Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 41 • XXVIII DOMINGO ORDINARIO, Ciclo A
11 de Octubre de 2020
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
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Estar con Dios es una fiesta
Es un festín abundante esde la Primera Lectura entendemos, y más en el Evangelio, que Dios no se anda con pichicaterías. La fiesta que nos tiene preparada, permanentemente, no sólo tiene cantidad, sino también y, sobre todo, calidad. No es una fiesta efímera, pasajera, intrascendente, temporal, lisonjera, sino que es una fiesta que responde a los anhelos más profundos y más sensibles de la persona, de toda persona. Por lo tanto, no tiene nada que ver con el consumismo, el hedonismo, pasársela bien un rato, hartarse de cosas que luego vamos a desechar, etc. Es un festín abundante porque estar con Dios es nutrirse de lo fundamental, de lo que verdaderamente importa para nuestra vida. De los demás, sabremos qué podemos dejar a un lado.
Estar con Dios es una fiesta porque llena el corazón del hombre, porque lo hace feliz, porque se encuentra con su Creador y las criaturas. Es una fiesta para todos Los hombres de todos los tiempos, de toda cultura, lengua, raza o nación; de todo estrato económico y académico, están invitados a participar. Nadie queda excluido por anticipado. No hay lugares VIP. Todos pueden tener un espacio privilegiado. Algunos rechazan esta invitación. Incluso se pueden burlar de la fiesta, y hasta ridiculizarla, porque se creen muy ‘intelectuales’. Otros no saben de qué se trata y, quizás, por esto, no la aceptan. Otros ponen pretextos para no acudir, por diferentes razones, ya sea por falta de compromiso, porque no quieren limpiar el traje de su existencia. O porque piensan que hay asuntos más importantes qué atender. Otros mienten, dicen que van a ir, que ahí están, pero no es verdad. No se animan a participar porque implica llevar un traje de fiesta, que es haber dejado a un lado lo que les hace daño para su vida, pero no se animan a dejarlo. Prefieren no asistir. Pero eso sí, aquí no hay discriminación. No participa el que no quiere participar. Es una fiesta completa En este agasajo se llena el cuerpo y se llena el alma. Pero no se llena el cuerpo con placeres inocuos e intrascendentes; ni con hartazgos que conducen al vómito, ni con sensaciones que pasan pronto y te dejan vacío. Se llena el cuerpo de energía, de vida, de trascendencia. Se llena el cuerpo de la palabra de su Señor, de una paz que no se consigue en otro lado. Es una fiesta que descansa. Además, no solo produce alegría y paz, sino que también quita la tristeza y todo lo que daña el alma. Enjuga las lágrimas, si es necesario.
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