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RepoRte especial
MARTES, 21 JULIO 2020
Mariachi poblano hace vibrar a NYC con nuestra música CON UNA TRADICIÓN SAGRADA, CASI CENTENARIA, EL MARIACHI TAPATÍO DE ÁLVARO PAULINO ACOMPAÑA EN SU AÑORANZA AL MIGRANTE Y A OTRAS COMUNIDADES, EN LA ZONA TRIESTATAL Álvaro Ramírez Velasco
CORTESÍA
S
on la quinta generación en la “sagrada tradición del mariachi”, como ellos la conciben, la que nació en el estado de Puebla, pero que ha encontrado en Nueva York una segunda tierra para acompañar al migrante en su añoranza, lo mismo que cantarle a la colorida alegría, a la profunda tristeza de un adiós, al desgarrador luto de la muerte, lo mismo que a la esperanza y a la fe. El Mariachi Tapatío de Álvaro Paulino, “El Mejor Mariachi de Nueva York”, fue oficialmente fundado en 1983, pero tiene tras de sí una historia centenaria, que encuentra su cuna en La Magdalena Axocopan, junta auxiliar del municipio de Atlixco, célebre por el fervor a su patrona María Magdalena y por la tradición trashumante de sus hijos; muchos de ellos están en la Unión Americana. De ahí, siendo un mozuelo, salió Álvaro Paulino por ahí del año 1973, para buscarse la vida en Estados Unidos. La pobreza de su tierra fue acicate para emigrar y tomar, al principio, trabajos de lavaplatos y construcción, para ganarse la vida. El equipaje que cargaba esperanzas y aventura, llevaba también su amor por la música mexicana, su formación original en el Mariachi Metepec, de Atlixco, y años de estudio en el hoy Benemérito Conservatorio de Música del Estado de Puebla. Sus pasos lo llevaron a Nueva York y, desde el condado de Brooklyn, afianzó la fundación de su mariachi, que hoy tiene prácticamente llamados diarios a fiestas, serenatas, misas y, en estos tiempos infaustos de COVID-19, también para festejar el retorno de los recuperados que, en los casos tristes, acompañar con música el adiós de quienes han muerto. Álvaro nunca ha sido un improvisado en la ejecución de los instrumentos y aunque domina varios su preferido es la trompeta, al igual que su hijo Álvaro Paulino Jr., quien además de tocar todos los intrumentos también canta. Vía telefónica narra la historia de este mariachi atlixquense-neoyorquino. Álvaro hijo es líder de la quinta generación en esta estirpe de músicos poblano-americanos, que ya se enfila a sexta, y que él asume con una especial solemnidad. La dinastía Paulino tiene su referencia inmediata en Gregorio, el abuelo, quien era ya la tercera generación de músicos poblanos. Portar el traje de mariachi, dice con precisión en las palabras Álvaro Jr., “debe ser un honor”. Por eso reprueba a quienes se emborrachan y andan por ahí trastabillando o caídos en las calles, pues “nos despresti-
NUESTRA CULTURA NO CONOCE FRONTERA La música del mariachi suena, inmediatamente se generan emociones única, indescriptibles, para los paisanos que no han podido volver a su tierra, pero pueden escucharla y cantarla. gian a todos”, aunque esas escenas solamente las ha visto en sus visitas a Puebla, dice con lamento.
EL LLANTO DEL MIGRANTE
Desde la añoranza más sincera, los integrantes de El Mariachi de Álvaro Paulino –que también tiene un conservatorio de formación de músicos– han visto en Nueva York cómo brotan las lágrimas de los paisanos cuando las guitarras, violines y trompetas entonan canciones tan significativas en la distancia como “México lindo y querido”. Los paisanos se transportan por unos minutos a la tierra a la que, por ahora y por muchos años, no han podido regresar. “Hay muchos paisanos que no pueden viajar a México (por su situación migratoria irregular) y a través de la música les transmitimos esa pasión, nuestra cultu-
ra, y se sienten como si estuvieran en México… Les llevamos un pedacito de México… Luego les echamos la de México lindo y querido, y empiezan a cantar, a llorar…”, describe Álvaro Jr. En estos días, han sido llamados a cantarles a los médicos que combaten el COVID-19 en los hospitales de los cinco condados de Nueva York, para darles un poco de aliento y también a quienes se han recuperado, afortunadamente. Por cierto, el Mariachi de Álvaro Paulino puso la música de despedida a las 255 urnas con las cenizas de paisanos, en la Catedral de San Patricio, el 11 de julio pasado, en la misa que se celebró antes de su retorno a México. El gusto por el mariachi, con los años también se han diversificado. Las contrataciones del mariachi, que son muy bien pagados y cuyos precios pueden ir de los
650 dólares a los 2 mil 800 por hora, dependiendo el número de integrantes que se contraten, las hacen también ahora comunidades anglosajonas, “pues hasta el gringo canta y le gustan canciones como Cielito Lindo, el Son de la Negra y otras”. Pero es al paisano, al que más impacta escuchar su música. Se doblan con las notas que los llevan momentáneamente de regreso a su tierra. “… que digan que estoy dormido y que me traigan aquí… y que me cubra esa tierra que es cuna de hombres cabales”, es una frase que, además, en los días de COVID-19, ha tomado gran significado, por los más de 700 paisanos que, tan solo en la zona de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut, han fallecido por el virus. Ahí, dice Álvaro Jr., es donde se siente, sin dudas, que “esta tradición del mariachi es sagrada y así hay que honrarla”.