La resistencia interna* Napoleón Gómez Urrutia
L
a política se ha convertido en la arena de conflicto y enfrentamiento material, ideológico, de personalidades, pero, sobre todo, de intereses económicos profundamente arraigados que buscan acaparar mayor riqueza y poder para controlar países y personas que se encuentran en desventaja. En general, estos últimos no han logrado resistirse a la ambición y al egoísmo de los primeros, y defenderse de los ataques contra los valores más importantes del ser humano, como son la vida, la libertad y la dignidad. Hoy estamos viviendo conflictos internos y externos que minan la convivencia comunitaria, los esfuerzos de reconstrucción y el avance hacia una sociedad menos desigual y más democrática. Esta situación de inseguridad ha dificultado la creación de incentivos para caminar hacia el rumbo del bienestar y del desarrollo. En este sentido, parece que al interior de nuestro país algunos intereses están implementando una estrategia de destrucción para frenar los cambios que el pueblo mexicano ha demandado por años; modificaciones que sentarán las bases de un nuevo modelo de desarrollo enfocado en disminuir la desigualdad y en eliminar la corrupción que ha sido tan destructiva en el caso mexicano. Por esta razón, es de vital importancia centrar nuestros esfuerzos en atacar las grandes causas que originan los problemas de mayor trascendencia. Se debe partir del hecho de que ningu-
na sociedad democrática y próspera se ha construido a partir de los niveles de desigualdad tan profundos como los que observamos en México. La acumulación de poder en manos de unos cuantos, así como la injusta e insultante distribución de la riqueza nacional, extremadamente concentrada en el uno por ciento más rico de la población, origina un desequilibrio en las oportunidades a las que se tiene acceso para la participación en la vida pública, lo que representa una amenaza para cualquier sociedad democrática. En el caso de México es claro que los partidos de derecha y los grupos políticos y empresariales más conservadores, incluyendo los legisladores que los representan, jamás estarán de acuerdo con los cambios en la política económica nacional que tengan como fin frenar y sacudir su mundo de comodidades. No buscan cambiar nada; por el contrario, quieren más privilegios y protección para continuar con esa acumulación –a veces enfermiza– de utilidades y riqueza a cualquier costo. A ellos, los verdaderos enemigos del cambio, les gustaría mantener el control del poder económico sobre el político, pero esos tiempos terminaron. En su más reciente visita a México, así lo percibió el ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien advirtió que la oposición en nuestro país no va a dar tregua y utilizará todos sus recursos y contactos para intentar frenar el proyecto de la Cuarta Transformación. Sin duda se trata de una reflexión muy valiosa, ya que Lula da Silva ha vivido esta misma resistencia de la oligarquía internacional ante el esfuerzo para devolverle la política a los ciudadanos de a pie.
Los impulsos del sentimiento debe guiarlos la razón. Jane Austen (1775-1817) Escritora británica.
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