De Norte A Sur - Nro. 345

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Profesionales

24 Mayo de 2010

El único auténticamente rioplatense

Profesionales Sin Sorpresas Por Juan Carlos Dumas, Ph.D.*

L

os intensos y frecuentes fenómenos geotérmicos de los últimos meses, incluyendo los devastadores terremotos de Haití, Chile y China y las pantagruélicas nubes de ceniza vomitadas por un volcán islandés cuyo nombre es imposible pronunciar, son para algunos el correlato físico de lo que está ocurriendo a nivel social. Pocas veces como ahora se van develando al sorprendido público, en estertores y erupciones cuasi volcánicas, una serie semi oculta de hechos que queman la conciencia humana como lava ardiente. Me refiero a los abusos recurrentes de sacerdotes pedófilos en los cinco continentes, cuyo hedor ya llegó hasta la silla de Pedro, conmocionando a una Iglesia Católica, Apostólica, Romana retrógrada, misógina, ciega, sorda y muda, tan penosamente alejada de su espiritua-

lidad y misticismo originales. Y al mismo tiempo, me refiero a los autodenominados “genios” de Wall Street, éstos que amasan fortunas billonarias en una década, hasta en un año, pero que lejos de ser individuos con capacidades analíticas extraordinarias que los ayudan a entender el pulso de los mercados antes que el resto de los mortales, son una banda de criminales corporativos, megalómanos y ladronzuelos crueles de la peor calaña, aunque “almidonádicos, almidonádicos, mini mini” como cantaba con todo su dolor Violeta Parra. Y dije más arriba semi ocultas porque, como en la naturaleza, sabíamos que estaban allí, retorciéndose en el vientre, no de volcanes, no, sino de instituciones que finalmente son sacudidas por explosiones eruptivas que dejan un rastro de fuego que ya nadie puede ignorar. Para quienes seguimos de cerca las acciones de la Iglesia Católica y de Wall Street, las emergentes revelaciones de engaños, abusos, coerciones, amenazas y conductas criminales por parte de ambas jerarquías no nos sorprende en absoluto; es más, ya estábamos a punto de darnos por vencidos y conceder que el restablecimiento de la justicia solo se logra, como insistía Ernesto, con acciones revolucionarias. Pero por fin, y gracias a una larga serie de afortunadas convergencias y al esfuerzo por décadas de un grupo de hombres e instituciones valientes, la oculta pestilencia de individuos que

se mimetizan bajo el brillo deslumbrante de palacios vaticanos y de la Dolce Vita del poder económico y financiero, ha salido a la luz dejando una nube damocleana sobre la conciencia internacional. Decir que todas las iglesias y que todos los bancos y compañías financieras son esencial, ínsitamente corruptas sería desconocer el honesto aporte que diariamente hacen curas, monjas y pastores que laboran abnegadamente con los más pobres y necesitados del mundo, e ignorar los beneficios económicos y sociales de un sistema bancario que –aunque no por su naturaleza generosa ni por su altruismo- aceita industrias y proyectos con su liquidez y sistemas de préstamo. Es más, cuando un grupo de pedófilos, narcisistas, misántropos, mitómanos y, simplemente, ladrones, se encapsula parasitariamente en el letárgico cuerpo organizacional de Roma y de Wall Street, son éstas las que sucumben toda vez que no actúan quirúrgicamente para extirpar tanto cáncer, o como decía yo hace algunos años en este mismo medio, sacar “al enemigo de adentro”. Como ni el Vaticano ni Wall Street emprendieron decisiva y honestamente la investigación y saneamiento de sus excelsas corporaciones, son ya fuerzas externas las que piden justicia después de tanto abuso, de niños y adolescentes sometidos sexualmente en el primero,

La ordenación de mujeres sería otro gran paso hacia adelante, como digo a menudo, porque las mujeres son más honestas y dignas que los hombres. Aunque no es clínicamente exacto que un hombre sin acceso a una vida sexual plena vaya a transformarse necesariamente en un abusador homosexual de niños o heterosexual de niñas prepúbicas, es obvio que la energía sexual humana, la líbido, solo puede reprimirse y sublimarse hasta cierto punto por lo que la emergencia sexual puede manifestarse en terrenos patológicos y hasta criminales y dar lugar a un sinnúmero de perversiones. En cuanto a los Goldman Sachs y demás bancos borrachos de poder, la única manera de evitar que operadores y “big players” de un perfil psicológico maníaco, despiadado, antisocial y manipulador “borderline” no le sigan haciendo daño a una comunidad desprotegida es implementar sólidos mecanismos de transparencia y regulación federal, dirigidos y supervisados por autoridades de incuestionable reputación, que no sean los mismos hijos de un Wall Street irreverente, abusivo y ladrón, o los lacayos de un sistema bancario tan inmoral que hasta explota a los más humildes cargando cifras impagables a los desesperados que recibieron $50 y $100 de microcréditos en las regiones más misérrimas del planeta.

de familias empujadas al desastre económico por financistas que apostaban a su fracaso en el segundo. El poder judicial, las policías regionales, los organismos reguladores como la renovada Securities & Exchange Commission, tarde o temprano se irán haciendo cargo de quienes, con nombre y apellido, han abusado del cuerpo o la confianza ajenas, pero es la presión continua del público, especialmente de los afectados y sus familias, de los medios de comunicación y los organismos de derechos humanos los que hacen la diferencia entre el silencio y la verdad y los que terminan de construir el puente entre la investigación, el juicio y el castigo. La Iglesia Católica recobrará su sanidad espiritual y su credibilidad moral sólo cuando logre corregir los problemas estructurales que han facilitado y exacerbado tanta depravación en sus filas sacerdotales, comenzando por una selección rigurosa de los hombres que aspiran a representarla –selección que debe incluir, ineludiblemente, un análisis psicológico profundo de personalidad- y de una buena vez hacer del celibato un ejercicio voluntario, permitiendo el matrimonio de los sacerdotes ya que es una modalidad histórica desde los orígenes del Cristianismo, ya que la iglesia misma predica “la santidad del matrimonio”, y puesto que el mismísimo Dios al que tanto veneran se dio cuenta temprano que “no es bueno que el hombre esté solo”.

¿Qué debemos hacer con quien le roba la última esperanza al agricultor empobrecido y depresivo o a la viuda famélica que apenas sostiene a su familia con microemprendimientos, y se justifica diciendo que “así es el capitalismo” y habla de la “supervivencia de los fuertes” mientras bebe otro sorbo de scotch en su malhabida mansión o se da un “pase” de cocaína junto a su olímpica piscina? ¿Qué hacer con el cura que le dice al niño que está sodomizando que no se preocupe porque Jesucristo dijo “Dejad que los niños vengan a mí” o lo amenaza con el fuego eterno si es que habla con terceros sobre su aberrante abuso? ¿Qué hacer con sistemas que esconden, protegen y hasta premian a los sórdidos ladrones y pedófilos que pululan en su seno cual moscas alrededor de un cadáver putrefacto? Mi respuesta, en los tres casos, es la misma: “A dios rogando y con el mazo dando”… el de la justicia me refiero. s *Juan Carlos Dumas es psicoterapeuta, escritor y profesor universitario de la Long Island University. Consultor en Salud Mental para la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, preside el Comité de Asesoramiento en Salud de North Manhattan, y el Centro Hispano de Salud Mental en Jackson Heights, Queens.


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