Ingeniería Civil IC 623 septiembre 2021

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Técnicas y materiales en la construcción de edificios religiosos del siglo XVI

Muros de gran espesor. Convento de Tepoztlán.

de las construcciones previas. En sitios donde no había cimentaciones previas, el criterio general para definir el nivel de desplante de la cimentación era el de excavar hasta encontrar un estrato de suelo muy compacto, de preferencia roca. Lo común era desplantar el cimiento a 1.7 m de profundidad; rara vez se excedían los 3 m. Como cimiento se empleó el engrosamiento de muros como elementos verticales de soporte de las estructuras; el espesor de estos cimientos, llamados zapatas corridas, dependía de la calidad de los estratos del suelo que se habían tomado como apoyo; cuando ésta era aceptable, el cimiento tenía un ancho que excedía poco el del muro (unos 20 cm a cada lado), mientras que en suelos de menor calidad de optaba por dar al cimiento un grosor del orden del doble que el del muro. En general, la calidad de la mampostería de los cimientos es menor que la de los muros que soportan. Sistemas más complejos de cimentación, como los que se requerían para transmitir el elevado peso de las construcciones sobre suelos muy deformables, se han encontrado casi exclusivamente en la Ciudad de México, donde hubo un amplio desarrollo de técnicas de cimentación desde las épocas prehispánicas, que fueron adoptadas y refinadas en la construcción virreinal. Entre ellas se encuentran las grandes plataformas de mampostería bajo toda la planta del edificio; las retículas de muros de cimentación; los pilotes cortos (estacones) de madera y los emparrillados de troncos de madera para dar continuidad a los cimientos. Los problemas de asentamientos diferenciales de algunos conventos se han presentado cuando distintas partes del edificio se apoyan en suelos de diferente compresibilidad, situación que se ha dado, principalmente, cuando, para nivelar sitios con pendientes importantes, se tuvieron que hacer rellenos artificiales de espesores importantes, y estos rellenos no se compactaron de manera adecuada; también cuando las construcciones están ubicadas cerca de lechos de ríos, por lo que quedan desplantadas una parte sobre suelo firme y otra sobre suelo blando de depósito aluvial.

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Muros y elementos verticales de soporte. Los elementos de soporte de las estructuras conventuales fueron esencialmente gruesos muros; rara vez se recurrió a columnas. Los muros son elementos poco aptos para resistir fuerzas con dirección perpendicular a su plano, como son las generadas por los empujes de las bóvedas y por las vibraciones debidas a sismos. La conciencia de esta limitación llevó a la adopción de espesores muy grandes en los muros (de 1.6 a 2.4 m). En la construcción del siglo XVI, y sobre todo en los templos, la colocación de robustos contrafuertes en los altos muros que sostienen las cubiertas fue generalizada y ha sido una de las razones principales de la supervivencia de estas construcciones. En los templos se recurrió con frecuencia a proporcionar a los muros engrosamientos en forma de costillas (llamadas pilastras) hacia el interior de la construcción; estos elementos se prolongan hacia la cubierta, donde continúan como arcos fajones; de esta forma se subdivide la nave en tramos o crujías. Pisos y cubiertas. La estructura para techos en los edificios religiosos fue en general de cubiertas abovedadas de mampostería. El mayor problema constructivo para los techos abovedados fue la habilitación de la cimbra u obra falsa; el proyecto y construcción de la obra falsa se hacía más complejo y costoso a medida que aumentaba la altura del techo. La mampostería de las bóvedas fue preferentemente de calicanto, colocado éste directamente sobre la cimbra de madera, aunque en ocasiones llegó a ser de ladrillos o de pequeños sillares de piedra. El espesor de la bóveda fue muy variable: un valor frecuente fue de 60 cm en la clave y creciente hasta 120 cm en los arranques. La calidad fue mucho más cuidada que la de los muros. Diseño de la estructura Hay controversia sobre el grado de conocimiento que había en la época acerca de la manera en que los elementos de la estructura resisten las cargas que le son impuestas por el propio peso de la construcción y por otros agentes externos; también la hay sobre si se aplicaron reglas y procedimientos para determinar las dimensiones de los elementos estructurales básicos. Independientemente de la dificultad que se tiene para demostrar que se siguieron reglas específicas para definir las dimensiones de los elementos estructurales, los conocimientos que se tenían sobre el tema quedan claramente comprobados por la evidencia de los logros obtenidos en la construcción de templos conventuales de gran altura y con techumbres de grandes claros y, sobre todo, por la permanencia de éstos durante más de cuatro siglos Extraído del libro de Roberto Meli Los conventos mexicanos del siglo XVI. Construcción, ingeniería estructural y conservación, México, II UNAM y Miguel Ángel Porrúa, 2011. ¿Desea opinar o cuenta con mayor información sobre este tema? Escríbanos a ic@heliosmx.org

IC Ingeniería Civil Órgano oficial del Colegio de Ingenieros Civiles de México ❙ Núm. 623 septiembre de 2021


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