28 minute read

SU LEGADO CULTURAL

Aun cuando por motivos “nazarenos” había coincidido en numerosas ocasiones con Don Santos entonces Presidente de la Junta de Cofradías, no fue hasta 1986 cuando tome conocimiento de que no solo había dedicado su vida a la pastoral parroquial, sino que no había escatimado esfuerzos para cultivar su pasión por el estudio y la investigación.

Fue en una conversación, teóricamente protocolaria, celebrada en su despacho parroquial para presentarle al entonces Prior de la Comunidad Agustiniana Escurialense Gonzalo Díaz O.S.A. que había de presidir la función religiosa que se celebraría en la iglesia de El Salvador dentro de los actos conmemorativos de los “400 años Camino del Calvario”. El arte y la historia fluyeron rápidamente en un coloquio que se alargó bastante más de lo previsto y del que justo es decir me convertí en ignorante comparsa (mientras uno defendía la vida parroquial, el otro lo hacía de la vida conventual). Imposible calcular el tiempo transcurrido. Acabada la lección magistral de la que fui entretenido aprendiz y tras despedirnos de Don Santos nos dirigimos hacia la parte alta de la ciudad. Gonzalo no pudo por menos que expresarme su sorpresa ante una personalidad que no esperaba encontrar al frente de una parroquia y que definió con dos precisas calificaciones: ¡Qué hombre tan increíblemente sagaz! ¡Qué gran Prior hubiese sido!

Advertisement

Ambos estimularon mi curiosidad investigadora y paralelamente se incrementaron mis comunicaciones con D. Santos. Aquella tertulia fue la semilla que desemboco en una sincera admiración y amistad que se prolongó hasta su fallecimiento.

Santiago Palomero Plaza, Conservador – Director del Museo Sefardí de Toledo, en el Catalogo del Museo Diocesano de

Cuenca, definía a Santos Saiz Gómez (Don Santos, para amigos y no tan amigos, porque ese grado de respeto se había labrado a lo largo de una vida dedicada a la Diócesis conquense, y muy especialmente a su patrimonio cultural con máxima dedicación a su parroquia de El Salvador y a la Catedral de Santa María):

“Ser sacerdote, fotógrafo, investigador, restaurador y conservador pueden parecer extraños oficios para caer en manos de la misma persona, pero para los que conocemos las interioridades del Patrimonio de la Iglesia Católica en España, es un hecho conocido que se dan en D. Santos” […] “`Porque ha habido que tener la paciencia de varios santos para realizar la obra de D. Santos” […] “Por todo esto hay que agradecerle a D. Santos el legado que nos hace, que es mucho más que el de unos objetos litúrgicos bien inventariados, conservados y expuestos dignamente”. Pese a ser un trabajador incansable, únicamente tenía publicados dos libros y el minucioso y único plano existente de la Catedral conquense:

· CATÁLOGO MONUMENTAL DE LA DIÓCESIS DE CUENCA. (Tomos I y II). Editado por la Diputación Provincial de Cuenca en 1987. Los trabajos para estos volúmenes se iniciaron en 1977 cuando cuatro sacerdotes recorren durante cuatro años las trescientas cuarenta y cinco parroquias de la Diócesis de Cuenca, inventariando todos los bienes religiosos y levantando planos de los edificios. Se trata de Santos Saiz Gómez, Emiliano Alonso Fernández, Santiago Salcedo y Anastasio Martínez Saiz.

· CATÁLOGO DEL MUSEO DIOCESANO. Editado por la Diputación Provincial de Cuenca en 2004. Previamente en 1984 el mismo autor había realizado una guía explicativa con diapositivas del Museo. El Museo Diocesano de Arte Sacro de Cuenca creado por decreto del Obispo José Guerra Campos el 28 de enero de 1977, fue abierto al público el 23 de mayo de 1983, siendo su arquitecto Fernando Barja Noguerol y su diseñador y montador Gustavo Torner de la Fuente. En Capitulo Extraordinario del 14 de abril de 1988, Santos Saiz Gómez fue elegido Director del Museo Catedralicio.

Pero de su infatigable labor investigadora son testigos los numerosos y minuciosos estudios que nos lega, no publicados pero si editados. La edición la realizaba el propio autor de forma artesanal con su fotocopiadora de color y su máquina de escribir, maquetaba e imprimía, únicamente ajeno al proceso de encuadernación. Por ello se trataba de ediciones de muy reducida tirada pero que componen una maravillosa, imprescindible e irrepetible colección sobre el patrimonio religioso de nuestra ciudad:

· COLECCIÓN DE ESTAMPILLAS DE LA DIOCESIS DE CUENCA (sellos en tinta). 1994 y 2013. Curioso volumen que reproduce un total de setecientos sesenta y seis sellos de cada una de las trescientas cuarenta y siete parroquias y conventos existentes en la Diócesis, terminando con los sellos episcopales abarcando el periodo de tiempo desde 1850 hasta la actualidad.

· CATÁLOGO-INVENTARIO DEL PALACIO EPISCOPAL DE CUENCA. 1996

· INVENTARIO DE LA PARROQUIA DE SANTIAGO. 1999. Lo realiza con motivo de la segregación de esta parroquia de la Catedral.

· ALMACENES DEL MUSEO DIOCESANO Y PALACIO EPISCOPAL DE CUENCA. 1999

· CATEDRAL DE CUENCA. Ornamentos. Tomo I. 2001

· INVENTARIO DE LA PARROQUIA DE EL SALVADOR. Inventario y Apunte Histórico- (recopilado en 2004 con un total de 817 páginas que conforman un completísimo trabajo)

· ALFOMBRAS DE CUENCA. 2006

· CATEDRAL DE CUENCA. RELIQUIAS. 2007 (Este trabajo consta de un total de 378 páginas. Las primeras 169 destinadas a reproducir y describir cada una de las doscientas treinta y cuatro reliquias conservadas incorporando los diversos documentos de su autentificación. El resto del volumen destinado a la figura de San Julián recogiendo en primer lugar diversas reproducciones de libros de la época, así como un apéndice de la documentación existente sobre su culto en el Archivo Capitular; incorpora el expediente de 1945 incoado sobre los restos del Santo, así como las declaraciones de los testigos sobre la cremación de los restos del Patrono de la Diócesis en 1936. Termina el trabajo con reproducción de iconografía sobre el Patrón de la Diócesis, tanto la conservada en el Templo Catedralicio como en otros templos del Obispado o en otros más alejados geográficamente, e inclusive en colecciones particulares.)

· CATEDRAL DE CUENCA. Ornamentos. –tomo II. 2008

· CATEDRAL DE CUENCA. INVENTARIO. 2009. (Quedan inventariados, reproducidos y descritos mil trescientos treinta y seis bienes recogidos en las 696 páginas que componen este trabajo).

· CATEDRAL DE CUENCA. REJAS Y FORJA. 2010

· CATEDRAL DE CUENCA. ÁLBUM FOTOGRÁFICO. 2012 (En un total de 616 páginas se recogen en este álbum más de mil trescientas fotografías).

· INVENTARIO DE ORNAMENTOS DE LA PARROQUIA DE EL SALVADOR. 2014

Pese a que he descrito únicamente aquellas obras que he tenido la posibilidad de saborear (no siendo posible en las actuales circunstancias acceder al resto de ellas) creo que es suficiente para valorar la importancia del equipaje documental recopilado, que se completa con una magnifica e insólita colección de más de ocho mil diapositivas y una extensísima biblioteca que en su mayoría ha pasado a engrosar el ya voluminoso Archivo Catedralicio de Cuenca.

Elevado a la responsabilidad de Canónigo en 1987, es elegido por votación de los Capitulares Presidente del Cabildo Catedralicio en Capitulo Ordinario del 1 de febrero de 1992, puesto que ocupara durante veintiún años, previas las correspondientes elecciones de los componentes del Cabildo.

Son muchos los proyectos que en este dilatado espacio de tiempo se producen en el principal templo de la Diócesis: En el mismo año de su elección se lleva adelante el primer proyecto de iluminación de la Catedral.

Aun cuando el proyecto de instalación de las vidrieras para la Catedral, se remonta a 1987, no será hasta el capítulo del 6 de junio de 1992 cuando obtenga la preceptiva autorización para hacerlo realidad, siendo los vitrales inaugurados el 24 de abril de 1995.

Igualmente se contrata el arreglo del órgano de la Capilla del Espíritu Santo con el taller de organeria “Hermanos Desmottes”.

Tan solo un año después se procede a la restauración y limpieza del órgano de la capilla del Sagrado Corazón de Jesús y se procede a la restauración de Tres tablas del siglo XVI del retablo de Santa Ana y de las tablas “El Nacimiento de Jesús” y “La presentación de Jesús en el Templo” ambas obras de Martin Gómez el Viejo y depositadas en el Museo Diocesano. Se procede igualmente a la instalación de nueva reja en la capilla de Santa María previa restauración de dicha capilla.

El acondicionamiento del Archivo Capitular y la apertura de los óculos situados sobre los órganos catedralicios para dar más luminosidad al templo, son junto con la restauración del retablo de El Calvario sito en la capilla de los Albornoz (se completara posteriormente la restauración de la totalidad de esta capilla también conocida como capilla de Los Caballeros), obras de las realizadas en 1994, año en que se autoriza al Instituto de Conservación y Restauración de Madrid para iniciar los estudios que culminen con la restauración del Arco de Jamete.

Será 1995 el año en que comiencen las gestiones que desembocaran en la recuperación del Claustro Catedralicio con la constitución de una escuela taller creada con esta finalidad, procediendo igualmente a la restauración de diversas obras como: El Calvario atribuido a Diego de Flandes; El Calvario; La Piedad de Alabastro del siglo XV; los sepulcros de los Montemayor, Gómez Vallo y otros de los situados en el Claustro; dos estatuas de la Virgen María.

La organización y celebración del Octavo Centenario de la venida de San Julián a Cuenca concentraran los esfuerzos Capitulares de 1996. Actos que serán presentados por el Cabildo el 14 de junio de dicho año.

En 1998 se aprueba el Plan Director de Actuaciones en la Catedral, constituyéndose así un instrumento que servirá de guía para la restauración del Templo Diocesano. Adjudicado por concurso, se ajusta y regula el futuro calendario de intervenciones. Comienzan sus actuaciones con la intervención en sótanos y sacristía convirtiéndolos en espacios museísticos, se consigue también la recuperación del volumen externo de la Capilla de la Asunción, ultimando la última etapa del plan en 2010 trabajándose en la consolidación de la Torre de la Linterna y dando fin a la recuperación del Claustro Catedralicio.

Durante la vigencia del Plan Director continúan las restauraciones y una de las más importantes es la recuperación de los dos órganos principales de la Catedral, El Órgano de la Epístola es recuperado en el año 2006 y el del lado del Evangelio tres años después. Culminando tan importante renovación con un concierto celebrado el 4 de abril de 2009 en el que por vez primera en muchos años puede escucharse al unísono el sonido de ambos órganos.

El 18 de marzo de 2011 tras veintiún años ejerciendo el máximo cargo de responsabilidad sobre el Templo Diocesano, cesa como Deán del Cabildo Catedralicio.

El esfuerzo de cuantos en esos años tuvieron la responsabilidad de la gestión catedralicia germinó y unido a los desvelos de quienes heredaron este compromiso, originaron el impulso imprescindible para que hoy la Catedral conquense sea posiblemente el más admirado y valorado de los monumentos de la ciudad.

Alejado de puestos de responsabilidad mantuvo su compromiso y entrega para con el patrimonio diocesano y día tras día la madrugada se sorprendía al encontrarlo en su extensa biblioteca en compañía de su breviario, su máquina de escribir, sus proyectos… (En esta última etapa de su vida se encontraba realizando recopilación y transcripción de homilías y prédicas, agrupadas por Ciclos Litúrgicos y Temáticas, así como la compilación de textos de carácter pastoral como Ejercicios Espirituales, platicas y sermones).

Hasta que el 4 de abril del pasado año pasó a engrosar ese doloroso número de amigos desaparecidos, dejándonos como precioso legado el ejemplo de una vida dedicada al estudio y al trabajo.

Las circunstancias de la fecha de su fallecimiento favorecieron que sus restos se incorporasen al Cementerio de Canónigos en la Ermita de San Isidro, en la Hoz del Júcar en lo alto de esta tierra a la que dedico su vida, en la más estricta intimidad. Como a él le hubiera gustado, sin fastos ni parabienes, de los que había huido toda su vida, buscando la máxima recompensa en la obligación cumplida, en la satisfacción del quehacer bien hecho.

Fotografías: Catedral de Cuenca /Gustavo

INTRODUCCIÓN

Tal y como nos han dicho los escribanos litúrgicos a lo largo de los tiempos, “la Luz de Dios se hizo necesaria en el templo”, por eso esas catedrales góticas que comienzan en el siglo XIII –entre ellas la de Cuenca- empezaron a modificar las estructuras arquitectónicas al poder elevar sus muros gracias a las bóvedas sexpartitas que con tanto ahínco y maestría aplicaran los monjes de Cister, modificando constantes vanos en sus paredes para que una condensación de luz incandescente fuese transformando esos templos oscuros en grandes edificios donde la Luz del Cielo llenase espacios recónditos por medio de vitrales inmensos y coloristas. Todo comenzaría en ese siglo XIII y la figura de santos, profetas, operarios, reyes y ángeles irán ocupando sus espacios en edificios pos-románicos, preludiando lo que a partir del siglo XIV ocupará sentido como gótico en dos etapas, en esa transmutación de la sobriedad y oscuridad a la elegancia y luz.

Ese será el tiempo de las catedrales, de su búsqueda del cielo, elevando pináculos y torres hacia el deseo de paz celestial. Luego, los siglos XV y XVI serán decisivos para la ornamentación, destacando la utilización del vítreo y la iconografía catequética en vidrieras elegantes y maravillosas.

Por tanto, observamos como las grandes vidrieras catedralicias llegan a España durante la época de los Reyes Católicos, siendo el siglo XVI el que añadirá multitud de piezas interesantes para el vidrio pintado, arte que se desarrollará con mucha difusión en los siglos XVII y XVIII, en medio de ese creciente uso de la vidriera sin pintar.

Si observamos el barroco como estilo y luego vamos a esa época romántica, sin olvidarnos del neogótico del XIX, vemos un elevado número de figuras que Dimas Pérez, llamará “relamidas y dulxonas imágenes pintadas”, esas que estarán lejos del concepto de iluminación mística que tuvieron los artistas de otros tiempos pasados.

La Luz En La Catedral De Cuenca

En algunos escritos románticos se dice que “la catedral de León es tal, que si quedase suspendida desde lo alto, se asemejaría a un farol”, y sin duda, tiene toda la razón del mundo; tal que podría también suceder a la catedral de Cuenca, sobre todo aquella primitiva levantada a partir del siglo XIII por el empeño de la reina de Castilla, doña Leonor de Inglaterra, esa misma catedral que consagrase el Arzobispo toledano don Rodrigo Jiménez de Rada.

Si analizamos su estructura, observamos esos detalles que la diferencian de las demás. El cerramiento de ábsides –el de la capilla mayor con su doble fila de ventanas y los cuatro absidiolos, escalonados de dos en dos, a ambos lados del mayor- y del doble transepto, formado en su primer momento por aquellos grandes vitrales, según nos dice en su tratado Rodrigo de Luz. Y es que igual pasa en la linterna, llamada Torre del Ángel, más los rosetones de los tres hastiales, permitiendo todo ello poder imaginar aquella magnífica belleza que debía de haber tenido nuestra catedral, no hay duda.

Si analizamos el estudio de la catedral, sobre todo el que nos reflejará el arquitecto Lampérez en su memoria escrita y realizada para la reforma del siglo XX, sabemos que en aquel siglo XIII la catedral se ampliaría en sus tres naves añadidas a los pies. Sobre todo, la central, iluminada con grandes óculos, correspondiéndose a esos aéreos círculos que cabalgan sobre ese triforio que tanto llama la atención, con las naves laterales iluminadas por otros óculos menores o rosas cegadas en algunos de los casos.

Pero es que la Girola, construida en la segunda mitad del siglo XV, es la parte más oscura de todas con esas luces irregulares ya que se acumulan muchísimas obras en todo su perímetro, objetivo de obispos y estilos.

Y es que si analizamos todas las partes del edificio que fueron modificadas o construidas en los siglos XVI y XVII como son la Sala Capitular, la Sacristía Mayor, algunas capillas del XVI y la del Sagrario del XVII no aportaron luz al espacio edificado pues cada uno intentó adecuar sus espacios de iluminación independientemente sin favorecer al espacio catedralicio total. Si vemos lo realizado en el siglo XVIII con el Transparente, pretendiendo iluminar la zona del sepulcro de San Julián, tal vez nos sirva para entender ese objetivo de abrir nuevos espacios como los ventanales de la capilla de Santiago o la del Pilar, modificando así esa escasa luz que hasta ese momento había.

Por tanto, no hay duda que será el siglo XVI el más importante en la resolución de vidrieras y para ello, los investigadores como Gema Palomo o Dimas Pérez, nos aportan documentación clara de ese taller de vidrieras existente en la ciudad y cuya profusión será determinante a lo largo de este siglo y del siguiente.

Aunque su misión es mantener, limpiar y adecentar las existentes, la necesidad de aplicar nuevas vidrieras a espacios o modificar las que hasta ese momento hay, vemos una intensa actividad a partir del 1547. Así aparece en el Coro, la nave central, el rosetón norte y la de la fachada principal.

Un gran maestro destacará en la ciudad y este no será otro, que el famoso Giraldo de Holanda que en esos años colocará la del Hospital de Santiago. Su gran trabajo se ex- tenderá hasta bien entrado el 1557 destacando toda su actividad en cuanto al cuidado y mantenimiento, lo que en el Libro de Fábrica dice “adobar vidrieras” y podemos aseverar el gran poder figurativo en todas ellas, algo que le hacía experto y maestro. Unos años después, aparecerá otro vidriero importante, Pedro Valdivieso, continuador del gran maestro holandés, haciendo sobre todo, las vidrieras de las ventanillas del cabildo y las de la capilla del Bautismo.

Le sucede su viuda, primera mujer dedicada a esta actividad, María Rodríguez de la Puente, luego los Matarana -bien estudiados por la académica Mari Luz Rokisky-, el italiano Natarelo quien casará en Cuenca, teniendo su propio taller de reconocido prestigio, el mismo que realizara una gran vidriera en 1608. Llegará el siglo XVII con una grave crisis económica, agraria, ganadera y artesanal, afectando a las re - formas y modificaciones catedralicias, no sin que con ello, aparezca el vidriero Juan Bautista Bola, momento clave por la desaparición de las vidrieras figurativas siendo sustituidas por vidrios blancos e incoloros.

El noble oficio de vidriero se va degradando en este periodo, apareciendo obras de los que llamarán “latoneros” y en ello queda el significado claro de la utilización de sus usos artesanales, destacando en ese primer tercio del XVIII, Pedro Sáiz y José de Mesa.

Nos cuenta Muñoz y Soliva que “en el año 1859, dos señores capitulares, cuya modestia nos ha impedido manifestar sus nombres, adornaron a sus expensas con vidrieras de colores las once grandes ventanas de la capilla mayor”.

Está claro que la decoración que por entonces se aplicaba fue muy sencilla ya que en la parte cuadriculada alter- narán el rojo, el amarillo y el azul, sin más. Llegaríamos así al siglo XX en su primera parte, en aquel primer tercio en el que las Guías o tratados sobre la catedral conquense, nos expresan la inexistencia de vidrieras completas en muchos casos, de lóbulos o ventanales vacíos o con irregulares dibujos que apenas se podían percibir. Todo ello no era más que la muestra de la dejadez artística en la que habían caído estos edificios simbólicos, trayendo consigo olvido y pérdida en el deseo de seguir decorando, olvidando por completo el hecho de que eran museos de arte vivo, en esa constante evolución de los estilos. Cuenca no será la excepción, y es el siglo XIX, posiblemente el de menor atención, cuando hay un fuerte deterioro, quedando abandonados postulados y efectos que habían sido la envidia europea en los siglos anteriores.

Las Nuevas Vidrieras En Ese Concepto De La Abstracci N

En 1988, la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha tomaba la decisión de dotar a la catedral de Cuenca de vidrieras artísticas en su totalidad, entendiendo que la mayoría de los vidrios que cerraban los huecos del edificio eran de muy baja calidad, encontrándose muchos de ellos en un estado decadente.

Surge, por tanto, la necesidad de crear un Taller de vidrieros en Cuenca bajo la dirección del maestro francés Henri Dechanet, especializado en la técnica tradicional. A la convocatoria realizada por la Consejería se presentarían cuatro propuestas que correspondían a los artistas Bo - nifacio Alfonso, Henri Dechanet, Gerardo Rueda y el conquense Gustavo Torner, propuesta que quedaba aprobada, entregándoles el proyecto único para su puesta en escena. Por otro lado, la propia Consejería pedía al Cabildo que diese su parecer sobre los temas iconográficos a aplicar en las mismas, nombrando éste el 6 de octubre una comisión de seis capitulares que empezó a decidir tales propuestas. Tal comisión sugirió que “debía de haber un ritmo temático de los pies a la cabecera de la catedral, a través de la nave central, es decir, de los óculos del triforio, ritmo que se ha de continuar por los ventanales del transepto y terminar en el capilla mayor. En ese espacio continuado habría que desarrollar la Historia de la Salvación”.

Dicho esto, se proyectaba también una distribución aplicada en los diversos tramos de esa Historia por dichos ventanales y para eso, se hacía la sugerencia de temas marianos para la Capilla de Nuestra Señora del Sagrario, figurativos para la Capilla Muñoz y la Capilla de Santiago y geométricos o florales para las demás vidrieras.

El 14 de diciembre de 1990 –gracias a este gran artículo de Dimas Pérez Ramírez aparecido en la revista Cuenca I/ II/93- se programó, en los talleres de la Cooperativa “Vítrea”, una exposición con las vidrieras que componían esa primera fase de las cinco que constaría el citado proyecto y de esa manera poder ser analizadas y contempladas por todos los que deseasen visitarla. En ese momento, se pudo comprobar el carácter abstracto de los temas y aplicaciones en colores, aspecto que ya conocía el obispo Monseñor Guerra Campos, y provocó entre el público que pudo visitar la misma, una serie de controversias que llegaron a generar una confusión entre vecinos y devotos católicos conquenses, provocando en muchos de ellos, una reacción negativa a esa nueva concepción del Arte de la Abstracción al aplicarse en un edificio clásico de origen gótico.

El proyecto fue encargado en el año 1995 a los cuatro artistas citados: Henry Dechanet, Gerardo Rueda, Bonifacio Alfonso y Gustavo Torner. La empresa Vítrea fue la responsable de la puesta en valor y los vidrios encargados a la prestigiosa fábric afrancesa de Saint Just.

Conclusi N

Sin duda, la aplicación de la abstracción en la decoración vítrea de la catedral de Cuenca supuso un hito en el mundo artístico que llevó a modificar conceptos clásicos donde la tradición iconográfica había sentado cátedra.

Todo ello, modificó parámetros de opinión, elevando a su vez, la potenciación de un turismo mediático de fuerte interés turístico por conocer y apreciar la yuxtaposición entre arte clásico y arte de vanguardia, dentro de un mismo edificio.

Habiendo hablado con doctos profesionales expertos en Arte, Diseño, Patrimonio, Estética, Historia, Religión y Teología, creo poder estar en posesión de opiniones altamente cualificadas para establecer parámetros científicos, que nos ayuden, tanto a doctos como neófitos en la materia, a mantener un equilibrio de opinión ante efectos, evolución y continuidad de ese objetivo común en todas las catedrales del mundo: servir como museos de arte vivo.

En base al catedrático de Arte de la UNED, don Víctor Nieto, académico de Bellas Artes, las vidrieras de la catedral de Cuenca suponen un reto especial y difícil en la concepción actual de la Estética vanguardista cuando el templo gótico ha condicionado su evolución a los elementos artísticos de cada movimiento temporal por los que ha tenido que pasar. Así opinaba también el reconocido profesor Simón Merchán, catedrático emérito de Estética: “No es ni más ni menos, que adecuar los mecanismos de ese nuevo arte que ha roto los esquemas de un clasicismo tradicional”.

Acertar o no en la elección del artista elegido o del trabajo personal llevado a cabo es complejo. No hay duda que analizar los resultados, una vez establecidas en cada una de sus hornacinas, supone entrar en la polémica o en la diatriba de si se ajusta o no, al concepto teológico que adorna cada espacio. No es lo mismo, la nave lateral al Altar Mayor que la Capilla del Sagrario, que la Girola o que el Triforio, sin que cada lugar exija mayor o menor exigencia en el tratamiento religioso de su concepción.

Cuando observo las ventanas y sus vidrieras en esa nave lateral de entrada, observamos una luminosidad extraordinaria que proyecta esa deseada luz en la nave central, en los pilares del Altar Mayor, clarificando las secuencias de ellas en ese doble ritmo descendente y ascendente, es decir el ciclo completo del plan divino –como nos dice el canónigo Miguel Langa- cuando manifiesta claramente ese hecho de que “... desde la tonalidad oscura del mundo terrenal nos va elevando hacia la transición del Purgatorio y la claridad del Cielo en su última instancia”.

Aquí, el gran artista Gustavo Torner supo concebir una idealización de la espiritualidad y del deseo de las buenas obras, expresando en su realización que todo viene de Dios, por creación de la nada. Todo vuelve a Dios. La luz cegadora del principio, en ese primer instante, va dejando percibir átomos y partículas cada vez más concretas, en que se insinúan los mares, las tierras, las plantas y los demás seres.

Por eso, el ritmo ascendente que observamos y que también se puede observar desde la situación material y concreta de lo creado, “nos expresa lo ya purificado e incorporado a la historia de la Salvación, convergiendo hacia Cristo, hacia ese punto Omega en un apocatástasis panta –recapitulación de todo en él-”, en palabras de Dimas Pérez Ramírez Cierto es, que analizar la temática de las vidrieras realizadas por Bonifacio Alfonso sea más difícil si con ello queremos llegar al concepto iconográfico que los propios axiomas teológicos puedan definir, más que nada porque su figurativismo no aclara si nos movemos entre la heterodoxia de la interpretación o la consecución de una luz necesaria para poder contemplar todo su boato pictórico en colorido y forma.

En cuanto a la capilla de la Virgen del Sagrario, la interpretación es más compleja al tener que conceptuar la simbiosis de los extraordinarios dibujos de Vargas con las propias vidrieras de su autor cuyo colorido pretenden recordar los antiguos motivos pictóricos que podían representar en la obra de la antigua bóveda y que ahora, aportan menos luz al espacio.

Tanto Gerardo Rueda en el Coro y el Triforio, como también las de Henri Dechanet, bajo mi punto de vista, ha aportado una concepción bíblica en forma de surrealismo sin olvidar que lo que pretenden es aportar luminosidad a unos espacios claves en la estructura general del templo gótico, de la catedral que en tiempos pasados fue creada para universalizar la obra de Dios. Figurativas o no, Surrealistas o no, Abstractas o no; Vanguardismo, en definitiva, en esa concepción del nuevo arte del siglo XX e inicio del XXI Monseñor José Guerra Campos dijo en su momento, “Quiero dejar claro que, una vez instaladas, si observamos alguna respuesta iconográfica no aceptable o se refleja un punto de vista meramente subjetivo. Sin respetar el lugar de culto, que sepan que las mando levantar sin avisar a nadie, aunque ahora no veo ese peligro”, o las palabras que el arquitecto coordinador Martín Ruiz de Albornoz, en junio de 1992 añadía que “Entenderemos que para llegar a proponer correcciones deberían estar colocadas la casi totalidad de los lotes, a fin de poder evaluar tanto sus efectos como sus interrelaciones. El sistema de montaje de los paneles, técnicamente análogo al utilizado por los maestros góticos, permite en todo momento desmontarlos y bajarlos de su hueco, por lo que las actuaciones son reversibles y evidentemente revisables”, y lo cierto es que, por ahora, primavera del 2021, todo está como surgió en su puesta en valor y tal y como la concibieron sus autores, artistas del siglo XX y creadores del vanguardismo como meta de nuevo arte en la dimensión más actual. Ustedes, visitantes, valoren, estudien, juzguen, pero disfruten, aprendan y sientan el peso del Arte dentro del Arte, de la nueva concepción inmersa en el viejo clasicismo o de la maravilla del gótico en el positivismo de lo moderno. Un lujo y un placer, por lo menos, para un servidor. En el año 2025 se cumplirán los treinta años de su ejecución e inauguración y esa Historia de la Salvación seguirá exigiendo, entre creyentes y agnósticos, que el valor del Arte y la Luz, magnifica la existencia del ser humano como tal.

Por la Comisión Ejecutiva de la JdC

Durante los días 6, 7 y 8 de marzo del pasado año, 2020, una delegación de nazarenos conquenses nos desplazamos hasta la localidad de Huesca para cumplir con la invitación que nos había cursado La Archicofradía de la Santísima Vera Cruz de esa ciudad para que les mostráramos cómo vivimos y sentimos en Cuenca la Semana Santa.

La representación la compusimos tres miembros de la Comisión Ejecutiva, Jorge Sánchez Albendea, Rodrigo Merchante Yébenes y Antonio Abarca Contreras -presidente, secretario y vicepresidente, respectivamente, de la principal institución nazarena de nuestra ciudad- con nuestras esposas.

Esta vez la iniciativa no había partido de la Comisión Ejecutiva de la Junta de Cofradías como en ocasiones anteriores cuando presentamos nuestra Semana Grande en el Círculo de Bellas Artes o el Museo Thysen de Madrid, o cuando fuimos a Sevilla o Cartagena. En esta ocasión eran los nazarenos oscenses los que se pusieron en contacto con nosotros para invitarnos a ir a su ciudad.

La Archicofradía de la Santísima Vera Cruz de Huesca fue instituida y fundada en el ex convento del Carmen de la Observancia de la ciudad hacia el año 1500. En Huesca, esta Archicofradía actúa como lo que en Cuenca viene a ser la

Junta de Cofradías y aglutina bajo su emblema a las catorce cofradías de la Semana Santa oscense. La finalidad de la Archicofradía es fomentar la devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, mediante la organización de las procesiones y actos complementarios, así como la conservación y guarda de todos los enseres de los que es propietaria; y a través de todo ello, promover la vida cristiana de sus cofrades. La Semana Santa oscense está conformada por veintidós pasos. Esta archicofradía viene desarrollando durante los últimos años un interesante programa, denominado “Semblanzas de la Semana Santa”, por el cual, durante un fin de semana, un grupo de personas representativas o referentes de una de las “Semanas Santas” de nuestro país muestra a los cofrades oscenses las particularidades y características de su Semana de Pasión. Un fin de semana de convivencia intenso, en el que se van alternando actos más o menos institucionales con otros más lúdicos y distendidos, dando como resultado una extraordinaria actividad en la que un continuo y constante intercambio de experiencias y emociones produjeron un profundo conocimiento de las dos realidades sobre el mismo hecho: la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Los actos comenzaron en la tarde del viernes, 6 de marzo, con la celebración de una Eucaristía de bienvenida en la iglesia de Santo Domingo y San Martín, oficiada por el obispo de la Diócesis, D. Julián Ruiz Martorell. Dando la coincidencia de que el obispo diocesano de Huesca es conquense, y en su homilía tuvo unas palabras de recuerdo sobre los años vividos en nuestra ciudad y de cariño hacia sus paisanos. Tras la misa, la Archicofradía ofreció el concierto “Semblanzas de la Semana Santa”, a cargo de la Coral Santo Domingo, dirigida por Laura Luque, y de la Burtinae Orquesta.

La actividad de la delegación conquense en Huesca continuó el sábado, 7 de marzo, con la visita al Palacio Municipal en el que tiene su sede el Ayuntamiento, la Santa Iglesia Catedral de la ciudad, la tienda “Ultramarinos La Confianza” y al almacén de pasos de la Archicofradía de la Stma. Vera Cruz de Huesca.

El Palacio Municipal de Huesca es un edificio histórico que reúne en uno dos importantes monumentos oscenses: las Casas de la Ciudad, en las que el Concejo ha gobernado Huesca desde el año 1461, y el Colegio de Santiago, fundado en el siglo XVI, que perteneció a la antigua Universidad de Huesca.

La Santa Iglesia Catedral de la Transfiguración del Señor de Huesca, una joya del gótico español cuya construcción transcurrió entre los siglos XIII y XVI. La traza general del templo está compuesta en cruz latina con capillas laterales y tres naves de cuatro tramos además del crucero. La Catedral de Huesca está en el lugar más elevado del cerro sobre el que se asentó la urbe primitiva constituyendo, junto al ayuntamiento y otros edificios, el centro del recinto histórico de la ciudad.

Tras la visita a estos edificios más emblemáticos de la ciudad, nuestros anfitriones nos dirigieron a un establecimiento comercial, “Ultramarinos La Confianza”. Una tienda en la que nada más acceder pareciera que el tiempo llevase detenido cien años.

Tras el parón para la comida, la tarde comenzó con la visita a los almacenes donde están guardados la mayoría de los pasos oscenses. Los pasos permanecen montados y guardados durante todo el año en esos locales, siendo muy pocos los que reciben culto en los templos. Circunstancia ésta que nos llamó poderosamente la atención, ya que en Cuenca sería imposible que nos pudiéramos pasar todo una año sin poder ver a nuestras sagradas y queridas imágenes.

A las 19:00 horas, el salón del Tanto Monta del Museo Diocesano de Huesca acogió el acto de presentación de la Semana Santa de Cuenca, de la que el obispo de la diócesis y el prior de la Archicofradía de la Stma. Vera Cruz de Huesca ejercieron como anfitriones.

Nuestro presidente, Jorge Sánchez, ofreció una conferencia sobre la historia, evolución y señas de identidad de la Pasión conquense, acompañado por el secretario y el vicepresidente de la institución nazarena conquense. Para finalizar, se proyectó el vídeo promocional de la Semana Santa de Cuenca 2020.

La jornada concluyó con una cena de hermandad en el hotel Sancho Abarca, en el transcurso de la cual se hicieron entrega de varios reconocimientos y obsequios en recuerdo por nuestra visita.

El acto estuvo amenizado por Toño Julve, un popular y reconocido jotero oscense que nos dedicó unas sentidas y emocionantes coplas, a las que le correspondimos compartiendo escenario para cantar algunas piezas del folklore conquense.

Con la visita al Castillo de Loarre y a la Colegiata de Bolea en la mañana del domingo, pusimos punto y final a la edición de 2020 de “Semblanzas de la Semana San- ta”, con el regusto que queda tras el deber cumplido y por haberlo pasado estupendamente bien: contándole a la gente de Huesca nuestra verdad sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo; por haber conocido una ciudad con la que nos une muchas más cosas de las que en un principio nos creíamos; y, sobre todo, por los lazos de amistad establecidos con los hermanos de la Archicofradía de la Vera Cruz.

Una gente maravillosa, excelentes anfitriones, a la que esperamos poder corresponder, tan pronto como se pueda, con la pertinente invitación para vengan a seguir conociendo, in situ, lo que les acabábamos de contar y poder agasajarlos con al menos una parte de la hospitalidad que ellos nos demostraron.

Todo esto sucedió justo una semana antes de que España entera se confinara en sus casas. Fueron los últimos besos, abrazos y risas que compartimos sin ningún tipo de reparo; las últimas comidas multitudinarias sin el temor de que estuviéramos haciendo algo malo o peligroso; los últimos paseos sin importarnos cuantos íbamos y lo cerca que estábamos unos de otros;…

Gracias por todo, hermanos cofrades de Huesca.

Si lo pienso me pongo a llorar, pero no quiero perder la ilusión para cuando el virus que domina nuestra vida desde hace ya un año, nos permita viajar a la ciudad encantada, Cuenda, que respira aire cofrade todo el año y devolver la visita que en 2020, la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca realizó a nuestra ciudad, Huesca, que con el devenir de los acontecimientos se convirtió en lo mejor que pudo pasarnos en ese año triste, gris, desanimado del 2020..., sin poder manifestar nuestra fe en las calles y acompañar esas imágenes que los que somos cofrades llevamos prendidos al corazón como un emblema, y que este año se vuelve a repetir.

Pero el sentido común y la protección de la salud de todos debe primar sobre todo lo demás. Ello no impide que la Semana Santa se siga celebrando, aunque sea de un modo diferente, cuando llega la primavera.

Aún perdura en mi memoria el aroma y el buen sabor de boca de la visita que el año pasado un fin de semana de marzo, que hoy parece tan lejano, realizó la representación de la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca, que aceptando la invitación de la Archicofradía de la San- tísima Veracruz de Huesca, presentó su Semana Santa en Huesca, en el Programa Semblanzas de Semana Santa, que nos da a conocer las Semanas Santas de otros lugares de España, en un intercambio cofrade de vivencias.

Fue un intenso fin de semana de compartir con los hermanos cofrades de Cuenca, nuestro patrimonio, nuestra ciudad, Huesca, ciudad pequeña que presume de hospitalaria. Intercambiar esas vivencias cofrades que sólo entiende quién vive la Semana Santa como algo muy suyo y necesario en nuestra agitada existencia, vivencias personales, mesa, mantel, risas, confidencias y porque no decirlo hasta algún cotilleo que otro.

Qué grandes sois hermanos de Cuenca, una vez más pude comprobar que en la normalidad y la humildad está la diferencia, calificativos que engrandecen a las personas.

Nos impregnasteis de un aroma a incienso, de una luna de Parasceve, de sonidos de tambores, de turbas, de calles, de cuestas empinadas, de horquillas, de bandeos, de sudores de frentes, de pesos sobre los hombros, ¡¡bendito peso!!, de horas de penitencia paseando vuestra fe sin miedo de día, de tarde, de noche, emocionados bajo el relente de miles de personas en las calles que con emoción contenida esperan el paso de sus imágenes: de esas imágenes de vuestros Pasos Titulares; de esas subastas de puestos, de enseres; de esos pequeños nazarenos que visten el horizonte de futuro, de que esto no puede tener fin;… en resumen nos impregnasteis de una ciudad, de unas gentes, que viven por y para su Semana Grande y que sólo tiene un nombre y que es SEMANA SANTA.

Gracias Jorge, Antonio, Rodrigo, Marta, Paqui y Laura, fuisteis nuestro mejor regalo de Cuaresma. Ignorantes estábamos de lo que nos esperaba, pero el miedo, el dolor y el encierro, nos enseñó de golpe a valorar lo que tenemos y esperar con más ilusión, si cabe, que llegue esa luna de Parasceve, que anuncia la primavera, remueve los corazones y podamos celebrar de nuevo nuestra Semana Santa como se merece.

El recuerdo de aquel marzo, inspira en mí unos versos cargados de sentimiento, que sólo los entiende quien como yo, es una humilde cofrade:

Anoche yo lo soñé que hermanaba dos ciudades, separadas en el mapa pero respirando el mismo aire. A una la riega el Isuela, a la otra el Júcar y el Huécar. Una arraigada entre montañas, ideada por los árabes, con recinto amurallado y sus empinadas calles.

La otra apenas tiene muralla, que construyeron romanos descansando en una Hoya, que es puerta del Pirineo. A pesar de sus diferencias, las une el sentimiento cofrade que impregna el aire serrano de sus plazas y sus calles, la alegría de sus gentes, que esperan durante el año que llegue la primavera para sacar la fe a sus calles, nazarenos que acompañan a sus Pasos titulares, con iluminarias filas, latiendo sus corazones al ritmo de los redobles, llorando con misereres, rezando por los rincones. No importa que la distancia separe esas dos ciudades, las une Semana Santa y en una tarde de marzo Cuenca y Huesca quedaron hermanadas para siempre.

Y mientras la pandemia pasa, quiero volver a soñar con Cuenca y sus buenas gentes…

This article is from: