“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Gálatas 6:1 Rev. Humberto Henao
LA AMONESTACIÓN MUTUA (IV) “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta –uno está expuesto a eso–, vosotros –nosotros, los creyentes– que sois espirituales restaurarle con espíritu de mansedumbre…” Aquí tenemos otro requisito, y es siendo espirituales. La forma de hacer la amonestación influye muchísimo en que el otro lo acepte o la rechace. ¿Qué requisito hay para uno amonestar a otro? Ser espiritual, y la persona espiritual es una persona que tiene comunión adecuada con Dios; esa comunión con Dios le permite ayudar a otros a mantener una comunión adecuada entre sí. Muchos creyentes tienen años de estar en una iglesia, y saben las dificultades para mantenerse en la lucha no solamente por las tentaciones de esta propia naturaleza, sino por las relaciones que hay que saber manejar para no entrar en conflictos con otros. La Biblia también nos dice: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Un papá en ira, en cólera, en una actitud iracunda, no produce el mismo efecto que produce un padre o una madre cuando le dice “te amo mucho, pero te tengo que castigar”. Hemos tenido experiencias de hijos que dicen “la tortura, el castigo más fuerte para mí, es ver a mi papá y a mi mamá llorando por amonestarme”. Es terrible, pero he tenido casos de hijos que han dicho “yo no puedo más, porque mi papá llora amonestándome, yo no quiero verlo así”. Eso es más eficaz que cualquier latigazo, que cualquier regaño, ¡qué terrible!
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