opinión
ISABEL COIXET directora de cine
mi hermosa lavandería
Verano de hospital Para mi padre. Se rompió la pierna por la mañana, cuando intentaba levantarse de la silla de ruedas que usa desde que no se le curan unas heridas en la planta del pie y apenas puede caminar. Lo encontró su mujer en el suelo del baño del apartamento frente al mar donde pasaban las últimas semanas de agosto. Hace ya dos años que él se limita a ver el mar desde el balcón. Su mujer no podía moverlo sin que él aullara de dolor. El hueso roto sobresalía claramente debajo de la rodilla. Llamaron a la ambulancia, que tardó tres horas en venir. Los camilleros apenas pudieron ponerle en la camilla. En el hospital del pueblo donde veraneaban tuvo que esperar cuatro horas a que le atendieran. Se había estropeado el aire acondicionado y el ambiente estaba enrarecido y espeso. Las enfermeras intentaban hacer callar a los enfermos que esperaban y a los niños que corrían arriba y abajo con los rostros enrojecidos y sudorosos. El médico que finalmente le atendió, tras ver las radiografías, empezó a enyesarle en silencio. Él intentaba no quejarse, pero el dolor era más fuerte de lo que podía aguantar y la inquietud de las horas de diálisis que le esperaban, porque era un enfermo crónico de riñón, le angustiaban profundamente. Se preguntaba si su mujer ya habría llamado al otro hospital para decirles que vinieran a recogerle a éste. Se lo dijo al médico, que no demostró el menor interés en lo que le decía. Cuando terminó, le dio un informe y le dijo que si se encontraba mal podría pasar un par de noches allí. Él se alejó en la silla de ruedas con el informe en la mano 10 DOM
arrastrado por otros camilleros que le llevaron al hospital de la diálisis. Sentía cada bache de la carretera clavarse en su pierna rota, pero estaba demasiado cansado para decirles a los de la ambulancia que fueran más despacio. Las horas de la diálisis se le hicieron más largas que nunca. Estaba demasiado cansado para dormir. No le perdonaron ni un minuto de diálisis. Notaba que las fuerzas le abandonaban. Ya en casa, no encontraba una postura que no le hiciera daño. Ahora el dolor era punzante y no podía moverse y eso le ponía de un humor sombrío. Su mujer le miraba con impotencia porque no tenía bastante fuerza para cargar con él y los calmantes que tenían ya no le hacían ningún efecto. Pasaron un día que se hizo eterno, con enormes dificultades, hasta que le vinieron a buscar para la siguiente diálisis. Mientras estaba conectado a la máquina de nuevo sintió que le abandonaban las fuerzas y llamó al médico que le había escayolado para recordarle el ofrecimiento que le había hecho de pasar dos días en el hospital. Le dijo que sí. Cuando terminó la diálisis a medianoche les pidió a los camilleros que le llevaran al primer hospital. Le bajaron de la ambulancia en la puerta. En la recepción, una enfermera al borde del colapso le dijo que allí no se podía quedar, que tenía que ir a Barcelona. Él le repitió lo que el médico le había dicho y le replicaron que él habría entendido mal. La discusión subió de tono y notó que le asomaban a los ojos unas lágrimas amargas de pura impotencia. Esto es lo que nos espera a todos si dejamos que sigan los recortes en
el vino PRIORAT
Gotes 2009 es una visión melosa del Priorat. Añadiéndose a la nueva corriente de garnachas y cariñenas más accesibles y con la aportación de la cabernet sauvignon y un reposo de 12 meses en roble francés, el nuevo vino de la bodega Portal del Priorat suma al carácter del territorio una accesibilidad y seducción inmediata. En nariz es fresco, con fresitas, frambuesas, flores y un final balsámico que recuerda al eucalipto. La boca es fragante, ligera y muy aromática. Muy sabroso y a punto para compartir. – quim vila Tel: 932 531 760 PVP: 13,40 €