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Darío F. Dolz Fernández

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Programa

Programa

Un año más ese virus que llegó hace un año escaso a nuestras vidas y que lamentablemente se ha convertido en una parte inherente a ellas vuelve a marcarnos el calendario de nuestras tradiciones de la peor manera, obligando a suspender de nuevo nuestra preciada Semana Santa. Nuestros pasos, nuestras túnicas, nuestros capuces, volverán a quedarse sin lucir por nuestras calles, engalanadas en esos días y con el ansia patente en los rostros de los conquenses. Pero la responsabilidad debe primar en estos momentos.

Y sí, un año es mucho tiempo y ya pesa en el ánimo, más si ello conlleva no poder celebrar la Semana de Pasión. Pero tenemos que pensar en poner la salud por encima de todo sabiendo que comienza a verse la luz al final del túnel, con las vacunas que ya están aquí y el inicio de la inmunización colectiva. Ojalá las previsiones se cumplan y el año que viene, por fin, retomemos nuestras vidas no con esta nueva normalidad que cada cierto tiempo lleva consigo una nueva ola, con contagios y, lamentablemente, fallecidos, sino una situación que nos permita vivir nuestra Semana Santa de la manera más parecida a lo que era y sin miedos ni inseguridades.

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Mientras tanto, agradezco profundamente a la Junta de Cofradías el esfuerzo que ha hecho en poner en marcha una serie de actividades coincidiendo con estas emblemáticas fechas para poder, desde nuestras casas, vivir estos días de pasión. Estoy seguro, por ejemplo, de que en la madrugada del Viernes Santo volverán a sonar los tambores y los clarines desde las ventanas de los conquenses, añorando una procesión Camino del Calvario que siempre ha sido una seña de identidad de nuestra ciudad.

Pero insisto, responsabilidad. Debemos mantener la prudencia y no permitirnos una nueva situación como la vivida después de Navidad. Tengamos un poco de paciencia que se traducirá en evitar pérdidas de familiares, de amigos, de conocidos. El año que viene tenemos que estar todos los que estamos ahora, no podemos permitirnos el lujo de perder a nadie.

Y ojalá el año que viene, conquenses de todas las Hermandades, mayores y pequeños, vuelvan a salir con su capuz al hombro camino de su desfile procesional con su venerada imagen. Tenemos esperanza y todos unidos podremos lograrlo, y volverán el sonido de las horquillas y el cántico del Miserere, que romperán el silencio que ha marcado nuestras vidas desde hace ya demasiado tiempo.

Saluda del Presidente de la Excma. Diputación de Cuenca

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