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Luis Miguel de Luis Arribas

Vallisoletano, afincado en León, Médico, Psicoterapeuta, algo escritor... «de experiencias para ayudar al otro».

Aprovecha su formación y su información, y busca la más expresiva belleza, para aprender a vivir «sinsabiendo», y recurriendo a nuestras comunes «galerías de sueños».

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Cuando Salvador Negro - mi buen Yéshua - me recordó el numinoso oterillo de San Miguel de Escalada, algo cambió en mi perspectiva inicial de un cierto encuadre escolástico en esta deleitosa colaboración. Asomaron enseguida las ecuaciones imposibles de la música celestial, la Teoría de la Relatividad, el maná ansiado de la pura palabra poética o el Silentium que los canteros debieron conocer al concluir cada jornada de lucha interminable con la piedra rediviva.

Diré, pues, lo que parece moverse en mi hacia Poiesis y Laberinto como hallazgos, como renovación frente a términos que se nos van haciendo clasicistas, sin que sus contenidos envejezcan en absoluto.

Poesía, Psicoanálisis, son imprescindibles estaciones de esperanza ante los daños del desconcierto humano, lástima que dejadas de la mano del dios-estado con más frecuencia de lo que su necesidad indica, en nuestro obeso rincón del mundo y en todas partes.

Si les digo que ya es evidente que no nos entenderíamos sin la enunciación de lo Inconsciente, que hasta los más torpes raperos sostienen el hecho poético, no haré mella, supongo, en su interés por la dialéctica que creo exige el fenómeno ni por su aplicación a lo universal del conocimiento «parece cosa de gustos» «son simples y particulares opciones» dirán muchos y poco más se pudiese añadir fuera de los afines a este modo de teorizar.

Vayamos por un momento a lo etimológico, fuente viva de toda cognición, pese lo que pese a los novísimos «creadores» de lenguajes y códigos que parecen surgir de diabólicas coyundas con las máquinas cibernéticas o con las modernas pócimas, tipo anfetaminas modificadas o el viejo opio y sus nefastos acompañantes más actuales, cocaína al cabeza. Poiesis - cualquier mirada a las instantáneas enciclopedias lo dice- es el significante que hemos tomado de los griegos para intentar sustantivar algo tan esencial, tan imposible, como«crear» e «iluminar» como «extasiar» y «ser desde el no ser», Laberinto, tan sugerente

desde lo imaginario, también intenta significar y situarnos ante una suerte de enredo o «construcción compleja, de difícil salida» o hecho natural geográfico ¡o refugiado en el oído interno! y, por supuesto, lo mental en su versión más enfermiza o efervescente.

En ambos casos la Historia de la Cultura nos muestra toda clase de imbricaciones, desde su comienzo, en todas las civilizaciones sin excepción.

Ya sabrán a estas alturas, que les ofreceré otra estrategia para movernos por el Laberinto y su Poiesis, o por la Poiesis que se descubre en todo Laberinto. No apelo a los adentrados y conocedores de la selva que Juan de la Cruz o Teresa de Jesús frecuentaban en sus raptos, tampoco a quienes ya indagan y descubren en sus propios análisis, es decir psicoanálisis, o a los que desde la más rabiosa y potente investigación de la Física actual, no temen comprender a los místicos, sino que los buscan y con frecuencia encuentran al final de sus trabajos, filosóficos o puramente praxiológicos.

Pudiera ser que el conjunto de significaciones que se me imponen llevase a una solución radical, genética valga decir; puede que esperen mi confesión tras tanto buscar sin mucho encontrar y diga humildemente Dios, o como dicen los primos sefaradíes el Di-s, Adonai, YHVH…

Incluso antes de conocer por gracia de mi mejor maestro médico, el anatomista Gómez Bosque a Baruch Spinoza, el viejo monaguillo que fui, ya leía a Freud y sus acólitos. No hay peor laberinto…ni mejor, probablemente es el único.

Es decir, fascinados como estuvimos por el buen Nazareno con disfraz de Ché Guevara en su poster de los primeros ochenta, asombrado por la elocuencia del cuerpo en vivo o cadavérico, por la ciencia aséptica imposible y su aproximación posible en la «ars médica» nunca dejamos de soñar, de recitar el soneto de Amor de un supuesto Lope, de perseguir las argucias con nuestra lengua de un tal Quevedo y la errática gloriosa de nuestros mancillados héroes de Miguel…nada resolvió el laberíntico accionar de la mente juvenil, ni siquiera los Salmos del Rey David o la apuesta nihilista del mejor Nietzsche, por no hablar del tratado de nimiedades que acabó siendo el Manifiesto Comunista de Marx…

La sorpresa en el Camino a Santiago del vivir es, para mí, barrunto que para ustedes más aún, una solemne novedad imperfecta...

«La vírgula de la palabra maya»

La denomino PALABRA, o lenguaje en sentido lato, pues ¡soy un ser hablante!

Si uno dice Poesía, millones de imágenes y acciones acuden a su pantalla interior, afirmo que incluso para los legos o negadores de tal hecho en su condición íntima, en su ánimus, o alma, o memoria de nada que se le aproxime…Si uno

dice psicoanálisis, puede ocurrir algo semejante; a estas alturas ya se puede asegurar que no es fácil eludir el significante, pero es mucho más posible que la gente lo deje para especializados…en su propio sentir sintomático, o como profesional o erudito, tanto da a los efectos que estamos examinando.

Vayamos por un momento a la enjundia de lo aportado hoy. Para ello miremos y recorramos el Laberinto de los sueños, de los actos fallidos, de nuestros síntomas o los del vecino, de las ilusiones y fracasos en lo relativo al amor y la muerte, de la enfermedad psicosomática... de la vida toda. Nadie necesita de un saber previo, académico, a propósito de esto, puesto que es inevitable ¡incluso por el atajo de las drogas o la psicosis! Nada ni nadie nos librará de tales encuentros con lo real, que dice el astuto J. Lacan, ni la protección de lo materno, ni el poder regio del padre, ni la llamada al cielo protector…

Y, entonces, los que nos preceden, hicieron su magia: nos hablaron de Caperucita, Superman, el payaso feliz; y hasta nos fueron asustando con algún cuento algo macabro a modo de inoculación de ansiedad controlada (que dirían nuestros amables rivales cognitivoconductuales) y primero pedimos que nos repitan el relato una, dos, cien veces y - ¡oh prodigio! - el joven simio parlante de cualquier sexo, con su lengua de trapo, ¡inventa! el cuento del Cuento, lo destroza a menudo; y sí, desde luego, lo olvida a veces…o lo añora y sufre como pura ausencia mortal si nadie se lo dio en noches interminables; pero nunca lo podrá separar de su condición de hablante, de inventor de realidades sobrepuestas a lo Real de la realidad social y cotidiana…Será, para siempre, buscador de esa ambrosía que tanto falta en el Valium de las multinacionales farmacológicas.

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