Bajo los días de Concordia: Leona & Dragón

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Capítulo I: Ella que vino del agua

La hora roja había durado demasiado. Concordia impasible en el cielo continuaba brillando en rojo, alumbrando a los enemigos de la humanidad en su sangriento asalto, pues rebosando por miles en los campos tintos, por completo rodeando la última defensa enemiga, se preguntaban si acaso era momento de cruzar el rio para masacrar a lo que restaba de sus enemigos jurados.

El ejército bajo el estandarte del dragón esperaba impaciente. Sus líderes se gritaban unos a otros incapaces de hacerse entender pues los separaba todo, lengua, raza y religión, de forma irreconciliable excepto por una cosa; el odio a la humanidad. Así que cada guerrero de este ejército mal concebido se cuestionaba si acaso ésta anormalmente hora larga era una forma del Dios sobre ellos de decir que les había concedido la victoria, o que faltaba el último sacrificio, pues al pagar el alto precio de cruzar la parte honda del rio, cambiaría súbitamente de rojo a azul, entorpeciendo la vista, encareciendo la victoria.

Uresh de los colmillos, un orco con cero respeto por sus aliados, sabía que si cruzaban al costo que fuera, aunque repentinamente cambiara Concordia, la poca luz haría más estragos en los humanos que en ellos, e incluso si milagrosamente perdieran el día, los números seguían estando desproporcionalmente de su lado. Lo que Uresh no sabía, es que pasaría con sus aliados una vez que los orcos empujaran la ofensiva pagando el costo de hacerlo y que los humanos fueran aniquilados ¿Actuarían como guerreros y celebrarían mientras borraban cada vestigio de la existencia de su odiado enemigo?, ¿se comportarían como animales y darían rienda suelta a sus instintos con los humanos no combatientes? o ¿astutamente como humanos aprovecharían el mal estado de los orcos y caerían sobre ellos?

Uresh no les temía, pero como Can de los ejércitos orcos, era su deber conocer a sus aliados, así que consideró apropiado hacer una rápida radiografía; los centauros eran el amalgama de todo, el miedo que todos les profesaban impedía que hubiera otro objetivo que la destrucción de la humanidad, pero eso es lo que estaba en juego. Los tengus eran inmensamente astutos, por eso nunca tomaban la vanguardia y seguramente ya habían pensado este dilema mucho antes de que el orco se haya dado cuenta de la situación. Por su parte, los gigantes eran poderosos, pero poco efectivos en la batalla campal pues el espacio que

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ocupaban, lo tomaban de sus aliados y habían aprendido por las malas que tomar el frente podía costarles caro. Así que con las tres tragedias de la era por encima del conflicto, el resto caía en los hombros de las otras razas; los Vaprak ogros, tan potentes como estúpidos, tenían un amo invisible cuyos designios resultaban inescrutables. Los gnolls, eran bestias rabiosas cuyo instinto los obliga a atacar al débil, cualquiera que sea, lo mismo aplicaba para los sahuaguines y demás horrores marinos. Los scorpio eran muy pocos así que solo se hacían invaluables a la distancia. Los hobgoblins eran oportunistas, pero entendían el valor de la organización, y quizá hasta de la lealtad, así que los saurios aunque eran menos en comparación, gracias a su ánimo de probarse y su ferocidad, los hacían ideales para esto.

Dedicando la decisión a la Diosa de la Muerte, y sin consultarlo con sus aliados, Uresh levantó su arma, y montado su enorme perro de guerra ordenó a todos los orcos que se prepararan para cruzar, pues suya sería la gloria de la victoria. Sus órdenes atrajeron la atención de los saurios, quienes comenzaron a avanzar sin formación con tal de ver si podían ganar el honor de cruzar, así que mientras Uresh hacía la pausa que permitiera a los orcos empujar sin ser el frente, levantó el ánimo de sus guerreros al girar su arma por encima de su cabeza, inflando su pecho para gritar:

Silencio. Un instante antes de poder emitir sonido, una flecha cruzó su cuello degollándolo, por lo que la sangre en su garganta, le impidió dar discurso alguno, sin embargo, testarudo y encolerizado giró el arma un momento antes de que una segunda flecha le cortara el costado del cuello. Con la sangre brotando violentamente, el silencio se hizo en el asombrado ejército del dragón, y no duró, pues aunque pesas las heridas mortales el brazo no descendió, antes de que el arma alcanzara el cielo para un enmudecido último desafío, una tercera flecha acertó la espina, quebrando el hueso. Todos miraron atónitos como el cuerpo del Can orco se rehusaba a morir, aun cuando su cabeza cayó de lado y no pudiendo la piel soportar el peso, se desprendió de golpe.

Tan pronto se despabiló una escorpio de la horrida escena, levantó su arco para morir junto a otras cuatro antes de poder preparar flecha. Con los corazones de sus letales arqueras perforados por flechas, parecía que los humanos estaban comprando un día más de vida.

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Mas no era el caso. Pues los únicos tiradores capaces de acertar desde tan lejos, aunque se ataviaran con pesadas capas negras que los hacían indistinguibles de los vencidos humanos, eran elfos, y no simplemente elfos, como si fuera posible esa reducción, sino rangers; decididamente los combatientes más peligrosos en la historia de la creación, un pelotón imposible comandado por el único ranger capaz de decapitar al líder de los orcos con tres flechas, no porque otro no pudiera, sino porque mientras que los demás se contentarían con matarle, Reumen creía que la decapitación pública hablaría fuerte en contra de atacar. Lamentablemente, para aquel ranger todo era blanco o negro, reduciendo la moral de un ejército a confusión o cobardía, así que resultó incapaz de entender que la cabeza desprendida del orco, aun moviéndose como si tratara de hablar, era suficiente para desencadenar el ataque final con fervor. Lo cierto es que tampoco le importaba, los humanos ya estaban vencidos; hoy, mañana, en una semana, o un mes, en el momento que sus jinetes se suicidaron en una carga para comprar tiempo, ya habían perdido, y todo lo que tenían sin saberlo, era a este grupo de elfos.

Greyier, el ranger a su lado le dijo:

Su Majestad, van a avanzar.

Así que el Rey elfo se levantó, cambiando su arco por una cuerda fina como la tela de araña que terminaba en un gancho:

Alerta a los humanos. Rangers en el perímetro, que se mantengan al acecho y eliminen a todos los líderes que se acerquen al rio. Cada que maten a alguno pueden retirarse.

Su Majestad, van a avanzar todos. así es.

Los humanos serán masacrados insistió Greyier.

Los defendemos. Haremos lo astuto, les quitaremos la organización a sus enemigos antes de que Greyier pudiera interrumpirle y si llegó su hora, si ya no es posible salvarlos, podemos vengarlos, porque cuando no quede ninguno, si los líderes de las razas están muertos, caerán como bestias entre ellas y el fin del hombre no habrá sido en vano.

El Rey no se detuvo a revisar si Greyier fue convencido, simplemente dio un paso atrás y entró en las sombras desapareciendo, así que el otro ranger, recordando

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al pie de la letra las instrucciones levantó la mano y gritó;

¡Cruzan! el aviso despabiló a los cansados soldados humanos que corrieron hacia el rio, pero la mano del ranger, con el breve movimiento de sus dedos transmitió de forma precisa, aunque pausada, las órdenes del Rey al resto de sus súbditos; "los defendemos".

La batalla se volvió cruenta. Los saurios nadaron por el rio y antes de emerger, fueron recibidos por hombres aterrados que los apuñalaron a pesar de las desventajas. Los orcos pagaron su intento de atropellar a los saurios con una lluvia de jabalinas, pero con su fervor desataron el infierno, porque el ejército del dragón cruzó el rio. En ese instante, el hecho de que Morgaldet, el líder gigante gimiera al saberse asesinado por Reumen fue lo de menos, la batalla era ensordecedora y lo único que notó el Rey elfo es que los otros líderes no estaban muriendo. Colgado del gigante que murió de pie, pudo ver que algo sucedía lejos en la retaguardia pues los centauros se formaban hacia atrás, pero eso ya no era importante, así que saltó hacia las sombras, y con un movimiento emergió nuevamente en el campo, donde a dos armas comenzó la carnicería de todo aquello que no fuera humano.

Si algo se puede decir de Reumen, es que aun matando a todo el que se cruzara con él, podía apreciar la locura con la que los hombres enfrentaban su fin. Todos, no solo los combatientes, se entregaban a la inminente destrucción luchando, convirtiendo la desesperación en una especie de valor. Y entonces, al matar dos gnolls encontró a Greyier, cubriéndole la espalda, sin importarle que Tag el líder gnoll estuviera cerca, y tuviera la encomienda de matarle.

De pronto, tras unos momentos de intenso combate, en lo lejano se evidenció la pausa de los gigantes, que miraban aterrados algo aún peor que el asesinato de su señor. Sin embargo nada cambió, al menos no hasta que los tengus se elevaron al cielo, no para caer sobre el enemigo, sino para huir. En ese momento, Reumen miró a Greyier y le preguntó:

¿Dónde están los demás?

Defendiendo a los hombres, Su Majestad. Di una orden.

Dio muchas órdenes, señor, así que las transmití en el orden que las recibí: el rey de los elfos ordenó protegerlos, ahora defenderlos, luego matar a los líderes.

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Reumen podía admirar la insubordinación, él había sido tanto o más insubordinado a un mejor rey que el mismo, así que arco en mano, golpeó con una flecha a un Tengu lejano, tras lo que entró a una sombra y salió detrás del tengu, quien aunque trató de defenderse, un par de movimientos después, murió empalado por el elfo.

Solo tuvo un momento en el aire, pero le fue suficiente para ver como un grupo de jinetes humanos había agarrado a los ogros por la espalda y matado a unos centauros en el proceso. El elfo, se dejó caer para que las sombras le permitieran moverse entre los gigantes.

Eran los jinetes humanos que debían estar muertos, claramente en frenesí al creer que con el enemigo cruzando el rio rojo, la humanidad había sido aniquilada. Esa desesperación junto con la sorpresa, les regaló una pequeña victoria imposible, y el Rey de los elfos, sabía que debía aclarar que aún había esperanza, pero también sabía que el tiempo de los hombres se había terminado y que sin aquella ira los jinetes no eran nada, así que calló cuando los jinetes chocaron contra los centauros preparados.

No supo porque, pero mientras esquivaba la maza de un gigante que mató a uno de sus aliados, Reumen cegó al agresor, pero sin dejar de ver al líder de los jinetes que habiendo sobrevivido a un lance con Gerrot, el líder centauro, dio vuelta a su caballo para volver a pelear. El centauro tampoco pudo creerlo, así que con la agilidad de sus enormes garras felinas, saltó y se preparó atacando con su hacha al caballo. Fue una locura, el jinete en vez de sacrificar al caballo, se lanzó con el escudo contra el hacha, al haberle quitado espacio, no permitió que el arma lo rebanara, y al mismo tiempo, el caballo incrustó su cabeza en el rostro del centauro. La bestia tomó al animal con la mano y lo derribó exponiendo su vientre al filo del jinete que lo subió hasta que el arma se rompió contra los huesos del pecho.

Gerrot rugió tan fuerte que todos, humanos y centauros se pararon para verlo, ¡y que espectáculo! pues el jinete, sin miedo a que aquella bestia que podía derribar al caballo con una mano, se mantuvo tranquilo mientras el rostro dentado se acercaba a su faz, hasta que, perturbadoramente cerca, incrustó el filo roto en su garganta. Tras el silencio, se desprendió la cabeza.

El líder de los centauros estaba muerto, así que solo se requirieron gruñidos para que el resto de la raza rompiera y se mantuviera a distancia mientras como consecuencia, se desintegraba la retaguardia del ejército

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que venció a la humanidad. Reumen miró más allá del rio, el enemigo había cruzado y seguramente solo los rangers continuaban con vida. Se sintió tentado a decirles a los jinetes que sobrevivieran y reconstruyeran, pero este breve estupor le permitía asesinar a varios de los líderes enemigos, y esa era una oportunidad que no podía desperdiciarse, así que no vio el resto pero lo escuchó.

¡Hijos del patriarca original! ¡Servidores de las Divinas Hermanas! la voz del líder de los jinetes resonaba con fuerza No permitan que el miedo les haga creer que vamos a sobrevivir, nosotros ya estamos muertos. Somos fantasmas errantes sin vida ni otro propósito que aterrar a los verdugos de nuestra raza! ¡Lloren huérfanos!

Reumen mató al vaprat ogro de más alto rango cuando vio a los otros estúpidos estremecerse ante los alaridos que coronaron el discurso.

¡Rabien! . Gritó el jinete con todas sus fuerzas.

Reumen salió de las sombras y empaló al monstruo que Br'ak, el cefálido empujó como escudo, y mientras se abría paso entre los sahuagines que debía matar para alcanzarlo, no pudo más que sorprenderse de los alaridos que producían los jinetes. Cuando aprovechó el temor que obligó a los monstruos marinos a esconderse, el elfo pisó la capa de Br'ak y tras el jalón lo desnucó, entrando a su sombra.

¡Aúllen!

Reumen apareció frente a Osgar, el nuevo líder de los hobgoblins que exhibía el cadáver de su antiguo líder como prueba de su rendición. Reumen no se movió porque el sonido que estalló tras la última palabra del líder lo estremeció también.

¡Devoren!

Los caballos humanos provocaron un temblar en la tierra, tan potente que sumado a los rugidos de sus jinetes, hicieron dudar a los centauros, de forma que la mayoría se retiró, y los que no, murieron, arrasados junto a la moral del ejército del dragón mientras lo que quedaba de la humanidad caía sobre todos; matando y muriendo.

Reumen supo que algo sucedía, pero no se distrajo, tomó su arco y aunque ya estaba a varios metros ejecutó a Osgar por la espalda, tras lo que, con un salto en las sombras, subió nuevamente sobre el cadáver del cacique gigante para ver como imposiblemente un grupo de jinetes que ni siquiera podía ser considerado una compañía se abría paso violento y sangriento ante enemigos más numerosos y superiores en todos los sentidos. Luchaban y

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morían entre estos lamentos agónicos que el mismo Reumen no había escuchado tras milenios de defenderlos. Por un momento le pareció que incluso los jinetes muertos seguían gritando, y fue entonces cuando decidió volver su atención hacia el líder de ellos, quien iba más adelante, absorto en un trance que escapaba en forma de un alarido digno de un fantasma errante.

Reumen supo que si el jinete detuviera a los otros jinetes y se reorganizara, la humanidad podría sobrevivir, pero aquel solo sabía de muerte y Reumen no era quien para reprocharle, sin embargo el horror grabado en los rostros de sus enemigos muertos y de los enemigos que en vano trataban de enfrentarle, lo obligó a verificar algo. Con otro salto en las sombras apareció del otro lado del rio rojo, desde donde podía ver al ejército del dragón atropellándose para morir ahogado antes que muerto ante tan inhumano enemigo. Reumen puso toda su atención, pero educado en el arte de sobrevivir para seguir matando, esquivó la cadena que llegó por su espalda, y la jaló para picar dos veces el hombro y cortar los ligamentos del líder gnoll que cayó ante sus pies. Con desprecio y no poco odio, Reumen pisó la cabeza del gnoll para asfixiarlo lentamente en el rio, pero no dejó que sus desesperados intentos de sobrevivir lo distrajeran, porque solo tenía una oportunidad y aún le faltaba matar a la reina scorpio.

Entre latidos vio huir a orcos despavoridos que eran aplastados por ogros, empujándose con saurios. Reumen sabía de lo que la humanidad era capaz, así que solo quería confirmar que no fuere este alguno de los "gigantes de la antigüedad", por lo que preparó arco y flecha.

Solo necesitaba verlo para saberlo, porque si el legado de la humanidad era un monstruo, este era el mejor momento para matarlo. El líder gnoll en vano trataba de levantarse, y su movimiento podía ser molesto, pero Reumen sabía que necesitaba esta flecha. De hecho era curioso que sus instintos le dijeran que ninguna amenaza era tan grande como el hombre que estaba por descubrir, porque alguna vez hace milenios, presenció lo que los hombres podían hacer, y la agonía del desdichado gnoll no era tan importante como para privarse de esta flecha.

La espera mientras los enemigos morían en el lado contrario del rio era agónica. En muchos sentidos, al Rey elfo le cortaban los segundos aún más que el gnoll a sus sentidos, volcados hacia el alarido que se acercaba, y que perfectos le permitían saber el momento en que su caballo murió y como tras rodar en el lodo, el hombre o monstruo

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se levantó a despedazar enemigos con su espada metro a metro hasta que el acero en sus manos sucumbió y entonces uso sus manos para romper cuellos, arrancar mandíbulas, y en general matar a todo el que se cruzó en su camino hasta que solo quedó el rio, la sangre y un elfo frente a él.

Reumen pensó en matarle, pero el último sonido que aquel hizo fue una rabieta de odio que Reumen reconocía, y ciertamente no era quien para culpar, así que tensando la cuerda del arco, mientras el hombre miraba a su alrededor para darse cuenta que no había más enemigo por matar, ni aliado que salvar pues todos murieron tratando de seguirle el paso, sollozó solo un momento para levantar una plegaria hacia Concordia en lo alto. Reumen se contuvo de toda acción o pensamiento, y viendo el rostro del hombre aterrado ante lo que había provocado, decidió que se parecía mucho a un amigo paladín a quien respetaba lo suficiente para perdonarle la vida a este. De todas maneras, la única vida que salvó fue la propia, porque el fantasma errante, el paladín humano, el rey de los desgraciados, o como se llamara el infeliz frente a él, levantó los manos rogando perdón mientras avanzaba al agua enrojecida por sangre, caminando resignado, paso a paso, hundiéndose ante el peso de su armadura. Reumen pensó en salvarle la vida, pero él, como el amigo paladín que vio en él, conocía el amargo dolor de ser el único sobreviviente, así que no hizo menor sonido mientras aquel desaparecía bajo el agua, y con él, las últimas señales de su aliento .

Cuando el gnoll también expiró, Reumen sintió la muerte, y con el arco y flecha preparados, giró para soltar su flecha, por puro instinto golpeó la punta de otra flecha que volaba directo a su pecho. Tras un giro y la instantánea inspección de la flecha que se destrozó frente a la suya, supo lo cerca que estuvo de morir a manos de la Reina scorpio. Y unos largos latidos después, aceptó que no tenía caso buscarla, porque inmediatamente aparecieron sus rangers a cubrirlo, cada uno junto a grupos de hombres que habían salvado la vida solo porque Greyier lo desobedeció.

Reumen se sintió mal. Hubiera querido salvar al campeón humano, al paladín humano que logró el milagro, pero no hubo tiempo de arrepentirse, porque uno a uno los humanos comenzaron a caer de rodillas. Sus rostros, tan aterrados como sorprendidos se perdían detrás del elfo, y

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esto le produjo un temor que creció al ver las caras de sus rangers.

Cuando se decidió a girar, presenció el verdadero milagro del día, del agua emergió el paladín errante; caminando justo como entró, cubierto de sangre que se le escurría por el agua del rio, como si hubiera vuelto a nacer tras el bautizo de fuego. Sin embargo en sus brazos sostenía a una mujer humana, de cabello largo, totalmente desnuda salvo por la sangre que trataba de aferrarse a ella, completamente inerte, y tras varios agónicos momentos de silencio y total inactividad, ella gritó como lo haría cualquiera que nace, excepto que, aunque todo humano viene al mundo entre sangre y dolor, ninguno de ellos es recibido por Concordia brillando iridiscente en el cielo.

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Capítulo II: Ungidos por Concordia

uando el Rey Chevroile de Estulticia arribó luciendo trozos ensangrentados de armadura, los otros diez dejaron lo que hacían y esperaron pacientemente la oportunidad de saludar, pues hasta que se dijera lo contrario, aquí estaban los últimos once Reyes restantes de la humanidad. Afortunadamente, no llegó solo, pues además del joven que lo acompañaba, traía la noticia de que por heredad, este era el nuevo Rey de Barcia, y los demás, sabiendo que ya no eran suficientes para iniciar una pugna por poder, le dieron la bienvenida y se presentaron como los reyes, reinas y herederos que se reunían tras creer que la humanidad había sido aniquilada.

Inmediatamente comenzó el recuento. Chevroile trató de no reaccionar ante el enorme recuento de muertos, pero como a todos, el ánimo se le vino abajo cuando inevitablemente se dio cuenta que muchas de las coronas ya no se heredarían porque no solo murió su portador en batalla, sino que la familia noble a la pertenecía había desaparecido por completo. Aun así, eso era nada a comparación de lo que no se había hablado en espera de que llegaran más coronas, y que con los decesos que trajo Chevroile, finalmente se podía estimar las bajas humanas, apenas a salvo de la extinción por unos cientos.

¿Entonces, hacia donde emigramos? preguntó Goldien.

¿Emigrar? con el puro tono inició Griselda la pelea que todos querían evitar.

Pares, les solicito cordura Rezó Awed buscando cordura.

NO. Ninguna cordura, pongamos los pies en la tierra, porque cualquiera que crea que esto se va a resolver peleando está Goldien fue interrumpido.

¿¡Está qué!? increpó Griselda mientras el Justice y Baccelor Holtz la sostenían para evitar que la pelea escalara.

¡No lo digas! amenazó Keresit.

¿Decir qué? ¿Te preocupa que la insulte o que diga en voz alta lo que todos pensamos ¡esto se acabó y perdimos?! desafió Goldien.

¡No abandoné los cadáveres de tres hijos y un esposo para venir a lamentarme! gritó Griselda.

¡Silencio, sangre mía! requirió Awed.

¿Para qué? rugió Darío.

¡Para buscar opciones! fue la contestación.

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No hay opciones gritó descorazonado el viudo de la gran Ellenda.

Los que jamás habían estado en un consejo, desconocían lo fácil que era perder la razón entre reyes ungidos, así que se amedrentaron, pero Chevroilé no era un novato, y sabía que este no era el reconocimiento a un nuevo Rey que se acostó con la esposa de algún tío. Estos eran los hombres más poderosos del mundo reducidos a esta deplorable condición, por miedo. Tampoco podía culparlos. La guerra había durado casi dos milenios, linajes enteros habían perecido comprando tiempo hasta que el objetivo dejó de ser recuperar el paraíso, para convertirse en extinguir a la humanidad. Sin embargo habló, porque no toleraba la opción de que en vista de lo sucedido, cualquiera de ellos muriera a manos de otro hombre.

Cuatro dijo sin levantar la voz.

¿Lo ven? Se sumó Awed sin reflexionar tenemos cuatro opciones.

No, guerreros todos se miraron extrañados, pero nadie se atrevió a romper la breve tregua tengo cuatro guerreros, es todo lo que me queda. Cinco con mi propio brazo.

Son tiempos deleznables admitió Justice , todo aquel que quiera vivir, hoy es un guerrero.

No le quito el mérito a los muchachos que pelearon. Se aferraron a la lanza y el escudo hasta que la madera o sus vidas sucumbieron, las Divinas Hermanas los bendigan, pero como no sea para sobrevivir porque eso quieren, entre Estulticia y Barcia solo tenemos un ejército de niños, y cuatro guerreros. Seis con el brazo de su Rey y el propio la sencilla aritmética hizo el truco. Los dos reinos meridionales más grandes tenían seis guerreros, eso lo decía todo, sin embargo, sabiendo que el argumento no duraría demasiado agregó ¿alguno de los presentes tiene una veintena de guerreros que hayan empuñado un arma antes de la semana pasada? ¿Una docena?

Los reyes bajaron la mirada, y fue Griselda quien habló, aunque sin su característico tono retador.

¿Entonces qué? ¿Les pasamos cuchillo a los niños y nos echamos a morir?

Como haya sido les ganamos ¿sería posible negociar? preguntó Marco Alajar.

No se puede Darío fue tajante al respecto mi tío perdió la vida intentándolo, y ofreció todo, incluyendo mi cabeza.

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¿En verdad somos todos? inquirió el viudo de Ellenda.

Nadie contesta en el este, así que o los mataron a todos, o los Errer nos traicionaron contestó Awed.

Antes de la ofensiva escuché rumores de que algunos menstat y monjes que escondían gente en firmamento fueron recibidos por los gnomos agregó Keresit . Quizá puedan ayudarnos también.

Los gnomos seguramente ya los mataron, despellejaron y están viendo cómo usar sus cadáveres para atraernos a una trampa dijo Glorian.

Eso no lo sabes contestó Marco.

No sé si notaste que todos nos quieren muertos agregó Griselda.

Chevroile sabía que estaban por perderse así que fue a la yugular.

Los elfos no.

Nadie se atrevió a decir nada. Primero, los rangers aparecían y desaparecían a plena vista, así que nadie se atrevía a hablar mal de ellos, segundo, dijeran lo que dijeran, todos vieron a los elfos pelear y a veces hasta caer defendiendo a hombres de su merecido destino, solo porque aparentemente tal es la voluntad de su Rey,

A ese respecto, lo apropiado sería hacerle un regalo a Su Rey reflexionó el anciano Rey-priest del suroeste.

¿Y luego le tiramos nuestras coronas a sus pies?

Chevroile no dejó que se perdieran.

¿Dónde está?

Apenas terminó la pelea dio media vuelta y se fue. Los rangers también agregó un de los reyes recién heredados pero igual nos han mantenido informados de los movimientos del enemigo. Parece que ya están saliendo de su estupor y están tomando nuevamente lo caminos, pronto estaremos encerrados.

Muéstrame.

El joven leyó sus apuntes y señaló dónde estaba, qué raza. No parecía un esfuerzo conjunto u organizado, pero los números rápidamente mostraron que en realidad no importaba.

Entonces, si no avanzan es porque piensan que podemos pelear señaló Chevroile.

Saben que los rangers merodean, y todos quieren evitar llevarse la peor parte, pero no es a nosotros a quienes temen expresó Justice.

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Camino a aquí escuché todo, ¿en verdad solo quedó "el paladín errante"?

A todos les gustó el mote. Pero Goldian no pudo quedarse callado.

De hecho quedó mucho menos que un hombre.

Pues es a él a quien temen, así que hombre completo o no, tendría que estar aquí dijo Darío, pragmático como siempre.

Más respeto, el hombre perdió todo. Está en muy mal estado agregó Awed.

Lleva una semana encerrado con la joven que llegó del agua, si tiene la energía para follarla, tiene la energía para es

El Patriarca Justice cacheteó al viudo de Ellenda.

Vas a respetar a la doncella del rio, ¡es la elegida de Concordia!

¿Elegida de Concordia? planteó Griselda.

Concordia brilló Iridiscente agregó el Rey-Priest con el temple de acero que combinaba con su armadura y barba blanca.

Solo sucedió cuando Deivid, estudiante de la Ley puso la piedra fundacional en el altar sumó Baccelor Holtz.

Claramente ese sería un punto de desacuerdo, pero los más viejos tenían hecha su mente, y todos tenían en común que llegaron a viejos no siendo estúpidos. Así que fue Dreya, hasta entonces silente, quien dijo:

No apruebo los comentarios ni el tono del esposo de Ellenda, pero por ella lo disculpo, sin embargo si me gustaría saber, ¿qué creen ustedes que significa la mujer? además de un afortunado símbolo cuando más lo necesitábamos, tomó un momento para con aplomo, llevarlos al punto donde los necesitaba porque les recuerdo Pares, nosotros somos reyes ungidos por Concordia, heredamos por sangre la corona de los Reyes que arribaron en las arcas, nosotros somos sus elegidos. No una joven afortunada que estuvo en el momento y lugar indicado, por propicio que sea.

Yo pregunté. Nadie la conoce desafió Awed.

Estamos en el fin de la humanidad, los que nos conocían en común están muertos agregó Goldien. Apenas pude, yo fui a ver al paladín el tono de Griselda extrañamente se moduló lo encontré en la tienda, sobre la cama con ella. Cuando me vio trató de levantarse, pero ella lo tenía sujeto, completamente prensada a su armadura, ignorándome. Acababan de salvar

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a la humanidad, así que no les iba reprochar el protocolo, pero sí puedo decirlo, aún con el trapo hediondo con el que se cubría, no podía disimular que estaba desnuda, y que era perfecta.

¿Perfecta?

No tendría problema en afirmar que es la encarnación de Ella-Elena o cualquiera de sus Divinas Hermanas para ese fin.

Cuidado advirtió el Rey Priest.

Se lo que dije se irguió Griselda mostrando su armadura completa y usada.

Cualquier cosa que siga, los necesitamos aquí. Son símbolos a los que la gente seguirá decidamos lo que decidamos.

¿De pronto mejoraron nuestras opciones? espetó Goldian.

Hay una diferencia entre un hombre armado y un guerrero. Un símbolo en el corazón es esa diferencia dijo Chevroile.

Pues mala suerte, porque ella no lo va a dejar, y con Levis, el loco rondándola, él tampoco apuntó Keresit.

¿Levis, el loco? ¿El que mató al loxodon en el paso de los trillizos? preguntó Marco, que escuchó de la hazaña por alguien de su parentela.

Ese mismo contestó Goldian Solo que ahora, más que un loco, es una especie de idiota, así que desde que llegó, aguarda afuera en la tienda. La visión patética de verlo encorvado esperando mientras dice sandeces es lo que ha evitado que otros se reúnan afuera.

¿Y un "idiota" es lo que les preocupa? inquirió Dreya.

Bueno, es un idiota con un brazo capaz de romperle el cuerno a un loxodón y luego empalarlo con ese mismo . Recordó en voz alta Darío.

Sin olvidar que es miembro de la orgullosa raza humana en vías de extinción, así que a todos sus instintos de por si erráticos, súmale la desesperación terminó Griselda.

Señores habló el joven huérfano Rey de Barcia reclamo y entiendo mi lugar, pero soy demasiado nuevo en esto, y sin tiempo para aprender me apegó a su mejor juicio, así que si no tienen problema, iré yo en persona, con mi investidura solicitare al paladín que se presente ante ustedes y le garantizaré por mi corona, y con mí brazo que ella estará a salvo.

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¡Yo lo acompaño! habló otro niño que recién heredó la Corona, y que aunque no era cobarde, pues todo los que lo fueron ya estaban muertos, claramente tenía miedo, así que dejó su espada, y se unió al rey de más edad.

Los Reyes vieron como buena la valentía, humildad y decoro de los nuevos, así que tras reconvenirles que se trataran de hermanos o pares, aceptaron el plan, mientras Marco recibía en sus manos, frente a todos, sin que ninguno ni el mismo se diera cuenta, un papel, en el que los rangers señalaban que los gnolls habían terminado de cerrar la trampa, nuevamente estaban rodeados.

Los dos reyes caminaron mientras Chevroile hablaba de guerra.

Aunque no se conocían, los jóvenes reyes no tuvieron problema en darse la mano y saludarse, mientras salían de la rotonda para ir a su cometido, aconsejando únicamente el mayor, que un rey jamás se despoja de su arma.

No se usarla, así que no puedo necesitarla. Hasta que tengamos una oportunidad le dio el Rey Barcia la otra espada en su cinturón toma el mango, mantenla a la altura de tu cadera y apunta el filo a quien quiera matarte.

El más joven se sonrojo porque pese lo limpio de las instrucciones, temiendo el momento de necesidad, supo que no tendría el valor de defenderse adecuadamente, al menos no matando. Porque hace unas noches se aferró a un escudo mientras el infierno se desataba, pero ni siquiera su vida, valía robar una muerte, así lo dictaban las enseñanzas de Arsheen, así que solo sonrió, y avanzó hasta que llegaron a este lugar donde con Concordia en lo alto, amenazando ponerse azul, algunas velas adornaban el lugar que custodiaba un hombre grande que hacía muecas, mientras arrastraba un enorme espada.

El loco se acercó para negar el paso, pero el rey mayor dijo con la autoridad que le confería su corona. Atrás Levis, has paso a los elegidos por Concordia.

El idiota reaccionó a la bravata y se hizo para atrás, apenas menos sorprendido que el rey más joven que se quedó en la puerta, pues ninguno de los dos estaba preparado para contemplar a la rubia perfecta que abrazaba a su paladín.

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Se quedaron demasiado tiempo mirándola en silencio, tanto que fueron los celos los que sacaron al paladín de su estupor.

No hay nada que pueda hacer dijo resignado.

Esta guerra nos ha costado a todos, lamento muchos sus pérdidas, pero hasta que no estemos muertos o lejos de la amenaza, todos tenemos una deuda insalvable con todos los vivos . Claramente al paladín le gustó la respuesta, pero los más hermosos grilletes que cualquier hombre envidiaría, lo tenían completamente inmovilizado con su lechoso toque. El Rey Barcia miró un momento los ojos dorados de la mujer y con los celos matándole, no pudo callarse.

Nació hombre en el paraíso, solo por eso, desde que lloró, les debe a todos defenderlo para los demás. Y si no quiere reconocer su deuda de sangre porque no la juró, le recuerdo que cuando se le dio un caballo juró luchar por la causa humana hasta el último aliento. Además, por Concordia que hace posible la vida LE DEBE lealtad a los reyes que lo mandaron a llamar, y aun así, si la sangre, el juramento o la debida obediencia no es suficiente para usted, en el momento que usted la sacó del agua le debe algo mejor que solo sentarse esperar la muerte.

El paladín estaba en shock. No hubo amenaza, no hubo chantaje, ni siquiera zalamería, solo un puro y llano llamado a su vocación, que coincidió con ella quedándose dormida y aflojando la presa que lo mantuvo estático por días.

Necesito el paladín trató de hablar pero fue interrumpido.

Su majestad y yo la cuidaremos con nuestras vidas en lo que regresa.

¿Cuál es su nombre Majestad?

Toscan, Rey de Barcia. Por mi nombre que este suelo sacro, será protegido a cualquier costo.

Ahora ambos tenemos juramentos que cumplir. Así lo creo.

El paladín salió con un ceño intimidador, producto de saber todo lo que tendría que hacer para protegerla. Toscan lo acompañó unos metros para señalar el camino, y el otro Rey se quedó mirando para no enloquecerse en la beldad de la mujer que vino del agua.

¿Así tan hermosa? preguntó Levis.

No queriendo alentarlo, trató de mentir, pero si quiera pensar cualquier respuesta excepto aceptar que era

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lo más hermoso que jamás existiría, era abominable e imposible.

Es perfecta.

¿Su cabello tiene sol?

Y sus ojos son el cielo como su piel es diamante. Quiero llorar confesó Levis ¿Tú que hacer por ella?

La estoy protegiendo hasta que su campeón regrese.

Nah se burló el loco.

Sí, nadie pasará. Eso lo aseguro. Yo te creo, pero yo decir que ella no tan bella. Qué sabrías tú estúpido, si ni siquiera la has visto.

Yo escuchar al pueblo hablar de la mujer que vino del agua y yo amarla desde ese momento, yo escucharte decir es perfecta y yo estar listo para matar por ella.

Esa última frase preocupó al joven Rey, tanto que apretó disimuladamente la espada.

Esta conversación termina ahora demandó el joven.

Aceptar que no es tan bella . Presionó el loco. Jamás diré semejante mentira.

¿Entonces qué estar dispuesto tú a hacer por ella? Yo no creer que exista belleza enloquecedora que no enloquezca, ser mentira, o tu mentir.

La incapacidad de Levis de dejar de mover la cabeza y de gesticular groseramente, no demeritaba el potente argumento que hizo. En verdad el joven se sumergió en sus pensamiento tratando de aclarar que haría por un mirada suya o una palabra, y sus reflexiones no tardaron mucho en convertirse en pensamientos oscuros, que no hubieran sido interrumpidos por nada excepto por las potentes risas de los gnolls en el paso oeste.

El joven Rey tembló con un escalofrío de miedo, pero terminó cuando vio al loco alcanzar su peligrosa arma y avanzar hacia él. Pasó demasiado rápido, tanto, que el loco ya estaba armado y a un lado del rey cuando este trató en vano de defenderse. En ese instante, toda determinación en el rey falló, y se quedó inmóvil, hasta que el loco, pasó a un lado ignorándolo.

Le tomó un momento saber que aquel no era un peligro para él ni para ella. Y el loco ya llevaba unos pasos de ventaja hacia el oeste cuando le preguntó: ¿A dónde vas?

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¡Van a despertarla! . Dijo mientras avanzaba solo hacia una pelea que el reducido ejército humano no podría ganar.

El joven rey desesperó. Sin saber qué hacer, miró a todos lados y encontró a mucha gente viendo partir al loco. Así que justo entre esas vueltas nerviosas, sus ojos encontraron las pupilas doradas de la mujer que vino del agua, descansando su silueta en la cama, perfecta. Sin ninguna expresión.

Solo la miró unos momentos. Breves, pero agónicos para un enamorado. Y así, asfixiado con ella, miró a su alrededor, a los hombres heridos, los jóvenes asustados y los niños dudando.

Todos ustedes la gente lo miró pero el terror no lo paralizó ármense con lo que encuentren ¡Ahora!, no pierdan tiempo y síganme.

¿Quién es usted? Dijo un hombre sin brazo.

Contestó sin poderse hacer escuchar entre los rumores. Así que a pesar de que no hubo duda alguna en sus palabras o miedo en su rostro, supo que todos estaban a punto de preguntar porque aquel nombre y título habría de importar en el ocaso de la humanidad, pero antes de que pudieran decirlo, se adelantó:

Todos ustedes han sido elegidos por Concordia para pelear esta causa.

Las preguntas se hicieron tronar, pero una se escuchó más por encima de todas.

¿Cual causa?

La de proteger a la mujer que Concordia nos regaló del agua.

Cuando tuvo su atención, comenzó a caminar y por si alguien lo dudaba, gritó antes de correr:

Mi nombre es Edgard, Rey de Guile, y peleo por ella que vino del agua.

Los gnolls se rieron cuando Levis cayó solo contra ellos. Algunos murieron dolorosamente antes de tomarlo enserio. Para cuando Chevroile y los reyes llegaron armas en mano a luchar, las hienas erguidas reían de los nervios, de saber aniquiladas por un ejército sin armas, pero de guerreros.

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Capítulo III: Reumen, Rey de los elfos

La batalla fue enteramente diferente. La humanidad supuestamente acorralada se había entregado al frenesí y había salido a romper el bloqueo de las hienas erguidas. Edgard de Guile destacó por un brazo potente con el que empaló y cortó a todo gnoll que se le cruzó enfrente, fue tal su bravata que eventualmente quedó aislado de sus seguidores y rodeado por seres inhumanos sedientos de sangre que lo hubieran muerto de no ser por la oportuna intervención de Toscan de Barcia, quien además de salvarle la vida le dio forma al ataque, para que mientras los gnolls trataban de acorralar a los valientes, los Reyes y sus guerreros les cayeran con brutalidad.

Tal fue la hazaña de los jóvenes Reyes que pronto todos olvidaron que fue Levis quien inició el asalto y pagó con su vida las enormes bajas que causó, olvidado en alguna zanja.

Quien no pudo creer lo que escuchó fue Reumen, rey de los elfos, pues su mano derecha, el ranger Greyier le aseguraba que a pesar de que los humanos rompieron el bloqueo, no lo aprovecharon para huir, sino que regresaron triunfantes a su templo-fortaleza mientras coreaban a "ella que vino del agua".

El Rey elfo no se atrevió a dar la orden de abandonar al humano a su suerte, seguro de que sería desobedecido, pero sabía bien que los gnolls, los hobgoblins y especialmente los saurios eran un enemigo de cuidado, pero no eran los ogros, los orcos, los scorpios y menos las tres tragedias, así que esta racha sería solo un mientras tanto hasta que algo realmente importante sucediera.

Así fue, pues un par de semanas después avanzaron los poderosos orcos, y detenidos a piedra y lodo por los humanos, resultaron vencidos cuando un enorme y organizado ejército de humanos apareció del suroeste destrozándolos por la retaguardia.

El ejército humano que llegó vestía los colores de Guile, y era comandado por Efir, el padre del joven Edgard, contando la suerte que habían tenido al atrincherarse en una montaña hasta que el enemigo los olvidó y pudieron moverse libremente, solo para encontrar que benditas las Divinas Hermanas, había supervivientes. Pero mientras que la gente celebraba el suceso como providencial, los rangers reportaban que Efir, consciente de su equiparable poder militar, ambicionaba el gobierno de todos los supervivientes.

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Chevroile de Estulticia lo detuvo en seco, diciendo que por mucho que necesitaran su apoyo y sus ejércitos, la humanidad tenía sus reyes ungidos, uno de los cuales era su hijo, quien heredó la corona del lado de su madre, por lo que si quería servir a Concordia, debería hacerlo poniéndose a sus órdenes. Efir amenazó con retirar a sus tropas, pero estas mostraban señales de duda pues todo lo que quedaba de su raza eran las personas que abandonarían. Sin duda Efir mal calculó el papel de los Reyes, creyendo que serían como el viudo de Ellenda, llegados a su estación sin merecerlo o saber cómo mantenerlo, cuando cada uno de los otros trece reyes, incluido su hijo, estaban para servir al hombre, gobernando.

Reumen no estaba sorprendido de escuchar que en un acto de locura, Efir retó a cualquiera de los reyes que lo enfrentara uno a uno por la dirección de todo, algo sumamente estúpido y desesperado, pues el Patriarca Justice, Baccelor Holtz, el Rey-Priest, Griselda y Chevroile eran peligrosísimos oponentes, sin embargo, estaba confiado, listo para enfrentar cualquier cosa, excepto lo que pasó, pues en un ataque de valor, su hijo Edgard, le tomó la palabra. Entregando su corona a la Doncella de Concordia mientras se batía en duelo con su padre.

Reumen escuchó atentamente como Efir arrastró a su propio hijo por el campo, sin la menor muestra de refreno o consideración, exhibiendo una amplia ventaja en combate, misma que iba dirigida a los otros reyes guerreros, para hacerles saber lo poderoso que realmente era. Funcionó. En verdad, los reyes ancianos, pese su habilidad, supieron que por el vigor, no tendrían oportunidad. Igual no rehuirían la batalla, pero estaba claro que la habilidad de Efir era imposible para los presentes. Sin embargo, el joven Edgard no cejó, molido e inmisericordemente herido, se arrastró hasta ella que vino del agua, y pidió le devolviera su corona para morir con ella como demandaba su cargo. Colocada nuevamente en su cabeza, se levantó y enfrentó a su padre una vez más. El recuento del ranger fue explícito al decir que Efir no tuvo intención de salvar la vida de su propio hijo, por lo que cuando lo derribó y la corona rodó por el suelo, extendió los brazos para volver a retar a cualquiera con corona por la dirección de todo. El patriarca Justice, Baccelor Holtz y el Rey-Priest, hicieron sus debidas oraciones a sus patronas antes de morir, mientras Griselda y Chevroile se compartían con miradas como harían un ataque conjunto, cobarde,

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pero necesario para tener una oportunidad. Todos los otros reyes se mantenían paralizados ante sus opciones, morir u ofrecerle la corona al paladín errante, a quien percibían era el único con una oportunidad de enfrentar a este cacique.

Pero en ese momento, ante un nuevo reto, alguien recogió la corona de Edgard, y dio un paso al frente para enfrentar a Efir. Aquel sonrió complacido al ver a ella que vino del agua con la corona en las manos, pues si bien sabía que la fantasía de que se la ofreciera era un imposible, sí supuso que se la daría a su campeón, el paladín errante, mas la fama de aquel estaba bien para amedrentar inhumanos, no para un verdadero campeón del hombre como él. Greyier describió como la Doncella de Concordia levantó la pequeña corona y la puso en su propia cabeza, mostrando sus manos vacías en señal de desafío.

Efir no esperó eso. Y claramente no pudo prever la reacción de los reyes cuando uno a uno, desde Toscan de Estulticia, hasta el viudo de Ellenda se pararon frente a ella como escudo, al mismo tiempo que toda la gente, sus soldados y comunes por igual, se empezaron a arremolinar dispuestos a lincharle antes de permitir que siquiera amenazara a la mujer. Ella levantó la mano para detenerlos, y caminó hasta quedar al frente, retando. Lo mismo le quedó claro a Efir que a Reumen, esta mujer, quien quiera que fuera, estaba en control de todo, pero a diferencia del cacique que se echó de rodillas a rogar perdón de quien llamó su eterna ama, Reumen notó horrorizado la maravilla en el tono de voz del ranger que daba el parte, profundamente movido por la escena. Esta revelación lo obligó a finalmente moverse.

Reumen llegó al campamento humano a través de las sombras, seguido por Greyier quien siempre temía los razonamientos de Su Señor, y las pragmáticas soluciones que ofrecía. A ese respecto, el Rey de los elfos no tenía problema con que la humanidad sobreviviera, pero recordaba muy bien de lo que eran capaces cuando se organizaban bajo un líder carismático, y concluyó que quizá el peligro que pensó que podría ser el paladín errante, pudiera de hecho ser esta mujer, a quien encontró reclinada sobre el lecho de muerte de Edgard, rodeada de todos los reyes humanos.

Efir seguía afuera, hundido en el lodo llorando su locura. Reumen avanzó sin ser visto alrededor de los reyes, escuchando los latidos de admiración que producía esta mujer, quien fue lo primero que vio Edgard cuando despertó...

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Mi señora ¿está bien? preguntó desconcertado, confundido y con la visión de un ojo perdida para siempre. Ella solo le sonrió, y la luz de esos labios carmín fue suficiente para morir en paz, pero al notar la corona de Barcia sobre su cabeza, el mismo sonrió entre sangre.

Le luce perfecta, por favor mi señora, aquí frente a mis pares, como última voluntad le ruego me conceda su mano para que a mi muerte esa corona se quede legítimamente sobre su cabeza.

Eso era todo. Reumen sabía lo que seguía, y aunque Greyier no, supo que algo andaba mal cuando vio a su señor llevar los dedos a la espada corta. Reumen afiló sus sentidos, no le molestaba hacer lo que debía ni le preocupaba ninguno de los presentes, excepto el paladín que por tercera vez había volteado hacia donde se movía el elfo, incapaz de descubrirlo, pero sintiendo claramente la amenaza.

Y como no, si todo estaba terriblemente mal. De nada tendría que preocuparse el rey de los elfos, si los humanos hicieran lo que siempre hacían, pues ante esta blasfema posibilidad de convertir a una común en reina, debían ofenderse, enfrentarse y actuar como las víboras que siempre han sido, en cambio estaban ahí parados, conmovidos como si todo lo dicho fuera lo mejor que podría suceder.

Aterrado ante las posibilidades, cerró su corazón y preparó su mente para la estocada. Ella ni siquiera lo vería venir, pero el rey ranger sabía que tendría que fintar y bloquear al paladín para lograr el cometido. Justo en los latidos en los que creaba su estrategia, el miedo verdaderamente cayó sobre él cuando por primera vez la escucharon:

¿Quién soy yo, Rey de Guile? dijo con la voz más pulcra jamás escuchada.

Mi sol absorto por la melódica voz contestó él sin pensar, es decir creyéndolo de corazón que ella era tan grande como el Dios-Sol que iluminaba afuera Era peor de lo que el ranger pensaba, la blasfemia era evidente, ¿por qué el Patriarca Justice que era uno de los pocos humanos que había matado a un tengu en combate no protestó?

¿Quién es el Rey de Guile? preguntó ella mientras se balanceaba mirando cada rasgo de Edgard, Soy yo, pero lo serás tú cuando muera y heredes mi corona, como mi viuda. Acéptame por favor. Te ruego, déjame darte a la humanidad como regalo.

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Reumen desesperó, ¿porque no sentía las emociones restringidas de la traición?, ¿dónde estaba todo lo peor de la humanidad cuando lo único que se percibía en esa habitación eran los celos del paladín errante?

¿Que harás por mí? preguntó ella mientras con sus ojos miraba al Rey elfo. O cerca de él, Reumen no sabía porque en ese instante tenía... ¿miedo?

Lo que sea contestó fanático Edgard. Entonces no podréé heredarla Rey de Guile sonrió , porque si harás lo que sea, entonces obedecerás mi voluntad.

Solo manda. Si la vida no me da para obedecerte, arañaré mi propio nombre en El Muro hasta que las Diosas por lastima la cumplan por mí

Los rostros de todos eran de fervor, y este se salió de control, cuando ella dijo:

Vive, Edgard, vive y reina sobre Guile.

El rey destrozado, ahogó un grito de dolor, y con un esfuerzo sobrehumano, a pesar de que se contorsionó agónicamente varias veces antes de lograrlo, finalmente se puso de pie para maravilla de todos.

Greyier sintió el momento anterior del golpe, y tuvo suerte de recibir noticias de otro ranger, por lo que, para evitar lo que temía estaba por su suceder, se reveló.

¡Los gigantes avanzan!

Los Reyes salieron de su estupor, y Toscan ayudó a su amigo a quedarse de pie, mientras la Doncella de Concordia decía:

Rey, ve hacia ellos, diles que la humanidad es un león que está herido pero no vencido, por ello su leona lo protegerá de la muerte y cualquiera que sea tan estúpido para enfrentarlo, pero hoy, por Concordia en el cielo, concederá la gracia de que den media vuelta y huyan con sus vidas.

Todos los reyes se ofrecieron al mismo tiempo para ser el mensajero de tan potente discurso. Incluso el viudo de Ellenda lo hizo, sabiendo bien que moriría aplastado por un gigante, pero sirviendo a la Leona de la humanidad.

Pero mientras todos se preguntaban a quién elegiría o a quien le habló, Reumen no pudo creer que le hablara a él. Que se lo ordenara con total desfachatez. Cuando Greyier se dio cuenta, tomó un paso al frente.

Leona de la humanidad, permítame ser yo quien transmita el mensaje no pudo decir que su Rey era incapaz de la diplomacia, pero sí pudo decir entre mi

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pueblo se me reconoce como ampliamente versado en las tareas de un embajador.

Greyier miró a Su Majestad para ver si entendió que hizo esto por él, pero no lo encontró, porque aquel ya esperaba en un risco pronunciado de la playa, a los gigantes que caminaban por el mar.

En cuanto lo vieron, los colosales guerreros se prepararon porque si veían a un elfo, significaba que había un destacamento de rangers o un ejército de elfos listo para pelear. O incluso si no, las vidas elfos se cobraban sumamente caras, por lo que los primeros en enfrentarlo estarían irremediablemente muertos, pero si acaso todo lo a anterior no fuera suficiente para tomarlo enserio, su rostro lo era, y lo que diría resultaría mucho peor.

Hijos de la forma y el material, por favor, retírense.

Los gigantes se miraron confundidos. Los hijos del Selaldrin tenían hechizos para modificar la voluntad y podían usar su hermosura para muchas cosas, pero no para detener una pelea contra sus enemigos jurados. Por ello, Vercenariux, uno de los más poderosos héroes gigantes, hecho de piedra volcánicas y furia, miró con atención a su oponente y reconoció la aguamarina en el pecho, señal de que era ranger, simple epíteto que lo hacía un peligro cien veces peor.

¿Quién te crees para pedirnos cualquier cosa? gritó uno de ellos.

Sumergido en la frustración de su tarea, el ranger deformó su rostro y justo cuando sus enormes oponentes se preparaban para luchar viniera lo que viniera, aquel reclamó.

¡Solo retírense! con la voz tensa y el rostro enloquecido no pocos lo reconocieron como el Rey de los elfos, y fue entonces que se dieron cuenta lo comprometido de la situación, pues terminó con un Por favor.

Los gigantes se detuvieron temerosos. Acaban de escuchar al ser más peligroso de la creación y enemigo personal de su pueblo pedirles que se retiraran "por favor". Algo para lo que no estaban preparados, así que el más valiente o más estúpido de ellos, se adelantó solicitando.

¿¡Que juego es este?! Si tenemos que matarnos, matémonos, no nos faltes al respeto con estos trucos. El silencio no duraría.

Tienen razón me disculpo mi nombre es Reumen, Rey de los elfos, estoy aquí para traerles un mensaje Reumen no se podía obligar a decirlo, y eso

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causó que los gigantes se sintieran burlados o nerviosos ¡escuchen! la humanidad es un león que está herido pero no vencido, por ello su leona lo protegerá de la muerte y cualquiera que sea tan estúpido para enfrentarlo, por favor, por Concordia, salven su raza, dando media vuelta y no regresando jamás.

Cualquiera que fuera la estrategia que pretendía sin duda funcionaba. Una centena de gigantes perdió el corazón al escuchar que la amenaza no iba al grupo sino a su raza, otros se quedaron dudando, y entre los de poco temperamento que querían arriesgarse a morir, fue uno quien, aterrado se atragantó tratando de preguntar:

¿y si no Reumen se confundió entre levantar las manos para rogarle que no lo dijera o degollarlo para evitar que lo hiciese, pero aunque el "qué?" fue inaudible, igual antes de que pudiera hacer nada, detrás de él se escuchó este potente rugido de león que hizo pequeño su corazón, y que aunque ninguno de estos gigantes lo había escuchado jamás, lo tenían grabado en el en sus adentros junto como un miedo primordial de sus ancestros que si lo conocían. En la costa, los ejércitos inhumanos comenzaron la desbandada cuando tras aquel misterioso rugido vieron a los gigantes correr aterrados hacia el mar. Los humanos celebraron el milagro que produjo la Doncella de Concordia, la leona de la humanidad.

Y maravillados, los reyes preguntaron a la Leona, ¿qué seguía ahora que el sitio se había levantado?

¿Se conformarán con sobrevivir o quieren el paraíso? preguntó sin esperar respuesta.

En una noche, los ejércitos humanos marcharon para recuperar sus reinos perdidos, y desde aquel risco, Reumen supo que la humanidad nuevamente había caído sobre el universo, y esta vez no habría nadie que pudiera enfrentarla.

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Capítulo IV: Altel

En un giro inimaginable hace unas semanas, la humanidad por segunda vez abandonó el monumento sacro que se erigió cuando recién llegó en barcos por vez primera al paraíso. Hace unas semanas, dos eras de guerra después de su llegada, el lugar los había acogido para ser la tumba de la humanidad, en cambio, mientras se dejaba atrás, resguardada solo por los que no podían emprender la nueva etapa de la guerra, silente, aquel monumento convertido hoy en ciudad atestiguó como el ejército del hombre, que era toda la humanidad, cruzó el rio rojo donde murieron miles, los campos tintos donde mataron a millones, para viajar al sur, y retomar los reinos.

Comenzaron con el sur inmediato, recuperar Barcia y Estulticia fue casi tan sencillo como arrebatar otros asentamientos intermedios en el camino de manos de pandillas inhumanas sin oportunidad real de pelea, los lugares estaban destrozados, por lo que la recompensa eran un par de vidas salvadas entre aquellos escondiéndose o resistiendo tortura.

Los desdichados que habían sido torturados por los inhumanos, narraban las más horrendas historias de como vieron morir a sus familiares, amigos y compatriotas en la crueldad de las razas enemigas, sin embargo, todos ellos, sin importar los horrores descritos, cuando recibían un abrazo o cariño de la Doncella de Concordia, dejaban atrás el dolor, y seguían a ella que vino del agua.

Empero, la victoria de Estulticia y Barcia, los reinos más cercanos, demostró que era hora de separarse, y Edgard, en un acto impulsado por amor a la humanidad, o para agradar a la leona de la misma, decidió dividir el ejército que tomó de su padre entre sus pares, para apoyarlos en reclamar sus propias tierras.

Los reyes se prepararon para las campañas venideras, discutiendo cual sería el camino idóneo por seguir, pues a medida que se alejaran entre ellos, serían nuevamente vulnerables, y todos sabían que aunque los gigantes hayan partido, los centauros y los tengus eran una amenaza invencible posada sobre sus cabezas.

Revisando mapas y estrategias entre reyes, dos cosas quedaron claras; aquellos que reclamaran sus tierras primero tendrían una clara ventaja cuando tarde o temprano todas las viejas rivalidades humanas se reanudaran, y ya que Toscan y Chevroile fueron los primeros beneficiados, convenía asegurarse que los

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siguientes beneficiados no fueran los aliados directos de ellos. Por otro lado, al separarse, solo unos podrían quedarse cerca de Ella que vino del agua, que a su vez solo quería permanecer cerca de Altel, el paladín errante que aunque había combatido con el resto y aceptó enseñar a los niños a defenderse con las armas, no tenía intención de recibir título alguno ni participar en el esfuerzo de guerra.

Altel era un problema, aunque no tenía aspiraciones políticas que lo hubieran convertido en amenaza en vez de solo un problema, ella no se separaba de él, y ella lo gozaba en cada oportunidad, pero visto lo visto, la mayoría estaban de acuerdo que si fueran ellos los beneficiados con su atención, tampoco querrían separarse, ¿tendría él la fuerza para hacerlo cuando llegara el momento? ¿O acaso era una amenaza mucho mayor de la que suponían?

Para ese entonces, los rumores de que los gnomos habían salvado a varias poblaciones al recibirlos en las montañas se habían confirmado, pues estos habían llegado con recursos, así que la Leona de la humanidad estimó que lo correcto, era que antes de separarse, los trece reyes fueran a las montañas firmamento, al sur de los reinos de Estulticia y Barcia, y agradecieran personalmente el servicio de los gnomos. Estaban en los preparativos para recibir a la comitiva que aceptó a regañadientes recibir compensación por lo que ellos consideraban un deber, cuando Ella que vino del agua, recibió todas las ofertas posibles para que se decidiera por uno y otro camino, favoreciendo a una u otra causa, pues ya para ese punto todos los reyes sabían que donde fuera ella, irían los hombres, sus corazones y esperanzas.

Además claro, estaba el asunto de la belleza asfixiante que poseía, por lo que de los 13 reyes, diez de ellos le habían propuesto matrimonio político, quedando excluidos Baccelor por estar felizmente casado, el Rey-Priest por la edad, y Dreya porque su esposo no aceptó el divorcio, pero al menos Vedram, viudo de Ellenda, Toscan y Griselda, habían acompañado sus propuestas con genuinos cortejos, que ella amaba, pues sin decirlo en voz alta, volvían loco al paladín.

Era una relación muy peculiar. A pesar de todos los intentos discretos o no de separarlos, y pese que jamás nadie escuchó objeción alguna por parte del paladín, ella siempre gravitaba de regreso a él. Aunque le ofrecieran la cama del rey, antes de que Concordia brillara negro, ella estaba de regreso con Altel, compartiendo algún catre o

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pajar. No se decían nada. Solo se miraban abrazados, y ya que él la tenía en todos sus pensamientos, ella se sentía complacida, pero no satisfecha. Quería más, tanto que la única razón por la que permitía los cortejos, es porque Altel, sin mueca, grosería o silencio, se moría de celos.

Los gnomos se quedaron maravillados al ver a Ella que vino del agua, y se aseguraron de compartir el crédito de resguardar poblaciones humanas con los dwarfs en las montañas. Los reyes fueron profusos en agradecimientos como en los regalos que pudieron permitirse pues el número de sobrevivientes gracias al hospedaje de los gnomos era casi mayor que el contingente humano, y en todos los sentidos, esta noticia cambiaba las cosas. Envalentonados con esta suerte, se decidió que se dividirían en tres, un contingente tan grande como un tercio marcharía para recuperar los reinos del este y otro del mismo tamaño al oeste, cuidando en su avance que nadie los pasara para resguardar a los que se quedarían a cultivar para aprovisionarlos desde el centro. Mas los gnomos traían una advertencia, pues montados en sus gansos gigantes, habían descubierto que los centauros volvieron a las estepas rojas a "mejorarse", así que solo era cuestión de tiempo antes de que volvieran, y con ellos, los muchos enemigos de la humanidad se volverían a unir. Por otro lado, los rangers dijeron que los tengus viajaron al este, hacia las brumas, por lo que considerando sus capacidades tácticas y la historia de la región suponían que pronto habría un nuevo enemigo en juego.

Antes de que los reyes y sus siervos pudieran desesperar, Ella que vino del agua, declaró que entraría a las gigantescas montañas firmamento y alistaría la ayuda de los dwarfs. Los gnomos le pidieron que reconsiderara, pues por juramento no podrían guiarla hacia ellos, y los hijos de la piedra no eran precisamente conocidos por tener ánimo de intervenir en aquello que no les afectara. Los Reyes presentaron objeciones similares, aquel nido de montañas siempre se había considerado impenetrable por el terreno como por "las cosas" que moraban en su interior, y en realidad no se tenían los recursos para protegerla sin comprometer la de por sí ya muy estirada fuerza de sus agrupaciones, pero ella, con esa tranquilidad que la caracterizaba dijo que no necesitaba de nadie, excepto de su campeón. Por ello, los reyes miraron con celos y odio al paladín.

Cuando se trataba de ella, Altel no conocía el miedo, así que fueran montañas peligrosas e inhóspitas, o

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las espadas de los reyes, el daría la bienvenida a lo que fuera por ella. Esa devoción la intoxicaba, pero la Leona de la humanidad, necesitaba una verdadera prueba para saber que era él, y no habría ninguno otro más, así que apenas se escabulleron del campamento y comenzaron el ascenso, mantuvieron el silencio por días hasta que ella, de pie frente a él, en el primero de muchos riscos fríos y mortales por subir, con los ojos clavados en sus ojos, rompió el silencio con una pregunta:

¿Crees que te necesito? Los ojos de ella miraban profundo en su campeón.

Altel no se inmutó porque sabía la respuesta. No.

¿Entonces porque me sigues? preguntó preocupada de lo que tendría que hacer si él daba la respuesta incorrecta.

Por la misma razón por la que no me pides que te deje compró tiempo el paladín.

¿Cuál es esa razón? . Preguntó mientras un escalofrío la recorría.

Altel se quitó su capa de piel, y la vistió, como siempre, se veía más perfecta que la última vez que la vio, y sin sentir frio solo porque la contemplaba, dijo:

Porque no quieres verme morir ella abrió sus ojos de par en par y eso es lo que me pasará si me apartas de tu lado.

Ella lo miró por largo tiempo. Perdida en su tierna virilidad y controlada gallardía, los recuerdos fragmentados de otra vida la golpeaban con menos fuerza. Realmente quería evitar lo que estaba por hacer, pero no podría sobrevivir nuevamente a una decepción, así que sin estar lista, temerosa de acobardarse, sonrió y se lanzó del risco.

Altel no pensó, golpeó el pecho con el borde para alcanzarla, pero ella ya iba más abajo. Con un ágil gateo, se lanzó hacia el precipicio, seguro de que con sus manos juntas al cuerpo y el peso de su armadura, podría alcanzarla.

El aire cortó sus mejillas, pero un instante después se acercó a ella y la tomó de la cintura. Perfecto, ella solo tenía que desearlo y ninguno de los dos recibiría daño, pero intoxicada por su aroma, no lo hizo, no hasta que la besara porque no quedaba nada por hacer. Porque era la única manera de perdiera ese maldito auto control que lo hacía inmune a ella. Mas a pesar de la adrenalina, y el hecho de que se veía perfecta, él hizo lo único que podía hacer, la apretó firmemente, y con su espalda, chocó las piedras para

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romper un poco de la velocidad de la caída. Ella se dejó llevar, enfurecida de que su paladín prefiriera una esperanza estúpida que someterse a ella, luego, apenas tuvo oportunidad, el pateó la pared para repetir el movimiento con el costado de su cuerpo donde no estaba ella, y llegado el inminente final, ella estuvo por convertirlo en polvo hasta que él le dijo al oído: No tengas miedo. Estoy para ti.

Así, con un tono dulce que escondía el dolor, se mató Altel, porque ella solo requería un pensamiento para salvar su vida, y en cambio, distraída por esa declaración, no pudo actuar.

Reumen llegó a donde el ranger le dijo que la Leona de la humanidad lo quería, y al ver que no llegaba, supuso que su guía no había logrado llegar. Pero, ya que el vio al paladín abrirse paso en aquella carga suicida, apostó que por ella, de hecho habría llegado más lejos, y no se equivocó, porque entre las montañas y los horrores que reptaban en ellas, escuchó un grito desesperado y luego un golpe seco que resonó. El ranger se movió veloz, ignorando a las dos o tres abominaciones que hubieran querido cortarle el paso, y por ello, fue que alcanzó a bajar mientras la piedra desnuda le mostraba la ruta por la que un hombre en armadura, trató de amortiguar su caída hasta que.

Reumen llegó apenas momentos antes de que "las cosas" que codiciaban a la Doncella de Concordia salieran de los adentros oscuros de la montaña. No eran pocas. Y varias de ellas, eran cosas más antiguas que el mismo Rey de los elfos, así que tan pronto llegó, vio sus opciones. Mentiría si se dijera que no pensó en matarla ahora que yacía tendida en el suelo, pues probablemente no había otra forma ni habría otro momento, pero sus veloces pasos no fueron suficientes, pues aquella, con una herida en la frente, se levantó privada de coraje al ver la sangre del que quiso para amante.

El ranger llegó, y con todo el cuidado que pudo se puso enfrente para que ella no malentendiera el necesario jalón que estaba por darle para evitar a la enorme cantidad de abominaciones que se reunieron a ver a Ella que vino del agua, ahora que estaba lejos de donde Concordia podía protegerla. Reumen estaba preocupado, pero no tenía miedo, caminando alrededor de ella y evaluando a los enemigos que venían, sabía que solo necesitaba concentrarse en sobrevivir y el resto sucedería de una y otra

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manera, pero cuando la Leona de la humanidad se dio cuenta que la sangre en su frente no era de ella, ella rugió.

Los dwarfs, los gnomos, y todos aquellos que estuvieron cerca de ese nudo de montañas que era Firmamento, claramente escucharon el rugir de un dragón primordial enfurecido. Alarmas se tocaron, plegarias se dieron al cielo y el terror se posó sobre todos, incluso aquellos monstruos que sin corazón, reconocían por ese grito al ejemplar más perfecto de una raza primordial ya extinta, tan puro que era dragón, tan perfecto que era humano, y a quien no querían contrariar, por lo que se retiraron, agradecidos de conservar su vida.

La Dragón primordial terminó su exabrupto con el estómago temblando y el dolor de haberse entregado a su soberbia, con la garganta ardiendo, enmudeció por completo cuando escuchó al paladín toser sangre. Ella no podía creerlo, pero Reumen, en su pragmatismo se acercó no para ayudarle sino para darle sentido a lo sucedido. Las marcas en las piedras, la sangre y el precario estado de Altel dejaban claro la ruta por la que cortó la velocidad y el momento en que con un manotazo se destrozó el brazo libre para transferir su peso, y luego, como si el suelo fuera un oponente, con el hombro chocar el suelo para que ella no encontrara mayor daño que el de su cuerpo usado como colchón.

Al verlo con vida ella sonrió. No había pasado la prueba, pero había mostrado su valía. Sin mayor dilación lo besó. La humedad de sus labios, complementando la ternura del signo como la violencia del beso, lo despertó, con brazo y hombro destrozado, piernas heridas, nada importó hasta que ella se separó y le dijo: Hazme un ejército y te daré no pudo contenerse y lo besó nuevamente, así que aunque no supo que le ofrecieron, supo que haría lo que fuera por otro beso, y ya que ella y Reumen partieron, tendría que comenzar por arrastrarse fuera de ahí.

Y de alguna manera, esa prueba le dio el temple necesario para salir como un hombre roto pero nuevo. Por primera vez en mucho tiempo habían suficientes hombres para considerar a un vagabundo solo eso, así que sin armadura, tullido, sucio y sin nombre, decidió que lo primero que debía hacer era regresar a los campos tintos. Recorrió el lugar hasta que entre el pasto carmesí encontró lo que buscaba. Con cuidado, sacó los huesos y viajó lejos de los campos tintos, al lugar más hermoso que pudo hallar, uno con pasto verde, cerca de una valla de madera

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que le hubiera gustado morder, y ahí enterró los huesos de la que fue su montura, dedicando una oración a las Diosas para que aceptaran en El Muro al que aunque una bestia, en realidad fue más que su hermano.

Algunos curiosos se acercaron a ver la ceremonia, y confundieron el madero que marcó con el nombre de su montura, con el propio, y con ese renovado espíritu de camaradería humana, lo invitaron a compartir el pan, y aquel hombre nuevo, curado, atendido y querido, se devotó a ayudar a quienes le tendieron la mano por no ser otra cosa que un amable extraño de nombre Tadros.

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Capítulo V: Leona & Dragón

Los reyes fueron por sus reinos. Lucharon contra los invasores en los campos, las murallas y los pasillos. Las razas inhumanas se valieron de toda ventaja racial para aferrarse a lo ganado más la voluntad humana parecía indetenible, pues nada les quitaba el corazón. Así lo aprendieron los orcos cuando su Can mayor le quebró la espalda en combate al Rey Keresit, quien moribundo uso su último aliento para gritar que su hijo (y por tanto su apellido y su corona) sería quien matara al orco. El Can y sus guardias repelaron cada noble caballero que lo intentó, luego, uno a uno murieron luchando contra los escuderos. Tan reducidos como furibundos, mataron cuanto soldado se les puso enfrente, pero al final, solo, con su ejército roto, fueron unos cuantos granjeros y jornaleros quienes mataron con palos y piedras al más temible líder orco. El nuevo Rey Keresit llegó al poder matando al más peligroso caudillo orco y con un completo entendimiento de las necesidades y sentires de la parte más numerosa de los ejércitos; la gente desesperada.

Este ascenso no fue asilado. Tras recuperar el altar de Eunice al suroeste, el Rey-Priest Argo Aegis, ofreció una solemne ceremonia a la Diosa de la Fe, y esa misma noche, tras decir que su hija Angeliatto había sido elegida por Eunice para continuar su peregrinaje, expiró plácidamente en la noche. Para honrar sus designios, su esposa acompañó a su hija al extremo sudoeste, dando antes la Corona a su hijo Smedi y la envestidura de Priest a su hijo Meridavi. Ambos, pilares de la pacificación.

Después del rugido del dragón, Baccelor Holtz, conocido demonologo, dijo que ya no había más necesidad de él y sus servicios, por lo que regresó la Corona VanRichter a los descendientes apropiados, retirándose a su propiedad para enseñar a una nueva generación de combatientes de la oscuridad.

Luego, entre las batallas sangrientas, aparecieron en las regiones liberadas más sobrevivientes, que no solo eran unos cuantos afortunados, sino reinos enteros que sobrevivieron peleando día a día por sus vidas, así, con ocho reyes que se sumaron al esfuerzo humano, veintiún fueron las coronas ungidas por Concordia.

Sin embargo, a medida que la humanidad se extendía, la separación geográfica era algo que las razas inhumanas buscaban aprovechar. Aislando y tendiendo emboscadas frenaron a la humanidad, en la esperanza de

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que los Centauros, temibles líderes de los inhumanos regresaran para terminar con todo. Toscan y Chevroile, a cargo de la retaguardia centro, no podían remediar este nuevo tipo de guerra coordinando los esfuerzos, pues sin caballos, los desplazamientos eran demasiado lentos para ser efectivos, y sabiendo eso, los cefálidos, líderes inhumanos de reinos bajo el mar, llegaron con un enorme ejército de todas las razas bajo su servicio.

Edgard de Guile tenía uno de los reinos más poderosos del mundo, así que al darse cuenta de la invasión por venir, solicitó auxilio, y con el apoyo de los Reyes que salieron a respaldarle, salió a hacer frente a los invasores en la batalla más masiva de la era. Lamentablemente, al engancharse con la primera punta, no pudo evitar que las otras tres dos de la estrategia en forma de Tridente cayeran sobre los humanos. La ciudad sacra recibió un ataque tan poderoso como el que había consumido dos tercios de la defensa humana.

Toscan de Barcia tomó lo que pudo y partió al norte a proteger a los que vivían allá, quedando atrapado ante los números del enemigo. Creyendo que era su final, le pidió a uno de sus hombres que llevara su corona y la pusiera a los pies de la Leona de la humanidad. En el momento más álgido, esperando encerrado en el Templo de la piedra fundacional, escuchó los estruendos del enemigo mientras era barrido por un ejército relámpago de jinetes montados a caballo.

Más tarde se sabría que Kirin, semidiós y señor de los caballos, por las muestras de agradecimiento y amor a su montura dadas por tan grande héroe, había enviado una manada de equinos para ponerlos al servicio de Altel, entonces conocido como Tadros, quien se había reinventado cuando por mantenerse fiel a la Doncella de Concordia, recibió de un inmortal errante, el Código, una serie de estipulaciones y preceptos que terminaban con el conflicto interno sobre como servir a la paz con violencia, por lo que predicándolo, pudo convertir hombres de bien en algo más que el ejército que Ella que vino del agua le solicitó. Así, que escuchando de lo que sucedía, graduó a sus estudiantes, les presentó a los compañeros equinos que tendrían hasta el último día de su vida, y llevó a sus paladines a defender la Ciudad sacra bajo Concordia. Tras la victoria, sin detenerse a dar explicaciones o recibir agradecimiento alguno, los lideró hacia el este donde llegó justo cuando los defensores más lo necesitaban.

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La victoria fue increíble, y se celebró con euforia, tanta, que se dice que los estridentes vítores cruzaron el rio blanco en el extremo este, y el jolgorio hizo enfurecer a los centauros, quienes reaparecieron mostrando nuevos y más peligrosos cuerpos hechos de pedazos de moradores de las estepas rojas como de la Svanah. No es sorpresa que los centauros, siendo una raza antigua y poderosa tuvieran cero respeto por los paladines errantes, especialmente cuando su líder portaba un escudo amarrado sobre su brazo destrozado, y el otro era para la lanza o la espada. Sin embargo, los Paladines lograron lo impensable al frenar con puro fervor al Código a los salvajes centauros, pues justo cuando no lo lograrían un momento más, los 21 reyes aparecieron con ejércitos tan rotos como sus armas y armaduras, pero unidos todos bajo Concordia.

El líder de los centauros decidió que matar a Tadros sería el punto decisivo, pero también pensó lo mismo Altel, quien sobre los lomos de Agrije, se fue a pelear como dos seres en armonía, y no como el líder centauro cuyo torso de tigre y cuerpo superior de taureano se mantenían en conflicto, juntos solo porque así lo deseaba el centauro. En medio del cruento combate, el paladín, al darse cuenta que las armas jamás matarían a tan potente bestia que vestía piel sobre escamas, sobre piel endurecida, dejó de confiar en ellas, y confió en el Código para que este le revelara el camino. Así fue, pues con un con una estocada simbólica rompió la fuerza que mantenía a las carnes unidas, destrozándose mientras se liberaban de la bestia que las ató. La lenta y agónica muerte del líder centauro, mientras cada parte robada a otros se liberaba, provocó terror en los centauros, quienes decidieron terminar con todo, rugiendo.

Los centauros rugieron con potencia indescriptible, llamando con ese acto a los ejércitos inhumanos para que la batalla final entre humanos e inhumanos fuera ahí. Justo en ese momento.

Los humanos sabían que no detendrían a los centauros, y menos a los ejércitos inhumanos que escuchaban este rugido temerario para desatar el final, así que el corazón de los hombres los obligó a decir que debían volver a sus reinos y montar defensas como si aquello fuera posible o algo diferente que una mentira nacida del miedo, y justo cuando los reyes se despedían y sus ejércitos se desbandaban al tiempo que enemigos temibles avanzaban hacia el campo de batalla, quien llegó fue mucho peor.

Los primeros en correr fueron los primeros en verla. Los reyes que intentaban frenar la retirada que les costaría

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la vida serían los últimos, pero todos la escucharían cuando la Leona de la humanidad rugió, y el miedo se fue. Caminando hacia el epicentro de la destrucción por venir, escoltada por un elfo y un dwarf, era todo lo que se necesitaba para regresar y darle cara a la extinción. Su paladín se unió al rugido, como los hicieron los reyes, paladines y soldados, de forma que el León que era la humanidad se hizo escuchar, y en desesperación los centauros rugieron para que todos los que le temían avanzaran, so pena de liberar su salvajismo sobre los cobardes. Así lo hicieron los saurios para con su gente, y los cefálidos para los infelices bajo ellos, pero en el último momento, mientras de todos lados llegaban los muchos enemigos del hombre, ella rugió una vez más.

Esta vez el sonido fue el de un dragón primordial y salvaje, que silenció por completo a los centauros y destrozó la moral de sus aliados, virtud o vicio de los inhumanos que la escucharon, pues los centauros podrían ser salvajes, pero jamás tanto como esta que clamaba ser dragón de dragones. Los ejércitos inhumanos se quebraron y desbandaron sabiendo que tarde o temprano los centauros los buscarían por llana venganza, pero la mujer que era Leona y Dragón avanzó hacia ellos. Su paladín, el rey de los elfos, el señor de los dwarfs y todos los reyes quisieron avanzar para protegerla pero con un ademán los comandó a detenerse y ver lo que haría.

En silencio caminó hacia los centauros. Ninguno, a pesar de sus cuernos, apéndices y fauces se atrevió a vociferar por miedo a que aquella lo hiciera de nuevo. Avanzó aparentemente desarmada, un paso a la vez hasta que terminó la vida del líder centauro al aplastar su cráneo agónico entre la porquería a la que se había reducido. Avanzó hasta que los centauros no tuvieron de otra que atacarla o retroceder, y desde luego; retrocedieron.

Se empujaron y atropellaron mientras ella continuaba hacia ellos. Su largo cabello rubio reflejaba la luz de Concordia con tanta fuerza que parecía plata pura, y sus ojos dorados eran luces antiguas y potentes. Caminó tranquila pero decidida hasta que los centauros llegaron a la playa, e incapaces de nadar, se humillaron rendidos en la arena. Pero ella no se detuvo. Así que desesperaron, revolcándose mientras ofrendaban sus vidas por paz y piedad, al menos un par trataron de sobrecoger el miedo para invocar la piedad de Narshe, pero la mujer frente a ellos siguió avanzando lentamente hacia ellos, y cuando totalmente acorralados uno de los centauros más grandes

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decidió enfrentarla, ella usó todo cuanto tenía dentro de sí para poder disimular la sonrisa que le causó, fallando de forma tan estrepitosa, que el centauro dio media vuelta y se metió al mar, así, ante su avance indetenible y la furiosa decepción de que nadie la enfrentara, no se detuvo incluso cuando los centauros entraron al agua y se sumergieron en ella hasta que no pudieron hacerlo más, sosteniéndose de rocas para evitar ahogarse, porque frente al dragón primordial, no había otra opción.

Ante la cobardía de no enfrentarla, ella sacó su arma y se preparó para mostrarles la muerte que eligieron, pero antes de poder descender su ira, los ejércitos humanos ovacionaron a la mujer que derrotó a la más salvaje de las tres tragedias.

Ella se contuvo un momento, y aunque hubiera querido callar a los que estaban por robar su merecida pelea, cuando sintió la mano de Altel y pudo verlo decir que había ganado, ella tuvo que refrenarse, pues sabía que matar a los centauros implicaría matar a Altel también, así que con su furia vuelta a dormir como un volcán activo, dijo:

Centauros, de hoy en adelante están exiliados, no volverán a poner pie, pezuña o vientre sobre todo bajo Concordia, so pena de un castigo tan terrible que no puedo expresarse en palabras. ¡Quar-hai Na-gi Tor-de!

Su sentencia hizo lamentar a los centauros, quienes lloraron la más vergonzosa derrota en el agua salada que arrancaba su pelaje y hería su piel. Mas entre los presentes, salvo por el Rey elfo que permanecía sorprendido de su poder crudo, solo el patriarca Justice, docto en lenguas antiguas, como cabeza de la Orden, de su familia y reino, avanzó hasta ella, se removió la corona sobre su cabeza y tras arrodillarse, se la ofreció solemnemente.

Toscan y Edgard avanzaron casi al mismo tiempo haciendo lo mismo, como uno a uno lo hicieron todos los otros reyes, fuera porque estaban maravillados o agradecidos, aterrados o simplemente sobrecogidos con la realización de que no había un poder que le hiciera frente.

No quiero sus coronas . Dijo ella, y fue interrumpida por Edgard.

Si mi vida te sirve es tuya . Contestó Edgard. Ella sonrió.

De pie reyes . Obedecieron, pero igual la interrumpieron al unísono.

Lo que quieras de nosotros, solo pídelo.

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Lo que quiero de ustedes es que se preparen para ganar la guerra.

Pero ya la ganó señora.

Quar-hai Na-gi Tor-de. Ustedes son la Alianza de Reyes, ¿Se conformarán con lo que defendieron?

La humanidad estalló en júbilo mientras sentían que la guerra por la supervivencia se convertía en la larga y adeudada ambición humana, el sueño del patriarca original.

Altel la miró. Supo que debía detenerla, pero ella, profundamente enamorada y perfectamente consciente de que él sería un lastre para el futuro que esculpió, decidió matarlo con un beso.

Frente a todos ellos, con un beso público les mostró quien era el rival para todo lo que la humanidad quería, lo que la Leona-Dragón ofrecía.

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Capítulo VI: La Alianza de Reyes

un si los reyes hubieran podido ignorar que ella había elegido con quien presidiría la Alianza de Reyes que creó, la mayoría de ellos fueron consumidos por los celos cuando tras aquel beso, ella lo sacó de la mano para llevárselo y entregarse a él.

Ella era la campeona de la humanidad, tenía derecho al idilio que quisiera, pero la posibilidad de que quedara embarazada significaría que ninguno de ellos podría jamás ser parte del linaje divino. Hubo una discusión, y aunque todos querían hablar con ella y hacerle ver los riesgos inminentes de su infatuación; Justice, Chevroile, Toscan, Marco y Edgard, decidieron aceptar la voluntad de Concordia, especialmente porque Griselda, Vedram y Golidan habían propuesto con disimulo o sin él, la muerte de Altel. De forma que los únicos que podían detener a la que tenía a los humanos, los elfos, los dwarfs y gnomos en el bolsillo, era el Rey de los elfos que finalmente entendió el dilema de su antecesor; cuidar a la humanidad, implica dejarla libre sobre los demás, porque son su propio depredador, su gran enemigo. El otro en cambio era Altel, que amado por ella con intensidad y pasión, no podía hilar dos pensamientos.

"Lyonesse" la llamaron, en el mismo viejo idioma de los elfos con el que Quar-hai Na-gi Tor-de, significaba Nuestro Pacto Sagrado hecho entre Reyes, o QuarNaTor, la Alianza de Reyes, y precisamente significaba Leona-Dragón pues la habían visto rugir como ambas creaturas, una de las cuales era el símbolo del señorío sobre lo material y el otro su homónimo espiritual, apropiado pues ella que vino del agua, era todo, y tenía planes.

La maquinaria de guerra se dispuso como ella quiso. Guarniciones en cada frontera, los sacerdotes de cada iglesia de las Diosas listos para moverse a su señal y los reyes al frente de poderosos ejércitos, solo ella permanencia con Altel en el campamento que se montó sobre las montañas Firmamento entregándose al placer. Dos veces quiso ella comenzar lo que tenía en mente, pero dos veces con besos lo evitó el paladín, porque ella no podía decirle que no a su caballero de brillante armadura, porque lo deseó por dos vidas para poder tenerlo, y ahora, le enloquecía saber que él era obstáculo para lo que debía hacer.

Una noche, él quiso hablarle del futuro y ella le dijo que no desperdiciara el tiempo en algo así de insignificante.

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A

No tiene caso que continuemos la campaña, los tengus no han dado muestra alguna de moverse, quizá ya todo terminó . Explicó él.

Shhh le dijo ella mientras besaba su barbilla y luego comenzaba a morder su camino hacia el cuello.

Lyonesse expresó con la voluntad que se le quebraba beso a beso.

Odio ese nombre… excepto cuando viene de ti. Podríamos.

No podemos. Ellos no querrán que tú seas el Rey de Reyes.

Yo no quiero ser su Rey.

Yo no merezco nada menos, Altel, ¿por qué me niegas lo que es mío?

Podemos irn... . Guardó silencio. Pues sabía que la humanidad la necesitaba y él no podía quitarles el pilar de la esperanza que era ella.

Ella lo besó una vez más.

Si tanto quieres a la humanidad... dame una razón para que no te libere del lastre que son para nosotros él la miró confundido, incapaz de ver en su rostro perfecto y pupilas doradas lo que los centauros vieron en ella ¿Quieres salvar a la humanidad? Así es como: dame una razón.

Pretendiendo no haber entendido lo que entendió, el paladín decidió dejar claras sus intenciones.

Así tenga que renunciar a ti, tendrás lo que mereces.

Ella lo odió con la misma intensidad con la que unos momentos después lo amó. Tras hacer el amor, salió descompuesta. Con lágrimas en los ojos, dio la señal a Reumen, quien estoicamente esperaba afuera de la tienda, para que iniciar todo, pues había llegado la hora. El elfo, viéndola con los ojos llorosos y el ánimo descompuesto, se preguntó si tendría una oportunidad de matarla, pero ella le prometió:

Cuando hagamos esto, finalmente la humanidad será libre y los elfos no tendrán que volver a velar por nosotros.

Reumen escuchó a la Leona-Dragón, y aceptando que era cierto, salió a avisar a los enanos. Aunque no avanzó mucho antes de detenerse y preguntar algo sencillo que le diría si la promesa que le acababa de hacer estaba en riesgo.

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¿Lo mataste? . Preguntó el elfo, sabiendo quien era ella, y lo humano que sería matarlo dormido a comparación de lo que le sucedería.

No puedo . Contestó ella limpiándose unas lágrimas.

Eres Lyonesse, si algo no puedes hacer, es solo porque no quieres hacerlo increpó el ranger.

Aún puede entenderlo . Se engañó. Estás por averiguarlo. Pero... si no lo entiende, y realmente no puedes hacerlo, ¿quieres que lo haga yo?

¡No te atrevas! amenazó ella con los dientes apretados y la mirada enloquecida. Con ese instante de furia que le costó un paso atrás al elfo, ella guardó silencio, y, recompuesta, buscando activamente engañarse a sí misma completó solo llévalo al frente. Él entenderá. Reumen cumplió. Como la muerte se apareció frente al agotado Tadros y le dijo que había llegado la hora. Apenas se preparó el paladín, ascendieron al pico enorme en donde los dwarfs estaban listos para la pelea. Al igual que los últimos meses, el reporte fue el mismo; terribles días nublados, que según los gnomos, debido a que las nubes colosales que se extendían tan alto que quedaban a la par de algunas de las montañas más titánicas de Firmamento, no seguían el curso del viento ni tenían la consistencia adecuada, especulaban que debían ser las míticas islas nimbos de los YúnRén, peligrosísimos caudillos de tierras lejanas que quedaron varados aquí desde la Era anterior gracias a las Diosas, y que sin duda, eran parte del plan de los tengus, pues no solo venían de la misma dirección de la que aquellos desaparecieron, sino que semejante mancuerna, formidable por decir lo menos, era el tipo de estrategia que se esperaba de los astutos "espíritus del mal aire".

Altel pasó revista a sus paladines errantes, revisando que estuvieran listos, pues junto con los dwarfs representaban la punta de lanza de lo que vendría, y no era para menos, pues aquellos, aún sin caballo, eran guerreros excepcionales movidos por el fervor al código, así que conciliador por naturaleza el Gran Maestro Paladín se aseguró que los dwarfs y los gnomos no se dejaran impresionar por la masiva nube, en cuyo horizonte se observaban siluetas humanoides en posiciones marciales. A partir de este momento todo puede pasar. Pero si por cualquier motivo las negociaciones fallan, tomen valor. No sabemos si podemos pisar las nubes, pero aunque no sea el caso, los picos de la montaña serán nuestro

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terreno alto, podemos luchar de risco a risco explicó Altel animando a los dwarfs y gnomos que sabían de lo poderoso que era tan singular ejército y claramente no les gustaba la idea de combatirlo Su Majestad, ¿podrían sus ranger proporcionar cobertura?, que solo ataquen a los que pretendan hacer intercambios a distancia, para estimular que nos busquen en el cuerpo a cuerpo, el resto lo manejamos nosotros.

Reumen sonrió. Tan cerca del final, le causaba cierta alegría presenciar la estupidez del paladín. Era difícil decidir si su inocencia era refrescante o exasperante, pero a pesar de que Lyonesse dijo no querer que lo mate, no dijo nada sobre herirlo de muerte.

¿Negociaciones? preguntó mordaz

Escuché que son caudillos de guerra, pero no es posible tal cosa sin organización, así que es posible negociar al ver que el elfo se sonrió sorprendido, continuó es lamentable, pero posible que quieran medirnos, así que si todo sale mal, pero los repelemos tras el contacto, quizá mañana quieran negociar.

Reumen preguntó lentamente, poniendo atención al rostro de Altel, pues no siendo estúpido no imaginó qué locura lo estaría asaltando.

¿Exactamente qué crees que está sucediendo?

Son una fuerza invasora. Quizá vienen preparados para una pelea, pero si se dan cuenta del costo, podrían cambiar de estrategia. Quizá sea posible entender nuestras semejanzas en vez de fijarnos en las diferencias.

Reumen soltó una carcajada.

Lo siento, en verdad ya no puedo contenerme. No veo lo gracioso.

¿No lo ves?... deja te ayudo cerró los ojos, pero dejando claro que estaba burlándose prosiguió sí son una fuerza invasora. Una terrible. Astuta, numerosa y organizada. Y sí, van a llegar, y creo que no les será problema ver las semejanzas.

El paladín no pudo alegrarse, había algo siniestro en el tono del elfo.

Sí te falta por decir algo, hazlo ahora.

¡No vienen a pelear! Reumen estaba tan desconectado de los usos sociales que no le era sencillo siquiera hacer una burla elegante ¡vienen a ponerse a las órdenes de Lyonesse!

¿Por qué? preguntó Altel temiendo lo peor.

¡Porque son la ofrenda de paz de los Tengus! Leyeron el plan de su enemiga, y decidieron mostrar su

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valía convirtiendo a un peligroso obstáculo en la columna vertebral de su ejército invasor.

No puede ser.

De donde vienen, los YúnRén son extorsionadores de alto nivel. Ladrones de la mismísima luz de los soles. Cubren todo a su paso para mostrar lo excelentes que resultarán administrando las regiones conquistadas.

¿Regiones conquistadas? inquirió con malestar.

Personalmente encuentro a los YúnRén despreciables y arrogantes. Realmente creen que las lunas que adoran pueden siquiera soñar con enfrentar al pueblo que es hijo de soles, pero admito que si no puedo caerles encima, serán un adecuado ali

¡¿Regiones conquistadas?! aún estaba trabado en sus oscuros pensamientos, pero Reumen, apreció que para variar alguien le exigiera, así que lo remató con una especie de gracia, nacida de la saña.

Ella lo dijo claramente: "Ustedes son la Alianza de Reyes, ¿Se conformarán con lo que defendieron?"

Altel sintió un breve terror al escuchar que la lucha por la supervivencia se había convertido en una conquista, en la que cada Rey, ejército y guarnición era un ejército preparado para la invasión, todo orquestado bajo sus propias narices.

No lo voy a permitir contestó enojado. No conozco un ser vivo que pueda decirle que no, y tú, ¿que eres su pasatiempo te le vas a oponer? No es mi pasatiempo dijo Lyonesse recriminando con la mirada la falta de tacto del rey de los elfos y no se va a oponer, porque es el amor de mi vida, y sabe que merezco más que el mundo ¿cierto? terminó hundiéndose en el pecho del paladín mientras le daba un beso a medio labio.

¿Es cierto?

Lo es ni siquiera lo dejó preguntar qué parte todo.

¿Por qué?

La humanidad nació para vencer. Cada hombre es un dragón y mucho más. Merecemos todo estaba indiscutiblemente convencida de cada palabra que decía, aun así, quiso hacerle más digerible aceptar lo que sucedía y sin embargo, no es por poder; es para evitar que se derrame más sangre de la necesaria.

¿¡Cómo es que esclavizar a las demás razas salvará sus vidas?!

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La vida es conflicto. El conflicto genera guerra. Hasta que la civilidad no sea impuesta, la sangre seguirá corriendo y cada vida perdida el conflicto nos aleja del sueño, pero aquí al frente del futuro, cada lamentable muerte nos abre la puerta al fin último.

¿¡Qué podría valer la muerte de millones?!

¡La paz, amor! contestó exasperada Yo haré lo que sea por ella. Como tú harás lo que sea por mi...solo porque me amas.

Eso era todo. Tenía razón, haría lo que fuera por ella. A diferencia de todos los que le temían o simplemente eran vencidos por su avasalladora voluntad, él haría lo que fuera por ella, porque la amaba. Así que así como cayeron sus hombros, bajó la cabeza; vencido.

Ella sintió un golpe en el pecho. El amor de vida no podía solo estar vencido, de alguna manera hubiera preferido matarlo que dejarlo en ese estado, así que mientras las nubes se acercaban y ella pensaba en que debía hacer, buscó la mirada de Reumen para que él hiciera lo que debía.

Mas el ranger, incapaz de entender las emociones más básicas, sabía de guerreros, y el hombre frente a él, no estaba vencido, así lo demostró cuando realizó lo único que podía cambiar la situación.

¿Tú me amas? preguntó él, casi como un ruego, y con la misma velocidad con la que solicitó a Reumen matarlo, ahora le recriminaba con los ojos siquiera haberlo pensado.

Claro que te amo contestó besándolo, porque era cierto. Indiscutiblemente cierto.

¿Harías cualquier cosa por mí?

Ella se retiró haciendo un ademán de molestia que hizo que todos los presentes, gnomos, dwarfs, elfos y humanos excepto por Altel y Reumen dieran un paso atrás.

¡No somos unos niños, Altel! no puedes pedirme que detenga la liberación de la humanidad exigió molesta. No lo pretendo contestó él buscando sus ojos.

¡¿Entonces qué quieres?!

Saber si me amas.

'¡Ya te dije que sí!, tanto que guardó silencio frustrada. Reumen la miró, y con el don de matar cualquier cosa que estuviera viva, supo su el secreto que sería obvio en los meses venideros.

Entonces demuéstralo.

¿Sacrificando el destino de la humanidad?

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No te pido eso, solo te pido que me des una oportunidad; una alternativa, una opción para que todos sepan que elegiste lo mejor para el futuro.

Ella estaba tan sorprendida como molesta, y aunque hubiera querido convencerlo con palabras de amor, prefirió obligarlo a matarse. Adelante. Pelea contra los YúnRén, mátalos hasta que se rindan, son muy peligrosos pero no lucharán hasta el final. Sin embargo no olvides el precio; llevarás a estos infelices a la peor batalla de su vida, una batalla que por cierto, jamás debieron tener y que tu pudiste evitarles. Llévalos a morir frente a un enemigo, astuto, decidido y capaz de todo por el premio que desean hablaba suficientemente alto para que todos los presentes escucharan Pero antes de que mates a toda esta gente, míralos bien, porque si acaso sobrevivieras, si el milagro sucede, y regresas con vida, tendrás que cabalgar al oeste; llevar a tus paladines y sacrificar hasta el último de ellos, escucha bien: ¡la vida de cada joven al que le llenaste la cabeza con el código sesgada!, horrendamente muertos como precio por eliminar a los tengus, porque solo hay dos caminos frente nosotros, y no quieres el que te ofrezco.

Todos sin excepción enmudecieron, si acaso, los elfos fueron los únicos en no sentir miedo, mas a medida que los YúnRén se acercaban, aquellos sintieron que el aliado dudaba, y se prepararon para atacar si acaso no había otra opción. La tomo.

Reumen y Lyonesse lo miraron tan sorprendidos que no pudieron dudarlo.

Llega la hora en que uno debe decidir si está listo para conocer El Muro. Si no lo está, debe huir. No hay vergüenza en ello. Pero si lo está, si su corazón está en paz, debe pelea por su vida hasta el último aliento Altel se dirigió a todos He estado toda mi vida listo para morir, pero no fue hasta que ella que vino del agua, que estuve finalmente listo para vivir. Así que no quiero iniciar la guerra que se me promete, pero nada puedo hacer todos lo miraban capturados no por su retórica, sino por lo humano y honesto que sonaba nada puedo hacer para salvar mi vida excepto pelear. Pelear porque la opción es un mundo en sombras, y frio, en el que los niños no conocen las bendiciones de Concordia, en el que los hombres y mujeres no pueden convertir su esfuerzo en comida. Si se me ofrece cambiar mi vida para que los demás puedan

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disfrutar la vida, Concordia y sus bendiciones, ¡voy a pagar gustoso el precio!

Los siempre pacíficos gnomos asintieron, y aunque tenían un pacto antiguo según el cual debían consultar con los dwarfs cualquier decisión de guerra, no podían concebir un mundo sin sol para todos, sin calor para el cansado, sin esperanza para el triste, así que sin decirlo se prepararon.

¡No toleraré la esclavitud! ¡Así que no me dejaré encadenar, ni blandiré cadena alguna en contra de nadie! Es fibra sensible valió que los dwarfs con silencio se sumaran a la causa.

Si el enemigo dará todo porque su premio es grande y mis acciones le hacen perder su lugar como yugo del mundo, ¡entonces daré el doble! ¡Moriré dos veces antes que doblegarme y ser derrotado sin luchar! Reumen, no apreciaba nada de lo dicho, pero sin necesidad de revisar, supo que Greyier y los rangers estarían listos para desobedecer si su Rey no quería participar.

Lyonesse miró a Altel. Estaba tan furiosa como enamorada. El truco era admirable, pero el mayor problema es que no era truco, les ofreció a cada uno lo que querían, pero faltaba una parte del ejército por convencer; los paladines, que antes que nada eran humanos y estaban perdiendo la señoría sobre la creación por una muerte segura. A ellos, Altel les dedicó una sola sentencia: El Código es claro: ¡No voy a entrar voluntariamente a la oscuridad!

Los paladines corearon:

¡El Código es claro!

Altel no esperó. Subió la piedra más alta y sobre ella gritó;

YúnRén, valiosos aliados, regocíjense pues se terminó la guerra, acérquense como hermanos, y sean bien recibidos, o si no pueden tolerarlo den vuelta y no olviden sus nubes, pues no hay más conflicto aquí que el que traigan consig

Una flecha golpeó a Altel, pero este inmediatamente se recompuso para demostrar que estaba bien y que no había sucedido nada que no se pudiera ignorar:

Es su última oportunidad, aún pueden ev

El paladín bloqueó la flecha y antes de que esta cayera el Rey de los elfos la atrapó en el aire y la metió en el corazón del guardaespaldas personal del cacique YúnRén.

El pueblo de las nubes, mostró sus armas y determinación en un unísono grito de guerra, pero antes de que pudieran saltar, el ejército de Lyonesse inició la pelea.

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Lyonesse miró con atención la escena mientras los humanos saltaban a las nubes y enfrentaban al ejército que falsamente creyó tener la ventaja ¿Cómo tomarían los poderes a cargo de su resurrección este cambio de planes? No les temía, pero sabía que habría consecuencias. Altel estaba irremediablemente condenado, pero mientras aquel lideraba la heroica vanguardia, ella se tocó el vientre sabiendo lo caro que pagaría este exabrupto, que tristemente, era precisamente la razón por la que lo amaba tanto que se arriesgó a tener un amor, sabiendo bien que Bajo los días de Concordia, no hay otra cosa que tragedia. Entonces, con claridad y sin miedo, Lyonesse saltó al combate y con Altel a su derecha y Reumen a su siniestra, conquistó el continente de nubes como debió conquistar el universo.

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Epilogo

Como si hubieran sabido lo que pasó. Los Reyes humanos, esperando la señal de ataque, escucharon a los pueblos que invadirían pedir auxilio, así que movieron a sus ejércitos para liberar a los pueblos no humanos que estuvieran siendo obligados a continuar la lucha contra el hombre.

Sin centauros, las razas mamifedas, se fueron más allá del este a vivir en paz sobre las estepas rojas.

Sin sabliros, los rúgidos se fueron lejos a la Svanah.

Los ejércitos que alguna vez fueron del Rey-priest pelearon contra los elementales mayores por la liberación de sus esclavos humanos en las arenas grises.

La humanidad recibió a sus héroes con regocijo, pues las nubes sobre todo el QuarNaTor se disiparon.

Altel no celebró: tomó a Agrije y se fue a morir peleando contra los tengus al extremo oeste.

Reumen le admiró eso.

Los orcos fueron expulsados. Como los saurios.

Al igual que los sahuagines y otras abominaciones del mar.

Meds Chevroile, Troia Griselda y Marco Alajar llevaron a sus ejércitos más allá del horizonte, a Tierras lejanas donde se le necesitaba al hombre.

A Toscan se le cedió el derecho y la obligación de erigir una ciudad en el lugar sacro.

Enfurecida por haberla abandonado. Lyonesse endureció su corazón y entregó al hijo no-nato de Altel a los poderes que le permitieron regresar de la muerte, quienes aceptaron gustosos el sacrificio.

Los jerarcas de las iglesias reconocieron que en el nuevo papel de la humanidad, las Diosas podrían bendecir a sus enemigos y reiniciar la guerra.

Se decidió dormir a las diosas.

Contra todo pronóstico, Altel fue el único sobreviviente de la masacre de los tengus. Lyonesse prometió que lo cuidaría y lo compensaría por el daño que le hizo.

Los Reyes le entregaron a Edgard sus coronas y le pidieron a Lyonesse que les diera un linaje divino, capaz de conducir a la humanidad al sueño del patriarca original.

Altel guardó silencio.

Edgard le aseguró a la pareja que después de la boda falsa podrían irse, que con el símbolo del matrimonio él haría funcionar la Alianza de Reyes.

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El paladín se enceló.

El Rey ranger desconfió de su juicio. Lyonesse tuvo que pagar el precio de haber fallado en su encomienda.

Así, en un solo día: todos ellos desaparecieron de Todo Bajo Concordia

Pues mientras Todo bajo Concordia exista, ese será el QuarNaTor, la excelentísima pero lamentable tragedia de la Alianza de Reyes.

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} SIN FIN

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