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Herencia y legado . . . CONTINÚA
“La herencia es algo que se transmite a alguien. El legado es el impacto que uno hace en otra persona y tiene que ver con el carácter, los valores, el entendimiento espiritual y el compromiso con Cristo”.
– Dr. James Dobson
Todos hemos visto los episodios televisivos que terminan con una pantalla negra y con un letrero en color blanco que dice “Continuará”. Esto significa que sigue otra parte del mismo episodio. Por lo general, tenemos que esperar otra semana antes de ver el resto de la historia. Nuestra herencia y legado son lo mismo. Somos la generación que posee una herencia y un legado; somos parte de algo. Nosotros, la Iglesia de Dios de la Profecía, somos un “movimiento”. En otras palabras, somos parte de un movimiento que avanza hacia un destino, meta o propósito. Nuestros antecesores laboraron arduamente para que el mundo conociera a Cristo. Nuestro primer supervisor general, el obispo A.J. Tomlinson, al inicio de nuestro movimiento dijo: “Cubriremos el mundo con la salvación y la santidad del Señor”. En 1994, la Asamblea Internacional adoptó el tema “Tornándonos a la cosecha”, y en la actualidad nuestro tema es “En la misión: Reconciliando al mundo con Cristo por medio del poder del Espíritu Santo”. [Ambos temas nos apuntan hacia nuestro compromiso con Dios.] La próxima generación, si el Señor no ha venido, tendrá su propio tema que los impulse a avanzar con el mismo ahínco que nosotros. La continuidad de este tema mostrará que todos compartimos la misma misión de los que nos han precedido. Somos parte del mismo movimiento, con la misma misión y objetivo en mente: ¡Reconciliar al mundo con Jesucristo por medio del poder de Su Espíritu!
El Dr. James Dobson define la diferencia entre herencia y legado: “La herencia es algo que se transmite a alguien. El legado es el impacto que uno hace en otra persona y tiene que ver con el carácter, los valores, el entendimiento espiritual y el compromiso con Cristo”. Nuestros antecesores nos dejaron tanto una herencia como un legado. Nos dejaron una herencia, a decir las bases y los fundamentos de nuestra fe en Cristo a través de sus escritos de la Palabra de Dios. También nos dejaron un legado a través de la determinación, el ahínco y el compromiso con el Señor y Su obra de la cual somos partícipes. Nuestros antecesores fueron verdaderos héroes de la fe, y su labor deberá continuar porque ahora es nuestra responsabilidad. [Tenemos el compromiso] de transmitir este legado y herencia a la próxima generación.
Los padres, los apóstoles, de la iglesia primitiva nos entregaron “la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas…que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra” (Lucas 1:1, 2). Lucas escribió estas palabras a Teófilo quien era parte de la siguiente generación que debía continuar con la obra de reconciliar al mundo con Cristo. Le escribió, diciendo, “después de haber investigado con diligencia todas las cosas…escribírtelas por orden… para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:4, 5). Pablo instruyó a muchos a lo largo del Nuevo Testamento, pero en su carta a Timoteo, le amonestó a observar toda la doctrina, enseñanza e instrucciones que había recibido de los otros apóstoles. Le dijo al joven Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina… Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:1, 2, 5). Timoteo tenía una herencia y un legado compartido de su madre Loida y su abuela Eunice; la obra de su familia se convirtió en la suya. Ahora él tenía la tarea de continuar en la fe. La fe de nuestros antecesores no nos salvará; cada uno de nosotros deberá abrazar su fe en Cristo.
Desde los primeros años de avivamiento en chozas hasta las primeras iglesias de madera, los pequeños edificios de ladrillo, los edificios de bloques de hormigón y las facilidades modernas que tenemos hoy, debemos entender que nuestra herencia y legado continúan porque compartimos la misión que una vez nuestros antecesores realizaron. No debemos fallarles; pero lo más importante, no le fallemos al Señor de la mies. Nuestro servicio a Él debe ser primordial. ¡Que nuestra herencia, nuestro legado y nuestra tarea de reconciliar al mundo con Cristo “continúe”!