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La misión de la iglesia

La Iglesia de Dios de la Profecía será un movimiento mundial que exalte a Cristo, procure la santidad, esté lleno del Espíritu, esté abierto a todas las naciones, sea hacedor de discípulos, sea establecedor de iglesias y sienta gran pasión por la unión cristiana. Estas palabras expresan la declaración de la misión de la Iglesia de Dios de la Profecía y describen el tipo de movimiento de iglesia que nos esforzamos por ser. Pero, ¿cómo se alinea esto con la visión bíblica de la iglesia?

Podemos ver en la iglesia del Antiguo Testamento, cuando Dios da a luz a la nación de Israel de la simiente de Abraham. Él aparta a Israel para que sea Su pueblo elegido, Su “especial tesoro” (Éxodo 19:5; Deuteronomio 7:6; 26:18).

Él los refina a través de los fuegos de la esclavitud egipcia y moldea su carácter a través de su caminar por el desierto. Sin embargo, ellos son un pueblo rebelde, no muy diferente a la gente de hoy.

En el Nuevo Testamento, Cristo es encarnado y viene a esta tierra a inaugurar el nuevo pacto, uno escrito en el corazón y no en las piedras, y lo sella con Su propia sangre. En el proceso, Jesús inaugura el reino de Dios y capacita a Su iglesia para cumplir Su misión de hacer discípulos en todas las naciones. Esto suena muy familiar, pero ¿qué significa para usted y para mí? ¿Cómo hacemos para cumplir la misión de Dios de proclamar las buenas nuevas de Su reino en el contexto actual de este mundo?

Primero debemos entender algo acerca del reino de Dios. A menudo escuchamos que el reino de Dios es el gobierno y reinado de Cristo, algo que ahora se experimenta sólo en parte, pero que se experimentará plenamente en la segunda venida de Cristo. Nuevamente, ¿qué significa esto realmente?

Para el cristiano, si Cristo es el Rey de nuestras vidas, entonces experimentamos algo de este “reino de Dios” en nuestros propios corazones y vidas, aunque imperfectamente debido a nuestra humanidad.

Nosotros experimentamos el consuelo y la dirección del Espíritu en nuestro caminar diario. También tenemos paz en medio de un mundo de caos. Pero el reino de Dios es más grande que eso. [El libro de] concordancia Strong afirma que Jesús usó esta frase para “indicar el perfecto orden de cosas que Él estaba a punto de establecer, en el cual todas las personas de toda nación que creyeran en Él serían reunidas en una sola sociedad, dedicada e íntimamente unida a Dios, y también serán hechos partícipes de la salvación eterna”. 1 Aunque esto habla mayormente de nuestras futuras bendiciones, el fundamento ya ha sido puesto por Cristo. Tenemos un nuevo rey en el trono ahora, y tenemos una esperanza futura de la liberación de los gobernantes tiránicos de este mundo. Curiosamente, la explicación de Strong se alinea con gran parte de la misión de la Iglesia de Dios de la Profecía, especialmente en cuanto a ser un movimiento de santidad y exaltación a Cristo (“dedicado e íntimamente unido a Dios”), uno que abarque a todas las naciones con una pasión por la unión cristiana (para que “todos los de cada nación que crean en Él” sean reunidos en uno).

¿Cómo se vive esto en nuestra vida cotidiana o qué significa para la praxis de la iglesia? Vivimos en un mundo de opiniones polarizadas que dividen cualquier sentido de comunidad que tengamos como naciones, estados y comunidades locales. La iglesia no está excluida de esto. Nosotros juzgamos a las personas por el color de su piel, su país de origen, su estilo de vida, sus puntos de vista políticos y más. Esto me hizo pensar en el encuentro de Cristo con la mujer samaritana registrado en Juan 4. Aquí se destacan varios detalles. El versículo 4 declara que “era necesario” que Jesús pasara por Samaria.

La mayoría de los judíos habrían evitado esta ruta, pero para Jesús era necesario o adecuado que la atravesara. Aquí podemos ver que había una cita divina pendiente. Jesús se encuentra con una mujer samaritana y le pide agua para beber (v. 7). Las Escrituras aclaran que Su conversación con la mujer era fuera de lo común, especialmente porque era una mujer samaritana. En el versículo 9, la mujer samaritana le pregunta a Jesús sobre esto. Según el pasaje, esto tiene lugar como “a la hora sexta” o al mediodía (v. 6).

Este no es el momento habitual para sacar agua, y la mujer ha venido sola, lo que puede indicar que ella misma es una marginada. Esto podría deberse a que se había casado cinco veces (vv. 16-18). Aunque el énfasis de este pasaje a menudo está en el agua viva de la salvación, lo que me llama la atención es el hecho de que Jesús cruzó múltiples barreras para ministrar a las necesidades de una persona, una que fue considerada como una marginada insignificante porque era 1) mujer, 2) samaritana y, 3) vivía una vida pecaminosa.

Si vamos a ser un movimiento misional, uno que busca exaltar a Cristo a medida que ganamos a los perdidos para Él, entonces debemos seguir el ejemplo de Cristo y cruzar las barreras que la sociedad ha construido, y también debemos derribar nuestras propias barreras. Debemos reconocer que la misión de Cristo según Lucas 4:18, 19 fue predicar el evangelio a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, predicar liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, y poner en libertad a los oprimidos. En ninguna parte se menciona la raza, el estatus, los estilos de vida, etc. Cristo fue motivado por el amor —el amor por toda la humanidad. Este debe ser nuestro motivo también. El amor mira más allá de las barreras. Cristo nos ha puesto en Su cuerpo con el propósito de que continuemos la obra que Él comenzó. Hagamos el trabajo con una pasión por los perdidos. Seamos una parte vibrante de esta iglesia que “exalta a Cristo, que promueve la santidad, lleno del Espíritu, para todas las naciones, que hace discípulos, que planta iglesias, con una pasión por la unidad cristiana”.

KATHERINE OSBORN | CORRECTORA DEL MENSAJERO ALA BLANCA
Katherine currently serves as copy editor for Communications at the International Offices. Born in South Dakota, Katherine graduated from Tomlinson College in Tennessee and obtained a bachelor’s degree in secondary education from Western Oregon State College. She later earned a Master of Arts in Religion from Gordon-Conwell, and in 2022, she completed the doctoral program with Western Theological Seminary. Katherine and her husband, Glen, have two sons, a beautiful daughter-in-love, and two precious granddaughters, Xoi and Alytheia.
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