Propuesta para el Desarrollo Económico Regional, Araucanía, abril 2016.
Marcelo Carrasco Carrasco Consejero Región de la Araucanía
¿POR QUE PENSAMOS QUE SE NECESITA UN CAMBIO DE RESULTADOS?
E
l actual modelo de Estado y sus instrumentos de apoyo, están en su gran mayoría obsoletos para el siglo XXI, las diferentes demandas ciudadanas, se han sofisticado y articulado de tal forma, que la mayoría de las veces no calzan, con las necesidades de los beneficiarios y por ende, no cumplen con las expectativas y peor aún, no solucionan los problemas planteados a cabalidad y muchas veces solamente, brindan soluciones parciales o muy alejadas de los problemas reales. Nuestras cifras de empleo, capacidad de incorporar inversión privada, contaminación ambiental, educación, bienestar en la sociedad, etc. Con plena certeza, pueden estar en una mejor posición, pero para que esto suceda debe existir un acuerdo político/social. Y este debe estar centrado como dice Humberto Maturana: "Todo vivir humano ocurre en conversaciones y es en ese espacio donde se crea la realidad en que vivimos”. Es por ello que estamos invitados a conversar y ser los forjadores de nues-
tro propio destino, como región. Si queremos ver cosas distintas, debemos buscar maneras distintas de hacer las cosas, romper los paradigmas, y plantearnos otros paradigma, principalmente la relación del estado, sus instrumentos y efectividad en la sociedad del siglo XXI. Nuestra Región necesita conversar, pero necesita conversar del futuro, presente y pasado, lo que planteamos en este documento es una visión del pasado, enfrentando nuestros problemas presentes, que nos invitan a gestionar en conjunto un mejor desarrollo futuro, de nuestra Región, todo esto basado en un ambiente de conversaciones más efectiva, a la cara y con una visión sistémica de la situación de La Araucanía, donde todos se sientan convocados y quieran ser parte de la solución. A través de este documento, buscamos contribuir a generar confianza, entre los ciudadanos de esta Región, Mapuche y no Mapuche, debemos generar un mo-
delo de Co-Desarrollo, con mayor autonomía, en busca del bienestar común y de la felicidad en nuestra ciudadanía. Los Gobiernos de la Concertación, hoy Nueva Mayoría (NM), han desarrollado en sus administraciones, políticas públicas para los Pueblos Originarios de Chile. No sólo hablamos de la Ley indígena 19.253 y la creación de la Corporación de Desarrollo Indígena (CONADI), en 1993, o de la realización de los Diálogos Comunales y el Pacto por el Respeto Ciudadano, en 1999; sino que también del programa Orígenes; la entrega al país de la política para un Nuevo Trato con los Pueblos Originarios, a inicios de los 2000 y la “Nueva Política Indígena”, basada en el Programa “Reconocer, una apuesta por la Multiculturalidad”, en donde todas las instancias de gobierno (Ministerios, Gobiernos Regionales y Servicios) deben implementar cambios en sus procedimientos habituales a objeto de considerar e incorporar la pertinencia indígena, y en el último tiempo la discusión del Ministerio de Asuntos Indígenas.
Por otro lado el Gobierno de la Alianza por Chile en agosto de 2010, durante el desarrollo de la ENELA de ese año realizado en la región de la Araucanía, lanza el Plan Araucanía 7, sustentado en 5 pilares básicos: Pueblos Originarios, Educación y Salud, Desarrollo Productivo e Inversión en Infraestructura y Conectividad Regional. Junto a lo anterior, y como uno de los hitos más relevantes para la demanda del movimiento indígena, se ha ratificado por parte del Congreso del país, luego de casi 18 años de discusión parlamentaria, el Convenio Nª 169 de la OIT que en lo fundamental, dispone que el país a incorporar mecanismos pertinentes de participación ciudadana en ámbitos relacionados con los Pueblos Originarios. No obstante lo anterior, más allá de este “progreso” en el tratamiento del tema, subyace la idea que aún falta mucho por hacer y que lo hecho es todavía insuficiente. Esta constatación adquiere mucho sentido cuando nos referimos a los agricultores Indígenas y no Indígenas, fundamentalmente mapuche, en donde
los indicadores de pobreza y de desarrollo humano siguen siendo aún muy deficientes. La impresión es que es necesario dar un vuelco en el tratamiento del tema indígena por parte del Estado, no sólo desde la perspectiva productiva, sino que también desde la lógica política y cultural. En la medida en que más nos adentramos en el tema indígena, en que más profundizamos en instrumentos que dan cuenta de la realidad indígena, seguimos descubriendo realidades que estuvieron por muchos años ocultas. Es decir, sólo por el trabajo realizado es que podemos hoy conocer esta otra realidad que nos interpela desde lo político. Urge entonces el reconocimiento a la identidad, el diálogo con un “otro” legítimo que ya no desea benevolencia ni caridad, sino no que aspira a ser tratado como sujeto social, constructor de su futuro. Reparar la deuda histórica no es sólo un tema de entrega de tierras, o de subsidios (que por supuesto son necesarios, pero no suficiente), sino que supone incorporar en el debate la dimensión subjetiva y simbólica de esta deuda. La