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Hacia una Robustez Latente Lluís Ortega
by anna font
Torre Orbes, maqueta. Alumnos: Johanna Potap y Victoria Osorio
Lo genérico es múltiple, colectivo, protocolar, universal, primitivo. Es clase de mayor extensión, es potencia. Es fundamentalmente inteligencia. Lo genérico es un estado latente de operatividad que requiere de actualización constante. Genérico es todo aquello que, a partir de especificidades concretas, debe actualizarse en un orden superior de generalidad y por ende de potencia.
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Como toda práctica cultural, la arquitectura está sometida tanto a una revisión permanente de sus estructuras de evaluación como a la definición de sus límites. Nos encontramos en un momento de aparente desenfoque disciplinar carente de grandes discursos que enmarquen movimientos fácilmente comprensibles. Si se analiza el contenido de los acontecimientos públicos, las exposiciones, los debates, las bienales, las publicaciones, se observa un contexto en el que lo políticamente correcto satura los canales de debate y en el que el ambiente se llena de dudas acerca de la capacidad del diseño y de los diseñadores para operar. Se revela una especie de mala consciencia colectiva, que hace que los siempre presentes abanderados de la renuncia al diseño estén ahora muy visibles. Estas voces enfatizan y celebran aproximaciones narrativas ajenas al entorno construido y disciplinar, confundiendo lo político en arquitectura con la política misma, la responsabilidad social del urbanismo con la sociología, y la condición sistémica de la práctica con el mandamiento de lo sostenible. En este entorno se vuelve imprescindible reivindicar nuevamente la capacidad, la potencia y las categorías específicas de la práctica arquitectónica con la ambición de poder expandirlas y hacerlas más robustas. El objetivo consiste en diseñar reivindicando una renovada capacidad operativa para los tiempos actuales y futuros que se actualice con inteligencia para integrar sistémicamente actores e información relevante para el proyecto. En búsqueda de una nueva fortaleza arquitectónica, el concepto de lo genérico aparece como oportunidad de recuperar el ímpetu de la arquitectura como práctica, aunque conlleve connotaciones no siempre positivas. Para que pueda entenderse como motor de diseño, lo genérico debe de ser objeto de una revisita intencionada que lo dote de sentido en una práctica globalizada que no puede renunciar ni ceder un palmo de relevancia o potencia, en un contexto que ya no tolera autonomías excesivas.
Desde que en la década de 1990 se describiera la ciudad del tardocapitalismo como ciudad genérica, lo genérico se despliega desde el mismo seno del cinismo posmoderno rendido a la incapacidad del arquitecto de ser un agente relevante en la política del ámbito construido de la ciudad contemporánea. Esta definición, sin embargo, que pudo funcionar en su momento como un motor para denunciar el ensimismamiento del urbanismo finisecular y sus limitaciones ante las dinámicas del capitalismo globalizado, se ha ido constituyendo con el tiempo en una plataforma para quienes ven, en la denuncia cínica, una oportunidad de negocio. Sin embargo, la acepción del concepto resulta hoy extremadamente fructífera, especialmente si se la aborda desde un punto de vista operativo, abierto y con una renovada ambición transformadora, y no bajo una perspectiva moralista.
La constitución de una tesis sobre lo genérico se conforma a partir de tres capas que interactúan entre ellas: la construcción de un entorno de investigación histórica y disciplinar, el desarrollo de una técnica, protocolo o genérico de primer orden que retroalimenta el bucle previo, y la aparición de una nueva serie de interrogantes que relanzan la investigación a un siguiente nivel de desarrollo. Esta organización de bucles implica la formulación de nuevos sistemas genéricos de orden superior. La relación entre las capas no es lineal y tiene tantas iteraciones como haga falta. Carece de solución y de optimización, y no busca cerrar nada, sino propiciar aperturas más precisas, diseñar estados intermedios más afinados, y proponer juegos más complejos para lidiar con sistemas de equivalente complejidad.
En este contexto, la abstracción a la que recurre la condición genérica no opera reduciendo la información, sino especificando determinados parámetros relacionales que se convierten en los marcos mismos de la decisión arquitectónica. Esta especificidad de los parámetros operativos sitúa necesariamente al proyecto en un mapa histórico tipológico que permite la concreción disciplinar y la determinación protocolar. El marco de evaluación es una condición para llevar a cabo su declaración cultural. Sin esta ambición direccional lo genérico cae de forma automática en mecánicas burocráticas y automatismos tautológicos. Ubicar el proyecto dentro de tal mapa histórico permite al arquitecto centrarse en problemas y preguntas que despliegan técnicas determinadas. Este uso voluntariamente oportunista de la historia de la arquitectura permite una reconstrucción histórica inaudita, da lugar a relaciones transtemporales y transtipológicas, y convierte los proyectos históricos en un material en bruto con el que trabajar y aprender. Dentro de estas dinámicas, la mirada sobre la historia hace que no se busque en ella información, sino que se la encuentre. Estos redescubrimientos históricos constituyen encuentros en el marco de una pregunta determinada, y concurren por acumulación de varios factores, como la intuición, la experiencia, la acumulación de datos y la flexibilidad relacional. De ahí que resulte tan importante insistir en que, en la constitución de genéricos, la historia no se articula por conveniencia ni por acumulación, sino por su eficacia para alimentar preguntas abiertas. Forma parte de un bucle que la emancipa de su papel tradicional como material de análisis previo al juicio (en muchos casos prejuicio), dirigido a concluir un predeterminado hilo histórico. En la constitución de lo genérico, en cambio, la historia, la técnica y la teoría conforman el bucle dentro de un ciclo de crítica constante que se retroalimenta con los protocolos respectivos. Concretar la técnica desplegada en un proyecto permite que la pregunta abierta se convierta en un motor de búsqueda que pone de manifiesto el conocimiento disciplinar oculto bajo las categorías convencionales de los historiadores. Así, la pregunta histórica carece de autonomía respecto de la pregunta del proyecto. La curva temporal se cierra, y pasado y futuro pasan a condicionarse mutuamente y de forma explícita a través de la técnica y el protocolo del modelo.
El desarrollo de la técnica involucra explicitar los protocolos constituyentes de lo genérico en tanto sistema. Esta arquitectura sistémica conforma una estructura cibernética con retroalimentación basada en factores externos y en sistemas paralelos que se integran de forma reiterativa, diseñando arquitecturas de operaciones abiertas. Mientras que los mapas de la década de 1980 tendían al análisis gráfico complejo, requiriendo una proyección independiente de la técnica de mapeo para reabrirse como diseño, la estructura original de los diagramas de la década de 1990 tendía excesivamente a la hegemonía, arrastrados por la potencia del entorno digital hacia aperturas no direccionales como patrones y campos infinitos. En cambio, actualmente lo genérico puede decirse que constituye estructuras y patrones con capacidad de autodefinir los límites mismos de un modelo de forma dinámica y clara. Se trata de juegos de movilización donde se busca una intensificación de la diferenciación más que una extensión de la diferencia. Los patrones no son hegemónicos, sino que se suceden con componentes de interrupción y ensamblaje. Lo rápido se utiliza junto a contextos de ensimismada lentitud y lo digital se lleva a cabo analógicamente. Este juego de contrastes y a veces contradicciones no se realiza, sin
embargo, en clave posmoderna, ni constituye sorpresas ni gracias: no son comentarios sobre nada, sino que son operaciones precisas para la constitución de estructuras y arquitecturas más robustas con la capacidad de interactuar con dinámicas externas y generar ecologías más ricas. Tal robustez se basa en una alta eficiencia particular y una alta flexibilidad general, basadas ambas en la redundancia, en una ausencia de prejuicios moralizantes, en una fuerte ética disciplinar, en una renuncia a priori de lógicas optimizadoras, y en la entrega total a una dinámica vital.
Si la primera pregunta de toda investigación, el primer paso hacia el diseño de un genérico, surgía de una intuición articulada a través de una búsqueda abierta en la historia disciplinar que se desarrollaba a través de una técnica, la última parte del bucle reformula las premisas de la pregunta original. El objetivo del genérico no es resolver ni cerrar, sino intensificar y diferenciar. La retroalimentación interrogativa conduce al diseño de genéricos de un orden superior, donde proyecto y crítica se vuelven una misma cosa, y donde se hace posible el juego latente, como en todo sistema cibernético.
En tanto sistema de sistemas, la robustez latente de lo genérico reside en su condición intermedia. De ahí su pertinencia y capacidad. En el mundo globalizado, lo genérico ya no es sinónimo de abandonado, impreciso o falto de definición y reconocimiento. Se trata más bien de la condición intermedia, con toda su especificidad y diferencia, que toda actualización mediada requiere de los sistemas en los que se integra.