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Beatriz Pacheco
una condesa extremeña en los entresijos de las luchas por la Corona de Castilla
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Beatriz Pacheco se convirtió en Condesa de Medellín al casarse con Rodrigo Portocarrero en 1445. Su padre, Juan Pacheco, había acordado ese matrimonio para recuperar unas tierras que consideraba suyas. Con los condes viviendo en Medellín, el emblemático castillo de esta localidad tuvo sus años de mayor esplendor, aunque su origen se remonta a la época musulmana.
De esa etapa también procede la “leyenda del conde”, una historia que recogen las crónicas de la época y que aún hoy puede escucharse por las calles y paseos del municipio. Portocarrero murió diez años después de su matrimonio con Beatriz y ella se convirtió en una joven viuda con cinco hijos y embarazada del sexto. Tuvieron cinco hijas, Isabel, Juana, María, Francisca y Catalina, y un único heredero, Juan.
Cuando el joven reclamó su condado, su madre lo encerró en una de las torres del castillo y allí lo mantuvo durante cinco años. Además, se decla-
ró defensora de los derechos de Juana la Beltraneja en contra de Isabel
la Católica en la disputa por el reino de Castilla. Quizás por eso, por no jugar sus cartas a favor de la vencedora, a Beatriz Pacheco con el paso de los años la describieron como varonil, egoísta y cruel. Su temple y osadía la hicieron una mujer diferente. Si se hubiese alineado con Isabel, reina de Castilla, quizás su legado en la historia sería distinto.
Cuando Beatriz Pacheco perdió definitivamente la batalla contra la reina, su hijo Juan Portocarrero recobró su libertad. Sin embargo, para escapar de la celda, el conde se negó a colgarse de una cuerda y pidió abrir una puerta para salir por su propio pie de su encierro. Por eso, en la parte
baja de la torre central que mira al río se mantiene la puerta por la que huyó el conde.
Del castillo se conserva todo el perímetro y su interior está atravesado por una pared de piedra que une las dos torres más altas. Alberga también los restos de la que fue la primera iglesia de Medellín y un aljibe de su pasado musulmán. En el siglo XV, cuando los condes habitaban allí, había en Medellín cuatro parroquias, de las que solo quedan en pie dos: la de Santiago, actual Centro Museográfico, y la de San Martín.
Medellín en época romana era la antigua Metellinum. Aprovechando la ladera de la montaña, los romanos construyeron un teatro con esculturas para 3200 espectadores. Es uno de los lugares que puede visitarse durante todo el año y sede del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, ya que en su escenario se representan algunas obras en temporada estival.
El primer puente sobre el río Guadiana también era romano, pero fue sustituido por el actual en el año 1630. Recorrer la ribera del río permite disfrutar de multitud de aves y de una abundante vegetación. En la zona de baños hay un restaurante que abre todo el año y en verano, cuenta con dos chiringuitos, un área de caravanas y, en lugar de arena o piedra, un manto de césped lleva a los bañistas hasta la orilla.
El castillo en lo alto identifica a Medellín a lo lejos. Desde allí debió mirar Beatriz Pacheco la extensión de su condado. Organizó fiestas, batallas y

negociaciones políticas. Una vez despojada de sus títulos se retiró a Pernes, en Portugal, donde murió el 2 de noviembre de 1491.
Medellín está extendida a los pies del cerro coronado por el castillo. Una localidad de pasado romano, musulmán y cristiano, a la que acuden gentes de distintos lugares para disfrutar de sus ferias de agosto y de las Fiestas del Cristo de la Misericordia, que congregan alrededor de la plaza de Hernán Cortés, oriundo de este sitio, multitud de eventos religiosos y festivos. Destaca la Semana Cultural de la Hispanidad, que incluye una ruta nocturna monumental. No faltan en las celebraciones las migas ni la caldereta de cordero, así como platos de peces de río. Y las fiestas se endulzan con bollas, pestiños y rosquillas fritas.