo de en medio dejándola en florentina.
Insisten los expertos en aplicar a esta Piedad la teoría y categoría del inacabado, del “non finito”; son los que saben y ellos sabrán. Pero a mí me pasa como con la Imagen del Jesús del Puente nuestro de José Capuz: esa túnica suya tallada a golpetazos y, al fin, el resultado de una acabada expresión de lo infinito. Cuestión de gustos y de amores.
Y para inacabadas, otras Piedades postreras del mismo Miguel Ángel, como la Rondanini milanesa, aunque la idea, la manera, la figura “serpentinata” del Cristo que desciende de la cruz, persiste bien tenaz.
Al fin, sea como fuere, y visto lo que a la vista está, no sería razonable negar el influjo de Miguel Ángel en Luis Marco; de la “Piedad Bandini” en el grupo conquense a los soldados muertos en África. Es que no le quita mérito al genio de Fuentelespino de Moya. Se lo añade, más y con largueza.
DE VUELTA A MARCO. LA TUMBA DE CABALLER
Agrego dos cosas. Una es mentar y comentar que este Monumento nuestro del Jardinillo no se acaba en el trío de figuras principales, ni es una estampa sola, frontal. Hay que observarlo por los cuatro costados, como a los buenos Pasos de Semana Santa.
Invito a ello, pues por detrás presenta un relieve broncíneo extraordinario. Es de una joven madre, sutilmente velado su cuerpo, que alza en ofrenda a un niño. Porque la vida vuelve. Y a los pies del pedestal, bajo el escudo del cáliz que fue cuenco y la estrella, talladas están y apiñadas las piñas del inmenso pinar de nuestra tierra. Que esto es Cuenca. Y la segunda y última. Hay más Monumentos funerarios de Marco Pérez entre nosotros. Civiles con sentido religioso. Piadosos en una mixtura exquisita y delicadísima de lo humano y lo divino. Están en el Cementerio Municipal de Cuenca que lleva el nombre de otro de sus Pasos: “Santísimo Cristo del Perdón”.
Ciñéndonos a estos (porque hay otros suyos, en Valencia o Valladolid), es muy conocido, nunca de sobra, el del Panteón de la familia Serrano Andrés que nos recibe casi en la misma entrada del recinto, con ese Yacente en decúbito supino, sin apoyo en la cabeza salvo el santo suelo y con la cabellera extendida como una aureola, como los rayos de un sol que se apaga.
Pero es que muy cerca, en la misma zona añeja, apenas a unos pocos pasos, nos llama, desde su clamor silente, el de la tumba de los Caballer. Es imposible no advertirlo y pasar impasibles de largo; un error, un horror.
Salta a la vista, inmaculado, níveo. Y ya sé que no es fácil deleitarse con el arte entre penas y tristuras, aunque debería serlo pisando la tierra santa de nuestros muertos, con naturalidad, con gratitud y, sí, con esperanza.
Para su amigo y admirador conquense (Manuel Caballer pidió para Luis Marco la declaración de Hijo Predilecto de Cuenca), el artista dio lo mejor, lo sublime. Recreó, recreándose.
En mármol impecable, nos muestra lo implacable y lo suaviza y dulcifica. Hay un yacente que no es Cristo y sí, como Él, un hombre, un héroe muerto. La lección de anatomía es, otra vez, insuperable: ahí está patente el fruto de aquellas clases del Marco joven, aprendiendo Osteología y Miología en las aulas de la Universidad Central.
Al fenecido yerto le apoya la cabeza sobre una mullida corona floral y tras de él le coloca dos figuras aladas angelicales. Y en ellas, doblemente, nos presenta, evidente, al magistral Ángel para el Paso de la Oración del Huerto de San Esteban, el de la noche blanca, el de la oliva del Quinto, el que inspirase a Federico en tromba, en vena: “Sois vosotros, hortelanos, orfebres de la ribera … cada hoja un peldaño leve para que el ángel descienda”.
Aquí son dos, parejos, compañeros, amparando sus alas al que cae de la vida, igual que la joven mujer lo hace con el manto guareciendo al soldado en el grupo del Jardinillo.
Y ante lo más terrible, sus bellas faces ayudan en el tránsito. Con ellas Marco se ajusta a su propio canon; lo defiende y proclama. Porque son las caras de sus “Pomonas”.
Brevemente refiero, con incursión en la Mitología, que Pomona es la divinidad romana de los frutos; de ahí su nombre: poma es plural neutro de pomum, fruta (latín, segunda declinación). Robusta la había representado Aristide Maillol, escultor muy citado por los estudiosos de José Capuz como influyente en la obra de este último. También Luis Marco, igual de muy viajado, se detuvo observando a Maillol y le llamó la atención este motivo. Modestia aparte, lo mejoró. Rematando el conjunto de Caballer, el artista, escultor que imagina, imaginero, desliza otro elemento cristiano sobre el yacente sin llaga en el costado: un rosario grande, como los que llevamos en las Procesiones sujetos del cordón ciñendo la cintura. Rezan con él los dos ángeles. Nos alejamos meditando. Y a la mente nos viene, claro está, ese otro Ángel, uno, único, sin par, impar, que abre sus alas en nuestro Paso y suyo tan querido del Huerto.
MARIANO SAN MIGUEL Y SU MARCHA “¡EL HÉROE MUERTO!”
Llegamos a la música tras largo recorrido. Y presentamos al autor, retomando motivos. Es Mariano San Miguel Urcelay, nacido en Oñate en 1879, músico militar de carrera, clarinetista en diferentes destinos (incluido el del Regimiento de Infantería Cuenca n.º 27, que sólo tiene nuestro el nombre: es el histórico Flandes); solista en la Orquesta del Teatro Real de Madrid. Por amor al arte, arriesgando, fundó y editó la Revista “Harmonía” (así, con hache recuperada del latín), en la que divulgó las partituras de muy numerosas obras musicales, dícese que más de un millar, haciéndolas llegar a toda España, impresas y libres. Eso lo define y sublima.
Nos centramos aquí en su propia labor creativa y más todavía en su música procesional: sobremanera todo el mundo destaca, con razón, la marcha “Mektub” (1925), emblemática y avanzadísima, acerca de la cual publiqué un texto, para mí predilecto, al que me remito. Pero tiene una decena más, aparte de instrumentar para Banda tanto la “Marcha Fúnebre de Sigfrido”, del wagneriano “El Ocaso de los Dioses”, como una marcha de gloria titulada, curiosamente, “Virgen de la Luz”, de la que es autor Jacinto Guerrero, quien la incluyó en una de sus zarzuelas; todo ello amén de componer dos centenares más de piezas musicales de distintos géneros.
Seis años antes de dar la campanada con “Mektub” (esa teatral introducción de los metales, sonando de cine en todos los sentidos; la emoción constante; la dulzura del trío; el so - lemne final), es que ya la había dado con “¡El Héroe Muerto!” (1919). Y cierto es que solemos abusar proclamando de una marcha que es “diferente”, pues en realidad casi todas lo son, por principio, aunque no faltan los plagios más o menos evidentes, algunos parecidos sospechosos y las variaciones sobre un mismo tema; pero a veces esa distinción especialísima que nos enamora fulminante es una real verdad como un templo. Y aquí, sucede.
Lo mejor, seguro, es escuchar para sentir; aprender y así quedar prendados. A ello animo e invito, al alcance de todos. Y, como modesto complemento, resumo la historia teniéndolo muy fácil, pues la relata el propio autor en uno de los números de su citada Revista, empezando por lo más principal: la marcha fúnebre “¡El Héroe Muerto!” está dedicada por Mariano San Miguel “A la memoria de Julio Antonio”. Tal cual y de su puño y letra. Y aquí enlazamos todo.
El músico no conocíó en persona al escultor: la inspiración le llegó ojeando y hojeando otra Revista de prestigio, “La Esfera”, en su número de 15 de febrero de 1919, y lo que allí vio y lo subyugó fue una reproducción en fotograbado de una escultura julioantoniana, con un nombre rotulado debajo, “El héroe muerto”. Era parte de su boceto para el Monumento de Tarragona, ese soldado caído que la matrona sostiene: es que se ven los dedos de ésta en el costado del hombre, sujeción amorosa, no lanzada que hiere.
Y el que se lanzó, con todo, fue San Miguel, quien llevaba varias Cuaresmas con el reto pendiente de hacer una marcha fúnebre. Ésta iba a ser la primera, a punto de cumplir él los cuarenta, porque tiene una marcha anterior casi juvenil, “La Virgen Blanca” (1902), para la Patrona de su Vitoria querida, que es de gloria.
Transcribo, extractando, lo que por escrito nos cuenta: “Apenas comenzado mi trabajo supe que Julio Antonio estaba gravemente enfermo. El día en que murió escasamente tenía yo hecha la mitad de la marcha. No soy supersticioso; sin embargo interrumpí mi labor … y pensando para mi capote: ¡para una vez que encontré título!. Pero por fin me decidí a terminarla, animado sólo por una idea: dedicar(le) mi obra…”.
Y añade: “Pero como los maliciosos abundan tanto como la mala hierba, no faltará alguno que vea en mí el afán de exhibición y el egoísmo de unir mi nombre al del malogrado artista… Pueden ver y decir lo que quieran… Sólo diré que la casualidad puso en mis manos el ejemplar de La Esfera del día 15 de febrero y esto es todo”.
A lo grande, concluye: “Mi marcha fúnebre El Héroe Muerto no es más que una siempreviva que de todo corazón ofrendo sobre la tumba del llorado Julio Antonio”.
Impresiona ahora, todavía más, volver a escucharla atentísimos. Y pensar que acaba de cumplir un siglo, lozana y fresca. Hace cien años apenas alboreaba el cine sonoro (el primer largometraje comercial con sonido sincronizado fue “The Jazz Singer”, estrenado en Hollywood en 1927) y, quizá sin pretenderlo, Mariano San Miguel se adelantó.
No Es El Final
Me viene a la memoria, para ir concluyendo, “La muerte no es el final”, esa dulce composición del talentoso sacerdote Gabaráin Azurmendi, luego adoptada y adaptada por nuestros militares para homenaje a los Caídos y también, últimamente, interpretada en los desfiles nazarenos conquenses en varios momentos y lugares, incluido, por supuesto, el del Monumento de Marco del Jardinillo de Carretería en el cual empezamos.
Sólo Dios sabe cuando podremos volver y de qué manera, con nuestras Procesiones de Semana Santa; será un alivio, incompleto, tener que preocuparnos en exclusiva de la lluvia, como en 2019, cuando nos aguó el centenario de la marcha de Mariano San Miguel, y el Jueves, y el Viernes, y el Sábado, y mejor no seguir. Aquí hemos podido, por lo menos, recordar al inspirado músico, con Marco Pérez y con Julio Antonio, hasta con Miguel Ángel. Arte y Pasión. Belleza, verdad y vida. Es un consuelo y una esperanza. Nos siguen pesando como cruces de dolor las penas y lacerando las abiertas heridas. Demasiadas, tan injustas y terribles. Cada cual lleva y conlleva las suyas, pero además, unidas, las de todos. Algunos, muchos, tenemos el asidero de la Fe en Cristo: es la gracia y herencia de nuestros padres, los mismos que nos enseñaron a ser nazarenos, con la humildad de su sabiduría.
Desde luego, lo hizo con “Mektub”, que es, en sí, una banda sonora apoteósica, transportándonos a la Roma imperial, o a los faraones egipcios (aprovecho para recordar, ratificándome con otros, que las once primeras notas del tema de Elmer Bernstein con el que empieza la película “Los Diez Mandamientos”, año 1956, son idénticas a las de “Mektub”, compuesta treinta y un años antes por nuestro españolito de pro).
Pero es que por delante, precursora, como una oriflama al viento, ya estaba, entre admiraciones como las de su título, “¡El Héroe Muerto!”; desde 1919.
Abre la marcha, atrayéndonos, una llamada potente de trompetas, sobre la que el compositor volverá varias veces, seguida de un primer tema con rasgos de patetismo fúnebre; pronto nos va envolviendo, solemnísima siempre y cambiando ritmos, más despacio, más aprisa, dando tregua para una claridad en mitad de la tormenta. Casi sin darte cuenta, no estás viviendo la derrota de una muerte que te abate sino sintiendo una fuerza y un espíritu que te vivifican y alzan: ahí está, creo, una clave esencial.
Y aflora, suavísima, la melodía del trío, la absoluta armonía: es que cierras los ojos y estás llevando a su compás el paso de tu Paso, tú bancero perenne, perpetuo, y el autor tu capataz musical. Es que es una preciosidad.
Avanzas con la marcha, embelesado, camino del final y de la Gloria. Y termina en belleza, como esos atardeceres de sol rojizo acariciando la fachada de nuestra Catedral cuando va a comenzar el Santo Entierro.
Hay, desde luego, entre nosotros, muchos héroes vivos. Y los héroes muertos, Dios mediante, resucitarán.
TIEMPO PRIMAVERAL “Resurrección de los campos”
“… ha despertado la rama y el almendro ha florecido”.
(Antonio Machado)
Día a día se produce la resurrección de los tallos que rompen, ¡qué fuerza, aún tan débiles! la costra de la tierra, imantados por la luz del sol. De esta forma pastan los ganados las nacidas hierbas, y todas las tierras aradas van levantando resplandores de verdor de las distintas siembras dando color y vida a los campos. Por todos los lados se presienten nacimientos, brillos, tonalidades. Los árboles van vistiéndose de hojas, dando sobre la tierra sombras muy claras y rotas entreveradas de sol. El río baja crecido, limpio, todavía frío de antiguas nieves derretidas, con aguas pigmentadas de colores primaverales
Con la primavera se exilian los días gélidos; llegan otros con más sol y dilatados en largura. Van abriendo su coloración las flores y las mariposas sus alas con vuelos de aventura sin rumbo por los campos. Despertarán los huertos aletargados donde sonará el azadón que saja el surco duro, apelmazado, ocioso de invierno, depositando en su regazo las primeras semillas. Aparecerá la flor posada, cual mariposa, en un aleteo de pétalos en las ramas de los árboles frutales. Se escuchará la noria y el agua brillará en la acequia irisada. Se oirá el dulce canto de nuevas aves que vienen, que nacen, para poner músicas frescas a la naciente primavera. Y la lluvia, muchos días, besará al sol tallando un arco iris.
Con la primavera avanzando y con el sol con más calor y tiempo en los campos, rompen al cielo sus puertas los hormigueros. Lagartos y culebras ya se calientan en los carasoles, dejando éstas, abandonadas, las mudas de sus camisas de su sueño invernal, embutidas y zarandeadas por la suave brisa primaveral.
Todo es un resucitar de vida, de sonidos, de alegría, de fiesta…
TIEMPO CUARESMAL Tiempo de conversión
“La Cuaresma es la sagrada primavera de la Iglesia”. (Como enseñan los santos padres)
Paseo por una alameda junto al Júcar en soleadas horas de la mañana. Los álamos, en estos iniciales días de aliento cálido de la primavera apuntan yemas, y otras se abren en pequeñas y relucientes hojas de verde plata, asperjadas de rocío. Me recreo entre sus escuálidas y esqueléticas sombras e imagino que toda la alameda forma “un convento arbóreo”. Los álamos, cual frailes, van vestidos con el mismo hábito-talar de color ceniciento, como viviendo las palabras con las que se inició este tiempo cuaresmal: “Memento, homo, quia pulvis es, etin pulverem reverteris”. Que traducido: “Recuerda, hombre, que polvo eres y al polvo volverás”.
Al pasear entre sus esbeltos troncos se hacen notar, como reptiles subterráneos, las raíces que sujetan la planta y la enraízan para nutrirse y peregrinar su savia por sus laberínticas sendas hasta las últimas nerviaciones de las hojas. Fuerza de vida, de ascensión paciente, ingrávida. Tal pensamiento invita a mirarme por dentro y revisar mis raíces, “cimientos de mis creencias”. Porque al igual que de la raíz depende todo el desarrollo del vegetal, por analogía, de mis raíces de fe pende mi florecimiento espiritual. Ya lo dijo el poeta:
“Lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado”. Camino, y los oteo. Anclados a la tierra, sus troncos se elevan, se ahílan buscando la luz orientados hacia el cielo, lo que me incita a mirar a lo alto, y recuerdo al rapsoda: “Alto soy de mirar a las palmeras, de tanto mirarlas me he vuelto como ellas…”. (Miguel Hernández). Lo mismo sucede cuando el término de la mirada es Jesús de Nazaret: mi meta, mi razón de ser, mi cielo. Busco, como los álamos, la luz. Verticalidad, flechas que marcan la ruta de la trascendencia a través de sus ramas, “sus raíces aéreas”, inducen a captar la belleza del cielo. Su ejemplo conmueve mi espíritu: “Los árboles son los esfuerzos de la tierra para hablar con el cielo que escucha” (Rabindranath Tagore).
Bajo las sombras descarnadas de este claustro monacal arbóreo, anegado en silencio y roto por algún gorjeo, voy como un novicio rumiando la bella lección de espiritualidad que me da la alameda al ver “cómo cada árbol da gloria a Dios siendo sencillamente el árbol que es” . (Merton), y la enriquezco contemplando cómo van abriendo los abanicos de sus hojas con estos suaves aires de primavera, trayendo a mi memoria lo que ya Lutero, en bella frase, poetizó:
“Nuestro Señor ha escrito la promesa de la resurrección, no en los libros, sino en todas las hojas de la primavera”
TIEMPO PASCUAL ¡Resucitó! ¡Aleluya!
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. (Juan 11: 25-26)
Junto con la primavera llega la Pascua con el recuerdo y celebración de la Resurrección de nuestro Señor. En cada iglesia, envuelta en las tinieblas de la noche, se enciende el cirio pascual cuya luz representa a Cristo Resucitado: “Toda la oscuridad en el mundo no puede apagar la luz de una sola vela”. (San Francisco de Asís)
Nos dice san Pablo en: 1Cor. 15,14: “Vana sería nuestra fe, si Cristo no hubiera resucitado”.
Creamos en la Resurrección del Señor, que es el fundamento de nuestra fe. Tengamos la certeza de aquel acontecimiento. Me apoyo, por convicción, en dos razones fundamentales:
• Por el tiempo, número de apariciones y los lugares donde se dieron: “Las apariciones de Jesús tuvieron lugar sobre un periodo tan extenso y en tantos lugares diferentes y ante tantas personas que la evidencia positiva es abrumadora”.
(R. C. Foster)
• Y por el cambio radical de actitud que los apóstoles y seguidores evidenciaron:
“Algo debió pasar”, para que los apóstoles, que habían huido cobardemente de Jerusalén durante la pasión de Jesús, volvieran a los pocos días llenos de ardor a predicar que Cristo había resucitado; lo que pasó fue que el que había muerto en la cruz, resucitó. El testimonio de los apóstoles y de las mujeres que permanecieron fieles durante la pasión es coherente con el sepulcro vacío, sin el cual la resurrección carecería de objeto”.
(Benedicto XVI)
Chesterton, reforzando lo anterior nos dice:
“El primer argumento a favor de la Resurrección de Cristo es de lo más simple: cualquiera habría tenido motivos para denunciar la desaparición del cadáver de Jesús. Cualquiera salvo los apóstoles, en el caso de que ellos lo hubieran escondido para anunciar un falso milagro. Además, se hace muy difícil imaginar a nadie dejándose torturar y matar por defender una mentira”.
Con estos razonamientos tan concluyentes a favor de la Resurrección de Jesús, y por ende la nuestra, podemos decir que la vida no termina con la muerte, sino que se produce una transformación, un cambio, el paso de la vida terrena a la vida con Dios. Helder Cámara, arzobis- po brasileño, nos dejó escrito de una forma muy didáctica cómo entender la resurrección:
“¡Me parece tan evidente que hemos sido hechos para la eternidad! Hay personas que se preguntan: “Pero, bueno, ¿cómo será posible la resurrección?”. Para mí la resurrección nunca ha sido un problema. Yo suelo decir: “Amigos, ese cuerpo, ese tu cuerpo que está ahí y que yo puedo ver ahora mismo, no es el cuerpo que tenías cuando estabas en la cuna, ni el que conocieron tus compañeros de la escuela, ni el que asistió a la universidad. ¿Cuántas veces ha cambiado tu cuerpo y cuántas aún habrá de cambiar? Y, sin embargo, tú sigues siendo tú mismo, porque dentro de tus diferentes cuerpos existe una fuerza de unidad absolutamente personal”.
Más allá de nuestro cuerpo y de nuestra historia somos vida eterna que no muere, sólo se transforma:
“Pasamos para existir mejor, para entrar en nuestra verdadera vida cuya puerta es la muerte, como el gusano de seda que abandona su envoltorio para abrir las alas y convertirse en mariposa… Nuestra alma sin alas sube más alto de lo que puede volar pájaro alguno. (…) Para encontrarnos… en la luz plena y el Amor sin mezcla de la Belleza infinita”.
(Charles de Foucauld)
Seamos cada uno de nosotros, a través de este tiempo primaveral, de purificación y pascual, inicio de una vida florecida en el Señor. Desvistámonos, como las culebras, de nuestras camisas interiores, del “hombre viejo”, y resucitemos al “hombre nuevo”, a la “mujer nueva”, a imagen de Cristo. La luz joven de la primavera y la luz del cirio pascual son los signos alegres del hombre nuevo, liberado en Cristo, resucitando como Jesús ya en esta vida terrena…
“Si tus entrañas se compadecen, si tus manos se abren, si en tu desaliento te levantas, si vuelves a confiar en el otro, si tu mirada se amplia, entonces resucitas como Jesús, como toda vida buena, como la semilla y la hoja en primavera”.
(José
“Tú te has ido. Con la primavera. Pero aún nos guía tu Presencia ausente, Cristo, por el camino de la esperanza, verde. Hacia el maduro otoño y la vendimia…
Tú te has ido, pero refloreces en nosotros, ¡oh Vid cosechada y perenne! En nosotros que vamos -y Tú vienesbajo el estío del Amor por el camino luminoso y verde…”.
(Pedro
Casaldáliga)
Arregui)
En el año 1966 la Junta de Cofradías de Cuenca puso en marcha una iniciativa para recaudar fondos que consistía en la edición de una serie de colecciones de sellos, sin valor facial, con fotos de nuestros pasos de Semana Santa. Cada colección, titulada “Sellos de propaganda con motivos alegóricos y artísticos de la Semana Santa” venía dentro de un pequeño cuadernillo de veinticinco hojitas, con diez sellos que se repetían en cada hoja. Los sellos no fueron autorizados para ser de curso legal con lo cual solamente se podían pegar en el reverso del sobre1
No hay muchos datos sobre esta iniciativa. El primer artículo que investiga más a fondo este proyecto lo hizo José Vicente Ávila en el Extra de Semana Santa de “El Día de Cuenca” de fecha 26 de marzo de 20102 . La idea de investigar y recopilar todas las ediciones de estos sellos ha sido a iniciativa de Enrique Valero que me animó a que buscásemos la mayor parte de estas colecciones. Así comenzamos a llamar a amigos y aportar lo que cada uno tuviese. Lo primordial era recabar la mayor cantidad de estas láminas para, al menos, dejar constancia y reunirlos todos en una publicación. Muchos conquenses guardamos alguna de estas colecciones y recordamos como siendo niños hemos pegado estos sellos en nuestros cuadernos a modo de juego.
Partiendo de la publicación de nuestro amigo José Vicente comenzamos una intensa búsqueda. Unos aportaban alguna lámina suelta y, otros, colecciones más completas.
1. Un empleado de la banca conquense, semanasantero de nacimiento, recibió una gran bronca de sus superiores porque descubrieron que había pegado cientos de sellos en el anverso, junto a un sello con la cara de Franco, en todos los sobres para enviar a los clientes, durante varias semanas. La dirección de Correos se molestó bastante. Y a partir de entonces en las colecciones la Junta de Cofradías puso: “diez sellos para pegar en el reverso”, con el fin de que estos sellos, sin valor, no se pegasen al lado de los de valor facial.
El paso de los meses nos llevó a averiguar que fueron diez carpetillas las que se llegaron a editar con lo cual serían 100 los sellos distintos publicados. Se realizaron en la imprenta Antona de Tarancón.
Ese año de 1966 había sido nombrado presidente de la Junta de Cofradías el sacerdote D. Martín Garcés Masegoso, con el cargo de asesor-presidente marcándose su Comisión Ejecutiva el ambicioso proyecto de tener, por fin, una sede propia de la institución. Se encargaría de ello el vicepresidente D. Manuel Saiz Abad. Para recaudar los fondos necesarios se pusieron en marcha múltiples iniciativas y una de ellas fue la edición de nuestros sellos.
Diez carpetillas con sellos Podemos asegurar que se editaron finalmente diez colecciones. Ocho de ellas recogían los sellos en color sepia, mientras que en otras dos serían fotografías repetidas de colecciones anteriores con sellos de un tamaño más grande y en color azul. Los autores de las fotografías varían y es difícil otorgar la autoría de cada una de las fotografías, aunque de algunas si están comprobadas. Las fotografías serían del archivo de la Junta de Cofradías y de varios autores, M. López, Machetti, y muchas del fotógrafo conquense Julián Martínez Pérez; otras muy reconocibles son obra del fotógrafo Nicolás Muller (1913-2000), fotógrafo húngaro nacionalizado español.
2. https://issuu.com/eldiadigital/docs/semana_santa_cuenca_2010.
HOJA Nº 1
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo, fotografías de los pasos del Ecce Homo de San Miguel, Jesús Nazareno de El Salvador, Cristo de la Agonía, Jesús Resucitado, Virgen de la Esperanza, Virgen de las Angustias, Cristo de la Luz, Jesús Caído y la Verónica, Jesús entrando en Jerusalén y Amarrado a la Columna. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos”.
HOJA Nº 3
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo, fotografías de los pasos de San Juan Bautista, Nuestra Señora del Amparo, Jesús Nazareno del Puente, San Pedro Apóstol, Cristo de la Agonía, Cristo de la Salud (Descendimiento), Cristo de la Luz, Jesús Orando en el Huerto de San Antón, Jesús entrando en Jerusalén y Cristo de la Luz. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos”.
HOJA Nº 2
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo, fotografías de los pasos de Jesús Orando en el Huerto de San Esteban, Cristo de la Salud (Descendimiento), Ecce Homo de San Miguel, Jesús Nazareno de El Salvador, Soledad de San Agustín, Jesús Amarrado a la Columna, Soledad del Puente, El Prendimiento (Beso de Judas), Jesús Caído y la Verónica y Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos”.
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo, fotografías de una vista de Cuenca con el Júcar y al fondo el puente de San Antón, dos nazarenos con capa y cetro, San Juan Evangelista, Jesús con la Caña, San Juan Bautista, Ecce Homo de San Gil, San Juan Apóstol Evangelista, Soledad de San Agustín. El siguiente sello es una composición con una samaritana y las Casas Colgadas de fondo y por último la Cruz de los Descalzos. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos”.
HOJA Nº 5
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo fotografías de los pasos de la Lanzada, Cristo de la Agonía, Cristo de la Salud (Descendimiento), una fotografía que muestra a Antonio Aguilar Galdrán “Pataco” portando el guion de la Soledad de San Agustín, Cristo de la Agonía, Cristo de la Luz, Cristo de la Agonía, Cristo de la Luz, Cristo de la Agonía y Jesús Nazareno del Puente. Todas las fotos son de Julián Martínez Pérez. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos para pegar en el reverso”.
HOJA Nº 7
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo fotografías de los pasos de Jesús Orando en el Huerto de San Antón, Virgen de las Angustias, Ecce Homo de San Gil, San Juan Apóstol Evangelista, Virgen de las Angustias, Jesús Nazareno de El Salvador, Jesús Nazareno del Puente, Jesús Amarrado a la Columna, Ecce Homo de San Miguel y Jesús Orando en el Huerto de San Esteban. Todas las fotos son de Julián Martínez Pérez. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos para pegar en el reverso”.
HOJA
Esta colección está formada por las mismas fotografías de la Hoja nº 5, en color azul. Todas son fotografías de Julián Martínez Pérez. En los diez sellos que se reproducen se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo fotografías de los pasos de la Lanzada, Cristo de la Agonía, Cristo de la Salud (El Descendimiento), una fotografía que muestra a Antonio Aguilar Galdrán “Pataco” portando el guion de la Soledad de San Agustín, Cristo de la Agonía, Cristo de la Luz, Cristo de la Agonía, Cristo de la Luz, Cristo de la Agonía y Jesús Nazareno del Puente. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos para pegar en el reverso”.
HOJA Nº 8
Esta colección está formada por las mismas fotografías de la Hoja nº 7 en color azul. Todas son fotografías de Julián Martínez Pérez. En los diez sellos que se reproducen se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo fotografías de los pasos de Jesús Orando en el Huerto de San Antón, Virgen de las Angustias, Ecce Homo de San Gil, San Juan Apóstol Evangelista, Virgen de las Angustias, Jesús Nazareno de El Salvador, Jesús Nazareno del Puente, Jesús Amarrado a la Columna, Ecce Homo de San Miguel y Jesús Orando en el Huerto de San Esteban. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos para pegar en el reverso”.
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo fotografías de los pasos del Cristo de Paz y Caridad, San Juan Apóstol Evangelista, Virgen de las Angustias, un nazareno del Prendimiento, Virgen de la Esperanza, Ecce Homo de San Gil, Cristo Yacente, Jesús con la Caña, Cristo del Perdón (La Exaltación) y Jesús Nazareno de Medinaceli. En la parte superior se indica “diez sellos”. La fotografía del nazareno del Prendimiento de Jesús fue el Cartel de la Semana Santa del año 1954 obra de Pérez y Villar.
En los diez sellos que se reproducen de color sepia se muestran, de izquierda a derecha y de arriba abajo fotografías de los pasos del Cristo del Perdón (La Exaltación), Virgen de las Angustias, Soledad del Puente, Jesús Nazareno del Puente, un nazareno con el barrio de San Martín al fondo, Cristo de la Salud (Descendimiento), Jesús Nazareno del Puente, Virgen de las Angustias, Jesús Nazareno de Medinaceli y el ángel del paso de Jesús Orando en el Huerto de San Esteban. En la parte superior de cada hoja se indica “diez sellos”. La fotografía del nazareno con el barrio de San Martín fue el Cartel de la Semana Santa del año 1951 obra de Nicolás Muller.
Colecciones de sellos similares a estos se hicieron para la Semana Santa de Murcia, Málaga, Sevilla y Valladolid, aunque en cada hoja no figuraban diez fotografías como en Cuenca sino muchas más. La Semana Santa de Cuenca también ha sido representada en un sello, esta vez de curso legal en el año 2016 con una fotografía del paso de Jesús Nazareno de El Salvador con motivo del IV Centenario de la procesión “Camino del Calvario” (1616-2016).
Toda esta recopilación no se habría podido llevar a cabo sin muchas personas a las que hemos solicitado sellos de sus colecciones, y especialmente a Antonio Abarca Contreras que ha colaborado también con su propia colección y ha realizado la labor de escaneo y fotografía de todos los sellos.
La Semana Santa de Cuenca está plagada de recuerdos y experiencias que ni siquiera ese enemigo impasible e implacable llamado “tiempo” puede borrar ni deteriorar. Existe una conexión tan firme y directa entre nuestra memoria y el corazón, que los hacen prácticamente inalterables. Gracias a Dios, y cruzo los dedos para que siga siendo así, nada puede hacerme olvidar ni uno solo de los instantes vividos durante tantas y tantas procesiones en las que, afortunadamente, he participado a lo largo de mi vida. Entre ellos, aunque pudiera parecer extraño por mis veintiocho años que llevo como “nazareno de música”, también los hay con túnica o vestido de calle, cuando era un niño.
Me emociona recordar cuando mi madre nos llevaba a mis hermanos y a mí, vestidos para la ocasión, a ver las Procesiones: Ese largo esperar a que llegara la banda que abría el cortejo sentados en el bordillo de la acera…; el ambiente…, el olor…, la alegría inmensa que irradiaba nuestro rostro cuando veías la cabecera de la Procesión asomar por Carretería…; Recuerdos de los Domingos de Ramos con las calles repletas de palmas y ramos de olivo…; de ver las caras de la gente llenas de ilusión;… De esa emoción que te recorría todo el cuerpo y te ponía los pelos de punta por estar viviendo todos y cada uno de los momentos que se suceden en nuestra Semana Santa y que no dejan impasibles a ninguno de nuestros cinco sentidos.
Creo hablar en nombre de la mayoría los conquenses cuando digo que todos nosotros tenemos reservado, en lo más profundo y protegido de nuestra alma, ese pequeño rincón donde se almacenan todas esas vivencias que, año tras año, nos brinda nuestra Semana Grande: la presentación del cartel anunciador; el Vía Crucis del “Amarrao” en el primer viernes de Cuaresma ; el Concierto de Inicio de Cuaresma; la colocación de las “tres cruces” en nuestro particular Gólgota; el pregón; el olor a incienso en las iglesias; las puestas en andas; la colocación de las ramas de olivo, en mi caso particular las del “Huerto de San Antón”, que a mí tanto me gusta y tanta emoción me transmite; las conversaciones entre amigos; los nervios, si los nervios, porque también se pasan nervios en todos y cada uno de los preparativos que esta celebración conlleva. En definitiva, toda una colección de instantes, sentimientos y sensaciones infinitos que, Dios mediante, espero seguir guardando en mi particular álbum de mi memoria más exquisita.
A todo lo comentado anteriormente, tengo que añadir, por si no tuviera ya momentos suficientes, todos los que comparto con los componentes de la Banda de la Junta de Cofradías: mi gente; mi verdadera familia nazarena; las personas con las que convivo de manera muy especial todos esos días que son para mí tan importantes. Esta es mi gente. La gente que empatiza conmigo en esta peculiar locura y que a la vez profesa, sin lugar a dudas, una pasión y un respeto por nuestra Semana Santa realmente dignos de admiración.
Una agrupación llena de personas excelentes, de unos inmejorables nazarenos que tenemos como afición llenar las calles de Cuenca de música procesional, y que damos gracias a Dios porque nos deja ser partícipes de algo tan bonito e inigualable como es la Semana Santa de Cuenca.
De gente que porta y exhibe con orgullo el escudo de la Junta de Cofradías, en nuestro guión, en nuestro uniforme y en nuestra alma, sabiendo que nos debemos a todos los nazarenos de Cuenca y a sus hermandades. Y que para ello, dedicamos seis meses al año de preparación y planificación, de manera que para cuando llegue el momento de salir a escena, lo hagamos con el entusiasmo, la responsabilidad y el respeto que el acontecimiento merece. Jamás se podrá poner en duda ese aspecto. Ha sido, es y será nuestra principal seña de identidad en nuestra particular forma de contribuir a dar un mayor esplendor a nuestra Semana de Pasión.
Esta es la banda que me ha visto crecer y que me ha marcado como persona. Este es el grupo de personas, humildes, al que considero mi familia,… Y tantos y tantos calificativos que me sería imposible terminar de definir porque esta banda ha sido, es y será mi orgullo y mi vida.
Quiero aprovechar esta intervención para expresar y compartir mis sentimientos por la horrible situación que vivimos en la Semana Santa del año 2020, no solo por la suspensión de la misma, que fue un mazazo tremendo -ni siquiera hoy en día termino de creérmelo-, sino por la cantidad de personas que desgraciadamente han dejado de estar entre nosotros y que se han ido sin apenas darnos cuenta.
Todos los que pertenecemos a esta banda, sin excepciones, y aquí ya hablo en plural, lloramos ante la situación tan inesperada que se produjo el 14 de marzo cuando tuvimos que dejar de ensayar sin tan siquiera saber bien lo que estaba sucediendo. Estábamos al final de nuestra preparación. Prácticamente llegamos a completar casi todos los ensayos. Circunstancia que hizo que todo fuera mucho más doloroso, porque si esto hubiese ocurrido en octubre o noviembre, estoy seguro que lo hubiéramos asimilado de una manera muy diferente, pero a mediados de marzo, a las puertas de salir a las calles de Cuenca… Nos dejó con la miel en los labios. Esa sensación de impotencia que se adueñó de todos nosotros era lo que más rabia y dolor nos producía.
Es muy duro ver a hombres y mujeres, maduros y adultos en su mayoría, como se vienen abajo sin consuelo y sin entender nada de lo que estaba pasando. Después de tantos meses de duro trabajo, todo se venía abajo y no íbamos a poder plasmar en la calle todo lo ensayado. Te preguntas mil veces por qué: ¿Por qué ahora? ¿Por qué no podía haber esperado al mes siguiente? ¿Por qué sucede esto y nadie puede hacer nada? En aquel momento no éramos conscientes de la que se nos venía encima, del verdadero peligro de este virus que estaba paralizando al mundo entero. Es ahora, con el paso del tiempo, cuando comprendemos de forma más responsable que la solución adoptada no solo había sido la mejor sino la única para contribuir a frenar la pandemia.
En mis oídos tengo todavía las palabras de mi compañero David -Vicillo-, cuando por teléfono y con la voz rasgada por el llanto me decía: “-Javi, ¿qué vamos a hacer ahora? Esto es insoportable. La pena no me deja ni dormir”; o a mi hermano Juan Carlos sugiriendo ideas para hacer alguna cosa que contrarrestara esa angustia; o ver a mis chicas llorando día tras día, mandando vídeos interpretando marchas desde las ventanas.
Todos pensábamos en la forma de cómo poder reaccionar ante este tipo de sufrimiento colectivo, a esta agonía que nos machacaba sin piedad. Porque para nosotros estas fechas son las mejores del año. Esos días son los que nos dan la vida. Vivimos por y para ese Bendito Evento al que tantas horas dedicamos y que tanto arraigo tiene en esta banda.
Yo no paraba de pensar qué hacer. Y fue entonces, después de ver a Saúl que había subido un vídeo a las redes sociales, y siguiendo los consejos del “Malaguita”, cuando se me ocurrió que podíamos grabar trozos de marchas cada uno en su casa para, posteriormente, unirlos y ver cómo quedaba. Se requería mucha pericia y mucho trabajo, pero la ocasión merecía la pena. Poco a poco se fueron uniendo vídeos y se fueron mezclando pistas de sonidos, y el resultado final fue sorprendente: Teníamos una marcha entera para el deleite de nuestros seguidores y el nuestro propio que rápidamente pusimos a compartir en las redes sociales. Consuelo mínimo, pero que nos ayudaba a sobrellevar el amargo momento que desgraciadamente nos estaba tocando vivir.
Y así lo fuimos haciendo durante toda la Semana Santa. Incluso llegamos a dedicar varias entradas a nuestros sanitarios, como reconocimiento a la ardua y magnífica labor que estaban desarrollando. También quisimos interpretar la marcha “La muerte no es el Final”, que normalmente tocamos durante el Jueves y Viernes Santo, y que desgraciadamente este año cobraba un especial significado.
No paro de pensar en todas las personas que han luchado para que estas tradiciones se mantengan como desde hace siglos. Personas que han vivido guerras; personas que han pelea- do sin descanso por conseguir que tengamos una Semana Santa sencillamente espectacular, reconocida y valorada en toda España; personas que han puesto todo el trabajo y el empeño del que eran capaces por preservar, mantener y transmitir sus costumbres;... Y muchas de estas personas se nos están yendo antes de tiempo por culpa de este maldito virus. Se nos están marchando por la puerta de atrás, sin que nos enteremos y podamos mostrarles todo nuestro cariño y agradecimiento por la importante y trascendente labor desarrollada. Son personas a las que no debemos ni podemos olvidar y tenemos que hacer lo imposible, sin discusión, para que, en forma de homenajes, sean recordados para siempre.
Me despido dando gracias a todas las personas que nos han animado en tan desagradables circunstancias: a la Junta de Cofradías, Jorge, Antonio, Rodrigo, a todos, gracias por su preocupación hacia nosotros, por esos ánimos transmitidos, siendo ellos los que más han sufrido en este inevitable caos; a nuestras familias y amigos; a nuestros seguidores incondicionales que tarde tras tarde nos acompañan durante los ensayos;… Y a todos los nazarenos de Cuenca, ciudad que pronto esperemos que vea la luz. Luz necesaria e incuestionable…, la misma que porta en su advocación nuestra patrona: La Virgen de la Luz.
Unas últimas palabras para mis compañeros, a esta gran familia que conformamos la Banda de la Junta de Cofradías de Cuenca, a este grupo de personas que volverá algún día, y lo hará a lo grande, llenando de música y felicidad las calles de Cuenca. Estamos deseando que el semáforo se nos ponga en verde para reemprender el camino hacia delante con más ilusión y entusiasmo si cabe, esperando a que, finalmente, llegue ese momento tan deseado por todos.
Mucha salud y suerte a todos. Cuidaros. No puede faltar nadie. “VOLVEREMOS”.
Desde la creación de la Banda de la Junta de Cofradías en el año 2005 para desfilar en el año 2006, no fue hasta el 2012 cuando las primeras mujeres dan el paso para incorporarse como componentes pertenecientes a esta agrupación.
Desde ese momento, la presencia femenina no ha parado de crecer hasta alcanzar el número de ocho que somos actualmente. A pesar de que los componentes masculinos siguen superando por mucho al de mujeres, es sorprendente como llama la atención ver desfilar por las calles de Cuenca cada Semana Santa más mujeres, sobre todo para el público más mayor.
Numerosos son los comentarios que escuchamos entre susurros realizados, siempre desde el cariño, como la gente va contando el número de las “trenzas” que adornan el uniforme en las filas de las trompetas. Y digo trompetas, porque de las ocho componentes, siete de ellas pertenecen al grupo que toca este instrumento, tan solo una de ellas va con los tambores. Ambos instrumentos atractivos, pero en estas últimas incorporaciones es evidente que la trompeta ha sido la elegida por la mayoría de las mujeres.
Hemos conseguido adaptarnos totalmente a la disciplina y seriedad que caracteriza a nuestra banda y hemos trabajado junto a todos nuestros compañeros, día a día, con pasión y dedicación, para hacer, si cabe, más grande aún nuestro acompañamiento en cada una de las procesiones que componen nuestra querida Semana Santa. Hemos cuidado hasta el más mínimo detalle de la vestimenta llegando a aportar ese toque femenino, como por ejemplo añadir el Escudo de la Banda en el coletero con el que se anuda la trenza en la que recogemos el cabello durante el desfile y que portamos todas.
Para todas nosotras es indescriptible el sentimiento que nos provoca la interpretación de cada pieza, sobre todo en el instante de inspirar esa bocanada de aire tras la cual va a comenzar la marcha, o lanzar la mano para comenzar el primer redoble del tambor.
Este último año, una gran pena nos inunda a todos. No ha sido año de innumerables ensayos cargados de dedicación, disciplina, constancia, compañerismo, como venía siendo habitual. No sentiremos el calor de los nazarenos conquenses que vienen a ver como su querida banda ultima los preparativos las semanas previas al Domingo de Ramos. No oiremos los “tres golpes en la puerta de en San Andrés” a los que seguiría el toque de nuestro director para hacer sonar el primer redoble y la primera marcha perfectamente formados y uniformados en las calles del Peso y de Solera. No tendremos una emotiva entrada por los arcos; ni un cruce perfecto, calculado al milímetro, en las curvas de la audiencia a altas horas de la noche… Nos faltarán tantas cosas…
Sólo nos queda mantener viva la ilusión, la disciplina y la fe que nos caracteriza para volver a ponernos manos a la obra. Superarnos a nosotros mismos como lo hacemos año tras año y seguir formando parte de nuestra Semana Santa.
Volveremos para seguir siendo la gran familia nazarena que cada año desfila por las calles de nuestra ciudad, en la más grande de las pasiones que todos compartimos.
Por Berta López
“La Junta de Cofradías, institución organizadora de la Semana Santa de Cuenca, el Sr. Obispo de la diócesis y el Sr. Alcalde de Cuenca, tras los contactos telefónicos mantenidos en este sábado 14 de marzo de 2020, han decidido de manera unánime suspender todos los desfiles procesionales de la Semana Santa de Cuenca y los actos públicos, como el Pregón, relacionados con los mismos”.
Son las palabras que encabezan el comunicado con el que la Junta de Cofradías hacía pública la suspensión de las procesiones de la Semana Santa de Cuenca de 2020, a causa de la pandemia de COVID-19 que tantas vidas ha costado en nuestro país y en todo el mundo. Sin procesiones, con la ciudadanía confinada, las iglesias cerradas y todos los actos de cualquier índole suspendidos hasta nueva orden, la comunidad nazarena conquense vivió en 2020 una de sus Semanas de Pasión más amargas, tanto por la ausencia de desfiles como por la dureza de la situación sanitaria y social por la que atravesaba el país. Ésta es la crónica de un antes y un después, de una suspensión, sí, del primer año sin procesiones desde la Guerra Civil. Pero también los es de la solidaridad, de la unión en la distancia, del redescubrimiento de las redes sociales como vehículo de comunión y de la actitud ejemplar de una comunidad nazarena que hizo gala de los valores que la mueven cuando más se necesitaba.
Un Antes Y Un Despu S
Aunque el año nazareno no sigue el Cuenca el curso natural, sino que empieza en el mismo momento en que se cierran las puertas de San Andrés el Domingo de Resurrección, para empezar esta crónica tomaremos como punto de partida la presentación del Cartel de Semana Santa y nos remontaremos, para ello, al 24 de enero de 2020. Antonio Díaz Arnido revelaba ante la comunidad nazarena, reunida en un salón de actos de Liberbank a rebosar, el Cartel que habría de anunciar la Pasión de Cuenca, semanas antes de sospechar siquiera que las procesiones de las que hablaba nunca saldrían a la calle. Le acompañó en aquel acto Antonio Pelayo, Pregonero sin Pregón de la Semana Santa de Cuenca en 2020 y a quien, con suerte, los nazarenos escucharemos en 2022.
Una semana más tarde, el 1 de febrero, Cuenca promocionaba su Semana Santa en Cartagena, en el concierto de presentación del CD que recoge el Concierto de inicio de Cuaresma de 2020, interpretado por la U.M. Cartagonova. El 26 de febrero, Miércoles de Ceniza, el obispo de la Diócesis, monseñor José M.ª Yanguas, ofició la misa de imposición de ceniza de la JdC en la iglesia conventual de las RRMM Concepcionistas de la Puerta de Valencia. Por entonces ya se conocían las primeras noticias de una nueva y grave enfermedad respiratoria que asolaba la provincia china de Wuhan. Dos días más tarde, la I. V. H. de Ntro. Padre Jesús Amarrado a la Columna celebraba su Vía Crucis de primer viernes de Cuaresma, sin saber que sería la única talla que los conquenses verían desfilar en 2020. El 29 de febrero, la Unidad de Música de la Guardia Civil interpretó el Concierto de inicio de Cuaresma, uno de los últimos actos culturales presenciales de la JdC hasta la fecha.
Mientras iban llegando noticias cada vez más preocupantes de Italia, China y de nuestro propio país, las hermandades celebraron los actos y cultos programados para el mes de febrero y principios del mes de marzo, aunque ya con precauciones y medidas especiales: el virus había llegado a España y esto provocó, por ejemplo, que el gesto del besapié al Medinaceli – celebrado el 6 de marzo – se sustituyera por una inclinación de cabeza por primera vez desde que se organiza. El debate sobre qué pasaría con las procesiones de Semana Santa ya se extendía por Cuenca y por toda España.
El 8 de marzo y continuando con la labor de difusión de la Semana Santa de Cuenca fuera de la ciudad, una delegación de la Comisión Ejecutiva de la JdC viajó hasta Huesca para presentar la Semana de Pasión, dentro del programa ‘Semblanzas de la Semana Santa’ que cada año desarrolla la Archicofradía de la Stma. Vera Cruz de la ciudad. El Tanto Monta del Museo Diocesano de Huesca acogió el acto del que el obispo de la diócesis y el prior de la Archicofradía de la Stma. Vera Cruz de Huesca ejercieron como anfitriones.
El 10 de marzo se presentaron en la Abadía de Jábaga las publicaciones oficiales de la JdC para 2020 y del CD “Miserere”, interpretado por el Coro de la Capilla de Música de la Catedral, coro que ofreció un pequeño recital durante la presentación. En el mismo acto se lanzó la primera edición del concurso “¿Conoces tu Semana Santa?”, así como la convocatoria del XIII Premio de Fotografía Semana Santa de Cuenca.
Y entonces, llegó el 12 de marzo.
Cronolog A De Una Suspensi N
La presentación de las publicaciones oficiales de la JdC para 2020 fue el último acto programado por la institución nazarena que se pudo celebrar. Entre el 12 y el 14 de marzo, tanto la Junta de Cofradías como prácticamente todas las hermandades hicieron públicos comunicados de suspensión de todos los actos, juntas y cultos previstos para el mes de marzo y meses posteriores.
El 12 de marzo se suspendieron por parte de la JdC, reunida de urgencia en Comisión Ejecutiva, la clausura de la Escuela Nazarena y la Procesión Infantil, que debería haberse celebrado el 21 de marzo; también se aplazó la edición de 2020 del Rastrillo Nazareno organizado en colaboración con Manos Unidas. Seis hermandades: Exaltación, EcceHomo de San Miguel, Jesús con la Caña, San Juan Bautista, Jesús del Puente, Jesús del Salvador, Agonía; la Asociación Cultura de la Soledad del Puente y la Cantera Nazarena por parte del Huerto de San Antón, suspendían también en este día algunos de sus actos y cultos.
El 13 de marzo se decidía la suspensión de la actividad y cierre del Museo de Semana Santa. Desde el Obispado, monseñor Yanguas promulgaba dispensa del precepto dominicial a los fieles de la Diócesis de Cuenca. Las hermandades del Resucitado, Amargura, Vera Cruz, Negación de San Pedro, Huerto de San Antón, Jesús caído y la Verónica, Bautismo de Jesús, Cristo de la Luz y Soledad de San Agustín, suspendían toda su actividad, mientras que varias hermandades que ya anunciaron suspensiones el día anterior, la extendían a todos sus actos.
El 14 de marzo a las 14:39, la Junta de Cofradías hacía público el comunicado de suspensión de procesiones y acto del Pregón, a causa del COVID-19. “La decisión, dolorosa pero responsable, se toma ante las extraordinarias circunstancias que vive nuestro país a causa de la pandemia del COVID-19, con el fin de minimizar los riesgos de contagio de la enfermedad y en beneficio de los ciudadanos” , decía aquel comunicado. “Quiero transmitiros que vuestro dolor es el nuestro. Y que, en estos momentos tan difíciles para todos, los NAZARENOS DE CUENCA debemos ser una vez más ejemplo de unidad, de civismo y de fe” , dijo el presidente de la JdC, Jorge Sánchez Albendea, en su mensaje a los nazarenos. Las hermandades de San Juan Evangelista, Amarrado a la Columna, Descendimiento, Ntra. Sra. de las Angustias, María Stma de la Esperanza, Prendimiento de Jesús y Jesús entrando en Jerusalén publicaban en este día comunicados de suspensión de sus actos y cultos. Las redes sociales, reflejo de lo que pasaba en cada corazón, en cada casa, se llenaban de tristeza. A ellas se fueron sumando, en los días posteriores hasta Semana Santa, todas las demás.
Vivir La Semana Santa En Comuni N Virtual
Crespones en los escudos de las hermandades en redes sociales, luto en las cabeceras de los perfiles y en las webs, comunicados de suspensión… En los primeros compases del Estado de Alarma (decretado el 14 de marzo) y el confinamiento, ésta fue la tónica general. Sin embargo, pronto tanto la Junta de Cofradías como las hermandades, las parroquias de la ciudad y los propios nazarenos, pusieron en marcha iniciativas para vivir la Semana Santa en comunión virtual. Así, la JdC ofreció una programación especial de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección, a través de los canales de comunicación habituales de la JdC: Facebook, YouTube y la Web. La iniciativa, coordinada por la Comisión Ejecutiva en colaboración con Netvoluciona en la parte técnica, consistió en la retransmisión de las procesiones de años anteriores a su paso por el Museo de la Semana Santa.
La Borriquilla, a través de su consiliario, dirigió una oración diaria dedicada a Ntra. Sra. de la Esperanza; la Vera Cruz convocó a hermanos y fieles a encender una vela por su Titular el Lunes Santo a las 21:30 horas; la Asociación Cultural Descendimiento Cuenca convocó la I Semana Santa dibujada y el Concurso de Escritura “Semana Santa desde Casa”; la V. H. de Ntra. Sra. de los Dolores y las Santas Marías se sumaron a las actividades con un Concurso de Dibujo digital para los más pequeños; por su parte, el Resucitado convocó el Certamen de Relatos Cortos “2020, una Semana Santa diferente”, así como la Procesión de El Encuentro Virtual 2020; la Soledad del Puente organizó el “Pregón desde mi hogar”; la de San Agustín reunió virtualmente a sus hermanos con el rezo de un rosario por el fin de la pandemia a las 5:30 de la madrugada de Viernes Santo, hora en que deberían haberse abierto las puertas del Salvador; los tambores de turbas sonaron en los balcones de la ciudad.
No hubo besamanto a la Virgen de las Angustias del Santuario ni pésame en la madrugada del Sábado de Gloria, pero sí se pudieron seguir las celebración litúrgicas de la Semana Santa en directo a través de los canales de youtube de la Catedral y de las parroquias de San Román Mártir y San Julián. Las redes sociales se llenaron de recuerdos de otros años. Memorias en forma de álbumes fotográficos y vídeos conmemorativos, como los que publicaron la Amargura, el Amarrado a la Columna, el Descendimiento por su III Centenario, San Juan Evangelista, Ntro. Padre Jesús con la Caña, Ntra. Sra. de las Angustias, el Stmo. Ecce-Homo de San Miguel, María Stma. de la Esperanza, el Stmo. Cristo de la Luz con María Magdalena, el Bautismo o el Medinaceli. La Banda de la JdC grabó El Sacramento de nuestra Fe desde casa. Las hermandades del Perdón, al no poder celebrar su Misa de Acción de Gracias, dirigieron una oración online por los nazarenos enfermos y difuntos de su procesión. Y en el reloj de Mangana sonó el Miserere de Cuenca para calentar el alma de la ciudad.
Solidaridad En Medio De La Pandemia
Si la solidaridad es uno de los valores capitales de la Semana Santa de Cuenca, como se demuestra cada año a través de multitud de iniciativas pensadas para hacer más llevadera la situación de los más desfavorecidos, tanto de la ciudad de Cuenca como de fuera de ella, durante la pandemia se volvió a demostrar.
Así, la Junta de Cofradías reunió un fondo conjunto con varias hermandades, por valor de 14.000 euros, que sirvió para adquirir mascarillas y material sanitario para ayudar al abastecimiento del hospital de la capital conquense en momentos de máxima escasez. La JdC dotó también al Virgen de la luz de una sala de desinfección de ozono para el personal sanitario de UCI y aportó 3.000 euros a Cáritas Diocesana de Cuenca, a fin de contribuir a su labor con los colectivos más vulnerables en la crisis sanitaria.
Entre las hermandades, todas llevan un año contribuyendo a la situación de emergencia social generada en Cuenca por la pandemia y sería imposible enumerar todas sus acciones, pues muchas se están llevando además a cabo de forma anónima. Es por eso que, junto con contribuciones de material sanitario al hospital y campañas de recogida de alimentos y fondos organizadas a beneficio de las parroquias en las que las hermandades de Semana Santa tienen su sede canónica, mencionamos una iniciativa diferente, que permitió a los enfermos de covid aislados conectar con sus familiares: la entrega de tablets a la Dirección de Enfermería del hospital por parte del Resucitado.
Cada gesto, cada contribución – que se ha mantenido en el tiempo desde marzo de 2020 – son una muestra más de que los valores que mueven a la Semana Santa de Cuenca en su conjunto forman parte del ADN nazareno y se manifiestan siempre que hay necesidad.
UNA SEMANA SANTA PARA RECORDAR
Dicen que la de 2020 es una Semana Santa para olvidar. Que se quedaron en el armario las túnicas y los capuces, los guantes y las borlas. Sin montar las andas, sin poner los banzos, sin abrir las puertas, sin encender las tulipas. Que nadie escuchó una sola horquilla. Que no hubo golpes en San Andrés ni redoblar de la Banda de la JdC, que no hubo miserere en los Oblatos ni cera volviendo escurridiza la subida por Alfonso VIII. Que ni un solo olivo bailó por las curvas de la Audiencia, ni sonó la campanilla de Reo de Muerte, ni fueron a vestir al Hermano Mayor del Jesús de las Seis los turbos más antiguos. Que no se rompió ni una tulipa. Sin embargo, si algo nos enseñó la Semana Santa que vivimos desde casa es que un sentimiento tan grande como el nuestro no entiende de confinamientos: solo entiende de amor. Por eso, esa Semana Santa “para olvidar” será una de las que recordemos para siempre. Y con el tiempo, cuando lo hagamos, sonreiremos al pensar que incluso confinados, incluso virtualmente, incluso en la distancia, incluso llorando a nuestros seres queridos… volvió a ser ese sentimiento que define a la ciudad.
Querido Goyo, amigo, hermano:
Qué difícil me resulta escribir ahora que ya te has ido, cuántas veces he empezado esta carta, que es para ti y para todos los nazarenos que leen esta revista Cuenca Nazarena, en cuya edición trabajaste tanto, publicando magníficos artículos sobre asuntos de fe un año tras otro, en aquel tiempo de ilusiones y desvelos compartidos, que hoy vienen a mi memoria con una mezcla agridulce de añoranza, pena por lo que no volverá y gratitud por todo lo que nos diste, orgullo porque puedo contar a Cuenca quién eres.
En pocas ocasiones he dudado tanto al condensar ideas y redactarlas, te reconozco que medroso por no ser capaz de publicar algo que no esté a la altura que mereces, por no llegar a conseguir que sepan quien fuiste aquellos que no te conocieron, e incluso los que sí lo hicieron, pero de manera ocasional, sin profundizar más allá de lo puntual, que tantas veces es fugaz apariencia.
Y es que detrás había un hombre afectuoso, trabajador, de enorme valía y generosidad, sin más límite que su ocupación laboral y el amor por su familia cuando se trataba de dedicar tiempo a su Parroquia, a la Hermandad o a la Junta de Cofradías, o, lo que es lo mismo, a predicar y extender el Evangelio, que en todo ello anda Dios, tu único y gran motivo.
Entre mi adolescencia y juventud, recuerdo con admiración la primera etapa en la que formaste parte de aquella Junta de Diputación que ya es parte de la mejor Historia de nuestra querida Hermandad de Jesús del Puente, a la que condujisteis en una evolución estética hacia la contención y la austeridad, que se entendió más acorde a la sencillez formal de nuestro Nazareno y a la espiritualidad que inspira, construyendo andas y retablo, sabiendo generar ilusión y canalizando devoción con inigualable acierto, marcando un camino de superación que tuvo continuación en los siguientes años.
Luego, en 2006, pronunciaste de forma inolvidable la Exaltación de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y cuando se te pidió regresar para asumir directamente nuestra representación ante la Junta de Cofradías, no dudaste ni un instante en tomar el cetro que dirige nuestro secular desfile de Jueves Santo y en participar en todas y cada una de las reuniones de las dos juntas de diputación, la de la Hermandad y la de la Junta de Cofradías, sin fallar nunca, trabajando sin medir esfuerzos en una institución y en otra, lo que hiciste incluso después de abandonar el cargo.
Con una sonrisa recuerdo anécdotas y momentos vividos contigo, tantos que no cabrían en esta carta, como cuando te acercabas hasta el banzo de Nuestro Padre Jesús Nazareno aprovechando una parada del Paso, y me contabas en voz baja cómo iba la Hermandad, que muchos hermanos se habían incorporado en la Plaza de Cánovas para teñir de morado Carretería, que en la calle de Aguirre se empezaba a doblar filas,… Quiero contar también aquella ocasión en la que tú eras uno de los candidatos a pregonero en el atril de San Miguel, y reunidos en nuestra sede de la plaza de los Yesares para decidir cuál sería el voto de la Hermandad en aquella elección, nos expusiste las alternativas como si tú no fueras uno de los que optaban al honor que se decidiría, señalándonos con ello que nuestro apoyo debía ir para cualquiera de los demás, dando ejemplo sin pretenderlo de humildad, de servicio incondicional a la Semana Santa de Cuenca. Poco hablabas de tu enfermedad, con la que llevabas conviviendo tantos años, que sabíamos que cada vez te ponía más difícil afrontar las obligaciones del cargo, mas seguiste cumpliéndolas sin tan siquiera insinuar que ello fuera motivo de reconocimiento, sin pedir relevo, asistiendo a reuniones, realizando ese trabajo callado que sólo conocen los que lo comparten contigo, completando el recorrido el Domingo de Ramos, en la noche del Viernes Santo y en las ocasiones en las que te correspondió presidir otros desfiles. Y, por supuesto, en la de Jueves Santo, en la que sobre ti recaía la dirección de la Hermandad en la calle, lo que conlleva un esfuerzo físico y emocional que siempre asumiste con naturalidad. Además, nunca faltaste a la cita anual del boletín de nuestra Hermandad, desde el que tanto nos has enseñado, como también lo has hecho aquí, en Cuenca Nazarena, gracias a lo cual todos hemos podido sacar provecho de los frutos de tu sólida formación cristiana, asentada en una fe fuerte y firme, y desarrollada en tu larguísima trayectoria como catequista de tu Parroquia de Nuestra Señora de la Paz.
De tu devoción por Nuestro Padre Jesús Nazareno, en esa estremecedora Imagen que José Capuz talló, nos hablaste muchas veces, de palabra y de obra, como en aquel último Jueves Santo. El Paso avanzaba calle arriba, apurando los últimos metros de Alfonso VIII, donde la calzada se estrecha antes de la anteplaza, y allí estabais Rosa y tú; Rosa, tu amor, tu compañera inseparable, tu esposa.
Poco a poco, con su pausado caminar, el Nazareno se fue acercando a vosotros, y tus ojos comenzaron a elevarse buscando Su rostro, la dulce mirada mil veces soñada; y al bajar la vista a tus hermanos, en ella había incontenible emoción, el resumen de toda una vida, que una noche de otoño, con el alma tranquila y preparada, emprendió el camino hasta el cielo, donde ya es eterna junto a Él.