opinión
ISABEL COIXET directora de cine
mi hermosa lavandería
El elefante y la habitación Leo en una prestigiosa revista americana que hay tres cosas que asombran especialmente de España por allá: la Tomatina, los Sanfermines y los cuatro millones de parados. Lo de la Tomatina es comprensible: ¿quién no ha soñado alguna vez con rebozarse con pulpa de tomate o con tirarle una caja entera de tomates a la pantalla del televisor, a un vecino o a algún familiar particularmente pesado? La Tomatina debe de ser un espectáculo estupendo que cada año me pierdo por falta de previsión y de valor, aunque seguramente será mucho más fascinante en la película de Bollywood que acaban de rodar por ahí y que, a buen seguro, traerá millones de turistas de la India a las costas levantinas. Gracias a la Tomatina, a lo mejor hasta consiguen hacer rentable el quiosco del aeropuerto de Castellón. De los Sanfermines no voy a opinar, porque es algo que me resisto a ver hasta en la tele. La idea de un montón de yanquis tratando de emular a Hemingway me espanta aún más que la idea de un montón de rusos tratando de emular a Dostoievski. Desde aquí me atrevo a sugerir a los responsables del turismo de Pamplona que, aprovechando los pañuelos rojos que lucen los que van a los encierros, podrían hacer una joint venture (un acuerdo mancomunado) con los de la Tomatina y permitirles que se anunciaran en estos. Otra idea sería crear una Fresina, Melocotonina o la fruta o el tubérculo que se tercie (exceptuando quizás el melón y la sandía, no vaya a ser que aún nos demande algún turista al que le abran la cabeza), DOM
aprovechando los excedentes que, según el Ministerio de Agricultura, sobran cada temporada en el campo español. Como ven, he vuelto de las vacaciones como los ministros de Economía europeos: dispuesta a arreglar los problemas de la economía en un pispás. En cuanto a los parados, qué decir, además del inevitable orgullo de haber nacido en un país que está a la cabeza del mundo en número de parados y en número de asesinatos a mujeres. ¿Cómo sobreviven todas estas personas sin ingresos conocidos? ¿Es la menguada pensión del abuelo/patriarca de la familia la que se estira hasta lo indecible para alimentar a todos los miembros de un clan? ¿Hay cuatro millones de personas que roban periódicamente, hacen cola en los albergues o esperan tras los supermercados para recoger alimentos caducados? ¿Le toca la lotería a tanta gente? ¿Se han perfeccionado las técnicas de ayuno sin que yo me entere? ¿Hay tanta gente rica que mantenga a sus parientes pobres? (eso seguro que no). ¿O es que hay una economía sumergida que ríanse ustedes de la Atlántida? Y, si es así, me pregunto yo: ¿en qué consiste esa economía sumergida, además de la trampa del fontanero que te ofrece hacerte la chapuza de turno sin factura y sin IVA? Tiene que haber algo más de lo que no se habla, algo secreto y oculto que alimenta y viste a todas esas personas: un elefante más grande que la habitación, más grande que la casa y más grande que el propio elefante, Dios le bendiga.
el vino chablis Dauvissat y Raveneau encabezan el palmarés de Chablis: la quintaesencia de la chardonnay borgoñona más septentrional. Desde hace décadas los dos siguen practicando viticulturas respetuosas y continúan perfilando sus vinos en barrica. Dauvissat Chablis 1er Cru Séchet 2004 ofrece una delicadeza suprema. Puro, compacto, brillante y de una fineza extrema. Un cru que, como el resto de vinos de esta maravillosa bodega, ha necesitado paciencia y años de botella para exprimirse. Imposible llamar a las bodegas para conseguir alguna botella. Lo mejor es, cuando haya una ocasión, degustar alguna añada madura en un buen restaurante de Francia. – quim vila PVP: 60,90 €