Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
4 de agosto de 2019
N.º 31 • XVIII DOMINGO ORDINARIO, Ciclo C
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
Busquen
los Bienes del Cielo
E
n el evangelio de este domingo Jesús habla directamente contra la avaricia -“Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”-. Jesús exhorta a la gente y a sus discípulos a la moderación y a lo necesario, a buscar los bienes del cielo. Pero ¿qué es la avaricia? La avaricia se define como el deseo desmedido de poseer riquezas, bienes, poder y estatus, y atesorarlo para uno mismo más allá de lo necesario. Es esta la imagen o vicio que nos presenta el evangelio, a través de la parábola del hombre que construyó graneros más grandes para guardar su cosecha y todo lo que tenía para muchos años.
¿Dónde está la avaricia? Se dice que no la vemos, que el pensamiento materialista la ha convertido en un valor, en algo bueno; así, en el fondo, pareciera que en la cultura no está mal visto ser avaro; generalmente, está acompañada de su hermana la codicia: está presente en la búsqueda y acumulación de dinero y posesiones, en el acaparamiento y monopolio; en el robar, alterar precios, sobornar; lo vemos en el secuestro y el asalto en todas sus variedades imaginables; cuando se utiliza el engaño, el poder económico y político, los mecanismos de presión, la manipulación, la descalificación de las leyes que estorban, etc.
La corrupción del espíritu Pero, ¿qué motiva a un hombre que lo tiene todo a querer más? ¿Por qué tantas personas se corrompen? Un filósofo llamado Borja Vilaseca explica: “Por uno de los dramas contemporáneos más extendidos “la corrupción del espíritu”. “Para cometer actos corruptos, primero tenemos que habernos corrompido por dentro. Esto implica marginar nuestros valores éticos esenciales -como la integridad, la honestidad, la generosidad y el altruismo en beneficio de nuestro propio interés”. La solución La Vida Cristiana nos ofrece un camino, una solución: acercarse a Dios. La primera lectura, de San Pablo a los Colosenses, nos sugiere: “Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra”, nos invita primero a razonar, a cambiar la mentalidad, a una visión diferente del mundo; “despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme adquiere el conocimiento de Dios”. Sí, pidamos a Dios, en este día, como el salmista: “Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos”, “llénanos de tu amor por la mañana y júbilo será la vida toda”.
1