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Relación con el Barrio de La Florida

cierto tipo de actividades económicas relacionadas con los servicios funerarios. De este modo, frente a la puerta principal del camposanto comenzaron a aparecer ciertos establecimientos comerciales para atender a los ciudadanos que acudían al recinto, en forma de kioscos de floristerías, empresas de marmolistas, e incluso algún ventorrillo para el visitante a fin de aliviar a los vivos de las penas de los muertos. Asociada al cementerio se levantaba la primera vivienda habitada de la zona, la del enterrador, que fuera construida en lo que hoy se denomina la calle de la Mina, ramal principal de “Cementerio de Arriba”, casa que luego heredaría su hija, madre de 15 vástagos y prima hermana de la mujer del dueño de la primera taberna, popularmente conocida como el bar de “El Loco”, que hoy regentan sus tres hijos. (Su yerno, actual propietario de la vivienda del enterrador, comentaba cómo su suegro, además de sus ocupaciones en el cementerio, trabajaba en la floristería de Pepito Agulló, ubicada frente al camposanto, para acabar luego siendo empleado por el Ayuntamiento para adecentamiento de las calles, siendo quien puso el cartel de la Calle de La Mina, que desde entonces lleva esta denominación que pasaría a ser su nombre oficial)

Con el tiempo, el nuevo emplazamiento funerario se convirtió en parte de la memoria histórica local, bajo cuyo suelo fueron enterrados los restos de ilustres alicantinos que fueron dando prestigio a la ciudad. (Entre ellos figuran los poetas Miguel Hernández y Salvador Sellés; los escritores Francisco Figueras Pacheco, Eduardo López Bago y Enrique Cerdán Tato (además de cronista oficial); el dramaturgo Joaquín Dicenta; el periodista Rodolfo de Salazar; el pintor Gastón Castelló; José María Py, que fuera fundador de la Hogueras alicantinas; el político Alfonso de Rojas y Pascual de Bonanza; el novillero Ángel C. Carratalá; el arquitecto José Guardiola Picó; el abogado José Guardiola y Ortiz; el almirante Julio Guillén Tato; los médicos Pedro Herrero Rubio y Antonio Rico Cabot; el ingeniero Próspero Lafarga) Pero las tapias del cementerio también sirvieron de escenario de cruentos fusilamientos durante y después de la Guerra Civil por parte de ambos bandos como medida de represalia de las tropas contendientes. No deja de resultar interesante entender el cementerio como una enciclopedia pétrea que habla de la forma y los contenidos locales a través de la historia, pues al fin al cabo la “ciudad de los muertos” no deja de ser sino una representación de la “ciudad de los vivos”, dado que necrópolis y acrópolis vienen a ser las distintas caras de una misma moneda. En la parte delantera, cerca de la puerta principal, se halla la zona más noble, que constituye el Barrio de los ricos difuntos en donde yacen los restos de la vieja oligarquía local con sus prohombres más destacados dentro de sus mausoleos, panteones, templetes, criptas y sepulcros. Figuras como José María Py, fundador de las Hogueras de Alicante, el arquitecto José Guardiola, o el pintor Gastón Castelló, entre otras muchas, se pueden encontrar entre estas sagradas coordenadas. Alejándose de esta zona noble donde en donde se concentra el poder de los apellidos más ilustres se hallan las lápidas

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horizontales asociadas a las clases medias-altas con sus sepulturas en mármol y sus vistosas cruces. Más allá están los muros verticales que a modo de bloques de viviendas alojan a sus difuntos residentes vinculados a las clases medias-medias. Ya en los confines del camposanto se hallan los nichos adosados que alcanzan a las paredes del camposanto, pertenecientes a las clases más humildes, que sería la zona simbólicamente asociada a los restos de los residentes de la barriada de Cementerio.

Durante unos cuarenta años los restos del poeta Miguel Hernández permanecieron acallados “conviviendo” en esta zona subalterna del cementerio alicantino propia de las clases populares, en un humilde nicho al que tras la entrada de la democracia comenzaron a llegar peregrinos de distintos lugares dando voz a sus poemas hasta ser escuchados por unas autoridades municipales que decidieron trasladar sus huesos a un sepulcro de la zona noble del cementerio que hoy figura como el punto final de la llamada “senda del poeta”. De este modo, la revalorización del poeta implicó su tránsito a otras coordenadas más ilustres, no estando exenta de ciertas contradicciones identitarias e ideológicas al compartir el espacio en muerte con muchos de quienes en vida no compartían sus ideas.

Sobre esta nueva zona en proceso de urbanización se fueron instalando aquellos equipamientos públicos que iban siendo expulsados del centro al ser considerados de menor prestigio sobre el entorno urbano consolidado, dados sus efectos “contaminantes” por motivos higiénicos-sanitarios o de inseguridad, como fueron el cementerio y las dos prisiones. En 1910 comenzaron las obras del llamado “Reformatorio de Adultos”, integrada actualmente por el Barrio Miguel Hernández, en honor al poeta que perdió la vida entre sus muros. En plena Carretera de Madrid junto al barrio de La Florida, fue inaugurada en 1925 la “Prisión de José Antonio”, conocida con este nombre por ser el lugar de fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Como consecuencia de las infraestructuras aquí emplazadas, los barrios de la parte oeste de la ciudad de Alicante fueron el destino final de estos dos adversarios políticos, que han marcado con sus muertes la memoria y los nombres de la zona.

Relación con el Barrio de La Florida Alrededor de 1925, y en paralelo a la instalación del estrenado camposanto municipal comenzaba en el ala oeste de Alicante la construcción de Barrios de nueva planta de carácter periférico, concretados en Las Floridas primero y posteriormente, ya en los años 50, el Barrio de la Ciudad de Asís, que lindaba en sus confines con el cementerio. Con la expansión del perímetro de la trama urbana hacia el borde oeste de una ciudad en crecimiento demográfico, se comenzaba la instalación de fábricas y talleres en este área de La Florida, seguida de la creación de

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