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Fernando Montes Pazos
Edward Jenner
EDWARD JENNER, MÉDICO Y POETA
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«UT POIESIS MEDICAMENTUM» La Poesía, vacuna para el alma.
Ejemplo de una estrofa del original en inglés, SING OF RAIN:
Low o’er the grass the swallow wings The cricket too, how sharp he sings! Puss on the hearth, with velvet paws, Sits wiping o’er her whiskered jaws.
(Fuente: Anales de la Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid)
No es tan famoso como Leo Messi o Cristiano Ronaldo, pero el mundo le debe mucho. Porque este señor fue el creador de la primera vacuna de la historia contra la viruela. Y lo hizo con poquísimos medios, pues era médico rural en un pueblo de la Inglaterra profunda del siglo XVIII. Se puede decir que la investigación era una de sus dos pasiones predilectas con las que ocupar su tiempo libre. La otra era la de la poesía.
Sí, señor; Edward Jenner era médico y poeta, lo cual viene a erigirle en uno de los epígonos del Humanismo o, lo que es lo mismo, una de las últimas mentes creativas que combinaban con igual denuedo el cultivo de las letras y las ciencias, antes de que sobreviniera de forma dramática el divorcio de la una y la otra en la centuria siguiente. No quiero ni pensar en el careto con que hubiesen mirado las farmacéuticas de hoy en día a uno de sus empleados si este, en vez de dedicar íntegramente sus desvelos a llenarles los bolsillos, hubiera tenido el cuajo de repartir su ingenio a partes iguales entre la fabricación de medicinas para el cuerpo y para el alma. Dicho de otro modo, me pregunto cuánto hubieran tardado en darle la patada a Jenner si le hubiera tocado nadar en las procelosas aguas del siglo XXI. Pero aquellos eran otros tiempos: Newton escribió tantos tratados de teología como de física, y tanto Copérnico como Mendel eran clérigos. Ninguno de ellos veía la necesidad de que la ciencia careciese de conciencia. Si bien quizá resulte más realista (aunque también más prosaico) aventurar que en aquella época no existían Netflix ni Sálvame Deluxe y, por tanto, las mentes pensantes, fueran científicas o no, tuvieran que distraerse con algo cuando no estuvieran dándole vueltas al magín.
Yo quiero pensar que lo que llevó a nuestro hombre a cultivar la poesía con denuedo fue el convencimiento de que solo tenía sentido salvar vidas si quedaba demostrado que la Vida era algo digno de ser salvado, pero de verdad. La vida sin poesía nos rebajaría al nivel de mera subsistencia, haciéndonos no demasiado distintos de las amebas, bacilos y demás clases de protozoos. Prescindamos de la poesía y habremos cambiado las cárceles y sentinas de la Inquisición por la cárcel catódica de Tele 5 y Amazon Premium, que se dedican a quemar neuronas en vez de brujas, dejando el electroencefalograma plano (es decir, en estado de muerte cerebral). De nosotros depende.
SEÑALES DE LLUVIA
Edward Jenner (1749-1823)
Se oye ulular el viento, el reloj desgrana las horas y negros nubarrones surcan el firmamento. Desciende el hollín y los perros duermen mientras las arañas están al acecho. Anoche se puso un sol blanquecino y la luna quedaba difuminada por su halo. Un arco íris abraza el cielo y el pastor, inquieto, lanza un suspiro. Las paredes rezuman humedad, cierra la rosácea pimpinela sus pétalos y la tierra exuda su fragancia. Escuchad el crujido de las mesas y las sillas. La vieja Betty muestra síntomas de artritis, atormentada por el punzante dolor de los juanetes que la confinan tempranamente en su lecho. Se oye el graznido de los patos y los pavos reales. Parecen cercanas las colinas distantes. Gruñen inquietos los puercos y las incansables moscas no cesan de importunar al ganado. Las golondrinas vuelan bajo sobre la hierba; se deja oír con fuerza el canto del grillo. Sobre el hogar descansa el gato con sus patas aterciopeladas a las que da lustre frotándolas con sus bigotudas mejillas. Los peces saltan sobre el cristalino arroyo atrapando a las incautas moscas. Las luciérnagas, en gran número, iluminan con su fulgor el claro del bosque. De noche el escuálido sapo brinca y se arrastra por la hierba. Siguiendo los dictados del viento, el polvo se amontona, juguetón, formando rápidos remolinos.
La rana ha cambiado su amarilla indumentaria por un manto rojizo. Pese a hallarnos en junio, el aire es frío y reposado, y el dulce canto de los mirlos se torna estridente. Mi perro altera sus hábitos y se dispone a dar buena cuenta de los restos de cordero. Ved cómo revolotean los grajos imitando el planeo de la cometa. Caen en picado, como fulminados por una invisible bala. Veo con pena que mañana lloverá. Tendremos que aplazar nuestra excursión.
(Traducción de Fernando Montes Pazos)
Fernando Montes Pazos
Se licenció en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca en 1987. En 2003 se doctoró por la Universidad de León con un trabajo de literatura comparada sobre Henry David Thoreau y Friedrich Nietzsche. Ha ejercido como profesor asociado en la Universidad de León y desde 2015 trabaja en el IES Padre Isla (León). Es autor del poemario Jinetes en la tormenta y de los libros de relatos Filandón negro y Eros versus Caronte, además de colaborar en los libros Ágora de la poesía, Cuento cuentos contigo y La mirada en la noche.