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Chamizos para la plantación de tomates
un parque de viviendas destinadas a los trabajadores de estas empresas. Se trataba de promociones de viviendas económicas edificadas a bajo coste y con materiales de mala calidad sobre suelo barato.
Originalmente, La Florida fue dotada de un infraestructuras de transporte adecuada para ser ocupada por una población fundamentalmente obrera, laboralmente vinculada a las factorías, talleres y fábricas adyacentes a la Carretera de Ocaña. El trazado de la nueva zona fue proyectado por el arquitecto municipal Francisco Fajardo Guerrero, que designó con nombres de constelaciones las calles del Barrio, en cuyo término se emplazaba el nuevo cementerio de Nuestra Señora del Remedio. En la actualidad, La Florida sigue siendo considerada un Barrio residencial tranquilo y de origen humilde, que aún no ha acusado graves procesos de degradación urbana.
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No obstante, este desarrollo urbano lejos de formar parte de una planificación urbana bien definida se produjo de manera dispersa, a modo de saltos, dando lugar a la creación de una ciudad fragmentada en barriadas periféricas, polígonos residenciales, o incluso asentamientos de carácter marginal aislados de la trama urbana compacta. (Este proceso de urbanización dispersa generada al oeste de Alicante volvería a repetirse a mediados de la década de los 50 y en los años 60 con la construcción de viviendas masivas en la zona norte de la ciudad con Barrios como Colonia Requena, Tómbola, Ciudad Juan XXIII, Virgen del Carmen, Cuatrocientas Viviendas, Virgen del Remedio o Sidi-Ifni Nou Alacant) Poco a poco, a la mitad del Vial de los Cipreses comenzaron a edificarse algunas casas sencillas, a las que siguieron otras, que fueron ocupadas por una primera población de estrato económico modesto que acabó echando raíces entre la proximidad al cementerio y los confines de la ciudad. El nuevo poblado, con formato arquitectónico rústico de “casas de pueblo”, fue creando en torno a las primeras casitas un pequeño núcleo urbano a ambas orillas del Vial, constituyendo lo que hoy se conoce como “Cementerio Bajo”. La urbanización de esta zona que respondía al ritmo del crecimiento de la trama urbana facilitaba el asentamiento de pequeños núcleos de población orbitales a La Florida como fue el caso en particular del pequeño poblado que surgía cerca del cementerio, dada la proximidad de sus nuevos residentes a los centros de producción y a los centros de consumo básicos de alimentación, ropas y materiales diversos, que hacía innecesario el desplazamiento al centro urbano para cualquier tipo de suministro. De hecho, entre los vecinos más veteranos de Cementerio existe una conciencia de identificación barrial con relación a la Florida Alta, que obedece a esa proximidad espacial e histórica entre ambos núcleos poblacionales.
Chamizos para la plantación de tomates Desde el denominado como “Barrio del Cura” puede verse un erial baldío en forma de explanada, junto al que
un vecino comenta:
“Antes todo esto eran bancales. Cuando a mediados de los 50 la empresa Bonny comenzó la plantación de tomate trajo consigo a sus trabajadores, que se hicieron sus casitas de cualquier manera”.
A mediados de siglo, Bonny, la conocida firma empresarial asentada en Muchamiel, productora y exportadora de artículos hortofrutícolas, comenzó a despegar buscando terrenos agrícolas en el término municipal de Alicante, como los que ya tenía en El Campello, Busot, San Vicente, o San Joan, con objeto de aumentar su producción de tomates destinados a la venta local. En los terrenos próximos al cementerio nuevo encontró un suelo apropiado para proceder al aprovechamiento de este cultivo.
Para llevar a cabo las labores de siembra, cuidados y recolección del fruto se hacía necesaria la contratación de un colectivo de braceros, necesitados de un asentamiento fijo para evitar las idas y venidas de los temporeros en viviendas que por otra parte tampoco podían permitirse pagar. Buena parte de este colectivo de hombres y mujeres procedía del campo de Albacete y Murcia. Con este propósito se alzaron varias barracas de autoconstrucción, levantadas por las manos de los propios jornaleros para servir de cobijo temporal o provisional a fin de guarecerse de las inclemencias del tiempo, ya fuera en épocas de lluvias o de calor, haciendo su aparición las primeras infraviviendas enclavadas en la parte de lo que hoy se designa como “Barrio del Cura” o “Cementerio Alto”, junto a la vivienda aislada del enterrador.
Posteriormente, una vez abandonada la plantación de cultivos de tomate por parte de la citada empresa, parte de los ocupantes de estas precarias edificaciones sin títulos de propiedad acabarían instalándose en La Florida y Benalúa, traspasando el uso de estas chabolas a una población gitana que llegaban aprovechando la oferta de una vivienda barata a un zona propicia para desarrollar el negocio de la recolección de chatarras y desechos procedentes de los talleres de esta zona industrial, que con el tiempo se consolidaría con la denominación de los Llanos del Espartal, probablemente atendiendo a este tipo de matorrales autóctonos que crecen esta seca planicie.
Según datos aún por contrastar, la calificación de suelo rústico aún parece seguir pesando a día de hoy sobre este pequeño núcleo residencial, con todos los problemas aparejados que de ello se desprenden para los actuales ocupantes, un colectivo compuesto en casi su total mayoría por la minoría gitana, que han vivido muchos años desprovistas de las infraestructuras básicas para la debida toma de los servicios públicos, entre ellos, los de luz por falta de instalaciones eléctricas, y agua por ausencia de infraestructuras de alcantarillado. Hoy en día sí cuentan con luz

y agua, pero las calles sin asfaltar y la falta de mobiliario urbano siguen marcando la diferencia de forma brutal con el resto de la ciudad.
La propiedad jurídica de este suelo rústico sobre el que se levantaron las humildes casas de los jornaleros que luego vendieron a los cabezas de familia del colectivo gitano aún está por explorar. Si unos hablan de un tal Vicente Marcos, del que aún sienten miedo al hablar, otros introducen al tío Eduardo de Elda, cuyas titularidades hoy ostenta su hija Carmen como heredera. Probablemente, la propiedad de estas tierras baldías esté en manos de varios propietario que hasta lo que se sabe aún no han reclamado la devolución de lo que jurídicamente les corresponde.
