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Salvador Negro

SI NO SON VERDADEROS Del libro «Carcoma»

No nos condene nadie Si a veces, toda nuestra esperanza Dependiera de un beso o de un abrazo Que no son verdaderos

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Poesía es fotograma del movimiento. La desaparición, la ausencia, el límite. No son las imágenes físicas sino un esbozo de las imágenes mentales, que en movimiento son la poesía. En un primer plano está la lógica, que pertenece a la escritura. En todos los demás, el anti-plano, el movimiento. Igual que el movimiento invisible de los árboles son los árboles, y sin ese movimiento no podríamos distinguirlos. De no nacer nos salva lo que muere. De no decir nos salva lo que no será dicho. ¿Dónde está la fuerza del poema? En lo mínimo. Desde lo mínimo la celebración verdadera, el silencio. La vida como la urdimbre del silencio. Yo lo he hallado en el mar: me conduce a mi espacio interior. Esa alegría es todo el triunfo que puedo desear. Allí donde lo que no soy y lo que soy se funden para mí, me identifican. Todo lo conseguido no es mayor que ese silencio, ese instante que sucede al triunfo. Yo lo he visto en el mar: en pequeñas caletas de agua clara y formaciones líquidas, borrosas, vegetales. Una mezcla celeste de ambigüedad y territorio. No digo que esté ahí. Digo que ahí encontré mi paz, mas no un ahí flotante, sino dinámico. El silencio no puede ser un ente a capturar. Repito: la poesía es el fotograma del movimiento. En las huellas borradas de la madera, en el crujir que rompe como una vía de agua. ¿Es este movimiento accesible? ¿Desde dónde? ¿Cuál sería el nombre de las cosas sin movimiento? El fondo del espíritu, lo vedado. Yo he escuchado su palabra en el mar. He aprendido a creer.

Para llegar a la verdad, no al dogma. Repito: he aprendido a creer. Toda la poesía es el movimiento hacia ese lugar donde el espacio y el vacío se identifican. Escribir es un acto del vacío, no de la muerte, o de la nada. Yo he aprendido a escribir también, a escribir. Entiéndase la escritura como quien atraviesa la alambrada y sigue estando ahí: también lo he conocido en el mar. Los archipiélagos o las pequeñas islas con su vocabulario más lejano, apuntando a otra vida, su elocuencia vital mostrando que otra vida es posible, otra manera de concebir la palabra que entra día y noche como la luz. Bajo las puertas o en las ventanas sin cristal, su verbo palpitante. Un privilegio destinado a los valientes. Sin nada que añadir, una coma, una palabra, al llanto de esa isla. Lo repito: mi estilo, si es que tengo estilo, lo aprendí hacia el mar. De cada embarcación como un testigo de la claridad, como una lengua virgen hasta la misma orilla, conteniendo a su vez otras lenguas, sí, la misma lengua negra, el paisaje alterado por el canto tribal, o un habla anónima. Todo está contenido para mí en ese espacio que al nombrase escapa: el mar, la mar. Una piedad semejante al vagabundo de Chaplin, el amor mudo, la necesidad de seguir siendo mudo en la derrota para salvar lo necesario. Yo he aprendido del mar esa mudez, esa melodía pura. ¿Y cómo? La mímica del mar me lo ha enseñado. El amor y sus paisajes divididos, los fragmentos de pequeños galeotes como fermento de un nuevo lugar. (Quiero decir que la herida incurable también es fuente de revelación) No de sentido, porque el mar no lo tiene. Pero también he aprendido a llorar. Un puñado de arena, derramándose hasta el fin, con la vista en el rutilante azul, después de la tormenta. De repente comprender ese destino, y llorar. De alegría y de tristeza mientras las viejas palas de explorador se calcifican, siendo lo natural llevado hasta sí mismo, el único testimonio, el portador de todo. Para mí está en el mar esa sabiduría: me refiero al enigma, al asombro que hace posible conocer, por un instante, lo incognoscible.

Inédito

MI TIEMPO Del libro Carcoma

Nací en un tiempo De casas pesadas como barcos Nos lavábamos en arena dura Y comíamos raíces ¿Relojes? El tiempo lo marcaba mi padre Con sus manos tan graves. El color de la vida Traspasaba las formas. Qué brillante aquel ámbar Rojizo de los campos. Hasta la nervadura de la azada Manaba un gris planeta. Oh, Dios mío No quiero llorar. No sirve la nostalgia Pero es que yo nací de las entrañas mismas De la tierra. Mi madre me dio a luz bajo un árbol Que se deshizo, frenético, de sus hojas Para cubrir mi llanto Y digo: aquella luna no era ésta Ni el agua que del pozo amamanta la tierra Ahora la vida está dormida, ahora la vida Magnética, como si la soplaran mil dragones sin fuego Por su agitada cara, está dormida. Y el grito no abandona el corazón, se queda Muriendo en mí, desgastándose, Como un manantial sin quien lo beba.

Así es mi tiempo: Tierra, tubérculos, pan duro Y más tierra y caminos, vendavales De más tierra

y floración de la tierra sepultada

Eso soy yo.

La derrota me ha enseñado todo del amor: al hombre mirando con mil ojos para no ver, caminando mil caminos para no llegar, mil vidas para no vivir. Y todo esto, ¿para qué? ¿Para que haya más paz en el corazón? ¿Para que sea posible convivir con las bestias? ¿Para que el día tenga la luz de una montaña? ¿Para envejecer en un mundo envejecido?

Sonrío y os cedo todas mis propiedades, todos mis versos, mi locura. Con una piedra me recuerdo a mí mismo, me acaricio, me asiento frente a nadie. Hijos, padres, nadie tiene la culpa de que este poema desaparezca y no sea en vano.

He puesto mi cabeza bajo el verdugo de la patria para invocar la libertad de mi lengua. Por mi fuerza soy declarado loco. Por mi falta de miedo soy convertido en piedra. ¿Qué es belleza? Digo apartando la mano de mi rostro. ¿Qué es amor? Digo apartando la mano de mi rostro. Y me pongo a llorar como un niño que descubre su castillo de arena derruido.

Era tan fuerte el viento como mi esperanza. Tan fuerte como el grito cerrado de la multitud. ¿Lo oís? Un hombre está pronunciando su nombre apoyándose en un mundo invisible. Un hombre está recreándose en la belleza del amanecer conquistado.

Un hombre ha sido condenado a morir por algo que no es nada. ¿Qué mundo malogrado nacerá de esto?

Mi pobre isla, mis hermanos, ahí yacéis misteriosos como las figuras del viento tras un naufragio ¿Habéis visto qué poco ha bastado para reemplazar vuestra lengua?

Entre todos vosotros, ¿habrá un niño que salvará al resto? ¿Habrá una semilla que no pueda ser removida del cielo? ¿Habrá en vuestro sueño el sueño eterno de la verdadera palabra? ¿Lo ha escuchado alguien mientras la luz os iba calcinando los huesos? Hay que haber amado la derrota, la inexistencia, la muerte para cubrir un cuerpo con toda la ternura, aunque sea el cuerpo que nos va a matar.

¿Y si fuera la muerte lo único que nos acerca a los otros?

De «Estética Fundamental»

EL SECRETO DE LA ESCRITURA

Algunos tienen diez casas, y otros su cuna destruida.

He vuelto de Etiopía con el alma manchada de sangre y con la poesía más viva que nunca. Estaba con un inválido tratando de cruzar la frontera. Con un pájaro que nos despertaba antes que las bombas. Creo que no podía dormir de tanta belleza y me revolcaba en mi colchón de adobe con los tendones doloridos tratando de captar lo inexplicable. —Hijo, me dijeron desde el otro lado de aquella pared negra, toma un pedazo de pan, y yo tendí mi mano como si recibiera el secreto de la escritura. —Escucha, debemos de partir mañana temprano. Y era la oscuridad una gran madre que nos esperaría a todos, con su vitualla. Más tarde hubo disparos, teníamos el aliento de los soldados sobre nuestras cabezas y no podía ver a nadie. Pero en el fondo de mi corazón nunca he sido más feliz, ni me he sentido menos solo.

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