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Obras son amores, y no buenas razones
Transcurría la década de 1950 cuando el padre Salvador Zamudio, S.J., tuvo su primer encuentro con un grupo de niños de escasos recursos, con quienes tenía continuamente muestras de apoyo y cariño, y un buen día comenzaron a ir a misa solo para que se les diera de desayunar. Esa sencilla acción desembocó en la fundación del Centro Educativo Salvador Zamudio y el Centro de Capacitación Unidad Laboral, en un intento de dar la esperanza de una mejor vida a esos pequeños. A más de sesenta años de ello, conversamos con el Lic. Francisco Javier García García, jefe administrativo de las Obras P. Zamudio, para saber más sobre esta valiosa obra.
¿Cómo se llama el Centro Educativo?
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Son tres escuelas propiamente. El Centro Educativo es la obra educativa del padre Salvador Zamudio, S.J. De este se desprenden las escuelas: el Centro de Capacitación Infantil, que tiene preescolar y primaria; el Centro Educativo Salvador Zamudio, que cuenta también con preescolar y primaria, y la Secundaria Salvador Zamudio.
En su momento, el Centro Educativo Salvador Zamudio sustituyó al Centro de Capacitación Unidad
Laboral, uno de los elementos originales que creó el padre Zamudio. En la actualidad, impartir capacitación laboral no es funcional ni operativo, porque las escuelas bajo la administración de la Secretaría de Educación Pública asumieron ese rol, con el Conalep, y luego con los CBTIS y los CECATIS.
¿Qué significa para la comunidad jesuita operar este Centro Educativo? Para la educación jesuita es muy importante. El Dr. Armando Rugarcía Torres dio muchos elementos teóricos y puntuales para definir la presencia jesuita en la educación a través de los lemas del padre Kolvenbach: “El ser para los demás”. Esa frase nos da una perspectiva muy amplia del sentir jesuita y de lo que significa para ellos participar en la formación. Si vamos un poco a los orígenes, San Ignacio de Loyola jamás pensó en cubrir el ámbito educativo de niños, porque él quería trabajar con la gente de las universidades y hacer causa en esos niveles. Al parecer, algunos vieron la magnífica formación de los jesuitas, tanto profesional como en proyección personal, y los administradores o regentes de las ciudades empezaron a encomendar a los jesuitas la instrucción de sus hijos. Con San Francisco de Sales, un jesuita, se sistematiza más la labor educativa a nivel básico. Entonces, para los jesuitas es fundamental, porque se despierta la conciencia desde las primeras etapas de la vida.
¿Cómo logró el padre Zamudio recolectar los primeros fondos para abrir y operar el Centro Laboral? De pronto la historia suena como un cuento: el padre Zamudio inició su actividad acercándose a los niños y conviviendo con ellos. Eso le permitió conocer sus necesidades, sus aspiraciones en esa etapa infantil, sus ilusiones. Entonces, él, con los recursos que tenía, empezó a invitarlos a la misa. Hay un dicho muy cierto: “La palabra convence, pero el ejemplo
“Durante 67 años, el centro educativo del padre Zamudio ha brindado a 39,492 personas la posibilidad de una vida mejor.”
Lic. Francisco García arrastra”. Pronto, la gente que asistía a los oficios religiosos, a la Iglesia de la Compañía, empezó a darse cuenta de que llegaban niños, y un sacerdote los atendía y platicaba con ellos. Al parecer, así empezó a involucrar a la gente, sobre todo porque le preguntaban: “¿Por qué está haciendo usted esto?”, y él contestaba: “Lo estoy haciendo porque estos niños tienen necesidades. Estos niños no comen. Mírenlos como vienen vestidos”. Así, sin proponérselo, fue incorporando a la gente para que lo ayudara. Incluso, se comenta que para conseguir ayuda para los niños el padre recorría las calles, tocaba en casas y negocios, se acercaba y pedía apoyo para el sostenimiento de los niños. Y de alguna forma, nadie le negaba ese apoyo, porque estaban viendo en realidad a los niños y su formación. En un principio era muy elemental, apegada a la formación catequética, pues daban a los niños golosinas y alimentos por cumplir determinadas sesiones de catecismo. En un año juntaban boletos y les daban premios que enviaba la Provincia, movida por el Padre Zamudio.

De esa forma fue convocando gente, y comenzó a compartir su proyecto, diciendo: “Los niños que ustedes ven es muy difícil que por sí mismos salgan adelante en la vida, porque sus padres no les apoyan. A duras penas reciben algo de alimentación. Entonces, si no hacemos que el niño genere sus propios recursos para satisfacer sus necesidades, no vamos a conseguir nada”.
Poco después, el padre se preguntó qué se podría hacer, y lo primero que planteó fue brindarles educación básica. En esos momentos —hablamos de la década de 1950— estudiar era muy costoso. Ahora existe la educación pública, pero entonces era limitada. Era un esfuerzo muy grande, y también costoso para algunos. En ese entonces, muchas personas que lograban estudiar no terminaban la primaria. Viendo eso, el padre dijo: “Los niños van a crecer, y tenemos que enseñarles un oficio, para que a partir de eso puedan mantenerse y desarrollar sus habilidades, y más adelante sostener a su familia. Si mejoramos la vida de este niño, mejoraremos el medio en el que vive”.
El padre Zamudio tuvo una gran visión al hacer que los niños aprendieran y se desarrollaran. Sí, fue bastante fuerte. Recordemos que en ese ambiente de posguerra hubo mucho énfasis en la doctrina social de la Iglesia, que se gestó desde el siglo XIX, y entonces hizo impacto, porque en esa época parecía que el mundo estaba en auge, la industria marchaba a plena potencia; sin embargo, también se veía que el reparto de los beneficios o las riquezas no era el adecuado, y entonces ahí es donde está presente la doctrina social de la Iglesia. Mientras esto ocurre en México, otro sacerdote llegó de España a Centroamérica y generó el movimiento “Fe y Alegría”, donde invitó a los jóvenes que terminaron su educación a que fueran a las comunidades de bajos recursos a ayudar, y muchos quisieron hacerlo. Desde entonces se habla del padre Cuéllar y de otros sacerdotes que buscaban no solamente desempeñar su ministerio, sino que el ministerio saliera y llegara a la gente, y todo eso fortalece a la obra, siempre a través de nuestras acciones.
Donativos: ASOCIACIÓN PARA EL FOMENTO DE LA CAPACITACIÓN INFANTIL, A.C.
Banco: Santander. Cuenta: 65507751241
Clabe: 01465065507751241-9
Sucursal: La Vista (1251) Enviar su comprobante de depósito a: Lic. Teresa Esper al mail obra.zamudio@gmail.com.
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Para Disfrutar
Sandra Mian
Es ingeniera de Alimentos por la UNICAMP (Brasil). Su formación en historia y antropología de la alimentación se complementa con 30 años de vida profesional con empresas de aparatos domésticos y alimentos. Ha impartido innumerables cursos y ponencias en México, Brasil, Canadá, Estados Unidos e Inglaterra (Oxford). Ha publicado artículos en Oxford Symposium on Food and Cookery. Es maestra de asignatura (Antropología de la Alimentación) en la IBERO Puebla, donde ha también creado e impartido un diplomado sobre innovación y sostenibilidad para la industria alimentaria.
Trabaja en Brasil, en la creación de contenido digital e investigación de mercado para desarrollo de alimentos y servicios, y tiene una empresa de consultoría en Canadá: B-Ahead Consulting Inc. Le apasiona la comida, principalmente comida histórica y su reconstrucción.