Edición 321, LAS CORTINAS DE HUMO DE LOS INCENDIOS FORESTALES

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TEMUCO Semana del 06 al 12 de febrero de 2015

sociedad

La triste y célebre historia

de los Peñán Esta semana fue capturado Pedro Peñán, el último miembro de la implacable banda que permaneció prófugo durante 24 años.

Guillermo Chávez

L

os Peñán, los tristemente célebres “Peñanes”, volvieron a hacer noticia esta semana con la captura del último miembro de la banda original, Pedro Peñán, que permaneció prófugo de la justicia durante 24 años y que gracias a un buen dato fue atrapado por los “ágiles” de la PDI. El caso es que con la detención de Pedro Peñán, hoy de 56 años, vuelve a la memoria la siniestra historia de una familia que por generaciones sembró el terror en los campos de Chol Chol, entre Nueva Imperial y Galvarino, dejando tras de sí una estela de robos, cuatrerismo y homicidios, y que de uno en uno fueron cayendo perseguidos por la policía, excepto Pedro que logró evadir la mano de la ley permaneciendo oculto en sus guaridas inaccesibles todos estos años, hasta que se confió demasiado… Se dice que son varios delitos los que carga Pedro Peñán a sus espaldas, entre ellos el más salvaje y que terminó con la banda fue el cruento asesinato de un joven de 21 años que durante una carrera de caballos fue ultimado a puñaladas por negarse a entregar su bicicleta. El muchacho murió en brazos de su padre que clamaba ayuda con desgarradores gritos, pero nadie se atrevió a involucrarse. Tras esta última aparición de Pedro que ya se encontraba prófugo, la policía liderada entonces

Celso Peñán, asesino de su propio padre.

Su captura pondría fin a una siniestra secuela de robos y homicidios cometidos por la banda en la zona de Chol Chol. Histórica foto de la que se ignora su autor. Celso y Pedro (a la derecha) guiando el caballo de su padre, apenas sosteniéndose.

Don Teddy Rivas sostuvo el último encuentro con los Peñán.

por el comisario Gilberto Loch, decidió abatir a la banda completa y así tras espectaculares persecuciones por los campos inhóspitos fueron capturados casi todos los hermanos y primos que más tarde protagonizarían cinematográficas fugas desde la cárcel de Nueva Imperial.

vir. Cuando la policía se retiraba, volvían a hacer su aparición.

A la televisión

Parricidio Esto sucedió a fines de 1996,

El último encuentro con los Peñán Uno de los últimos vecinos de Chol Chol que ha permanecido en contacto con la familia Peñán es don Teddy Rivas, propietario del fundo Los Carrizos, a siete kilómetros camino a Galvarino y frente al sector Boyeco, donde siempre han vivido los Peñán. -Una vez los encontré en mi predio robando gavillas de trigo y los agarré a balazos. Escaparon todos y no sé si a alguno le metí un perdigonazo- cuenta. Pero el encuentro más dramático se produjo cuando fue perseguido por varios hermanos y gracias a la agilidad de su caballo logró perderse entre los bosques. -Entonces estuve harto tiempo sin aparecerme por los campos, porque me la tenían prometida- recuerda hoy don Teddy, sonriendo, a los 84 años. -Ahora nos saludamos así no más, de lejitos, porque parece que están más tranquilos. Y es de esperar que la nueva generación de los Peñán permanezca así, tranquila, y no vuelva a las siniestras andadas, como sus ancestros.

24 años prófugo permaneció Pedro Peñán, capturado esta semana. (Gentileza El Periodico)

pero tras la aparente desarticulación de la banda quedó una secuela de delitos y crímenes que no fueron purgados. Quizás el más emblemático haya sido la muerte del jefe de la banda, Anselmo Peñán, a manos de su propio hijo, Celso, durante una discusión, borrachos. Cuando la policía acudió a detenerlo, encontró clavada en la puerta de la casa una nota escrita en un sucio papel que decía: “Señores policías, no me derriben la puerta porque no estoy en la casa. Salí pero volveré y nos encontraremos… De antemano gracias”. Los policías se rascaron la cabeza y hasta sonrieron por la ironía del mensaje… ¿o se trataba de una amenaza? Porque eso valía la vida para los

Peñán: nada. Así, durante décadas, desde los tiempos de sus tatarabuelos, el clan venía sembrando el terror en esos campos. Su aparición en cualquier lugar era como una pesadilla. Ingresaban a una casa y se instalaban exigiendo ser servidos. Al retirarse, tomaban cuanto encontraban a su paso, hasta la ropa tendida en los patios, y se marchaban sin decir ni adiós. Era como la ley del viejo oeste y nadie se atrevía a oponérseles porque seguros estaban de lo que ocurriría. Y se mantuvieron así mucho tiempo al margen de la ley, escapando, ocultos en sus guaridas en medio de los bosques hasta donde nadie más podía llegar. A veces permanecían así por semanas, cuatrereando o comiendo hierbas para sobrevi-

Años más tarde, un programa de televisión rescató la historia de los Peñán de manera velada, con truculencia ficticia, ni siquiera aproximándose a la siniestra realidad que los lugareños conocieron. Es que los Peñán eran unos seres salvajes, sin dios ni ley, que respondían a sus propios códigos. Vaya como muestra de lo anterior un diálogo registrado entre uno de los Peñán detenidos y un juez: -Peñán, ¿de qué viven ustedes? -Robamos vacas, hacemos carbón, robamos corderos y cualquier cosa para comer, señor. -¿Y por qué le disparan a la gente? -Es no más cuando no quieren entregarnos las cosas, pero no es siempre, señor… -¿Por qué hacen eso? -Porque somos malos, señor. -¿No les da lástima hacer eso con la gente indefensa? -No… señor. -¿No le tienen miedo a Dios? -Dios no se va a meter pa’esos lados, señor…


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