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El inicio de los conflictos sociales en el Vecindario
A la par que crecía la economía dentro de la barriada por un motivo o por otro, comenzaron a abrirse algunas tiendas, bares y garitos que dieron abasto a los vecinos de Cementerio, lo que hasta entonces era algo desconocido. Como explicaba uno de los interlocutores sobre el pasado partiendo desde las referencias del presente: “En aquellos tiempos en Cementerio se contaban 17 bares y 4 tiendas. (Si bien) En la actualidad apenas quedan este tipo de establecimientos”. Aquellos bares, como los de “El Loco” (el único que queda en pie), “El Certuno”, “El Descarrío”, “El Alcázar”, “Los Cipreses”, “El Limonero” y otros más, en una lista a revisar, ejercían a modo espacios de sociabilidad y convivencia en donde los vecinos hacían vecindario, en donde entre copa, juego y charla se tomaban decisiones sobre el devenir de la barriada. En relación a las tiendas abiertas en Cementerio, algunos artículos básicos podían ya comprarse sin necesidad de trasladarse a establecimientos de otros Barrios, aunque los surtidos eran poco variados, por lo que cuando la compra eran de artículos más específicos, los vecinos solían acudir a comprar al Barrio de La Florida Alta, a donde también acudían a veces a pasar el rato.
Dentro de las dinámicas económicas debe explicarse que en Cementerio florecieron todo tipo de economías, la formal, la sumergida y clandestina, generando tres fuentes de ingresos que evidentemente elevaron el nivel de vida de los vecinos. Respecto a la última de ellas, ya en los años 60 comenzaba a asomar las primeras evidencias de la economía clandestina, encarnada en el pequeño trapicheo de drogas promovido por alguna familia que llegó en esos momentos a Cementerio, practicando un tráfico de estupefacientes que iría a más en los años 80 para incrustarse definitivamente en el Barrio desde finales de los años 90 hasta su actual enquistamiento. El dinero negro y los negocios ilegales comenzaron a fluir entre ciertos clanes y canales sociales en forma de relaciones delictivas que poco a poco empezaron a estigmatizar la barriada dotándola de una mala fama en la ciudad que hasta antes no había tenido.
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El inicio de los conflictos sociales en el Vecindario Sería a principios de los años 80 cuando la irrupción de nuevos grupos de habitantes harían su aparición en Cementerio, importando un modelo que desencajaba dentro del concepto de vecindad popular desarrollado hasta ese momento en la barriada, salvando las excepciones, al introducirse con este contingente humano nuevos elementos de conflictos y disputas, que incorporaban la anomia social en el vecindario. De hecho, muchas de las buenas relaciones de antaño empezaron a resquebrajarse con la llegada de estos nuevos residentes , gentes de fuera que no eran vecinos del Barrio, que venían de otros contextos, y que eran trasplantados a Cementerio desde campamentos chabolistas por Decreto Municipal.
Suele relatarse con cierta recurren-
cia, el hecho de que antes, cuando el Vial de los Cipreses era la única carretera que había para acceder al camposanto, la gente que venía de paso camino o de vuelta al osario, bajaban de sus coches y compraban en las tiendas del Barrio o tomaban alguna copa en sus bares, siendo esto una práctica habitual, cotidiana, que sin embargo empezó a perderse cuando se hizo la carretera de desviación debido a que el vecindario de Cementerio empezó a cobrar cierta fama de barriada conflictiva, sobre todo debido al el tráfico de drogas cada vez más extendido. Llegó el negocio maldito, sumergido y clandestino, marcando el negro camino mantenido en sambenito.
Económico delito que reemplazas jornales.
Se vaciaron bancales por la causa de tu afecto, y el estigma se hace efecto en respuestas policiales.
La llegada de los nuevos residentes introducidos por las políticas de realojos municipales trajo aparejada la incorporación a Cementerio de los problemas que aplicaban en muchos poblados chabolistas, como lo eran la droga, el robo, o la inseguridad, que se hicieron mayores en la barriada sin ningún tipo de contraprestación en forma de asesoramiento, equipamientos, aportaciones, inversiones públicas o ayudas políticas de algún tipo. Uno de los elementos que ciertos vecinos destacan como elementos degradadores de la barriada fue la acelerada expansión del negocio de la droga de la mano de una parte de los gitanos desalojados de Montoto y otras zonas chabolistas de la ciudad para ser realojados en Cementerio, comprando a bajo precio las casas del “Barrio del Cura” a medida que fueron llegando. Uno de los pocos payos que reside en “Cementerio Alto” cuenta que ha aprendido a ganarse el respeto de estos dando sin esperar devolución alguna, Según M. Sahlins, esto vendría a ser la práctica de la reciprocidad generalizada: “Me piden y no me devuelven, pero me respetan. Es lo que gano con ello (…) Estos gitanos de La Mina son muy listos, avispados y espabilados. Con muchos me llevo bien, pero hay otros con los que no me llevo, ni voy a llevarme (…). La degradación llega aquí a tal extremo que se roba dentro del propio Barrio”. Tanto es así, que muchos vecinos tradicionales de Cementerio están convencidos de que el encapsulamiento del Barrio se produce en torno a estos años, cuando la droga tuvo su mayor efecto como foco de un conflicto creciente. En buena medida, la barriada sirvió para el desplazamiento de familias chabolistas de los poblados de Montoto, Montoto era uno de los núcleos chabolistas más difíciles de erradicar en Alicante, un Barrio que nació en 1981 con la construcción de cuarenta casas prefabricadas como plan provisional para el realojo de un grupo de habitantes de etnia gitana. Estas viviendas fueron ocupadas posteriormente por otras familias que subrogaron la titularidad residencial. En su conjunto, este Barrio marginal contaba un 94% de la población desempleada, un alto índice de analfabetismo y una población dedicada a la recogida de chatarra, cartones y venta ambulante, Parque Ansaldo, Casalarga, que una vez desalojadas de sus asentamientos pasaron a realojarse en Barrios periféricos de la ciudad de Alicante, cargando con problemas de los que el Ayuntamiento se deshacía sin ninguna medida de apoyo a los vecinos que tenían que sobrellevarlos sin más ayuda que su buena voluntad. En esta situación, quien pudo salir a tiempo intentó dar el salto hacia otros Barrios, de tal modo que la entrada de unos significó la salida de otros, y no pocas casas empezaron a estar vacías y abandonadas.
A pesar de todos los contras, a la altura de los años 80, el pequeño núcleo poblacional de Cementerio podía considerarse en alta afinidad con las estructuras socioeconómicas de los Barrios de su entorno, de los cuales, por entonces, poco se diferenciaba de otras zonas periféricas como la Florida Alta (Florida-Portaz-
go), Florida Baja (o Florida Sur), Ciudad de Asís, San Fernando-Princesa Mercedes, San Gabriel o Babel.
El proceso de degradación vecinal experimentado en Cementerio también fue observado a partir de los años 70 en otras nuevas áreas de la ciudad. El éxodo campo-ciudad iniciado a mediados de siglo en el Estado español generó un movimiento migratorio de personas de numerosas procedencias que se desplazaban a las ciudades buscando oportunidades laborales, del mismo modo que aconteció en La Florida en los años 30. Esta ola demográfica hacia los núcleos urbanos derivó en un problema de falta de alojamiento cuya solución se materializó en una nueva expansión de las periferias, esta vez del norte urbano a través de la creación de barriadas de arquitectura deplorables, Barrios obreros en forma de bloques de viviendas, infravivienda y asentamientos chabolistas alzados a través de procesos de autoconstrucción. La nueva Zona Norte con los Barrios Juan XXIII, Colonia Requena, Virgen del Carmen, o las Cuatrocientas Viviendas, fueron levantados a modo de conjuntos urbanos que encajaban con los patrones habituales de un paisaje típico de Barrio periférico. Estos nuevos asentamientos alicantinos crecían dentro de una morfología urbana basada en la oferta de un suelo barato para acoger a una población inmigrante que llegaba en este periodo a estos nuevos espacios residenciales de bajo coste y mala calidad, Barrios por otra parte, incomunicados entre sí dada la existencia de zonas vacías entre ellos. A partir de los años 90 comenzó a producirse un relevo vecinal dado que los primeros residentes que se lo pudieron permitir salieron de estos Barrios a otros mejor cuidados, provistos y asistidos de la ciudad, a medida que comenzaba a entrar la nueva población inmigrante junto a algunos colectivos gitanos extraídos de las chabolas del extrarradio sin las necesarias adaptaciones para convivir en los nuevos contextos barriales, de tal manera que la dejación y falta de compromiso público por parte de la política municipal derivó en una degradación generalizada de la Zona Norte que sigue vigente hasta la fecha.
A través de esta reconstrucción histórica, contada siguiendo los relatos de los vecinos, puede observarse que el Cementerio de entonces era un Barrio popular, humilde, pero no degradado. En consecuencia, lo que hoy damos por marginal no siempre lo ha sido, puesto que la marginalidad no nace con el vecindario sino que se hace durante el tiempo, y se ha hecho como una construcción social, política y económica, como podrá comprobarse en la secuencia que sigue, con sus pésimas consecuencias.