HISTORIA Durante el último siglo, la arqueología no ha desmentido al texto bíblico sino todo lo contrario, ha venido añadiendo más y más de estos “puntos cruciales” a la fiabilidad de la Biblia y permite vincular determinados acontecimientos bíblicos con lugares geográficos concretos. (*)
¿ES LA ARQUEOLOGÍA ENEMIGA DE LA ESCRITURA?
Una importante evidencia externa, capaz de apoyar la precisión histórica de la Biblia, es la que proviene de la arqueología. Por ejemplo, el evangelista Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cita 54 ciudades, 31 países, y 9 islas diferentes. Aunque en algunos casos han cambiado los nombres, todos estos lugares han sido hallados por los arqueólogos. Lo cual constituye una evidencia importante de la precisión histórica y geográfica con la que escribió el evangelista. Sin embargo, la auténtica misión de la arqueología bíblica no es “demostrar” la veracidad de la Biblia. Este tipo de demostraciones sólo pueden darse en el campo de las matemáticas o de la lógica pero no en el de las ciencias históricas. Conviene tener en cuenta que la arqueología aporta materiales culturales elaborados por el ser humano de la antigüedad, como inscripciones, utensilios, edificaciones, etc., que proveen o pueden proveer un marco adecuado para interpretar la Biblia con precisión. De la misma manera, como en el caso anterior del evangelista Lucas, la arqueología permite vincular determinados acontecimientos bíblicos con lugares geográficos concretos e inscribirlos así en ciertos momentos históricos. En ocasiones, se ha dicho que la Biblia estaba equivocada, hasta que se descubrió que no era así. Por ejemplo, durante bastante tiempo los especialistas dudaron de la historicidad de Salomón y de que era imposible que tuviera caballos -tal como dice
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MOVIMIENTO MISIONERO MUNDIAL
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la Biblia- ya que en aquella época supuestamente sólo se usaban camellos (es decir, dromedarios). Hasta que en Meguido (en un montículo situado al norte de Samaria) se descubrió una ciudad en la que habitó Salomón, (965-928 a.C., siglo X a.C.) así como restos de los muros de establos para caballos. El arqueólogo G. E. Wright escribe al respecto: “Los arqueólogos que han trabajado en Meguido nos dicen que la ciudad del siglo X poseía en sus costados este y sur unos establos para albergar caballos en número de unos cuatrocientos cincuenta. Ciertamente, de acuerdo con 1ª Reyes 9:15-19, era de esperar encontrarse con tales construcciones, puesto que Meguido era una de las ciudades dedicadas por Salomón al acuartelamiento de carros.” Otro tanto ocurrió a propósito de los hititas. Del imperio hitita se habla en la Biblia (en los libros de Génesis, Éxodo y Números). Sin embargo, como la arqueología no había encontrado restos de dicha civilización, muchos escépticos creían que se trataba de una leyenda sin fundamento. En 1900 un profesor llamado, Hugo Winkler, descubrió, en una expedición a Bogazkoy (en la provincia turca de Çorum), las ruinas de Hattusa y más de diez mil tablillas de lo que había sido el archivo nacional de los hititas. Actualmente, hasta la Wikipedia posee importante información acerca de la civilización hitita mencionada en las Escrituras. Existen muchas evidencias arqueológicas que han esclarecido y corroborado la veracidad de la Biblia. Ahora bien, ¿qué ocurriría si la arqueología aportara testimonios contrarios a los relatos bíblicos? ¿Se debería pensar entonces que la Biblia miente o está equivocada? En una hipotética confrontación entre los resultados arqueológicos humanos y el texto bíblico inspirado, ¿cuál poseería mayor autoridad y tendría la última palabra? El Dr. Wright escribe: “el estudio de la arqueología pone al teólogo ante un grave e inevitable riesgo. ¿Qué pasaría si descubriéramos que el relato bíblico no responde a los hechos? No tenemos más remedio que afrontar tal eventualidad, ya que no es posible comprender bien la naturaleza de la Biblia, si no conocemos su ambiente y trasfondo. De hecho, la arqueolo-