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La última estación

con su forma de enfrentar la vida, doblándose hasta tocar el suelo y luego levantándose con más fuerzas, miró largo rato el vuelo de las aves,sobre todo el vuelo de las garzas, tan diáfana y elegantes,siempre volando en círculos, tan esplendorosas y ordenadas. Pensó que le gustaría tanto ser una de ellas, y volar libre contra el viento lo más alto posible para que nadie la dañara nunca más. Para liberarse de las preocupaciones que tanto la agobiaban y que ya le habían ganado la batalla.

Caminó hasta una pequeña playita de arena y unas huellas de pequeños pasitos la llevaron a una época lejana y perdida en el tiempo. Su única época feliz. entonces sintió correr sus lágrimas, desde un tiempo ya ni para eso tenía fuerzas. Había aprendido a reír escondiendo las ganas de llorar. Su entorno la obligaba a demostrar que todo en ella estaba bien. Que era fuerte, digna, como si llorar fuera símbolo de debilidad.

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Miraba una y otra vez el torrente del río, y se decía así misma. el río es como la vida, nace en alguna parte y va pasando día a día hasta llegar a su destino final, el mar,adentrarse en él y morir

Recorrió una y otra vez los senderos como buscando el

lugar más hermoso, para quedarse allí y no regresar.

Encontró un frondoso árbol, añoso, de majestuosa altura,y allí se sentó mientras caía la noche y el cielo se ponía cada vez más oscuro, negro como sus penas. Pero era una noche sin nubes en el cielo y lejos de las luces de la ciudad las estrellas resplandecían con fuerzas allá arriba, en lo más alto del universo.

Desde niña le había gustado contemplar el cielo estrellado por largo rato. Desde niña era reflexiva y le gustaba explorar lo desconocido ¡ay si hubiera podido explorar su futuro!

De pronto el frío de la noche se hizo más intenso, la soledad del lugar más agobiante, pero no para ella, ella se sentía tan bien allí, lejos de todo y de todos. Ya se había alejado de lo que la dañaba y ya nada importaba, solo quería paz,lograr de alguna manera encontrar la felicidad, la calma. Sintió que por primera vez en mucho tiempo había desaparecido ese dolor incesante en el pecho, ese nudo en la garganta. Sintió que flotaba, que su cuerpo era cada vez más liviano, desaparecían los miedos, la incertidumbre,el temor de enfrentar cada día esa cárcel emocional donde se sentía carcelera y prisionera a la vez.

Como en sus sueños recordó que alguien dijo que la vida es un viaje con muchas estaciones y ella quería adelantar el viaje, no esperar la próxima estación porque nunca hubo una que la llevara a la casa de la Señora felicidad.

Ahora le invadía una paz enorme, era ella, sólo ella frente a los desconocido,era ella terminando su viaje antes de tiempo, pero llegando a la dimensión perfecta,como quien dice a la tierra prometida, al lugar de luz y paz sin fin.

A la mañana siguiente el guarda parque del lugar encontró boca arriba, con sus ojos muy abiertos como si aún contemplara la inmensidad del universo. A su lado el inseparable amigo del último tiempo, su celular, con muchas llamadas que ya nunca serían contestadas y mesajes que serían leídos por quienes tendrían que buscar la razón y motivos de aquella inexplicable decisión.

Contra todo protocolo judicial, aquel hombre bueno y compasivo le cerró sus ojos con respeto y emoción y sintiendo correr un par de lágrimas por sus mejillas, y da aviso a las autoridades de la ciudad. Como es sabido las noticias tristes se expanden rápido y momentos después

llegan muchas personas al lugar y desde esa otra dimensión ella se preguntaba ¿Por qué ahora están todos ahí? ¿por qué no estuvieron cuando más lo necesitó? en esos días oscuros cuando aquel monstruo cruel y silencioso llamado depresión se apoderaba de todo su organismo y la dejaba sin fuerzas y tan angustiada. Si hubiera bastado tan solo un abrazo cariñoso, un "te entiendo" , un "cuenta conmigo" , una llamada, etc. Eso habría bastado y no sermones y visitas al psicólogo. No esperar qué medicamentos acabaran con sus angustias,sus miedos, sus traumas, sus fantasmas de un pasado tormentoso. Sólo habría bastado conocer más la palabra empatía.

Ahora ya no lo necesita, todos sus problemas has desaparecido, ahora ya es muy tarde para darle apoyo. ella no se quitó la vida, se la quitaron entre todos los que le hicieron daño día día,los que no entendieron jamás que la depresión es real y que luchar contra ella es agotador. Ellos, que hicieron que ella adelantara su viaje eligiendo como última estación aquel hermoso lugar,quizá sin querer.

El guarda parque la ve partir entre sollozos de familiares y amigos y como si adivinara que ella amaba las flores silvestres, hace un hermoso ramillete con todas las flores

que se encuentran en el lugar, y lo deposita en aquel suelo húmedo donde aún se refleja la silueta. En los días posteriores levanta un pequeño y humilde santuario en su memoria,en donde de vez en cuando algún turista que visita el lugar, detiene su caminar y eleva una oración

Han pasado algunos años,pero aún, aquel hombre destinado para ser parte de su historia y su triste final le parece escucharla en la brisa de cada atardecer, en el sol que alumbra por entre los árboles, en el rumor del torrente del río, en las hojas que caen en cada otoño. Y en medio de su rutina diaria siempre se detiene frente a aquel árbol frondoso, mudo testigo de una partida en la más absoluta soledad de una noche de primavera, bajo el cielo estrellado de la hermosa Isla a orillas del impetuoso río Toltén.

"Dedicado a quienes día a día luchan con un enemigo cruel y silencioso llamado depresión"

MARISOL MUÑOZ VALENZUELA

Llegué temprano esa mañana a casa de mamá. Ella me esperaba con su desayuno. Hacía mucho tiempo que no sentía esos aromas a pan recién horneado y mate calentito, y servido por sus manos que son mágicas. Le di un gran abrazo.

-Hijo, estoy tan contenta de que hayas venido a visitarme. Tomemos mate me dijo, porque iremos al río después.

- ¿Al río?, le pregunté.

-Si hijo, iremos a lavar la lana, viste que ya hicimos la esquila y tengo que hilarla para los tejidos que voy a hacer. Me pidieron una manta.

-Ya mamita le dije, vamos entonces, mientras la miraba preparar la canasta y los sacos con la lana.

-Llevaremos los sacos en la carretilla mejor me dijo, sirviéndome un mate. Yo la miraba y admiraba, estaba tan feliz ella. Yo recordaba cuando era niño y nos íbamos al río a pasar el calor a la isla municipal. Es tan bonito ese lugar.

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