Málaga Arquitectos Travesías nº5 - octubre 2022

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Ocasiones y derivas José Ignacio Díaz Pardo

En recuerdo de José Miguel de Prada Poole

Cada vez que me acerco a la Arquitectura para intentar desentrañar su esencia, sus valores, sus procedimientos o su formalización, veo más clara la necesidad de buscar en lo conceptual su núcleo primigenio. Lo que no me exime de aceptar la trascendencia de lo constructivo para alcanzar la obra rotunda, pero reafirmándome en que la aproximación a las Artes del Disegno de Vasari solo será efectiva si se hace desde los lenguajes respectivos de la Arquitectura, la Escultura y la Pintura. Al fin, es lo que viene a recordarnos Juan Miguel Hernández León cuando rescata la entrevista a Mies van der Rohe en Architectural Record. Dijo el arquitecto alemán:

…la arquitectura surge cuando dos ladrillos están colocados juntos cuidadosamente. Por tanto, no son los ladrillos, sino el cuidado, es decir, el saber hacer, lo que permite ese trascender hacia un ámbito no material, donde reside lo que llamamos «arquitectura».[1] El movimiento moderno planteó una ocasión en la historia[2], en la que restablecer el diálogo entre concepto y fisicidad (esta como oficio o ejecución), entre idea y materia. Con él renació la esperanza de enderezar la equivocada deriva tomada por la arquitectura posalbertiana, pero que acabó en las fantasías transvanguardistas, postmodernistas, etc.: todo un batiburrillo de desesperanzas. Después ha habido otras ocasiones, desgraciadamente residuales y minoritarias, como la de la aproximación a la arquitectura neumática que alcanzó su cima en la Expo de Osaka, en los años sesenta y setenta. En su hermenéutica se han visto proyectados gran parte de los referentes y vicios de los canónicos análisis conceptuales, estéticos y constructivos aplicados a la arquitectura histórica. Para detectar los posibles errores de enfoque, reflexionemos primero sobre uno de los factores genésicos de estas raras ocasiones en las que nos es dado pararnos a vislumbrar un horizonte para el devenir arquitectónico. Hablo del papel que la materia con la que se da fisicidad al hecho arquitectónico[3] interfiere en su esencia o en el concepto que lo vivifica: En la arquitectura neumática todo gira alrededor de un simple diferencial de presiones.

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En ella, el espacio se delimita casi virtualmente —es quizás la representación más conseguida del topos y el kora aristotélicos—, pero se define perceptualmente por esa leve membrana que ya no quiere interferir en el horizos de los griegos, el límite a partir del cual empieza algo. En este caso no: en ella, dentro de ella, se encierra todo, pues impide a los ámbitos psíquico, fisiológico, perceptual y físico, ser remitidos al horizonte sensible derivado de Alberti. Nos sitúa en un nuevo sistema referencial, lejano a la percepción a la que nos ha condicionado la cultura perspectiva albertiana. En este tipo de intervenciones arquitectónicas, no podemos tener el horizonte como sistema referente de las experiencias visuales y cinestésicas.[4]


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